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Al despertar lo primero que hice fue mirar por la ventana, el día aún oscuro por la inexistencia del sol era frío y sombrío lo que causaba que al mirarlo lo único que pudieras sentir era como tu alma envejecía y deseabas seguir durmiendo o simplemente dejar de existir.

Con esos pensamientos en mi mente levanté mis manos y las acerque a mi rostro con la esperanza de que eliminaran los rastros de suciedad de mis ojos o simplemente con la idea de ayudarme a despertar por completo, después de lo que fueron unos 15 minutos en los cuales termine de despertar completamente mis sentido, decidí sentarme en la cama y decidí agudizar mi sentido del oído con la intención de identificar algún sonido en la posada que pudiera evidenciar que había alguien despierto a esa hora de la madrugada, después de unos minutos en busca de algún sonido, estuve segura de que no se sentían pasos en la posada o algún signo que evidenciara de que alguno de los otros inquilinos estuviera despierto a esa hora de la mañana; así entonces decidí levantarme de la cama y la organice como era costumbre, una vez estaba ya lista, procedí a dirigirme al lavado que estaba al frente de la cama.

El lavado estaba como siempre, con algo de mugre que contradecía todas las afirmaciones de la posadera de que solía limpiar diariamente las habitaciones de los huéspedes, abrí la llave del lavadero y empecé a lavar mi rostro con la intención de eliminar completamente cualquier rastro que mostrara que me acababa de levantar, una vez acabada mi limpieza facial y la única que tendría en aquel cuarto, me dirigí a buscar entre mis prendas la que sería la vestimenta del día, elegí el vestido que apestaba menos entre los otros, era un vestido que alguna vez fue azul claro pero que ya mostraba rastros de vejez y que daba más la impresión de ser un azul opaco que de cualquier otra cosa, el vestido que era el que menos apestaba de los demás daba la impresión de estar ya demasiado viejo y en la parte inferior de la falda se podía ver claramente los remiendos que le tuve que hacer no hace mucho con la intención de alargar el vestido de manera que este no me quedara arriba de los tobillos, luego de haberme puesto el vestido continúe y me puse las únicas zapatillas que tenía.

Una vez ya vestida completamente cogí una bolsa que se encontraba al lado de mi cama y metí en ella todos mis vestidos porque ya empezaban a apestar como perro sucio, una vez hube terminado de meterlos en la bolsa me dirigí a la salida de mi habitación, estando fuera de mi habitación verifiqué nuevamente que no se escuchará sonido en la posada, al estar segura de que ni los espíritus estaban rodeando el lugar me deslicé lo más silenciosa posible al primer piso de la posada.

Antes de bajar el último escalón, dirigí una última mirada al primer piso, primero mire hacia mi derecha y verifique que no hubiera nadie en el comedor, luego al dirigir mi mirada a la izquierda y comprobé que todavía no había nadie en la recepción, al ya estar completamente segura de la inexistencia de vida en el lugar, baje el último escalón y dirigí mis pasos a la salida de la posada.

Lo primero que sentí al salir fue el olor a carne podrida que estaba en el aire, nada diferente ni nuevo de lo que usualmente se sentía en aquel pequeño pueblo al que parecía que no solo el emperador había abandonado en sus intentos de ayudarlo, sino que cualquier persona que lo viera diría que ni Kairmir el espíritu de los muertos iría a ese lugar.

"Lo bueno es que es la primera vez que salgo y no encuentro un cadáver en la puerta de la posada".

Cadáver, esa palabra ya no me parecía tan terrible u horrorosa como lo fue en el primer momento que la oí, en aquellos tiempos la sola mención de la palabra causaba que empezara a temblar de miedo y que me alejara de la persona que la mencionaba.

"En aquella época era una niña dulce e ingenua". Pensé.

Ese pensamiento trajo a mi rostro una sonrisa que no estaba completamente si era de nostalgia por recordar lo que alguna vez fui o si era una sonrisa de ironía por saber que los cadáveres eran como mi pan de cada día.

No estando dispuesta a empezar a pensar sobre el motivo de mi sonrisa, emprendí camino al bosque del pueblo que quedaba a solo unos metros de la posada.

