La fotocopia de la carta era a color, por lo que Abel pudo notar el color amarillento de la hoja donde se había escrito el mensaje. En una de las carillas de la hoja estaba escrito: "Para Clara Müller".
Abel dio vuelta la carilla de la hoja y con cuidado leyó su contenido:
"Querida Madre:
Ha pasado mucho tiempo y sin lugar a duda deben ser muchas las preguntas que debes querer realizarme y más aún son las preguntas que deben surgirte luego de leer esta carta. Lo cierto es que no tengo las respuestas a dichas preguntas, pero conozco el sitio a donde puedes encontrarlas.
Ven a buscarme en Golden Valley, en la mansión de los Fischer.
Espero que podamos volver a encontrarnos pronto.
Te amo mucho... Sofía Neumann"
—Sofía desapareció teniendo 6 años; ni siquiera sabía escribir correctamente...—Comentó Abel mirando al policía con cautela—¿Esto es demasiado formal, es más que evidente que no lo escribió mi hija, como puede ser que haya provocado semejante reacción en mi esposa?
—Eso es algo que evaluaran los peritos psicológicos...—Comentó el policía también con dudas; si bien la letra de la carta era tan desprolija como la de un niño, si un adulto buscará aparentar ser un niño de 6 años no escribiría de esta manera—¿Conoce alguien que podría buscar aparentar ser su hija?
—Los padres de Clara, podrían haber buscado ayudarla escribiendo la carta...—Comentó Abel dando una respuesta lógica—Pero no entiendo cómo es que Golden Valley se relaciona con mi esposa y porque mi hija le diría que vaya a ese lugar. Parece una trampa, por lo que no creo que fuera enviada por los padres de Clara.
—Opino lo mismo...—Comentó el policía evaluando cautelosamente la respuesta de Abel—y de hecho, me contacté con la policía de los pueblos cercanos para que visiten la mansión.
—¿Encontraron al culpable?—preguntó Abel de inmediato.
—No había nadie en la mansión—Comentó el policía—Además, los guías locales afirman que tampoco parece que nadie visitara esa mansión hace tiempo.
—...—Abel se quedó callado unos segundos reflexionando en su mente.
—De todas formas, esto es un suicidio…—Comentó el policía con pena—Así que si el perito forense de la morgue no considera la carta como una forma de asesinato. No podremos hacer nada, ya que solo será catalogado como suicidio.
—¡Pero la persona que mandó esa carta fue la responsable de la muerte de mi esposa!—Grito Abel con enojo.
—En mi opinión sí...—Comentó el policía con pena—Pero mi opinión vale muy poco; eso lo tiene que determinar un médico de la policía. En cualquier caso, le notificaremos desde la comisaria como avanza el caso y si es catalogado como asesinato o suicidio.
Al comentar eso, el policía miró a Abel con sospecha una última vez y se despidió:
—Esa eran todas las preguntas, gracias por su colaboración. Ruego que me disculpe por haber interrumpido su duelo.
Tras despedirse, el policía se marchó y Abel también se dirigió hacia la salida del hospital con pasos tambaleantes y muy lentos, mientras pensaba con temor acerca de la carta que había leído.
Obviamente, Abel entendía que esta carta estaba relacionada con la carta que alguien le había mandado en nombre de Ana hace 10 años, pero el viudo no podía decirle eso al policía, ya que solo lo verían como un demente y terminarían metiéndolo preso o internándolo en este manicomio.
Abel se dirigió al ascensor con lentitud, su espalda estaba llena de sudor y trataba de comprender cómo es que esta carta había sido mandada a Clara. Pasaron 10 años desde que Abel había viajado a Golden Valley y en todo este tiempo, a Abel nunca le ocurrió nada que lo hiciera recordar esa extraña experiencia.
De hecho, Abel recordaba ir a ese lugar como algo bueno para su vida y muy nutritivo para curar las heridas de su corazón en aquel momento; porque fue gracias a ese viaje que el viudo terminó aceptando la muerte de Ana y terminó liberándose del dolor de su partida.
Tras ese viaje, Abel decidió armar su vida de cero y con el tiempo conoció a Clara y lograron formar una familia juntos, por desgracia su hija desapareció y la relación en la familia nunca fue la misma tras esa desgracia.
