29 El Cadáver.

Translator: Adrastea Works Editor: Adrastea Works

Luego de practicar varias veces, cuando ya estaba cerca el amanecer, Lucien finalmente dominó los cinco hechizos de aprendiz: Ojos de Estrella, Rayos Congelantes, Oscuridad, Mano de Mago y Salpicadura Ácida. Es más, Lucien se volvió capaz de activar Lazo de Desarme sin necesidad de un componente verbal en aproximadamente tres segundos.

A la bruja le tomó mucho más tiempo comprender dichos hechizos. Fue sorprendente como Lucien pudo entenderlos en un periodo de tiempo tan corto. Desde su perspectiva, estas estructuras mágicas estaban relacionadas a diferentes modelos matemáticos y al conocimiento de geometría de un plano. Luego de repasar lo que había aprendido anteriormente en preparatoria, Lucien descubrió que, en realidad, era bastante sencillo entenderlos.

Allí, la magia podía ser explicada por la ciencia. Al usar Salpicadura Ácida, por ejemplo, sulfuro era transformado en ácido sulfúrico. Sin embargo, a Lucien le fue difícil asimilar cómo Oscuridad funcionaba. Su disparatada suposición era que la magia reconstruía el Musgo Luminoso, logrando que este absorbiera la luz. Como era de esperarse, a él le costó más tiempo dominar ese hechizo.

Lucien reflexionó sobre su experimento mágico: su conocimiento pasado, como el de física y química, resultaba útil, pero no podía usarse para explicar todo en aquel mundo mágico. Había algunas similitudes entre ese lugar y la Tierra, pero también existían muchas cosas que no podía comprender, como algunos metales preciosos y materiales mágicos. Sabía que debería explorar el mundo más a fondo por sí mismo

Luego de un descanso de diez minutos, empezó a hacer algo de limpieza básica.

«Estos hechizos de aprendiz no son lo suficientemente poderosos,» pensó Lucien mientras restregaba el suelo. «Solo pueden matar a alguien cuando les dan a sus partes vitales, o de otra forma, lo más que podrían lograr sería retrasar el movimiento de esa persona o hacerla sufrir un poco.» Pero él no se sentía decepcionado. Sabía que, si surgiera la necesidad, de todas formas, podrían ser más que útiles.

Al terminar la limpieza, Lucien escondió los materiales con cautela en un lugar cercano. No quería volver a la superficie directamente, sino continuar su exploración hacia el fin del drenaje. Estaba buscando Seta Cadáver, lo que significaba que tendría que encontrar cuerpos en descomposición primero. Buscar en un cementerio bajo la vista de la iglesia era demasiado arriesgado. Él escuchó que mucha gente pobre, que no tenía familia ni amigos, moría sola de forma miserable allí abajo. Además, resultaba aún más fácil encontrar animales muertos y carne podrida.

La bruja no mencionó ningún posible peligro en las tuberías, pero Lucien de igual manera tuvo mucho cuidado, manteniéndose alerta a cualquier señal de peligro.

...

En el periodo de veinte minutos, Lucien había encontrado dos ratas muertas y el cuerpo de una criatura de consistencia gelatinosa, pero ninguno de estos contenía Setas Cadáver.

Al dar la vuelta en una esquina, una zona abierta apareció frente a Lucien. Allí era donde los indigentes vivían.

Las cloacas eran bastante amplias allí. Un río subterráneo estaba fluyendo lentamente, con desperdicios flotando en medio de este, lo que desembocaba directamente al Río Belem. A ambos lados del río, se encontraban desperdigadas mantas y vasijas viejas y sucias. Las prendas que los pordioseros vestían apenas cubrían sus cuerpos.

—¿Por qué has venido, muchacho? No perteneces aquí—le dijo un hombre mayor, de probablemente más de sesenta años. Sus costillas sobresalían como hojas curvas. Sin embargo, cuando Lucien escuchó su voz, esta parecía la de alguien de cuarenta o más años.

Las prendas de lino viejas, pero limpias de Lucien estaban lejos de ser decentes, pero a comparación de lo que esa gente llevaba puesto, el chico parecía un noble.