Al entrar en el bosque pude ver como algunos pájaros salían de sus nidos con el objetivo de buscar comida para sus polluelos y como alguna que otra ardilla salía de sus árboles para iniciar su búsqueda de nueces para reservarlas para el invierno; dirigí mi mirada al cielo sin detener mis pasos ya que mi cuerpo estaba acostumbrado aquella ruta matutina, pude ver como en el cielo empezaba a amanecer y como este desprendía una mezcla de rayos morados y naranjados que daban a quien lo mirara un soplo de vida al que muchas personas solían llamar un regalo de los espíritus.

Seguí mi camino sin dejar de observar cómo empezaba lentamente a amanecer y como se borraba cualquier rastro de la sombría y fría mañana que vi al despertar, mientras caminaba escuché el sonido de mi destino y supe que ya había llegado.

El arroyo estaba solo como siempre, al mirar en sus alrededores no se veía presencia de ningún ser vivo, lo que le daba al arroyo una especie de aura de soledad en la cual parecía que deseaba que las personas se acercaran a él y le diera un propósito; el arroyo tenía en sus propios bordes, eran unas piedras justo alrededor de él que emitían la sensación de que estaban ahí con el propósito de evitar que el arroyo se saliera de su caudal.

Aquel arroyo solitario daba a primera vista la impresión de no ser muy profundo, es más daba la sensación de que no llegaba ni a las rodillas, muchas personas habían caído en esa trampa y entraban al arroyo con la seguridad de que este no era muy profundo, pero al momento de empezar a caminar en él había un momento en el que al dar un paso más caían en un pozo profundo en el cual no sentían ningún tipo de superficie, en ese caso las personas tenían dos opciones: se calmaban y nadaban hacia la orilla del arroyo y buscaban nuevamente la superficie para apoyar sus pies o dejaban que el arroyo se los llevará hasta lo más profundo perdiendo así su vida.

Muchas personas del pueblo que ya conocía lo engañoso que era el arroyo habían elegido no acercarse al mismo, por eso las mujeres del pueblo no lavaban sus prendas en el arroyo pues lo consideraban como algo malvado y cruel que les generaba miedo, las mujeres temían y consideraban malvado no solo al arroyo sino que consideraban perverso a aquel bosque, decían que estaba maldito, que lo que buscaba el bosque era dar una sensación de tranquilidad y seguridad a las personas para luego comérselas vivas, por ese motivo preferían no ingresar al bosque; los hombres en cambio, no decían que le tenían miedo al bosque porque eso dañaría la imagen de masculinidad que querían emitir ante las mujeres, ellos decían que el bosque solo tenía árboles de pinos que no daban alimentos y que sus aguas estaban contaminadas, así que no entraban porque este no les generaba ninguna utilidad, de esta manera la justificación de los hombres para no acercarse al bosque era que ellos no iban a gastar energía en un lugar que no les prestaba beneficio, porque ellos tenían que invertir esa energía en buscar alimentos para sus mujeres y familias, así que por eso no entraban al bosque.

Observe el arroyo que se había convertido en mi lugar predilecto de todas mis mañanas y me acerque a una de las piedras que lo rodeaban, una vez estando ya cerca de la piedra que había elegido, procedí a sacar un vestido de la bolsa que llevaba en mis manos y empecé a lavarlo en aquella roca con la intención de eliminar el olor que se había acumulado en ella por el uso que le había dado, una vez estuvo completamente limpio procedí con el siguiente y realice la misma labor hasta que termine de lavar todas mis prendas; cuando termine de lavar los únicos 6 vestidos que estaban a mi disposición, me acerque a la rama de un árbol y empecé a colgar mis prendas con el propósito de que se fueran secando en ese lugar.

Una vez terminada mi tarea de colgar mis prendas dirigí una última mirada a los alrededores, comprobando nuevamente que estaba sola empecé a retirarme el vestido que me había puesto en la madrugada y lo coloque en el suelo, busqué una piedra de tamaño mediano que pudiera poner encima del vestido con la intención de que este no fuera llevado por el viento y cuando estuve ya segura de que el vestido no saldría volando me dirigí a la orilla del arroyo e ingrese lentamente con la firme intención de limpiar cualquier olor y suciedad que pudiera albergar mi cuerpo.

