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Capítulo Nueve

Dannia

—Esto… muchas gracias —dijo Dannia mientras se inclinaba en reverencia. Aunque ya le había dejado en claro que no tenía que tratarme con tal deferencia, es muy difícil que una persona abandone todos sus hábitos de un momento a otro, especialmente cuando están tan arraigados en miedo y una vida de cierta educación. —Gracias por ayudarnos y le pido una disculpa si le hemos causado algún problema a futuro. Yo y toda mi familia quedamos en su eterna deuda. Aunque solo seamos granjeros, estoy segura… — Dannia, que ya estaba haciendo una reverencia, decidió tomarlo más a pecho y arrodillarse ante mí.

—No te preocupes, no es nada —dije con indiferencia interrumpiéndola. Nunca me ha gustado ser el centro de atención en esta particular manera —. Pero, si puedo preguntar, ¿qué tanto dinero tienen entre ustedes tres si el hijo de un Duque les quería quitar todo su dinero? —pregunté un poco extrañado. Aunque los ladrones tienden a robar a la gente de bajo estatus en vez de robar a nobles incluso si estos últimos usualmente cargan más dinero en su persona que un noble robara de manera tan descarada a tres plebeyos es algo muy raro.

En el momento en que hice mi pregunta, recordé que Dannia no estaba sola. Y si nos vamos a eso, yo tampoco lo estaba. Miré hacia dónde se encontraban los compañeros de Dannia y en cuanto se dieron cuenta de mi mirada se inclinaron en reverencia. Después de un largo rato de mirarlos en silencio, Dannia pareció darse cuenta de algo e inmediatamente les dirigió una mirada a sus acompañantes, ellos entendieron a qué se refería.

—Señor —dijo un niño mientras se arrodillaba. Aunque estaba seguro de que no tenía más de doce años, se veía mucho más joven. Aunque los tres aspirantes usaban ropas muy viejas, sucias, y desgastadas, este joven parecía tener la peor suerte de todas —, mi nombre es Serge, soy el hijo de un herrero en la baronía de Fars. Muchas gracias por su ayuda, quedo a su total servicio… — dijo mientras se arrodillaba. Inmediatamente después fue el turno para hablar de su compañera.

—Señor Zekke, mi nombre es Mati, soy la hija de una costurera al servicio de la rama secundaria de la familia del duque Plyes — dijo mientras se arrodillaba también —. Al igual que mis acompañantes, quedo a su total servicio por su ayuda.

Para este punto tenía a tres figuras arrodilladas frente a mí, las tres con un aspecto ligeramente peor al que yo portaba durante mi primera noche en puertogris. Siempre fue muy obvio que estos tres no eran nobles ni por asomo; su ropa y la manera en que estaban separados de los otros pasajeros jóvenes hablaba por sí sola, pero siempre era bueno tener confirmación. Una granjera, una costurera y un herrero, ninguno de estos oficios es precisamente bien remunerados. El pensar en el gran esfuerzo que hicieron cada una de las familias de estas personas era suficiente para imaginar el tipo de mentalidad que tenían estas personas hacia el estudio de magia. Todos en este mundo quieren ser magos, a no ser que por alguna situación en especial alberguen algún tipo de odio hacia la profesión, pero muy pocos logran convertirse en uno. La mayoría de los magos son nobles, pues son los que pueden gastar el dinero necesario para los estudios. Pero, de vez en cuando, hay magos que provienen del pueblo llano. Estos la tienen mucho más difícil que los nobles desde el principio, pero una vez que logran convertirse en magos, si es que lo logran, son mucho mejores que el típico noble.

—Oye, Nae— dije mirando al noble que no se movió ni un centímetro durante la pelea y que ahora el color había abandonado su rostro —. Ve por uno de los marineros, si es un doctor, mejor. Diles que te encontraste con un pasajero gravemente herido —Nae inmediatamente asintió y se echó a correr. Pude notar las caras de preocupación de los tres aspirantes frente a mi queriendo huir de la escena, pero sin atreverse a levantarse en la presencia de un noble. Me incliné hacia donde el cuerpo inconsciente de Netsuo se encontraba y tomé su espada —. Dannia, Serge y Mati, vengan conmigo, tenemos que irnos antes de que alguien llegue. —dije con una voz de comando y los tres me siguieron casi sin pensar.

