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Capítulo 50: Boda Secreta

Capítulo 50: Boda Secreta

Narra Brenda

Al día siguiente, un sábado soleado, Alan me sorprendió con una invitación a su departamento. Me dijo que tenía algo especial preparado para mí.

Como siempre, tuve que inventar una excusa para poder escaparme y dirigirme hacia allá. Al llegar, Alan me recibió con una sonrisa radiante y abrió la puerta de inmediato.

- ¡Hola, amor! - exclamé emocionada, saltando a sus brazos y dándole un beso apasionado.

- Pasa - me invitó, rodeándome con sus brazos.

Entramos juntos y él cerró la puerta detrás de nosotros, creando un ambiente de intimidad.

- Entonces - dije con una sonrisa curiosa - ¿cuál es la sorpresa?

Alan, con un tono misterioso, me indicó que la sorpresa estaba en su habitación.

- En mi santuario de amor, en la morada de nuestros sueños compartidos, aguarda tu sorpresa - me susurró Alan, envolviendo sus palabras en un tono misterioso y cargado de emociones.

- ¿Puedes darme alguna pista? - pregunté expectante.

- No, tendrás que descubrirlo por ti misma - respondió, guiñándome un ojo.

- ¡Qué dulce misterio! - exclamé con una sonrisa radiante, dejando que la curiosidad y la emoción me envolvieran por completo mientras me adentraba en su cuarto, ansiosa por descubrir el regalo que me aguardaba en aquellas cuatro paredes llenas de amor y complicidad.

Al cruzar el umbral de su santuario, mis ojos se encontraron con una visión celestial: sobre su cama, reposaba una caja plateada adornada con una tarjeta que llevaba impreso mi nombre en letras delicadas. Sentí cómo mi corazón latía con fuerza, anticipando el contenido de aquel obsequio que prometía desatar emociones indescriptibles.

Al abrir la caja, encontré una nota que decía: "Úsame". Al sacar el contenido, descubrí un hermoso vestido de novia. Aunque no entendía completamente lo que estaba sucediendo, no pude resistir la tentación de probármelo.

El vestido era una obra de arte: blanco, con un diseño inflado, sin mangas, y venía acompañado de un velo y unos zapatos blancos que combinaban a la perfección. Después de arreglarme el cabello y maquillarme, me puse el velo con una sonrisa ilusionada.

Cuando salí de la habitación, Alan me estaba esperando con un elegante esmoquin y la corbata que yo le había regalado.

- Te ves absolutamente hermosa, amor - dijo Alan, admirándome con ternura.

- Tú también estás guapísimo - respondí, sin poder apartar la mirada de él.

Extendió su brazo hacia mí y dijo:

- ¿Nos vamos?

Tomé su brazo con delicadeza y pregunté con curiosidad:

- ¿A dónde nos dirigimos?

- A la segunda parte de tu sorpresa - respondió, saliendo juntos, vestidos como una auténtica pareja de recién casados. Al abrir la puerta, nos esperaba una lujosa limusina.

- Adelante, señorita - dijo Alan, galante, mientras me ayudaba a entrar.

- Gracias - le agradecí, emocionada, acomodándome en el interior de la limusina junto a él.

El chofer nos condujo hacia el aeropuerto, donde un helicóptero nos esperaba en la pista.

- ¿Qué hacemos aquí? - pregunté, llena de intriga.

- Vamos por la segunda parte de tu sorpresa - reveló Alan, ayudándome a subir al helicóptero.

Mientras volábamos en medio del cielo, riendo y disfrutando de la emoción del momento, me di cuenta de que esta sería una experiencia inolvidable y llena de amor.

Cuando estábamos a punto de llegar, Alan habló con ternura en su voz:

- Bueno, mi amor, ha llegado el momento... - susurró mientras sacaba una venda con delicadeza.

- ¿El momento de qué? ¿Qué planeas hacer con eso? - pregunté, intrigada por sus acciones.

- Quiero que confíes en mí, Brenda. Esta sorpresa es especial y quiero que la disfrutes plenamente. Por eso, voy a vendarte los ojos - explicó, acariciando mi rostro con suavidad.

- ¿Qué? No, no es necesario... - respondí, sintiendo una mezcla de curiosidad y nerviosismo.

Alan tomó suavemente mis manos y me miró con ternura.

- Brenda, por favor, confía en mí. Esta sorpresa es algo único y especial para ti. Quiero que experimentes cada momento sin tener ninguna pista visual. Permíteme vendarte los ojos para que la emoción sea aún más intensa - explicó, transmitiendo su sinceridad a través de sus palabras.

