1 Capítulo I: Desde cero

Año 166 de la 6ta era

El silencio de las calles era ensordecedor, la noche había caído hace suficiente tiempo como para no escuchar a los pájaros cantar, pues se hallaban acurrucados en las ramas de los árboles magnos e imperturbables que adornaban la periferia de la arboleda, justo detrás del alto y metálico enrejado que delimitaba su existencia. Un aroma a masa recién horneada de la panadería local no ayudaba a enmascarar el olor a desagüe que provenía de las rendijas de los alcantarillados repartidos por la calle Marfil, donde Aru Flagg había vivido toda su vida.

Las pozas que se formaban bajo las cunetas de las calles parecían absorber todo el calor del día, pues el profundo frío que se le subía por las piernas y le helaba la piel no ayudaba en absoluto al humor de Aru. Las bolsas bajo sus ojos y la luz apagada en sus ojos dejaba en evidencia el cansancio y enjuto cuerpo del chico para cualquier caminante de las veredas que tornase a verle caminar aparentemente sin rumbo por las calles de la ciudad donde nació y creció.

"qué puedo contarle, doctora, verá usted que he presenciado un suceso horrible" pensó Aru para sus adentros dirigiéndole esas palabras al psiquiatra imaginario que de cuando en cuando invocaba su mente cuando la soledad del mundo y la falta de alguien para expresarse era demasiado abrumadora para mantener un silencio solitario. "Ella nunca me dijo nada, solo que éramos una familia que hacia lo mejor que podía para salir adelante, como engranajes que hacen funcionar una maquinaria mayor y más compleja" eran las palabras de ella, y solo recordar cómo sus labios se juntaban y separaban al decirlas era suficiente para hacer brotar las lágrimas nuevamente. Su largo cabello negro como el ébano caía frente a sus ojos, solía llevarlo tomado pero este día no pudo encontrar ninguna de sus coletas así que decidió dejar su hogar sin ellas.

Aru se secó las lágrimas del rostro y dobló a la izquierda donde tenía que pasar un edificio rojo para llegar al puente. Él nunca iba a el puente, nunca tuvo la necesidad. Su camino era derecho por la avenida contigua a la arboleda, pasando al lado del edificio de ladrillos oscuros y viejos, ajados claramente por la humedad y el musgo tan típico de la zona, aunque siempre lo miraba de lejos cuando se sentaba en las bancas fuera de la arboleda para ver a la gente pasar. Para Aru su vida había cambiado en 180 grados en un día y ya empezaba a extrañar los días de paz y aburrimiento donde podía sentarse en la arboleda con su madre a su lado sin pensar en nada más que el presente.

Mientras atravesaba la calle frente al puente Aru notó una presencia detrás de él, no podía verla, pero si sentir un aura malévola que lo observaba a poco menos de una cuadra de distancia. No era un don muy poco común, pues la mitad de la gente Aldmer podía sentir las influencias del mundo, personas, plantas e incluso objectos que rebosasen de maná, por no mencionar las otras razas y criaturas mágicas capaces de sentir y manipular la energía contenida en dicho maná. Aru era Aldmer por parte de ambos padres. Su madre era Alta Aldmer y su padre era un Aldmer regular, incapaz de manipular el maná a diferencia de su madre que era considerada un prodigio por las autoridades arcanas e incluso fue parte de la Liga de Radiam. Sin embargo, y a pesar de la fuerte carga genética que le proporcionaba su madre Aru era un chico con muy poca capacidad mágica y con un aura de maná perceptible solo para los maestros del arcano más expertos.

Lamentablemente para Aru, su pobre manejo del maná y pésima manacepción significaba que sus estimaciones sobre la posición del aura malévola resultaban ser erróneas, pues ésta se encontraba mucho más cerca y en frente a él, oculta entre las sombras de un árbol. Era la noche después de saturnalia por lo que las calles mojadas y frías se encontraban desiertas, tanto así que ni el viento se hacía presente en esa parte de la ciudad de Mojarek, que parecía congelada en el tiempo debido a su silencio y quietud.

