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Capítulo 1|Fragancia a naranja.

—¡oh vamos!—gritó un chico de cabello rubio soltándole un golpe a puño cerrado a la maquina de peluches.—¡Auch!—Quejó por lo bajo, sacudiendo su mano con rudeza como si esa acción aliviara su dolor.

Apoya ambas manos en la maquina, dejando caer su cabeza mientras libera un suspiro de frustración que provocó que se empañara el cristal.

Observa aquel conejo de peluche, sus orejas se asomaban entre los brazos redondos de un oso, su cara se ocultaba entre la espalda de un gato y de abeja de felpa. Trató varias veces de conseguirlo pero la garra lo soltaba antes de llegar al cubículo, luego de varios intento y desperdicio de monedas se agobio.

Quería ese conejo, lo necesitaba, el cumpleaños de su pequeña hermana es hoy, y para su mala suerte se olvidó por completo de semejante fecha.

De no ser por qué su madre le mando un mensaje de texto recordándole no tendría ni idea de porque al llegar a casa su hermana le extendería los brazos esperando por su regalo.

Un regalo que seguro no tendrá por las malas habilidades del hombre.

Ya era muy tarde como para conseguirle un peluche en una juguetería o algún detalle lindo en una tienda de regalos, todo estaba cerrado a esa hora y además no tenia mucho dinero.

Así que de camino a casa pasó por una tienda de maquinitas abierta, la maquina de peluches que parecía ser su salvación se transformó en su perdición, pues su dinero se fue a la ruina junto con la paz mental que alguna vez tuvo. 

—Disculpa.

Escuchó una voz masculina hablarle, alarmado enderezó su espalda cambiando en una fracción de segundo su postura que indicaba que era todo un perdedor. A un lado suyo un chico de gorra de invierno color verde le miraba tranquilamente, Yun lo examinó rápidamente.

Media al rededor de 1.70, cabello oscuro no muy largo, en realidad su flequillo le caía sobre sus cejas de una manera atractiva, sus ojos celestes brillan sobre las tenues luces, abrigo blanco, jens oscuros, tenis blancos, esos fueron los datos que registró.

Es apuesto, en verdad lo es y eso lo ponía nervioso a Yun.

—¿Qué pasa?.—tragó seco, luego se sobresalto ante una idea.—Si eres el encargado escucha no fue mi intención golpear a la máquina, es solo que quería conseguir ese conejo pero me frustre y y y.— titubeó moviendo su cuerpo inquieto por temor a ser reprendido, en su ataque de ansiedad sacó un pequeño inhalador del bolsillo de su sudadera naranja.

—No, no no tranquilo.—se apresuró a decir el pelinegro asustado por la situación en la que se encontraba el rubio.—no soy el encargado y tampoco venia a eso.—el rubio bajó su inhalador que estaba apunto de llevárselo a la boca.

—¿Entonces?

El pelinegro sonrió tratando de evitar que una risa saliera de sus labios ante tal escena extraña que transcurría en sus ojos, a Yun le pareció lindo la manera en que sus labios se curvaban hasta que tuvo que apartar su mirada con timidez al darse cuenta de que lo miraba más de lo usual.

—Así que quieres ese conejo.—el pelinegro giró hacia la maquina de peluches colocándose ahora frente a los controles, para hacer esto tuvo que apegarse más al rubio. Yun alzó un poco su vista ante la cercanía que ahora había entre ambos.

—Si.—murmuró.

Yun contempló el perfil del chico pelinegro, su nariz era mas pequeña desde ese ángulo, sus labios delgados se fruncía como si fuera una señal de concentración en el juego, examinó con delicadeza los lunares esparcidos en su barbilla, subió los ojos hasta llegar a las mejillas pálidas, captó su atención una marca cerca de su pómulo pues parecía ser por la varicela que en algún momento contrajo, y que ahora quedo permanentemente en él.

El olor de su loción endulzó las fosas nasales de Yun, no era menta, ni tampoco hierbabuena, era una fragancia de naranja.

Su emanante olor le recordó a un campo de arboles frutales que solía visitar con su padre todos los años, podía revivir la refrescante sensación de caminar descalzo por el pasto mojado, el dulce aroma que se respiraba en el aire de las frutas tropicales al ser cortadas y como con un bocado te provocaban un cosquilleo en el paladar.

Es asombroso como una fragancia puede estimular la mente y hacer que uno recuerde.