No obstante, al viudo nunca se le ocurrió que las personas que mandaron la carta diciendo que vaya a Golden Valley podrían estar relacionadas con el secuestro de su hija, pero esta carta lo hacía plantearse la duda: "¿Y si su hija realmente estuviera en Golden Valley con estos secuestradores?"
Sin embargo, la policía le había afirmado que no había nadie en la mansión, por lo que claramente su hija no debía encontrarse en ese sitio. Aun así, alguien debía haber en esa mansión y ese alguien fue el responsable de que su esposa perdiera la cabeza completamente al mandarle la carta.
Abel realmente quería ir a Golden Valley para descubrir porque alguien le haría esto; pero las palabras que le había dicho la vieja guía retumbaban por su cabeza a pesar de los años: "Todos vuelven... siempre hay una excusa para volver a este pueblo."
Por miedo a lo desconocido, Abel tomó la decisión de no ir al pueblo por su cuenta; no obstante, el viudo estaba impaciente de que la policía lograra hallar al culpable de enviar esta carta. Si bien Abel dudaba bastante que dicha persona terminara presa por el simple hecho de mandar una carta o realizar una broma; la realidad es que el viudo tenía cientos de preguntas que hacerle a esta persona que parecía observar su vida desde las sombras.
Abel se fue del manicomio perdido en su propio mundo, reflexionando sobre su vida, su pasado con Ana, con su hija, con Clara y sobre todo pensando en la carta que nuevamente aparecía en su vida. Cuando quiso recordar dónde estaba, Abel noto que se encontraba en la puerta de metal que daba rumbo al zaguán de su casa.
El viudo entró en su casa y como todos los días a este horario se dirigió al living para ver televisión, Abel tomó el control de la mesa y apuntó al televisor. Pero el viudo no lo prendió, sino que en su lugar se quedó apuntando al televisor con el control remoto por unos cuantos minutos.
Abel se quedó por casi 10 minutos en esta posición, hasta finalmente reaccionar y darse cuenta de lo solitaria que se sentía esta habitación en estos momentos.
De lo mareado que lo había dejado volver a ver el mensaje de la carta, Abel se fue del manicomio sin ver a su difunta esposa y recién ahora, gracias al silencio de este cuarto, el viudo logró comprender que Clara se había ido para siempre: como Ana y su hija.
Dándose cuenta del error, Abel se levantó del sillón con algo de esfuerzo porque estaba bastante mareado en estos momentos, pero antes de que Abel pudiera volver a salir para dirigirse al manicomio:
*... Ring...Ring...* Se escuchó el sonido de una llamada entrante desde el teléfono fijo de la casa.
Con los pies temblorosos por lo mal que se sentía, Abel tomó el teléfono fijo y contestó el llamado en voz baja, como si le costara hablar:
—¿Quién llama? No estoy de humor para hablar del pago de facturas.
—¡Soy yo, idiota!—Respondió una persona del otro lado, por la voz enojada, Abel supo que se trataba de su padre— ¡Como mierda no vas a atender mis llamadas o las de tu madre en este momento! Por el amor de dios, somos viejos: ¡Quieres que nos dé un paro cardiaco! ¡Sabes lo preocupado que está tu mamá por vos en este momento! ¡Nos tuvimos que enterar de la muerte de Clara por sus padres!
—No tenía batería...—Comentó Abel mientras se tomaba de las paredes para no caerse al suelo; el viudo estaba realmente aturdido en este momento—No me siento muy bien, me olvide de avisarles...
—¡¿Cómo te vas a olvidar de este tipo de cosas?!—Gritó Carlos con enojo.
—De verdad, no me siento muy bien, papá...—Respondió Abel mientras su voz se perdía y su agarre de la pared se aflojaba.
*Puff* Abel cayó desmayado al suelo.
—¡Normal que no te sientas bien! ¡Pero no por eso puedes olvidarte de nosotros!—Continuó gritando Carlos desde el teléfono colgado
Pasaron unos segundos y Abel no respondía, por lo que Carlos comenzó a preocuparse:
—¡¿Estás ahí, hijo?! ¡¿Colgaste?! ¡Abel, responde, Carajo!...