Aunque mi corazón latía acelerado, decidí confiar en él y asentí con una sonrisa nerviosa.

- Pero me da miedo... - admití, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba.

Alan me envolvió en sus brazos protectores y, después de un minuto, escuché el suave aterrizaje del helicóptero.

- ¿Ya hemos llegado? - pregunté, con una mezcla de emoción y nerviosismo en mi voz.

- Sí, mi amor. No te preocupes, estoy aquí contigo. ¿Estás lista para vivir algo mágico? - susurró Alan, abrazándome con ternura y besando mi mejilla con dulzura.

Con cuidado, Alan descendió primero y luego me ayudó a bajar, manteniendo mis ojos vendados para mantener el misterio intacto.

- Alan, ¿qué significa todo esto? Me estás intrigando demasiado... - expresé, sintiendo una mezcla de emoción y curiosidad.

- No te preocupes, mi amor. Todo será revelado en su momento. Confía en mí - susurró Alan, tomando mis manos con suavidad.

Después de unos instantes de suspenso, sentí cómo Alan retiraba con delicadeza la venda de mis ojos. Una vez que pude ver claramente, me encontré en un lugar mágico y encantador.

Frente a nosotros, se extendía una mesa elegantemente decorada para dos personas, con una exquisita selección de platos salados y dulces. Una hermosa torta de boda ocupaba un lugar destacado en el centro. Un arco de flores, lleno de colores vibrantes, se alzaba majestuosamente a poca distancia de la mesa, creando un ambiente romántico y encantador. Meseros sonrientes se movían con gracia alrededor, listos para atendernos.

- ¿Qué es todo esto? - pregunté, con una sonrisa de asombro y felicidad en mis labios. - ¿Dónde estamos?

Alan, con una mirada llena de amor y complicidad, reveló la sorpresa:

- Mi amor, esto es nuestra boda secreta. Estamos en un rincón especial de Cambridge, una ciudad apartada de las miradas curiosas. Aquí, solo existimos tú y yo, sin interferencias ni distracciones.

Sentí cómo mi corazón se llenaba de alegría y emoción, sin poder creer la magnitud de la sorpresa.

En ese instante, Alan se arrodilló frente a mí, sacando una pequeña caja de su bolsillo.

- Brenda Brown... ¿me harías el honor de casarte conmigo? - dijo, mostrándome dos cadenitas con dijes especiales. Una decía "Mi esposo me ama"y la otra decía y "Mi esposa me ama".

Se parecían a la cadenita que me había regalado, aquella que llevaba la inscripción "Novios para siempre".

Las lágrimas de felicidad inundaron mis ojos, y con un suspiro de emoción, respondí:

- Sí, mi amor. Quiero pasar el resto de mi vida contigo. Acepto con todo mi corazón.

Él me tomó de la cintura y me hizo girar en el aire, envolviéndonos en un torbellino de felicidad y emoción. En ese mágico instante, la melodía de la marcha nupcial comenzó a sonar, creando una atmósfera llena de romanticismo. Alan tomó la cadenita que decía "Mi esposo me ama" y con ternura la colocó alrededor de mi cuello.

- Yo, Alan Freeman, tomo a mi amada Brenda como mi esposa, prometiendo amarla y respetarla en cada amanecer y en cada anochecer, a lo largo de toda nuestra existencia - pronunció con voz firme y llena de amor.

Llena de emoción, tomé la cadenita que decía "Mi esposa me ama" y la deslicé con delicadeza alrededor de su cuello.

- Yo, Brenda Brown, tomo a mi querido profesor como mi esposo, prometiendo amarlo, apoyarlo y ser su compañera en todas las aventuras y desafíos que la vida nos depare, a lo largo de toda la eternidad - expresé con una sonrisa radiante, provocando una risa cálida en Alan.

- Ahora somos marido y mujer - afirmó Alan con alegría. - ¿Puedo besar a la novia?

- Si no lo haces, te persigo hasta el fin del mundo - respondí entre risas, contagiada por su felicidad.

Alan me atrajo hacia él, rodeándome con sus brazos protectores. Nuestros labios se encontraron en un beso apasionado y lleno de amor, sellando nuestro compromiso eterno. Sin darnos cuenta, estábamos besándonos como esposos, Alan Freeman y Brenda Brown. Una melodía romántica comenzó a sonar, envolviéndonos en su dulce melodía.

- ¿Me concederías esta canción, princesa? - susurró Alan, ofreciéndome su mano. Asentí con una sonrisa iluminando mi rostro y tomé su mano con ternura.

