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Dear darkness

Al parecer todo había vuelto a la normalidad.

Desperté en la cama que compartía con Leo, y él no estaba al lado mío.

Me encogí de hombros, y supuse que estaba trabajando en algún lugar. Como no tenía nada mejor que hacer, bajé y no había un alma en toda la planta baja, cosa que me asombró.

No escuché ni siquiera ruidos de ronquidos, ni estornudos, ni tos crónica, algo característico de la gente mayor.

Fuí a la cocina y no había nada ni nadie, parecía que todos habían desaparecido, inclusive Leo.

Me hice el desayuno y por un momento pensé que algo...

Sentí una presencia detrás de mí y me di la media vuelta, era el espíritu del que había matado al ver que quería torturar a Leo.

Eboza una siniestra sonrisa.

Me desperté empapada de sudor. Leo no estaba en la habitación, por lo que me empecé a asustar.

Bajé con desconfianza hacia abajo y escuché a todos hablar de mí.

-- Debe irse-- comenta un hombre que no me acordaba su nombre.

-- No estamos seguros con ella, Mary-- argumenta otra persona.

-- Yo haré lo que quieras-- fue lo único que dijo Leo.

-- No hace falta-- dije apareciendo detrás de ellos y ví sus ojos atemorizados--. Me iré-- y ví a Leo--. Supongo que esto será un adiós.

No dijo nada y no me siguió, a pesar que quería que lo hiciera.

Me fui y ya había decidido irme lejos, dónde nadie me encontraría. Cuando un hombre aparece y sonríe con ojos cariñosos.

Fuí a sus brazos, Hércules había regresado.

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