Estaba tan perdido en sus pensamientos que no se percato que el pelinegro llevaba largo rato sujetando un conejo de peluche entre sus manos, el cual sacudía de un lado a otro frente a los ojos color ámbar del muchacho.

—Oye ¿estas bien?

Al escuchar su voz se sobresalto, para disimular su pena sonrió con torpeza.

—Lo siento estaba pensando en algo.— hizo un gesto que desvaneció la expresión preocupada del peligro por una más tranquila.—¡Wow! Lo conseguiste ¿Cómo lo hiciste? Si parecía imposible de agarrar.—sus ojos iban y venían entre la maquina y la mano del chico que sostenía al conejo.

—Digamos que soy habilidoso.—se encogió de hombros modestamente.—Lo quieres ¿verdad? Te lo doy como disculpa por haberte asustado hace unos minutos.

—G-Gracias.—recibió el conejo con una sonrisa, sus dedos rozaron provocando una pequeña corriente eléctrica en el pequeño cuerpo del rubio.—Aunque creo que soy yo el que te asusto por sacar el inhalador de repente.

—Un poco.— soltó una débil sonrisa mostrando sus dientes blancos, un par de lineas se marcaron sobre sus mejillas dándole a Yun una vista que jamás quisiera borrar de su memoria.— Soy Dylan por cierto—dio un amigable golpe en el hombro.

—Y-Y-Yo soy Yun.—da una sonrisa sin poder contener la emoción que sentía por hacer un nuevo amigo.—Y soy asmático.

Aquello le causo gracia al pelinegro. La voz de una mujer llamándolo lo hizo girar, para luego indicarle con una señal que se retiraban.

—Bueno Yun el asmático será mejor que me vaya, ya es tarde y..

—Espera, tú me conseguiste este peluche y yo no he hecho más que causarte problemas, me gustaría poderte recompensar.—apretó conejo contra su pecho.—S-si gustas te invito a una taza de café o si quieres un helado, un té o..

—Muéstrame la ciudad.—Interrumpió obligando al joven nervioso a levantar la mirada.—Soy nuevo en la ciudad, me mude hace un par de días y este sitio es desconocido para mi así que ¿podrías mostrarme la ciudad? Ya sabes sus plazas, sus parques populares, la escuela, ese tipo de cosas.

—Por supuesto.— se apresuró a decir animado.

—De acuerdo Yun.—dio dos pasos atrás llevándose las manos a los bolsillos del abrigo.—Entonces nos vemos mañana a las 3:30 en punto en este mismo lugar.

—Claro, mañana, aquí, 3:30.—repitió en pausas sacándole una sonrisa dulce al pelinegro mientras retrocedía.

—Hasta mañana Yun.

La emoción se apodero del joven asmático, un cosquilleo en su estomago estuvo presente durante todo el trayecto hacia su casa, repetía en su mente una y otra vez lo ocurrido con aquel misterioso y agradable chico que conoció.

Por lo usual le aterra caminar sólo por las noches, debido a que en el pasado lo asaltaron. La pasó muy mal ese día, le robaron su mochila y para su pésima suerte ahí llevaba su inhalador por lo que al sufrir un ataque de asma acabó en el hospital.

Desde entonces guarda su inhalador en el bolsillo de la sudadera.

Aquella noche de regreso a casa no le pareció aterrador, en cambio sentía seguridad al sostener ese conejo entre sus brazos.

Al llegar a la puerta de su casa se desconcertó al ver a su hermana pequeña en el columpio del jardín. Sus rizos rubios se mecían con suavidad por el viento, usaba un Trench coat de cuadros y un lindo par de guantes blancos. Para cuando vio a su hermano corrió a su dirección.

Antes de poder saludar, la niña le arrebató de sus brazos el peluche.

—Gracias por el regalo.—agradeció dejando perplejo al joven.—Me alegra que no lo olvidarás, ¡adivina que! Papá me regalo este atuendo estupendo de Sherlock Holmes, lo único malo es que confisco la Pipa dijo que no era apropiado para una niña como yo, es un poco injusto. Mamá me regalo un kit de investigación de detectives, cuenta con cintas amarillas, tarjetas con números, ya sabes de esas que colocan sobre un cadáver como en CSI Miami.