El arroyo estaba frío como siempre y su corriente no era muy fuerte, camine lentamente por él hasta llegar casi a la mitad del mismo a la parte que yo sabía era una trampa mortal para aquel que no lo conociera, pues era en ese parte del arroyo en la que muchos por su ignorancia daban un paso en falso y caían a lo que parecía un pozo sin fondo; cerré mi ojos y di el paso que me dirigiría a un abismo, deje que mi cuerpo se hundiera lentamente disfrutando la sensación de aquella agua fría en mi piel, deje que mi cuerpo fuera cubierto en su totalidad por el arroyo dejando la superficie a unos cuantos metros por encima de mi cabeza. Cuando me empezó a faltarme el aire comencé a realizar unas suaves patadas acompañadas con unas brazadas para subir de aquel abismo, cuando mi cabeza volvió a la superficie tome una bocada de aire y empecé a sentir como este mezclado con el agua del arroyo me daba una sensación de vida que solo podía sentir en aquel lugar; todavía dando suaves patadas para mantenerme en la superficie dirigí mis manos a mi cabello y realice con ellas una acción de lavado con el propósito de eliminar también la suciedad y olores que se podían haber almacenados en él. Una vez estaba ya segura de que mi cuerpo estaba completamente limpio empecé a nadar hacia la orilla del arroyo en dirección a mi vestido.

Al llegar al bordo del arroyo busqué una toalla en la bolsa en la que traía los vestidos que siempre estaba ahí con la finalidad de servir para momentos como esos y comencé a secar el agua de mi piel, luego de estar completamente seca procedí a ponerme el vestido que seguía sostenido por la piedra. Una vez me terminé de vestir nuevamente y con una sensación de frescura en mi cuerpo volví mi mirar al cielo para saber la hora.

"Deben ser las 7:00 a.m."

Luego de comprobar la hora me dirigí a mis vestidos colgados y pude evidenciar que estos aún no estaban secos en plenitud, así que decidí que era un buen momento para volver a retomar mi entrenamiento que desde hace algún tiempo no había podido volver a realizar.

Realicé así un escáner al arroyo en busca de una piedra con el suficiente tamaño para poder servir como silla, la encontré sin mucha dificultad a unos metros de mí, era una piedra que de altura me llegaba a las rodillas y con una superficie plana que daba la impresión de que su único propósito era el de servir como lugar de descanso para los viajeros que llegarán a aquel lugar. Me senté en la piedra con las piernas cruzadas y empecé mi entrenamiento.

Lo primero que hice fue cerrar los ojos, una vez lo único que veía era oscuridad absoluta me concentré en exteriorizar mi aura, está empezó a salir lentamente de los poros de mi piel y me empezó a cubrirme con si fuera una especie de escudo alrededor de mi cuerpo; cuando estuve segura de que todo mi cuerpo estaba cubierto por mi aura y de que está estaba estable, me centre en dirigir toda mi aura exteriorizada solo a mis ojos, poco a poco pude sentir como mi aura lentamente se desplazaba a mis ojos, cuando sentí que ninguna otra parte de mi cuerpo aparte de mis ojos estaba protegida por mi aura me concentré en que fueran estos los que lentamente la absorbieran de tal manera que mi aura quedará en ellos.

Luego de estar completamente segura de mi aura había sido absorbida por mis ojos procedí a abrirlos, en el momento en que estos se acostumbraron nuevamente a la luz pude ver como el escenario que había visto al momento de llegar al arroyo había cambiado, lo primero que noté era que en el centro del arroyo se encontraban jugando 3 espíritus inferiores de agua, luego lo segundo que captó mi atención fue que en las piedras al borde del río tenían un rastro verdoso que debió ser dejado por algún duendecillo al momento de pasar por ahí; cuando hube terminado de examinar el lugar que ahora parecía más lleno de vida que antes me dirigí al borde del arroyo para observar mis ojos.