Aru llegó al puente, que no media más de 25 metros de largo y unos 5 de ancho, era de un color marrón óxido pues la estructura de fierro que lo sostenía llevaba años ahí y fue instalada antes de la invención del galvanizado impermeabilizante con el que se fabricaban la mayoría de las estructuras y armas actuales. No le gustaba ese lugar, pues Aru era un acérrimo opositor de visitar puentes cubiertos de herrumbre a las 2 de la madrugada, pero que se le puede hacer, a final de cuentas, ella le había dicho que viniese aquí a esta hora, este día. "tiene que ser el 25, después de saturnalia, en el viejo puente que pasa por sobre el rio, ya sabes cual, el que está en frente a nuestro asiento al lado de Kynes, toma este códice y actívalo cuando estés en el centro exacto, me oyes? Exacto, o no funcionará" los instantes con su madre antes de su muerte no paraban de repetirse en su cabeza, pues era crucial que no olvidase lo que había pasado, lo que le habían hecho. Las lágrimas se acumulaban nuevamente en sus ojos, como una fina capa de cera que le brinda brillo al bruñir una espada. "No hables en Aelio, no digas tu nombre real ni de quién eres hijo, ellos te enseñarán todo lo que yo no pude, no hagas muchas preguntas y no dejes que te las hagan tampoco. Confía en el Guardián, pero en nadie más, desde este día en adelante tendrás muchos enemigos, eso conlleva nuestra maldición". La palabra maldición resonaba en su mente una y otra vez.

Caminaba con las manos en los bolsillos ya cerca del primer tercio del puente cuando se percató de que la presencia había desaparecido, no que se había alejado y marchado, sino que simplemente había pasado de estar ahí a no estarlo. Incluso para alguien tan infradotado en maná como él era evidente que algo no andaba bien. Una voz dentro de su mente gritaba peligro y otra le gritaba que huyese. No podía irse de ahí, no hoy.

Aru siguió avanzando por el puente con paso decidido, ahora con las manos fuera de sus bolsillos y con el códice fuertemente agarrado en el puño derecho. No podía dejar que todos los sucesos de hoy y ayer le nublasen la concentración, sobre todo en un momento como este.

Ahora seguro de que alguien lo acosaba Aru grito con fuerza al aire

-Quien ande ahí! He sentido tu presencia, revélate! - No ocurrió nada. -He dicho que te he sentido, es inútil que te escondas- Decía estas palabras con firmeza pero por dentro sentía como un nudo se formaba en su estómago y como las gotas de sudor ahora frío empapaban su rostro. Se quedó quieto por un segundo mientras inspeccionaba la atmosfera con sus ojos y su limitada manacepción, finalmente soltó un suspiro y camino lentamente hacia el centro del puente, sin bajar su guardia.

Al llegar al centro recorrió el perímetro con la mirada una vez más antes de sacar el códice y ponérselo en sus manos para inspeccionarlo. Era cúbico y pequeño, con un grabado en sus vértices que casi parecía brillar. Cabía perfectamente en su mano y se preguntaba como un objeto tan pequeño podía albergar tanto maná. Él aun desconocía el potencial completo del códice.

"una vez te llegues al puente debes acercártelo a la boca y decirle suavemente la siguiente encantación: lee ek lap coip. Asegúrate de pronunciarlo correctamente o tampoco funcionará".