—Tengo un amigo que vive aquí—Lucien intentó sonar confiado y fuerte. Debía ocultar su sensación de inseguridad frente a esos sujetos, o pensarían que el joven allí parado era presa fácil.

Varios mendigos detrás del hombre mayor se pusieron de pie. Sus miradas estaban llenas de avaricia y ferocidad. Lucien no se asustó. En vez de eso, sacó su daga y dio un paso adelante.

Los mendigos no se atrevieron a hacer nada más. Al contrario, pasaron a una posición defensiva.

En ese momento, el viejo esbozó una sonrisa.

—No pareces un sujeto con un trabajo decente, muchacho.

—No es de tu incumbencia —respondió Lucien con frialdad.

—En fin, puedo notar que no te va muy bien. Incluso un jovencito trabajador como tú no podría costar pan bien hecho y carne. No es tu culpa.

Lucien no estaba seguro de las intenciones de ese hombre.

—La Iglesia de la Santa Verdad le cuenta a la gente que todos nosotros somos sirvientes de Dios. ¿Pero por qué pueden los nobles tener una vida extravagante mientras que los pobres deben sufrir cada día y noche? ¡No hay diferencia entre nosotros, y todos los seres humanos nacen con pecado!

—No me interesa tu palabrería —A pesar de que sus palabras eran bastante tétricas, Lucien sabía que el hombre mayor estaba intentando predicar, aunque obviamente no la Santa Verdad. Ya sea que el hombre creyera en otros Dioses o en demonios; a Lucien no le interesaba. El precio por tener algo que ver con una herejía en este mundo podía ser su propia vida.

Él no quería terminar atado a un poste e incinerado vivo.

Ante tal directo rechazo, el viejo y los otros mendigos se molestaron mucho. Sus creencias fueron blasfemadas.

Lucien supo que era momento de alejarse de esos sujetos. Empezó a caminar lentamente y con calma hacia las profundidades, sosteniendo su brillante daga con la mano.

—¿Alguien quiere probarme? —Lucien los observó sin miedo alguno.

Cuando pasó caminando, notó que había un trapo negro y limpio colocado en el suelo, sobre el cual había un brillante cuerno plateado. Él recordó que aquellos mendigos estaban sentados alrededor de esa tela al llegar aquí.

Los pordioseros tenían dudas. Nadie quería atacarlo. Finalmente, se rindieron y volvieron a sentarse en el suelo.

...

Luego de caminar por otros diez minutos, el sonido del río se intensificó gradualmente.

«Este debería ser el final de la cloaca. El río subterráneo se une al Río Belem aquí,» pensó Lucien. Había una red de hierro cubriendo la salida de agua en la confluencia, y montones de basura se encontraban amontonados frente a ella.

Él redujo el paso. Estaba esperando encontrar más cadáveres aquí.

Lucien no encontró nada hasta que caminó al extremo de la alcantarilla. Cuando, decepcionado, se disponía a volver a la superficie, notó repentinamente que, bajo el agua, la red tenía una parte faltante.

Por curiosidad, tomó la red e intentó agitarla. Como esperaba, esta tenía un gran hoyo allí abajo. Lo verdaderamente inesperado fue que, en ese momento, un bulto negro salió gradualmente a la superficie.

Lucien se acercó. Era un cadáver, hinchado y en descomposición. Varias partes de su piel se habían caído. Las prendas que el cuerpo llevaba puestas estaban enredadas a montones de basura, lo que incrementó la flotabilidad de este considerablemente.

Se sintió muy asqueado, y también un poco asustado. Sin embargo, seguía intentando revisar si el cuerpo tenía algún Seta Cadáver encima.

Había una gran herida a su pecho. Alguien abrió al pobre hombre con un corte vertical y retiró su corazón. Al revisar con ayuda de la daga, Lucien frunció el ceño.

«Espera... Esta es... ¿¡mi cartera!?»Él quedó impactado. Levantó la cartera usando la daga, y estaba seguro que era la misma que se llevaron los pandilleros hace unos cuantos días.

«¿Por qué está aquí?» Estaba confundido.

Luego, observó el rostro del cadáver. Este estaba tan descompuesto que le tomó un buen rato a Lucien el finalmente reconocer al sujeto.

—¿¡An... Andre!?

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