Al mirar mi reflejo noté como mis ojos que en su tonalidad natural son color café miel habían cambiado y ahora mis ojos reflejaban una mezcla de los 7 colores, lo que le hubiera dado la impresión a cualquiera que me hubiera visto de que tenía un arcoíris en los ojos.

Al levantar nuevamente la mirada decidí observar cómo los espíritus jugaban en el arroyo, eran espíritus muy pequeños que no superaban el tamaño de una mano y desprendían una luz azul clara a su alrededor como si fuera una especie de manto que los cubría; al notar mi mirada aquellos seres se quedaron quietos y me observaron también con curiosidad; se empezaron a acercar lentamente hacia el lugar donde yo estaba y al quedar frente a mi iniciaron una leve discusión.

- ¿Puede vernos?

- No, claro que no puede, los humanos de este pueblo no saben manejar el aura es imposible que nos pueda ver.

Discutían entre ellos sin saber con certeza de si realmente aquel humano que estaba frente a ellos podía verlos o no. Estando algo insegura de mi decisión decidí aclarar sus dudas y les dije:

- Si, puedo verlos y también puedo oírlos. Al decirles esto esboce una sonrisa con el propósito de emitirles una sensación de seguridad.

Cuando escucharon mis palabras dirigidas inequívocamente hacia ellos silenciaron y me empezaron a mirar con más atención que antes, pasados unos minutos y creyendo que no iban a dirigirme más la palabra gire lentamente mi cuerpo en dirección a mis vestidos con la intención de verificar si ya estaban secos, cuando una voz me detuvo.

- ¡Espera!, Nos gustaría hablar contigo, si no es ninguna molestia. Dijo el que parecía ser el más joven de los 3 espíritus que se encontraba en la mitad de los otros 2 como si estos crearan una barrera de protección.

- De acuerdo, hablemos, pero ¿les molestaría si hablamos bajo la sombra de aquel árbol en donde están esos vestidos? les pregunté, al ver cómo negaban con la cabeza y se dirigían volando al árbol que les había dicho pude ver como a su paso dejaban un rastro de esencia azul luminosa por el suelo que pasaban, Dejando así lo que parecía ser un rastro espiritual

Al llegar al árbol procedí a sentarme y me volví hacia ellos, observé como imitaban mi acción y se sentaban en el suelo a la sombra del árbol, entonces les dirigí una sonrisa y esperé a que volvieran a hablar, el primero en iniciar la conversación fue nuevamente el espíritu de la mitad.

- Hola, mi nombre es Ducius y soy un espíritu del agua, también soy el más joven de mis hermanos aquí presentes. Me dijo aquel ser con una sonrisa en su rostro que evidenciaba lo emocionado y feliz que se sentía por la situación.

- Mi nombre es Catriel, soy un espíritu del agua también y soy el hermano del medio entre mis hermanos. Me dijo el que se encontraba a la derecha de Ducius con una mirada que evidenciaba algo de miedo, pero también algo curiosidad igual que su hermano.

- Yo soy Kibel, soy el mayor de nosotros 3 e igual que mis hermanos soy un espíritu del agua. Me dijo finalmente el último de aquellos seres y me dirigió una mirada que expresaba que no tenía miedo y que haría lo que fuera para proteger a sus hermanos.

- Mi nombre es Scarlett. Dije dirigiéndome a ellos con la intención de así terminar lo que era nuestra presentación inicial.

- ¿Cómo es que puedes vernos? y ¿Por qué son tus ojos de ese color? me pregunto Catriel con evidente deseo de saber porque una simple humana podía verlos.

- Los puedo ver porque acabo de dirigir mi aura a mis ojos y mis ojos se han tornado de este color supongo que como respuesta de que mi aura esté presente en ellos, así que en conclusión el motivo por el cual mis ojos son así es porque reflejan la materialización de mi aura en ellos. respondí lo mejor que pude a la pregunta.