Sin desperdiciar un momento más Aru se dispuso a utilizar el códice, sentía una desagradable sensación en la espina y no le agradaba la idea de una presencia que aparece y desaparece súbitamente de su campo sensorial, lo cogió entre sus manos y susurró suavemente las palabras, casi como si le estuviese contando un secreto. -Lee ek lap coíp- dijo con fuerza pero nada pasaba, el cubo se quedó tan inmóvil e indiferente como hace un momento. Lo intentó otra vez. Nada. Aru estaba visiblemente frustrado, no solo llevaba un día del demonio, sino que ahora también el supuesto códice rebosante de maná no hacía nada, no podía haberse equivocado en la pronunciación, él había estudiado Aelio, el idioma del maná, desde su niñez y siempre sacaba notas sobresalientes en sus exámenes teóricos, de hecho, había tenido una extraña facilidad para el idioma desde que empezó a estudiarlo. No, ahí había algo más, algo siniestro.

Fue ahí recién cuando Aru sintió nuevamente la presencia, esta vez, a solo unos pocos metros detrás de él. Volteó rápidamente la mirada para ver quien se acercaba mientras el corazón le latía con tanta fuerza que podía sentir como golpeaba contra su pecho, simultáneamente escondía el códice en el bolsillo de su chaqueta. Ante él una figura negra encapuchada se acercaba hacia el con paso calmado y sorprendente elegancia, su cabeza hacia abajo impedía discernir su rostro a esa distancia. -Quién eres??!- gritó Aru a la figura. No obtuvo respuesta. Aru conocía ese andar, ese caminar tan propio de aquellos con un inmenso poder, que no temen a nadie y actúan como si fuesen dueños de todo el lugar. Eso solo podía significar peligro. 10, 9, metros, la figura avanzaba ahora con más celeridad. Ahora era posible ver una sonrisa bajo esa capucha y de las mangas de la capa brotaron unas manos largas y blancas con uñas grises y cortas. Aru miraba atónito como de las manos de la figura brotaban pequeñas partículas de mahem que rápidamente formaban un torbellino de poder que envolvía todo su brazo, el color rojo naranjo y el comportamiento del mahem se asemejaba al del fuego, sin embargo Aru sabía que eso no era fuego, y que un ataque de ese nivel sobre su piel tendría repercusiones alto más mayores que la de una simple quemadura de fuego. La figura se detuvo a 3 pasos de él y avivó la candencia de su mahem, Aru sabía que lo estaban intimidando, al final de cuentas había tenido que vivir toda su vida como un Aldmer normal en la ciudad de Mojarek, donde había una sede de la liga, donde hasta el hexchizero más mediocre podía amenazar a un no portador de maná para su conveniencia.

Aru no podía correr ahora, no es que sirviese de mucho en realidad, pues un alto Aldmer podía casi con certeza lanzar mahem a distancia y a velocidades que un simple chico como él no podría escapar. Sabía cómo funcionaban estas cosas pues solo tenía que mantener la calma y con algo de suerte podría salir de ahí ileso.

-Q-Que quieres de mí? - Tartamudeó Aru. La figura lo miró con cautela, o al menos eso creía Aru, al final de cuentas la figura parecía estar bajo un hechizo de discreción que hacía de la zona bajo la capucha de un negro impenetrable que impedía discernir un rostro. Finalmente la silueta se relajó y bajó su capucha al mismo tiempo que reabsorbía su maná en sus brazos, descubriendo una larga cabellera roja… de una mujer.

-Quien eres tú, que quieres de mí? - dijo Aru con más convicción -no tengo dinero, ni familia, así que no puedes extorsionarme-

-Vaya, quien hubiese pensado que me mandarían a cazar a un cachorrito Aldmer, y yo que esperaba tener algo de diversión- dijo la mujer mientras esbozaba una sonrisa muy amplia, casi maniática. Su voz era suave y modulada, sin embargo, Aru reconocía la falta de piedad en ellas -No disfruto matando críos sin poderes, es como sacrificar a un animal indefenso-