Recorrimos varios de las calles formadas por las cajas de mercancía en el barco hasta llegar a la orilla opuesta del barco a donde se encontraba Netsuo. Solo en ese momento pude ver que los rostros de los tres individuos detrás de mi mostraban un poco de preocupación.

—Aquí está bien —dije mientras limpiaba mi espada con la parte interna de mi capa. Una de las mejores cosas de que sea negra, es que la sangre sería muy difícil de observar en ella, ya la limpiaré después —. Entonces, ¿qué tenían ustedes que un noble lo quería para él? —me miraron como si esperaran que no hiciera esa pregunta.

—Señor —dijo Dannia —, el señor Netsuo solo quería que le entregáramos todas nuestras posesiones de valor, incluyendo nuestro dinero y nuestras arcanas. En cuanto al por qué, no lo sabría decir, pero eso es lo que hacen los nobles como él.

—Sabes, yo soy un noble también —dije esperando poder observar la reacción que tendría al escuchar mis palabras. Para mi sorpresa, solo se alteró un poco.

—Evidentemente usted no es un noble como Netsuo, señor. Usted es benevolente y piadoso, dispuesto a ayudar a tres simples plebeyos que se encontraban en problemas. —dijo Dannia. Me sorprendí bastante por la facilidad de palabra de esta campesina. No solo eso, también su ingenio parecía ser muy alto.

—No lo soy. De hecho, no soy como ningún noble que hayan conocido. Por eso, les pido a ustedes tres que se relajen, por favor. No necesitan llamarme señor ni arrodillarse frente a mí, de verdad somos todos iguales en este lugar —dije con un tono de voz suave. Los tres parecieron cambiar de semblante al escuchar mi calmada voz —. Pero si quiero que me respondan algo. ¿Cuánto dinero tiene cada uno de ustedes? Monedas y arcanas, por favor. —dije con una sonrisa. Mi petición era un tanto complicada para ellos, pues seguramente cargaban lo que ellos consideraban el tesoro de su familia y no querían decírselo a nadie. Serge fue el primera en hablar.

—Seño… Zekke, contando todo lo que he podido conseguir en el puerto, tengo una plata y tres bronces. También tengo seis arcanas. —dijo resignado. Para el hijo de un herrero, esto era efectivamente mucho dinero. Miré a las dos aspirantes que no habían hablado. Mati fue la siguiente.

—Yo tengo una plata, doce bronces y ocho cobres, junto con ocho arcanas. —al terminar de decir esto parecía que se había librado de un peso en los hombros. Seguramente quería contarles a sus compañeros, pero no podía por miedo. Cuando miré a Dannia su rostro estaba ligeramente más rojo que de costumbre.

—Yo tengo catorce bronces, nueve cobres y tres hierros, solo tengo una arcana. —dijo casi suspirando. Ese dinero no es suficiente para pagar la matrícula de una academia, con razón estaba tan avergonzada.

En ese momento miré la bolsa de Netsuo y la espada. Podía venderle la espada de regreso al capitán, pero sería echarle sal a la herida si el noble la veía por ahí. No importaba que fuera hijo de un duque o hasta de un archiduque, en este barco solo había tres personas sobre mí, por lo que no me preocupaba lo que pudiera hacerme. Tomé a rompevientos y suspiré, mientras la tiraba por la borda. Dannia, Mati y Serge claramente estaban tristes de haber visto eso. La espada costaba por lo menos cinco oros y era dinero que ellos necesitaban. Poco después abrí la bolsa de Netsuo y conté su dinero. Ser el hijo de un duque siempre es beneficioso, pero me sorprendí por la cantidad de dinero que había dentro. Sin contarme a mí, probablemente era la persona con más dinero en todo el barco. Dentro había ocho oros y nueve platas, junto con veinte arcanas. Con esta cantidad de dinero, era seguramente un tesoro familiar. Hice unos cálculos y después cerré la bolsa para colgarla en mi cinturón.

—Bien, vengan conmigo los tres. Vamos a mi camarote. —dije con una sonrisa. No sé si se sintieron por mi estatus o lo hicieron de buena gana, pero sus rostros aún denotaban sorpresa. Seguramente nadie fuera de sus familias los había tratado así de bien.