La niña continuó hablando rápidamente, en realidad más de lo normal, Yun trataba de prestarle atención a medida de avanzaban para la puerta de la casa pero no podía evitar fijar sus ojos en el conejo que le quitó su hermana. La razón es que había olvidado por completo que el peluche era un regalo para ella.

En cuanto abrió la puerta fue recibido con un almohadazo en la cara, seguido de un par de sonidos escandalosos venir desde las escaleras. Sus padres se arrojaban cojines entre ellos desatando una pelea absurda y aniñada.

—Yun, bienvenido.—Saludó su madre deteniendo la pelea con un último ataque que hizo que el hombre alto de cabello rubios rizados perdiera el equilibrio y cayera torpemente al suelo emitiendo un estruendo.—¿Cómo estuvo tu día?

—Me fue maravilloso—respondió el hijo dando un rápido vistazo a ambos.

—Esa si es una extraña respuesta.—levanto una ceja su madre.— Por lo usual dirías algo como "igual que siempre" o "aburrido"

—¿Eres detective?

—Yo si.—levantó la mano su hermana.

—Mejor voy a ponerme la pijama.—Cruzó a un lado de su madre soltando un suspiro de agobio.

—Al rato bajas para cenar.—le respondió al escucharlo subir por las escaleras.

Yun soltó un suspiro al recostarse sobre su acolchonada cama. Todo el cuerpo le dolía, pese a estar de vacaciones de invierno tuvo que ir a la escuela para participar como modelo en el club de arte, le debía un favor a un amigo así que lo pagó con permanecer en una misma posee durante horas.

Luego del sufrimiento de tener los músculos entumecidos, no ayudó mucho recibir el mensaje de su madre recordándole sobre el cumpleaños de su hermanita.

Pensó que su suerte era pésima y lo llegó a creer aún más cuando no era capaz de conseguir al conejo de la maquina. Todo ese desastroso día mejoro en cuanto apareció el joven de los ojos azul celeste.

¿Cómo en un segundo puede cambiar todo?

Lo que se suponía que sería un día del asco terminó siendo uno maravilloso.

Llevó una de sus manos al bolsillo del pantalón para sacar y encender su celular dispuesto a revisar las redes sociales. En su inicio apareció una foto que lo dejo con un mal sabor de boca, había dos hombres, uno de cabello castaño de tez pálida y otro pelinegro de tez morena. Es una pareja de Novios besándose.

Yun lo veria como algo adorable de no ser porque su ex novio es quien besa al otro. Rápidamente entró al perfil para dejar de seguirlo.

Hace cuatro meses su ex novio lo termino cruelmente citándolo en la cancha de baloncesto de la escuela, fue difícil la ruptura para el rubio, pues atravesó todo el sufrimiento de ser juzgado por ser gay precisamente para estar con él, su relación comenzó a escondidas sin embargo su ex pareja ya había confesado su sexualidad desde los trece años, lo cual ponía a Yun en una situación solitaria.

De los dos solo él era quien aún no salía del closet, así que con mucho temor afrontó a sus padres, quienes lo apoyaron al igual que sus amigos sin embargo recibió varios insultos por parte de los desconocidos y claro homofóbicos.

No había pasado una semana para cuando su ex pareja  anunció su noviazgo con el chico de la foto.

No fue fácil superarlo, en especial cuando se comparten clases de química. Todos los días debía pasar al lado suyo fingiendo ser desconocidos y peor aún verlo con alguien más.

Ese fue su primer novio y último hasta ahora, sus inseguridades no le permitan abrirse a los demás chicos, además no era el tipo de chico atractivo, no era atlético, tampoco gracioso y mucho menos tenia confianza en si mismo, en realidad era muy inseguro o mejor dicho sufría de ansiedad.

Su dicha ansiedad lo llevaba siempre a estar preparado para cualquier imprevisto, la puntualidad era algo que le preocupaba asi que siempre que tenia una reunión de amigos o un compromiso llegaba media hora antes, en varias ocasiones esperó durante dos horas, la razón es que salía demasiado temprano de su casa con temor a quedarse estancado en el trafico, que ocurriera un accidente automovilístico o que pavimentaran las calles y tuviera que tomar un atajo o algún otro imprevisto.

El día de su reunión con Dylan no fue la excepción, se quedó parado en la entrada de la tienda de maquinas durante cuarenta minutos, observaba su reloj cada cinco minutos y acomodaba su flequillo con delicadeza.

