Su Yu se acercó despacio a Huo Mian y la observó angustiado. Lo primero que le preguntó fue: —¿Aún te duele?
Huo Mian se rió y negó con la cabeza.
—Ya no duele... Pensaba que me iba a morir del dolor... Cuando era enfermera interna en la oficina de obstetricia y ginecología, la doctora a cargo nos había dicho que al dar a luz sentías lo mismo que si se te rompieran una docena de costillas... Yo pensaba que mi umbral del dolor era bastante alto, pero aún así sentía que me iba a morir.
—Niña tonta, ya acabó —Su Yu la consolaba.
—Ajá.
—Iré a ver a las bebés dentro de un rato... Deberías descansar.
—De acuerdo —Huo Mian sonrió. Era evidente que el cálido brillo de la maternidad irradiaba en su rostro.
Su Yu caminó hacia la puerta, volteó y miró la sonrisa gentil de Huo Mian.
—En realidad, en secreto esperaba que tuvieras niñas. Así habría dos más como tú en el mundo... Eso es maravilloso...
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