Al llegar a mi camarote me quité la capa sucia y coloqué la parte manchada de sangre en una cubeta con agua. Después les indiqué a mis acompañantes que se sentaran en la mesa. Solo en ese momento pude ver la expresión en sus rostros, estaban anonadados. El camarote del pasajero común era compartido, con ocho camas en un cuarto tan pequeño que solo pueden estar dos personas de pie al mismo tiempo. Probablemente mi camarote era mucho más grande que sus casas enteras. Después de regresar en sí, se sentaron y me miraron expectantes.

—Esta es la bolsa de dinero de Netsuo —la arrojé al centro de la mesa, los ojos de los tres plebeyos brillaron por unos momentos—. Dentro hay ocho oros, nueve platas y veinte arcanas —sus ojos esperanzados eran obvios —. Quiero que todos pongan sus bolsas en la mesa, por favor — Los tres me miraron con miedo, como si su peor pesadilla se hubiera hecho realidad. Después de todo, ¿cómo el hijo de un barón puede pagar un cuarto así sin robar? Casi al borde de las lágrimas Mati y Serge dejaron sus bolsas en la mesa, Dannia estaba roja de furia, pero viendo que no tenía opción arrojó con odio su bolsa. Después tomé de mi cinturón tres bolsas de dinero que me pertenecían y las coloqué en mi escritorio contrario a la mesa. Aunque mi cuerpo evitaba que los tres pudieran ver que estaba haciendo podían escuchar la gran cantidad de monedas chocando —. Tranquilos, no los voy a robar, lo prometo. — dije mientras daba media vuelta y caminaba hacia la mesa.

—Claro que lo harás, eres igual que todos los nobles. —dijo Dannia con clara rabia en su mirada.

—Bueno, al menos ya no me hablas formalmente —dije con la sonrisa más cálida que pude poner, esto aparentemente extrañó un poco a Dannia —. Pero no, estás equivocada, no planeo robarles ni un hierro —dije al momento que vaciaba la bolsa de Netsuo en la mesa, dejando relucir el contenido que aún para los altos nobles era un tesoro. Después tomé las tres bolsas de los aspirantes y las vacié en el mismo lugar donde había vaciado la de Netsuo, creando una linda y pequeña montaña de dinero que hizo que dos de mis tres acompañantes abrieran la boca, muy sorprendidos —. Entre sus tres bolsas y la de Netsuo, hay treinta y cinco arcanas, ocho oros, once platas, veintinueve bronces, diecisiete cobres y tres hierros. Déjenme ser claro, yo no considero que el dinero que tomé de Netsuo sea mío. De hecho, quiero que se lo repartan entre ustedes para que puedan pagar más fácilmente sus estudios —en este momento la sorpresa, incredulidad y esperanza se apoderaron de todos sus rostros. Hasta Dannia parecía haber abandonado todo odio —. Sin embargo, no todos ustedes tenían el mismo dinero, así que por eso decidí mezclar las cuatro bolsas juntas y repartirlas en partes iguales. De esta manera todos terminan con más dinero del que empezaron y pueden tener una mejor oportunidad de convertirse en magos —dije sonriendo. La incredulidad en los rostros de Serge y Mati desapareció para ser reemplazada con una de muy ligera envidia hacia Dannia, pues ella se estaba llevando la mejor parte del reparto. Aun así, se les veía sumamente felices —. También está el problema que hay monedas que no se pueden dividir en partes iguales, porque faltarían para que todos se llevaran una parte igual. Por lo tanto… — saqué una bolsa muy grande de dinero y la vacié en otra parte de la mesa, después tomé dos arcanas de la pila del centro —Voy a tomar dos arcanas de la pila y voy a poner cuarenta oros, una plata, un bronce, un cobre y tres hierros. El valor de una arcana es aproximadamente veinticinco oros, por lo que estoy dejando un poco menos, pero considero que es justo, ¿no creen? —dije con una sonrisa muy grande.

—¡SI! —las tres voces sonaron al unísono. Les estaba regalando mucho dinero, ¿cómo iban a negarse? Hice este movimiento con dos fines. Ganarme la confianza de ellos tres y cambiar unas cuantas de las monedas de oro que me quedaban. Lo cierto es que los magos solo usan las arcanas como moneda, por lo que el oro y plata eran mayormente inútiles. Ellos no sabían esto, pero, aunque lo supieran habría sido un buen trato. Después de añadir mi dinero y repartirlo en partes iguales entre tres, salieron de mi camarote con su bolsa mucho más pesada. Cada uno obtuvo diferente nivel de beneficios, pero ahora los tres tienen once arcanas, dieciséis oros, cuatro platas, diez bronces, seis cobres y dos hierros, una pequeña fortuna para un noble bajo, un tesoro para plebeyos.