Su Corazón latía sin parar de  pensar que volvería a reunirse con aquel chico apuesto con olor a naranja, ese tipo de situaciones no le sucedían a él, por lo usual nadie lo notaba y si lo hacian no cruzaban palabras ni mucho menos quedaban de volver a verse.

—¿Llego tarde?—una voz masculino lo sacó de sus pensamientos, inclinado frente a él estaba Dylan con las manos en los bolsillos de sus jens negros, la playera blanca con diseños pequeños de anclas esparcidas en todas partes, a diferencia de ayer no usaba su gorra dejando descubierto su cabellera oscura.

—N-No.—tartamudeó.

Una sonrisa se plasmó en los labios rosados del joven.

—Me alegro. Yun ¿sabes donde puedo comprar aerosol y pinturas?

—¡Si! Hay una plaza cerca.—se entusiasmo por ser de ayuda.

—Por favor llévame, tengo que comprar un par de cosas.

De camino a la enorme plaza Yun le hablo sobre los lugares famosos de la ciudad, sus parques, sus restaurantes, sus museos, sus cines, incluso le contó un poco sobre las personas que debía evitar ya sea por que hablaran demasiado y podría llegar a su casa hasta el día siguiente o el simple hecho de ser conflictivas.

Adentro de una tienda de la plaza Yun observaba con curiosidad al chico que escogía con cuidado un par de brochas para pintar, le causó un poco de gracia esa acción debido a que le recordaba a su madre seleccionando los tomates en una verdulería.

—¿Te gusta el arte?—Le preguntó luego de ver que metía en una canasta de plástico un par de pinturas acrílicas.

—Si.—indico con la cabeza.—Mi madre me enseñó a pintar, enseña artes visuales en la preparatoria Lemnos.

—¡¿Qué?!—sus ojos se exaltaron.—¿Tú madre es la señorita Elena? ¡Es una locura! Yo asisto a esa preparatoria aunque claro que no estoy en el club de artes pero mi amigo Josh lo esta.

—Me he mudado precisamente para estudiar en esa preparatoria, parece que nos veremos más seguido Yun.—Parecía calmado, como si no le asombrará el hecho de que fueran a estar en la misma escuela.—Dime ¿sabes donde comprar algo dulce? Hace rato vi a una chica degustar de un helado, parecía delicioso.

—¡En Caramiel!—exclamó asustando al pelinegro.—es una tienda que esta en la última planta del edificio, hacen unos deliciosos postres caseros, ahora que lo pienso hace unos días agregó al menú un delicioso pastel de cajeta. ¿Te gustaría probarlo?

—Te gustan mucho los dulces ¿verdad?—Yun asintió.—Bien, entonces me gustaría probar ese famoso pastel de cajeta. Pagaré esto.— levantó la canasta que contenía su material.—tú mientras tanto puedes ir a comprar el pastel ¿si?

—Bien.—Dio la vuelta para ir corriendo a la salida.

Al llegar ya hasta el final del pasillo del segundo piso se detuvo frente a las escaleras eléctricas.

—Cierto, olvide preguntarle que bebida quería.—Regresó sobre sus pasos, de nuevo atravesando el largo pasillo y pasando por las cajas registradoras.

Frunció los labios buscando al joven pelinegro, dio la vuelta para ver si se encontraba sentado en alguna banca, se fijo en cada uno de los rostro de las personas que pasaban pero ninguno de ellos era, regresó la mirada para asegurarse de que no hubiera un punto ciego que le impidiera ver al joven, pero no, en los pasillos estrechos de las cajas registradoras solo pasaban señoras con sus enormes materiales.

Quizá Dylan se entretuvo viendo los aerosoles, así que entro y corrió por los pasillos, recorrió cada uno de ellos sin éxito, con el corazón temblando volvió a las cajas registradoras, Dylan desapareció sin rastro alguno.

—¿Y si se perdió?—Se preguntó así mismo girando por todos lados rogando en sus adentros que apareciera.—Es nuevo en la ciudad, la plaza es muy grande es posible que se perdiera. ¡¿Qué hago?!

Un ataque de pánico lo envolvió, se sofocó de ver pasar a tantas persona, intento examinar los diferentes rostros con la esperanza de encontrar al pelinegro de ojos celestes, en la desesperación se abrió paso entre la multitud de gente, todo le daba vueltas, por dentro sentía un enorme hoyo oscuro comiéndolo de los nervios, la garganta se le seco como arena en el desierto hasta que llegó al final de la multitud en donde bajo por las escaleras eléctricas.