El color había dejado cada átomo del rostro de Aru haciéndolo palidecer como si hubiese visto un fantasma, sin embargo su voz no se quebró, puso sus manos en los bolsillos de su chaqueta y miró a la mujer a los ojos. -No sé qué asunto tienes conmigo o quien te mandó a atraparme pero solo te puede decir que no tengo nada, estos últimos días me han arrebatado todo lo que yo consideraba amado, mi casa, mis posesiones, mi madre…- Desvío la mirada a su bolsillo donde tenía el códice apretado fuertemente en su mano, quizás la mujer no sabía que tenía ese objeto aún -Lo que sea que quieras de mí no lo tengo y si has venido a quitarme la vida no pienso irme sin luchar por ella-

La mujer rio estrepitosamente mientras se tapaba el estómago con una mano y se sujetaba la cabeza con la otra, claramente exagerando. finalmente terminó y se dirigió a Aru.

-Lo siento, a veces pierdo la compostura cuando un rival tan astronómicamente inferior a mí me reta, la verdad es que pasa más frecuentemente de lo que crees, y no suele terminar bien para ellos- Soltó una risita -Pero no te preocupes, mi trabajo no es el de matarte, o por lo menos no aún, primero debo entregarte a mi cliente, desde ahí en adelante no puedo garantizar tu seguridad-

-Cliente? Dices que alguien te pagó para capturarme? – Los pensamientos se agolpaban en su cabeza, podrían ser los hombres que se habían llevado a su madre después de que ella le entregase el códice, quizás era algún vecino de los que siempre le escupía e insultaba cuando recorría las calles de su casa al instituto o la panadería, quizás era algún excompañero rico enfadado por ninguna aparente razón o estaba celoso de su desempeño académico y lo quería muerto. o quizás era algo más, algo de una magnitud tan grande que Aru no podía empezar a comprender aún.

-Efectivamente cachorrito, alguien de por ahí me ha pagado buen dinero para tener a tu trasero en alguna cárcel de Lokram, o en un laboratorio quizás. Ellos fueron muy majaderos a la hora de decirme que no te hiciese daño, una petición bastante poco frecuente en mi línea de trabajo- Comenzó a dar pasos en torno a Aru que se mantenía inmóvil en un punto, así como un depredador observa a su presa antes de devorarlo -Pero no te preocupes, cumpliré mi promesa siempre y cuando no sigas con esa estúpida idea de "no irte sin luchar". -Su voz se tornó más severa y se plantó frente a Aru nuevamente -Te lo advierto niño, resistirte solo aumentará tu sufrimiento-

El cerebro de Aru trabajaba a mil por hora intentando idear una forma de salir de esa, obviamente tenía que usar el códice para escapar pero no sabía cómo pronunciar la encantación en Aelio sin que la claramente letal mujer que se plantaba frente a él lo incinerase. No podía vencerla en un combate cuerpo a cuerpo o de hechicería, sin embargo había algo que le hacía ruido a Aru. Era por qué esa mujer no lo atacaba aún, aunque fuese aparentemente una presa fácil. Fue entonces cuando se le vino a la mente una idea, quizás había encontrado la forma de escapar de este puente de mala muerte sin tener que estar en las manos de una mercenaria arcana.

La mujer disfrutaba del espectáculo frente a ella, un menudo joven era consumido por el miedo a solo instantes de convertirse en una presa más de su colección, era su parte favorita. Había capturado y asesinado por otras personas desde hace mucho tiempo, ya no sentía culpa después de entregar a sus presas a los que pagaban el dinero, ella no hacía preguntas, tomaba el dinero y se iba. Sin embargo, algo dentro de ella volvía a asomarse, el chico que tenía que capturar se parecía de gran manera a su hermano pequeño, quien tampoco había sido bendecido con maná y que fue brutalmente descuartizado por una criatura con un mahem desconocido. Ella sacudió su cabeza, sacándose del ensimismamiento, no. La piedad era su perdición, ella lo sabía.

-Bien pues, no hay razón para alargar lo inevitable- Dijo la mujer mientras se dispuso a tomar por el brazo a Aru.