En la tarde, a la hora de comer, Dannia, Serge y Mato me saludaron con la cabeza, pero aún no se atrevían a dirigirme la palabra directamente. Yo estaba sentado con Nae, que aún no recuperaba su color. Aparentemente el rumor se había extendido por el barco de que Netsuo había sido herido de gravedad y despojado de sus pertenencias. Al haberlo confrontado y desarmado un par de horas antes del asalto, todas las miradas estaban sobre de mí. No es como si pudieran probar o hacer algo al respecto, pero de todas maneras eso ocasionó que nadie se me quisiera acercar. Nae, que lo había presenciado todo, sabía que no asalté a Netsuo por su dinero, de manera que seguía conviviendo conmigo. Eri e Ire, la hija e hijo del barón Grafias también decidieron acompañarme. Decidieron que, aún si había herido a Netsuo, él se lo merecía y querían estar a mi lado, probablemente por mi fuerza. Entre la nobleza menor, se respeta solo al más fuerte entre los de tu mismo círculo e inferiores. Supongo que es por eso que los gemelos no dudaron en crear una amistad conmigo. A mitad de la comida, tomé mi plato y me levanté, caminando hacia donde se encontraban los tres plebeyos. Todos a excepción de Nae me miraban extrañados, pero no pensaron en ello dos veces. Por el otro lado, cuando me senté en un banco vacío a su lado, todas las miradas estaban clavadas en mi cuello, todos estaban ofendidos o sorprendidos por mis acciones. Después de unas palabras les indiqué a mis anteriores compañeros de mesa que se nos acercaran. Nae lo hizo casi de inmediato, pero los gemelos se tomaron unos segundos antes de decidirse a acompañarnos. Al ser los tres solo hijos de barones, eran lo más relajado que la nobleza podía producir. Los siete platicamos durante lo que restaba de la comida. El humor de Dannia, Mati y Serge era tan bueno que ni una sola vez se refirieron a ninguno de nosotros como "señor" o "señora". Tuvimos una cálida plática entre siete niños de doce años. Para la cena, los siete nos sentamos en el mismo lugar desde un principio.

Al día siguiente, tuve mi prueba de combate con un marinero del barco llamado Ked, quien después me enteré era el oficial de cubierta, el mejor espadachín a bordo. Perdí miserablemente, pero a Ked pareció impresionarle mi fuerza, por lo que aceptó a entrenarme. Aprendía de una manera muy veloz, nunca me tomaba más de dos horas aprender una posición o un movimiento. Cuando los dos meses de viaje estaban por concluir, ya podía derrotar a Ked en la espada. Ese tiempo también sirvió mucho para mejorar los lazos entre Nae, Eri, Ire, Serge, Mati, Dannia y yo. Más que nobles mezclados con plebeyos que se vieron las caras por primera vez hace menos de dos meses parecíamos amigos de años. Aunque todos disfrutábamos de la compañía de los otros seis, cada quien adoptó un favorito. Eri, Ire y Serge estaban juntos todo el tiempo. Aun cuando estábamos los siete en la misma habitación, ellos tres estaban en un mundo aparte. Nae y Mati también pasaban mucho tiempo juntos, pero la corona nos la llevábamos Dannia y yo. Ella fue la que ganó más del incidente con Netsuo, obtuvo más de diez arcanas, algo que nunca esperó tener antes de convertirse en maga. Mientras más tiempo pasábamos juntos más me convencía de que esta niña era especial. Era muy inteligente y estaba decidida a convertirse en maga para ayudar a su familia. Cada vez me intrigaba más. El resto de los aspirantes en el barco nunca terminaron de llevarse bien. Había peleas constantes sobre cuál apellido era mejor y disputas sobre el estilo de vida en altamar. Netsuo no apareció en el comedor o cualquier área pública el resto del viaje. El único rumor de su existencia era de un noble que había ido a la unidad de enfermería por intoxicarse con pescado y Netsuo estaba ahí. Según él, se le veía muy pálido y no hablaba. Supongo que yo tampoco tendría ganas de hablar si estuviera en camino a una tierra desconocida, sin dinero y nadie con quien contar. Pero bueno, es su propia culpa. Antes de darme cuenta, estábamos a punto de atracar en el puerto.

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