Ahora sabia que tenia que hacer..

Solo transcurrieron unos segundos para que la musica relajante del centro comercial se pausara, seguido en los altavoces de la plaza se emitió un anuncio.

—Se busca a Dylan, favor de pasar a la entrada principal de la plaza.—resonó por todo el lugar la voz amable de una señorita.—Dylan en la entrada principal por favor, el señorito Yun lo busca.—volvió a repetir.

Al terminar el anuncio la señorita de los altavoces miró con preocupación al joven rubio tembloroso sentado en el suelo arrugando con sus dedos la tela de los hombros de su playera mientras que unas niñas gemelas extraviadas de la plaza lo consolaban acariciando su cabello.

—¡Emily! ¡Eleonor!—exclamó una señora corriendo directo a las dos para luego abrazarlas.-Les dije que no soltaran mi mano, es un alivio que estén bien.

—Nosotras estamos bien pero..—Respondieron a coro dándole un rápido vistazo al paranoico chico.—

Parece que se le perdió su hermano pequeño, un tal dylan.

—¿En serio? Deberíamos ayudarlo entonces.—se acerco al joven.— Disculpa si tienes una foto del pequeño podría buscarlo, seguro lo encontraremos rápido y..

—¡Yun!

Un grito emitido por una voz conocida lo hizo elevar la mirada, ignorando a la mujer frente a el se levanto rápidamente y corrió hacia el muchacho pelinegro que sostenía dos bolsas de plástico en sus manos.

Saltó sobre él rodeando su cuello, por el  impulso lo obligó a retroceder y terminó  en un abrazo.

—Dylan que alivio, te encontre.—Se aferro con mayor fuerza dejando perplejo al ojos celeste.—No sabía que jugo te gustaba así que regrese pero ya no estabas, temía que te hubieras perdido y asustado.

—El asustado parece ser otro.—soltó una carcajada.—Pensé que te tardarías asi que fui a comprar una corbata a la tienda de enfrente.—Explicó levantando las bolsas de plástico.

Fue bastante vergonzoso para Yun ese momento, sobre todo al disculparse por las molestias que les hizo pasar a las señoras presentes, Dylan lo llevo de regreso a casa lo cual lo hizo más incomodo ya que de ratos reía sin parar recordando lo gracioso que fue ver a su amigo asmático sentado en el suelo siendo consolado por niñas.

—Deja de reir.—Cruzó de brazos al llegar a la valla de su casa.—Sucedió hace una hora ya, no es gracioso, estaba muy preocupado por ti y eso fue lo único que se me ocurrió para encontrarte, no tengo tu número además.—infló los cachetes.

—Es que tu..—corto sus palabras en una risa.—Tú te veías tan..—carcajeó doblándose y sosteniendo su estomago.—G-gracioso. Diablos Yun vas a matarme de la risa.

Un poco irritado se despidió de su amigo con un gesto y entro a casa.

~♡~

Hundió la cabeza en la almohada, ya habían pasado varias horas desde lo ocurrido pero la escena se repetía una tras otra vez en su mente haciéndolo morir de vergüenza, harto de pensar en lo ridículo que fue arrojó la almohada al suelo.

Un trueno lo asustó obligándolo a mirar por la ventana, detrás del delgado cristal un humo de color rosado se desvanecía en el cielo nocturno, escuchó un chiflido provenir del jardín asi que abrió la ventana para asomar su cabeza.

Alanzó a distinguir un extraño objeto volando hasta estallar en millones de chispas de color .

Contuvo la respiración al ver a unos metros detrás de las vallas de su jardín a Dylan sosteniendo en su mano derecha una varita de bengala que lo iluminaba, dibujó con las chispas que surgían círculos imaginarios atrayendo la atención del rubio. Se retiró de la ventana sin cerrarla, dio la vuelta y salió corriendo escaleras abajo.

—Vuelvo en un minuto.—Anunció a su familia brincando de dos en dos los escalones, recibió un gesto por parte de su padre sentado en la sala pero ni siquiera lo notó, tan pronto llegó a la puerta tomó del picaporte y a tropezones salio de la casa.

Seguía en la misma posición jugando con los brillos de la bengala justo como un niño pequeño, con el corazón acelerado y las mejillas rojas Yun se detuvo a unos centímetros respirando agitado por tanto correr.

