1 Introducción

Eiji Arata era un chico de 16 años nada especial, que cansado de vivir se suicidó; saltó de un edificio y finalmente murió.

Cuando abrió los ojos de nuevo, se dió cuenta que estaba vivo, no solo eso, ¡sino que transmigó a un mundo totalmente diferente al suyo!

Viendo aquello, decidió intentar vivir otra vez, pensando que el universo le otorgó una nueva oportunidad para rehacer su vida. Pero luego se dió cuenta que el nuevo mundo era un mundo ¡post-apocalíptico!

Los cielos estaban continuamente cubiertos por nubes oscuras y tóxicas. La sociedad al borde del colapso. Todo era sombrío...

La luz solar que apenas lograba traspasar la atmósfera contaminada, era tan poca que solo hacía ver este nuevo mundo mucho más lúgubre de lo que era.

Las estrellas hace mucho que habían dejado de iluminar con su bella luz la oscuridad. Todo indicaba que este nuevo mundo estaba agonizando, soltando sus últimos latidos.

La única razón por la que no saltó nuevamente de un edificio esperando que su suerte fuera mejor la próxima vez, fue porque al menos transmigó en el cuerpo de un joven rico.

Realmente no tenía que preocuparse por cosas mundanas, su vida estaba arreglada. Sin embargo, aún así anhelaba ver el cielo pintado de azul, ver las nubes moverse con el viento, ver el ocaso del atardecer, ver una noche estrellada..., cosas que en su tierra natal eran más o menos comunes de presenciar.

Pero no erró al darle una oportunidad a este mundo moribundo, pues pronto descubrió ¡que estaba en el mundo de Overlord!

Ante tal nueva revelación, fue obvio que cientos de preguntas se cruzaron por su cabeza, como:

¿Cómo eso es posible?

¿Soy real o no soy real?

Afortunadamente no lograron opacar su entusiasmo de estar en el anime de Overlord. Ya que podía tener toda una odisea cuando el juego llamado Yggdrasil cerrara.

¡Ha! ¡Era emocionante!

Ahora solo debía esperar un poco más de dos lustros y su sueño se cumpliría. Por el momento se enfocaría en convertirse en la existencia más poderosa de Yggdrasil, y siendo rico no era imposible de lograr.

¡Aparentemente la suerte estaba de su lado!

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