Prefacio.

Nuevo Orleans, Louisiana.

2015

No se veía ni un alma en las calles de Nuevo Orleans pero eran normal, después de todo era bastante entrada la noche y entre semana, los niños estarían dormidos esperando a que sus padres los levantaran para la escuela.

Pero ella no era una niña.

Sí, tenía la apariencia, la estatura y la edad para ser considerada una niña pero tenía la madurez de un adulto, ella había visto demasiadas cosas para su corta edad.

Esa pequeña figura era la única en las frías calles de la ciudad, corriendo como alma que lleva el diablo, parecía estar huyendo de algo… o alguien.

Podría pasar desapercibida por cualquiera de no ser por su brillante cabello rojo, volando libre con el viento que generaba su velocidad. Ella dio vuelta en una esquina y pudo ver la estructura del edificio que estaba buscando al otro lado de la calle, puede que hubiera estado huyendo de ahí por varios días pero no le quedaba de otra, tendría que tragarse el orgullo.

Y las pisadas detrás solo la alentaban más a hacerlo.

"Tú puedes, solo unos metros más y te libras de esta."

Se repetía una y otra vez eso, tratando de darle fuerza a sus cansadas piernas, tratando de ignorar el frio que le calaba por todo su cuerpo a pesar de estar usando un abrigo, tratando de ganarle a la vida por lo menos esta vez.

"Solo una vez…"

Pero la vida es una vil traicionera, le das la mano y cuando menos te lo esperas te agarra el pie.

La niña se tropezó con una rama salida de uno de los muchos árboles de la acera, alcanzó a girar sobre su cuerpo para no caer de boca contra esta pero eso no evitó que se raspara toda la espalda o al menos eso podía deducir ella gracias al dolor que le recorrió, quemando con furia junto al frio. Era lo único que podía sentir.

Eso y el miedo serpenteando su columna vertebral.

Quería levantarse, lo intentaba con todas sus fuerzas pero sus piernas ya no respondían, se sentía mareada y con ganas de expulsar lo poco que había comido en los pasados días.

— Te tengo. —Dijo el hombre con la respiración agitada. La había perseguido por varias cuadras y vaya que la niña corría rápido.

— P-Por favor, no me lastime… le-le daré todo lo que te-tengo. —Dijo la pequeña entre sollozos.

La oscuridad traía malos recuerdos. Heridas del pasado, cicatrices que nunca iban a cerrarse por completo.

— No te haré nada. — Dijo él, se arrodilló junto a la niña la cual se arrastraba para alejarse del hombre. — Solo quiero hablar, de preferencia sin piedras interfiriendo.

La niña abrió los ojos sorprendida porque la vio intentando agarrar una roca cercana como última línea de defensa, la soltó.

Así fue como Preston A. Watts reclutó a esa pequeña pelirroja que corría como demonio a La Agencia, especializada en disuadir temas internacionales.

Y pensar que una billetera robada trajo a una de las mejores agentes a La Agencia.

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