- Pero ¿Cómo es que sabes cómo materializar el aura?, ese no es un conocimiento común en este pueblo, es más estoy seguro de que es un conocimiento especializado en el imperio en general, solo un grupo de persona deben saber cómo hacerlo, y aun teniendo el conocimiento teórico es poco probable que lo puedas hacer en la práctica porque para materializar el aura no basta solo el conocimiento también debes ser parte de algún linaje bendecido por los espíritus para poder hacerlo. Dijo Kibel con una mirada que evidenciaba curiosidad acerca de mi procedencia.

- Eso no se los puedo responder. Les respondí con una ligera sonrisa.

- ¿Por qué? ¿Eres malvada? me pregunto Ducius con una mirada en la que evidenciaba que deseaba que mi respuesta fuera negativa.

Al pensar en si era malvada o no empezaron a surgir en mí ciertas emociones que tenía guardadas en lo más profundo, sentí como estas lentamente intentaban florecer y salir al exterior, empecé entonces a concentrarme lo más rápido posible a guardar nuevamente aquellas emociones dentro de mí.

"Aún no, Aún no es el momento de que salgan". Pensé; una vez estuve segura de que mis emociones estaban bajo control procedí a responder la pregunta.

- No sé si soy malvada o no, pero si te puedo decir que no soy una buena persona en plenitud, es más te voy a dar un consejo: Cuando le preguntes a una persona si es buena y esta te responda con completa seguridad de que si es buena persona, empieza a dudar de ella, lo mismo si alguien te dice que es completamente malvada; porque nosotros los seres humanos no podemos ser completamente buenos ni completamente malos, somos la mezcla de ambos, vivimos entre la bondad y la crueldad, algunos desarrollamos más uno que otro pero al final somos la mezcla de los dos, nosotros a diferencia de ustedes los espíritus no podemos ser completamente buenos o completamente malvados; así que en respuesta a tu pregunta no te puedo decir si soy malvada o no. Les respondí con una sonrisa en la que trataba de expresar la sinceridad de mis palabras.

- Estoy completamente de acuerdo con tus palabras y estoy seguro de que mis hermanos también lo están, por eso queremos darte un regalo, ahora que conoces nuestros nombres nos podrás llamar en cualquier momento, solo es necesario que digas nuestro nombre y apareceremos ahí, desde ahora eres nuestra primera amiga humana. Me dijo Kibel con una sonrisa que mostraba que está satisfecho con lo que acababa de decir e incluso su sonrisa mostraba algo de alegría, cuando mire a Ducius y a Catriel parecían estar completamente de acuerdo con lo que había dicho su hermano mayor.

Procedieron entonces los 3 a alzarse levemente del suelo hasta que estuvieron a la altura de mi rostro, en ese momento estiraron sus manos y salió de ellas una nube de color azul luminosa que cubrió completamente mi rostro, una vez desapareció aquella nube pude ver que mis nuevos amigos ya no se encontraban ahí.

Lo primero que consideré era que mi aura había ya perdido su efecto en mis ojos y que no los podía ver, pero cuando seguí recorriendo con mi mirada el resto del lugar pude ver como el rastro que habían dejado mis nuevos amigos desde el árbol hasta la piedra en la que había estado sentada seguía ahí, también note como las piedras aún poseían ese color verdoso que parecía haber dejado un duendecillo; Así que me levante de la sombra del árbol y me dirigí nuevamente al borde del arroyo para mirar mis ojos.

Noté inmediatamente que estos habían retornado a su color café miel natural, con ese conocimiento en mente descubrí cual había sido el regalo que me habían dado mis nuevos amigos, desde ahora podría ver lo que un ser humano común no podía ver sin necesidad de invocar mi aura para verlo.

"Muchas gracias amiguitos, espero que nos veamos muy pronto".

Mientras tenía ese pensamiento me dirigí a mis vestidos y comprobé que estos ya habían secado totalmente, entonces observé nuevamente el cielo con el propósito de calcular la hora.

"Deben ser ya las 9:00 a.m., es hora de que me dirija a mi otro destino"

Empecé entonces a empacar mis vestidos que ya emitían un olor a frescura y los empaque nuevamente en la bolsa, cuando hube terminado con aquella labor, le dirigí una última mirada al arroyo y emprendí ni rumbo de nuevo a la posada.