—¿Por qué viniste?—Preguntó con la voz entre cortada, dobló su espalda colocando una de sus manos en su pecho tratando de calmar su respiración.

Yun ¿Estas bien?—soltó la bengala para apoyar sus manos en los hombros de su amigo.—¿Llevas tú inhalador? ¿Dónde esta? Calmate, no te apresures en hablar, solo respira lento.

Las chispas se extinguieron el suelo dejando todo a oscuras, el pelinegro ayudó a enderezar al muchacho que tosía una tras otra vez, puso mas presión en sus hombros para calmar sus temblores, los ojos ámbar del rubio se posicionaron sobre los del celeste causándole una extraña sensación que empezaba por su estomago y subía hasta su garganta. Agradeció mentalmente que no hubiera luces en la calle de lo contrario se percataría de su sonrojo y eso solo lo haría sentir más incomodo.

—¿Por qué viniste?—volvió a preguntar en un murmuro sin apartar su mirada, había algo en el chico que lo hipnotizaba, apesar de sentir vergüenza y que su corazón le doliera de tanto golpear su pecho no podía bajar su mirada, solo podía sumergirse en sus profundos ojos azules.

Dylan sonrió apartándose un poco lo cual le causó decepción al rubio.

—Por esto.— Tomó su mano jalandolo al otro lado de la calle en donde estaba estacionada una camioneta, abrió la cajuela la cual se iluminó revelando dos bolsas de cartón, el pelinegro saco una otorgandola a su amigo.—Ten, abrelo.

Confundido por sus acciones la abrió delicadamente, se quedo inmóvil por un par de segundos, acto seguido saco lo que había en la bolsa; un contenedor de plástico con bisagras.

Lo más llamativo de ese contenedor era su tapa en donde se adhería un papel circular, en este había un dibujo de una caricatura, un lindo niño pequeño de cabello rubio temblando.

—Dijiste que querías probar el nuevo pastel sabor cajeta.—habló dylan ante el silencio del rubio.—Pero por mi culpa no pudiste probarlo, asi que regrese al lugar y lo compre, tambien traje uno para mi.—Señaló la otra bolsa.—Quería agradecerte por mostrarme la plaza, me divertí mucho Yun.—Esbozo una sonrisa honesta causando que el ojos ámbar lo admirara aún más.

—Soy yo quien debería agradecerte. Dyl, lo único que hice fue causarte molestias, debió ser muy vergonzoso para ti escucharme decir tú nombre por los altavoces de la plaza.—Fruncio sus labios apenado de solo recordarlo.—Y aún así me das algo tan lindo como un pastel, comienzo a creer que eres un chico salido de una famosa película de Hollywood.

Los dedos del pelinegro pellizcaron el cachete derecho del ojos ámbar y ejerció un poco más de fuerza para hacer que levantara la mirada.

—¿Tú una molestia? ¡Debes estar bromeando! ¿Sabes lo divertido que es tener un amigo cómo tú?—Abrió los labios en una perfecta sonrisa.—

Jamas en mi vida pensé que alguien anunciara mi "desaparición" en los altavoces de una plaza.

¡Es una locura! Oh, en buen sentido.

—Sigo creyendo que es patético.—soltó una débil risita.

—Pero es genial, eres un paranoico asmático que por alguna extraña razón le gustan los conejos de peluche. Si dices que es patético este día entonces es—le miro a los ojos.—

Pateticamente significativo para mi.

Inconscientemente Yun sonrió, su amigo Dylan tenia la facilidad de hacerlo sentir bien con sus palabras y eso era algo que le agrada.

—Tambien es significativo para mi.— afirmó.—Por cierto este dibujo de aquí ¿Qué se supone que es?—lanzó una risa el pelinegro y rodeó con su brazo al rubio en un abrazo.

—Lo dibuje yo, eres tú. ¿No ves? Esta temblando.—señaló con su dedo índice.—Como un perro chihuahua.

—¡Oye!

—JAJA, quizá debí dibujarlo con un inhalador.— recibió un golpe de codo en su estomago.

Así fue como comenzó todo..

En una noche como cualquier otra pero con una fragancia dulce a naranja.

[Nota de la escritora: Mi punto fuerte es escibrir historias "BL" pueden encontrar más historias mias en Wattpad, el usuario es el mismo. ♡ Espero conocer lectores tan apasionados como yo al mundo del Yaoi.]