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Safe

Sus ojos ámbar brillaban con intensidad y se me hacían vagamente familiares.

Su cercanía no iba a ser efectiva para mí. Aún la adrenalina estaba recorriéndome y sentí como todos mis sentidos se habían amplificado. La piel se me había erizado.

Vi un débil punto rojo, justo debajo de la oreja. Escuché de lejos como habían apretado el gatillo.

Me sujeté hacia su cuello, le di una vuelta de cuarenta y cinco grados y sentí un dolor agudo.

Mis pupilas se contrajeron y solamente me enfoque en sus ojos que denotaban sorpresa.

No sé bien por qué, pero sonreí a mi pesar antes de caer en la nada.

"Mi madre estaba a mi lado, leyéndome un cuento ruso y me acariciaba la cabeza mientras lo hacía. Usualmente se quedaba conmigo cuando me daba soñar una horrenda pesadilla.

Cuando me dormía, ella me daba un beso profundo en la coronilla y antes de irse, me dejaba la luz prendida de la mesa y apagaba la que estaba arriba. Luego dejaba un poco la puerta abierta y me dirijía un último vistazo antes de irse a su habitación.

Pero esa vez, cuando entreabrí los ojos un poco, ví una cara quemada y llena de putrefacción. Grité."

Hace mucho que no tenía una pesadilla como esa y por eso me había despertado. Era como recibir un balde de agua fría.

Mis ojos comenzaron a adaptarse a la habitación donde me encontraba. La luz era palpable, era espaciosa y supuse que era una habitación privada de un importante sanatorio privado.

No me decepcionó, ya que encontré a Ivanhoe sentado en un de los tres sillones que estaban enfrente de mi cama.

Tenía la expresión de cansancio. Una barba que crecía, no se había afeitado. Unos labios voluptuosos y bien delineados. Un cabello medio largo, capaz que hasta la altura de los hombros. Una mandíbula bien formada y digna de dar mordiscones. En fin, un hombre que parecía ser el sueño de cualquier mujer.

Me saque la introvenosa y llegue hasta tocar su calzado con la punta de mis dedos.

-- No trabajaré para ti-- fue lo que pronuncié.

Me di la media vuelta y abrí la ventana por saltar en ella. Cuando unos brazos me detuvieron:

-- Te protegeré-- y fue lo único que me dijo antes de hacer girar mi cabeza y besarme como un hombre debe besar a una mujer.

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