Comenzamos a bailar al compás de la música, nuestros cuerpos moviéndose en perfecta armonía. Descansé mi cabeza en su hombro, sintiendo su calidez y su amor envolviéndome por completo. En un momento de complicidad, levanté mi rostro y Alan depositó un beso suave y tierno en mis labios.

El tiempo parecía detenerse mientras continuábamos danzando, sumergidos en un mundo solo para nosotros dos. La felicidad y el amor llenaban el ambiente, creando recuerdos inolvidables. De repente, una limusina se detuvo frente a nosotros, anunciando el siguiente capítulo de nuestra aventura juntos.

- Es hora de partir - susurró Alan, mirándome con ojos llenos de entusiasmo.

- ¿A dónde nos lleva nuestra historia, mi amor? - pregunté, emocionada por lo que vendría.

- Nos espera nuestra luna de miel, donde crearemos nuevos recuerdos y escribiremos nuestro futuro juntos - respondió Alan, con una sonrisa llena de promesas.

Tomados de la mano, nos adentramos en la limusina, listos para continuar nuestro viaje de amor y felicidad, mientras el mundo exterior se desvanecía y solo existíamos nosotros dos, unidos por un amor eterno.

Íbamos en la limosina, disfrutando de besos apasionados durante todo el trayecto mientras recorríamos la ciudad. Nuestra cámara estaba llena de fotos que aún no habíamos revelado, capturando momentos especiales de nuestra boda y de nuestro viaje juntos.

Finalmente, llegamos a un lugar donde se revelaban las fotos. Alan descendió de la limosina y extendió su mano para ayudarme a bajar.

- ¿Qué nos espera aquí? - pregunté, emocionada por descubrir la siguiente sorpresa de Alan.

- Es una sorpresa, cariño. Ya lo verás... - respondió Alan con una sonrisa traviesa. Nos dirigimos hacia el local, sin preocuparnos por las miradas curiosas que nos rodeaban.

El chico detrás del mostrador nos recibió amablemente.

- ¿En qué puedo ayudarles? - preguntó con cortesía.

Alan entregó la cámara al chico.

- Quisiera que revelaras estas fotos y que crees un hermoso álbum con una frase grabada en la tapa - solicitó Alan con entusiasmo.

El chico asintió y nos preguntó sobre los detalles.

- Me encantaría que la frase en la tapa dijera "Alan Freeman & Brenda Brown, Nuestra Boda" - respondió Alan, buscando mi aprobación.

Sonreí emocionada y añadí:

- Y me gustaría que el álbum fuera de color verde. Es nuestro color favorito, ¿verdad, Alan?

Alan asintió con una mirada llena de complicidad.

El chico tomó nota y continuó preguntando si había algo más que pudiéramos desear.

- Sí, también quisiera que revelaras estas otras fotos y crees otro álbum. La frase en la tapa debería decir "Alan Freeman & Brenda Brown, Viaje a México" - añadió Alan, mirándome con cariño.

Mi sonrisa se amplió y respondí entusiasmada:

- Y para ese álbum, me encantaría que fuera de color azul. Es mi color favorito, ¿sabes?

El chico anotó nuestras preferencias y nos preguntó si había algo más que pudiéramos necesitar.

- Sí, hay más - dijo Alan, sacando otra cámara. - Quisiéramos que también reveles estas fotos y crees otro álbum. Queremos que tenga los colores verde y azul, y que la frase en la tapa diga "Alan Freeman & Brenda Brown, Encuentros".

Esas fotos capturaban momentos íntimos y especiales que habíamos compartido en su departamento y en nuestras citas secretas. Las tres cámaras estaban llenas de recuerdos que queríamos preservar para siempre.

- Eso es todo por ahora - dijo Alan con una sonrisa satisfecha.

El chico nos informó que podríamos esperar en la sala o regresar en unas horas para recoger los álbumes terminados.

- Volveremos en 5 horas - decidimos al unísono, ansiosos por ver el resultado final. Nos miramos con complicidad y nos dirigimos hacia la puerta, emocionados por el regalo que nos esperaba.

Alan me tomó de la cintura con ternura y nuestros labios se encontraron en un apasionado beso mientras caminábamos hacia la limosina. Era un día que sabía que nunca olvidaría. Pasamos todo el día juntos en esa hermosa ciudad, disfrutando de la compañía del otro sin preocuparnos por las miradas curiosas. Éramos solo una pareja más, sin la barrera del profesor y la alumna.

Finalmente, regresamos para recoger nuestros álbumes de fotos, llenos de recuerdos preciosos de nuestro día juntos. El chico que nos atendió nos entregó los álbumes con una sonrisa.

