7 s i e t e

Devuelta a su dulce hogar, sentado sobre un acantilado, los gritos desgarradores eran la melodía.

Todo a su alrededor estaba en oscuridad y lo único que admiraba el demonio en ese momento era la pluma blanca que sostenían sus manos, casi pareciera que iluminaba el lugar.

—Zayn ¿Qué quieres? —habló Harry por primera vez al notar su presencia.

—Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, no soy como los demás animales de este lugar. —dijo Zayn.

Harry pensó unos momentos antes de exhalar y rápidamente dirigirse con su mirada al demonio. —Zayn, siento algo, nose que es, no se donde, pero es imposible.

—Sabes que es posible, no eres cualquier criatura, eres descendiente del rey de las penumbras, gozas de más habilidades que cualquier otro ser de la tierra o el infierno, tal vez hasta más que los mismos ángeles. —Zayn terminó de dedicarle esas palabras a su compañero de milenios, para después tocarle su hombro y volver a hablar.— Solo, no crees que es una oportunidad de algo nuevo? —dijo finalmente y se retiró en un parpadeo.

Dejó a un Harry pensando en todo y a la vez en nada, aún con una esponjosa pluma en mano. Tal vez, solo tal vez, podrían sus milenios estar a punto de acabar.

Se dirigió a buscarlo a la ciudad, no le importaba el no saber si lo encontraría en cuanto llegará o en unos años.

El paisaje se pintó de colores oscuros, significando que en la tierra se hacía de noche.

Observaba bien manchas blancas por los cielos y calles, ninguna era la que buscaba. Sentía vibraciones en su estómago, cada vez más fuertes que empezaban a alterarlo un poco.

Hasta que pudo localizar un rostro reconocido.

En unos segundos se encontraba detrás de este, en un lago a las afueras de la gran ciudad, sentado debajo de un árbol.

—¿Porque estás aquí? —dijo el querubín.— Sabes que no nos pueden ver tan cercanos.

—Pequeño, solo quiero descansar un poco del infierno.... veo que tú también del cielo. —dijo Harry para dirigir su mirada al ángel.

Louis dirigió su mirada por primera vez al demonio, se vieron a los ojos, el demonio empezó a sentir otra vez vibraciones dentro de él, mientras que el ángel se sentía sumiso ante Harry.

Sin saberlo los dos, dentro de ellos crecía el sentimiento más puro que alguna vez tuvieron.

Harry se dio cuenta que el ángel poseía una mirada que nunca había observado en el infierno.

Louis se dio cuenta que el demonio poseía un rostro como si hubiera sido tallado con la delicadeza del paraíso.

El querubín aún embobado decidió dirigir su mirada ahora al cielo, preguntándose si esto que sentía era permitido ante los ojos de su padre.

—Puedo enseñarte los secretos del cielo y el infierno, Louis. —expresó Harry de la nada, obteniendo una mirada confundida del más pequeño.

—Pero ¿Qué estás diciendo? El cielo no oculta nada a nadie. —dijo Louis.

—¿Y si te dijera mejor todo lo que puedes hacer y no te han enseñado? o sabes sería más divertido si me preguntaras todas las dudas que tienes sobre el infierno.

—¿Como se que no estás mintiendo? —dijo el querubín, no sabía que creer.

—Pequeño iluso, créeme que cuando te digo que los demonios no mienten, es porque no le tenemos miedo a nada, tenemos la respuesta a todo. En cambio en el paraíso ¿Por qué crees que todo es hermoso e inocente como tú?  —expresó el demonio y al terminar de decirlo sabía que había ganado, el querubín estaba sin palabras, con una expresión indescriptible.

—Entonces, dime un secreto del cielo.

—Los ángeles tienen habilidades como los demonios, todos pueden desarrollar una cantidad infinita de estas, pero eso a ustedes no se los dicen... así que, te enseñaré a mostrarte a los humanos, será divertido ver sus reacciones. —dijo el demonio para pararse y alejarse unos cuantos pasos del Ángel.

—Primero, esto es lo más fácil que podrás aprender, solo debes desearlo con todas tus fuerzas, desea que te observen, que noten tu presencia, que te admiren... y ya, vamos hazlo. —dijo el demonio tomándolo de su mano para ayudar al ángel a levantarse. El ángel en ningún momento retiró su tacto de este.

—Pero ¿Cómo sabré que lo he logrado? —expresó el querubín con un poco de temor.— ¿Y de que me sirve esto?

El demonio decidió ignorar sus preguntas mientras aún con su agarre, lo dirigía hacia un lugar más público, con gente paseando por el parque.

—Ve y deséalo con todas tus fuerzas. —fue lo ultimo que dijo el demonio para desaparecer de su vista dejando al ángel un poco pensativo sobre hacerlo o no.

Decidió no tener miedo, dio unos pasos hasta llegar a una banca donde estaba sentada una pequeña niña llorando con su rodilla raspada.

Se acercó a espaldas de ella y decidió hacerlo, no perdía nada con intentarlo.

Pidió con todas su fuerzas que la niña pudiera observarlo, que la niña le dijera lo que estaba mal. Se sentó a un lado de ella, y está lo volteo a ver aún llorando.

—¿Quien eres? —dijo sorbiendo su nariz.

Louis sorprendido, no sabía que decirle a la pequeña, así que sólo pensó en poner su mano en la rodilla para aliviar el dolor y sanarla instantáneamente, cuando estaba curada alejó su mano lentamente y observó la reacción de la pequeña niña, ya no estaba llorando ahora estaba feliz y riendo.

—¡Muchas gracias! ¡Ten un chocolate para ti! —con eso ultimo le extendió un pequeño chocolate aún en su envoltura para salir corriendo hacia los juegos ahora feliz.

El querubín estaba atónito, pudo mostrarse a un humano, jamás había pensado que eso era posible. Una pequeña ráfaga de viento logró volar un papel frente a sus pies con algo escrito en el.

"Si quieres respuestas cada día estaré en el lago esperando por ti.

—Harry."

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