-Alto! - Dijo Aru, y algo en su voz hizo que la mujer realmente se detuviese -Mujer, tú sabes quién soy yo, pero yo no sé quién eres tú. Podrías concederle a tu presa el privilegio de tu nombre antes de ser llevado a quien sabe dónde? –

La mujer esbozó una media sonrisa -Bien, no le veo lo malo, al final de cuentas no nos volveremos a ver- Sus ojos adquirieron un brillo naranjo intenso, característico del maná rebosante en su interior -Me llamo Sierche, la primera de mi nombre y portadora de la ira de Chael. Culpa a tu mala suerte por ponerme en tu camino-

-Ya veo… entonces Sierche, déjame preguntarte algo, sabes tu quien soy yo? – Era vital parecer lo más calmado posible en esta situación, un signo de debilidad y estaba acabado

-No exactamente, me dijeron dónde encontrarte y como te verías, pero no mucho más, no necesito hacer tantas preguntas- Dijo Sierche mientras desviaba la mirada. Lo que realmente le había dicho era diferente, mucho más atemorizante, sin embargo, le parecía imposible lo que le habían dicho sobre él ya que sus ojos veían a un chico tan joven y normal como cualquier otro Aldmer.

Aru sonrió -Mientes, sabes algo más acerca de mí, no es así? – Quizás podía aprovechar esta oportunidad para obtener algo más de información de sus perseguidores.

El rostro de la mujer se endureció, ya ni siquiera tenía esa sonrisa condescendiente de antes -Me dijeron que tu sangre estaba maldita y que tu existencia misma era un insulto a todos los sacrificios en nombre de la paz que se habían hecho. No necesité más-

"En nombre de la paz" Esa frase resonó en la mente de Aru, si estaba en lo correcto su plan podría funcionar. -Suena bastante altruista proviniendo de una mercenaria que se gana la vida matando y capturando gente- Aru balanceó el peso de su cuerpo de un pie a otro mientras entrelazaba sus dedos detrás de su espalda, códice en mano -Casi como si no fuesen tus ideales-

-Tú no eres nadie, ni siquiera me conoces, no sé de dónde habrás sacado esa sangre que portas pero no dejaré que los de tu clase traigan tanto sufrimiento una vez más, no estoy siendo altruista, lo hago por mí- Espetó Sierche- Ahora si me disculpas, tengo una entrega que finalizar-

Sierche se abalanzo sobre Aru con su cuerpo, el que Aru fue capaz de evadir sin muchos problemas, sin embargo, ya no se encontraba en el centro exacto del puente. "Muy bien, no quiere usar su mahem" pensó Aru mientras esquivaba una patada en dirección a su cabeza.

-Creí haberte dicho que si te resistías lo lamentarás- Dijo Sierche cada vez más enojada -No tengo tiempo para jugar con críos sin maná- Conjuró una bola de mahem en su mano derecha.

Sudor frio caía por el rostro de Aru -Oh, así que me tienes miedo? Usaras tu mahem contra un Aldmer normal? Uff vaya, a mí me daría vergüenza- Dijo Aru en tono burlesco, casi pidiendo que lo matasen.

-Tienes bolas niño, te concederé eso, pero no pueden sacarte de esta- Reabsorbió la bola de mahem y propinó un gancho izquierdo al rostro de Aru, quien cayó hacia atrás, lejos del centro, consciente pero sangrando de la nariz. -En serio es eso todo lo que tienes? Vaya que tienes una lengua afilada pero tus movimientos dejan mucho que desear-

Aru la miro desde el suelo, se puso en cuclillas aun con el códice en la mano y se desplazó rápidamente hacia Sierche de un solo salto "Vamos, por favor que funcione" pensó Aru un segundo antes de recibir la patada más fuerte que hubiese recibido en su vida de lleno en el pecho, dejándolo sin aire y varios metros más lejos de la mujer, sin embargo, a solo pasos del centro exacto del puente.

