Después de visitar la máquina de vapor, Roland y Margaret regresaron a la oficina en el castillo y continuaron discutiendo los detalles del contrato comercial. Si tal discusión involucraba algún regateo, podría tomar hasta uno o dos días. Para ahorrar esfuerzo, el señor generalmente confiaba a su tesorero la negociación, que simplemente le revelaba el número y la oferta final. Pero esta vez Margaret insistió en que el precio no era negociable, lo que le ahorró a Roland un gran esfuerzo.
—Creo que volveré a estar aquí después de un mes, con tres balas llenas de salitre —dijo la empresaria mientras tomaba notas apresuradamente en un pergamino—. Calculada en un noventa por ciento del precio de mercado, vale aproximadamente trescientos quince reales de oro.
—Para entonces habremos fabricado dos motores de vapor —dijo Roland bajando el número deliberadamente—. Valen mil reales de oro. Puedes pagar la diferencia de precio con reales de oro o con otros bienes.
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