- Aquí tiene, señora Freeman - dijo amablemente.

Al escuchar cómo me llamaba, no pude evitar sonreír. Decidí no corregirlo y simplemente le agradecí:

- Gracias - respondí mientras tomaba los álbumes en mis manos.

Después de pagar, Alan tomó las tres cámaras de fotos y se dirigió al chico que nos había atendido.

- Gracias - dijo Alan con gratitud al chico. Luego, se volvió hacia mí y me miró con ternura. - Vamos, señora Freeman.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro y luego nos dirigimos hacia la limosina. Mientras viajábamos hacia la playa, no podíamos dejar de sonreír y besarnos, reviviendo los momentos especiales capturados en nuestras fotografías.

Finalmente, llegamos a una encantadora casa frente a la playa. Al entrar, quedé maravillada por la hermosa decoración. Un camino de flores nos guiaba hacia una habitación, donde descubrí que cada detalle estaba cuidadosamente preparado. La cama estaba cubierta de pétalos de rosa formando un corazón, mientras que velas artificiales iluminaban suavemente la habitación. Mantas rojas cubrían la cama, creando un ambiente cálido y romántico. La cabaña estaba adornada con delicadas luces que añadían un toque mágico al lugar.

Sobre la cama, encontré una nota que decía: "Si estás leyendo esto, es porque ahora eres mi esposa... bienvenida a nuestra luna de miel".

Alan me abrazó por detrás y besó mi cuello con ternura.

- ¿Te gusta, mi amor? - susurró mientras sus labios rozaban mi piel.

Sonreí con emoción y dulzura, y decidí compartir mis sentimientos con él.

- Sí, todo es simplemente hermoso... Alan, quiero pedirte algo - dije en un tono suave.

Alan se acercó a mi oreja y respondió con cariño:

- Dime, amor... lo que desees, estoy aquí para ti.

Nuestros ojos se encontraron en un momento de complicidad, y con dulzura, susurré mis deseos:

- Quiero que me hagas tuya... quiero ser completamente tuya, Alan. Eres el primero y quiero que seas el último.

Alan respondió con pasión y determinación:

- Tus deseos son órdenes para mí.

Nuestros labios se unieron en un beso lleno de ternura y deseo. Con delicadeza, me recostó en la cama y me preguntó con voz llena de anhelo:

- ¿Qué deseas que haga?

Mi voz temblorosa expresó mi deseo más profundo:

- Hazme tuya, Alan... Hazme tuya.

Nos entregamos al éxtasis del momento, sin separar nuestros labios. Sentí sus manos explorando cada centímetro de mi cuerpo, y el deseo de ser suya se apoderó de mí.

- ¡Alan! - grité su nombre con fuerza, dejando escapar gemidos de placer. - ¡Alan! ¡Alan! ¡Alan!

Alan continuó con lo que estaba haciendo, respondiendo a mis gritos y gemidos con una pasión desenfrenada.

- ¡Brenda! - exclamó entre gemidos. - Oh sí, me vuelves loco.

Nuestros cuerpos se movían en perfecta armonía, entregados al éxtasis del momento. Cada gemido y susurro de placer se entrelazaba en el aire, creando una sinfonía de pasión.

El calor de nuestros cuerpos se intensificaba mientras nos entregábamos el uno al otro. Nuestros labios se buscaban en besos apasionados, nuestras manos exploraban cada centímetro de piel, buscando el máximo placer.

El sonido de nuestros gemidos llenaba la habitación, mezclándose con el ritmo acelerado de nuestros latidos. Cada movimiento, cada roce, nos llevaba más cerca del clímax.

Finalmente, alcanzamos el punto máximo de placer, dejando escapar un último gemido de satisfacción. Nos abrazamos, exhaustos pero llenos de felicidad, mientras intentábamos recuperar nuestra respiración.

- Eres increíble, Brenda - susurró Alan, su voz llena de admiración y cariño.

- Tú también, Alan - respondí, acariciando su rostro con ternura. - Esta noche ha sido mágica.

Nos besamos suavemente, disfrutando de la conexión y el amor que compartíamos. Nos quedamos abrazados, sintiendo la calma y la felicidad que solo el amor verdadero puede traer.

Nos besamos de nuevo, dejando que el amor y la pasión nos envolvieran.

Perdimos la noción del tiempo mientras nuestros besos se volvían más intensos y nuestros gemidos llenaban la habitación. Cada caricia, cada beso, nos llevaba a un nivel más profundo de conexión y placer.

Finalmente, nos quedamos dormidos, abrazados y en paz, sabiendo que habíamos encontrado el amor verdadero.