El cuerpo de Aru se azoto fuertemente contra el suelo, cayendo de espaldas. Milagrosamente no había soltado el cubo y sus sentidos no lo habían abandonado, sin embargo, el aire sí. Aru tosió fuertemente intentando recuperarse del golpe que le quitó el aliento, desde la distancia vio a Sierche acercándose lentamente. "ahora o nunca" pensó.

-Parece que no podré cumplir mi promesa de traerte intacto, pero un par de huesos rotos no matan a nadie- Dijo Sierche mientras hacía crujir sus nudillos y caminaba hacia Aru lentamente. Aru aún en el suelo retrocedía disimuladamente mientras luchaba por mantenerse en pie.

-Asustado? Tranquilo, te dejaré fuera de si de un solo golpe, los anteriores eran para probar tu durabilidad, al parecer no es mucha- Dijo Sierche cada vez más cerca. En ese momento desvió su mirada al códice en su mano -Qué es eso? Tienes algún truco bajo la manga?

Aru dejó de retroceder y alzó la mano con el códice a la vista de Sierche -Oh, esto? Es solo un pequeño aparato de autodestrucción, forjado con hexmahem Singámico de la más alta gama, solo existen 3 en el mundo y es actualmente mi última y única posesión que me sacará de este infierno- Dijo Aru con tal convicción que casi se lo creyó, en realidad, no tenía idea de que se supone que pasaría cuando activase el códice. Al parecer Sierche lo creyó también pues se detuvo en seco y miró preocupadamente a la mano que sostenía el códice.

-N-no me engañas, no serías capaz de hacerlo- Dijo Sierche poco convencida de lo que decía. La verdad era que los códices de ese tipo tenían una infinidad de diferentes usos dependiendo de la Singamia grabada en ellos. El que éste fuese una bomba no era una posibilidad descabellada.

-Entonces dime porqué estoy en este puente, sino para acabar con mi existencia lejos de los ojos entrometidos de la gente? – Aru le dirigió la misma sonrisa maniática que Sierche le había dirigido inicialmente, no le resultó difícil pues se encontraba ya al filo de su cordura.

-No, no te creo! - Grito Sierche mientras avanzaba hacia él nuevamente. Aru comenzó la encantación, suavemente y en el centro exacto del puente.

- Lee…- Sierche estaba a solo 2 metros – ek…- 1 solo metro – lap…-

El códice comenzó a brillar y las letras de sus vértices emitieron un fuerte destello azul. Sierche sabia mejor que acercarse a objetos no conocidos que emiten luces extrañas y están en posesión de un adolescente maniático, entonces tomó la difícil decisión de romper su racha de presas efectivamente capturadas y de un salto se encontraba a 15 metros sobre el puente, suspendida en el cielo por un segundo que pareció durar un centenar de años.

-coip! - finalizó Aru y fue envuelto en una luz celeste tan densa y luminosa que para aquellos que se encontraban en las calles vecinas se hizo de día por un breve instante antes de resumir la noche. La luz fue seguida por un estruendo parecido a un relámpago y tan rápido como llegó se fue, dejando marcas rúnicas quemadas en el centro exacto del puente y a una hechicera muy confundida a 15 metros sobre el aire. Sin rastros del adolescente desquiciado, quien no podía creer que su plan hubiese funcionado.

Sierche aterrizó en el puente justo al lado de la quemadura de maná, se acuclilló junto a ella y examinó las marcas de cerca. Su rostro cambio de estar confundida a peligrosamente iracunda.

-Maldito seas niño, te juro que te cazaré hasta los confines del universo si es necesario! – Gritó enfurecida al cielo la hechicera mientras de sus brazos manaban lenguas de fuego naranjo y de sus ojos chispas de rabia pura como el agua de un manantial. -Eso no era una maldita bomba, era un códice de teleportación-.

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