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Capítulo Siete

De Compras

La mañana siguiente toda la ropa que Zekke había lavado ya estaba seca, pero eso no significaba que mágicamente se hubiera vuelto más presentable. —Desafortunadamente lavar ropa no es magia, y aún si lo fuera, sería terrible en ella. — Zekke murmuró para sí mismo con una pequeña sonrisa.

Debido a su falta de experiencia en el área, la ropa de Zekke solo había terminado un poco menos sucia de lo que estaba anoche. Aunque la acumulación de polvo ya no era obvia, la ropa conservaba aún un tono grisáceo. La camisa que usaba tenía una gran mancha en toda la parte inferior, en un punto había una parte remendada donde el cuerno del dragón atravesó la prenda. La degradación de colores de anaranjado a amarillo le daba un estilo que nadie adoptaría, es por eso que Zekke se apresuró a ponérsela y encima se arrojó la capa, no importa que tan caluroso fuera el día.

Zekke se sentó en una silla y arrojó la bolsa de dinero que Iamos le había dado hace unos días. El lugar dónde se encontraban era muy oscuro aun cuando era de día, razón por la que los pasó por alto la noche anterior. Zekke después vació los contenidos de la bolsa al escritorio y empezó a contar.

—En este punto de la vida seguramente soy más rico que el duque promedio— murmuré casi sin darme cuenta. — es una lástima que el estudio de la magia sea tan caro como dijo el maestro Iamos. — Conté las monedas y cristales en el escritorio, es la primera vez que lo vacío por completo después de que el maestro me lo dio, al parecer subestimé su contenido. Un cristal rosado, sesentaisiete cristales azules, dieciocho cristales verdes, un total de más de dieciséis mil setecientos dieciocho arcanas. También tengo veintisiete monedas de plata, cuarenta y tres monedas de bronce, diecisiete monedas de cobre y veinte hierros. Si convierto todo a moneda común, tengo poco menos de cuatrocientas veinte mil monedas de oro. Los arcanas son la única moneda usada por los magos entre ellos, y es muy necesaria para pagar materiales y matrículas, por lo que debo tratar de usar la mayoría de mis monedas antes de enlistarme a una academia.

Después de revisar mis fondos bajé al mostrador de la posada para desayunar. Me sirvieron tres huevos, una chuleta de puerco y pan. Sació mi hambre, pero me dejó preguntándome si debería ir a comer a un restaurante de clase alta para probar algo un poco mejor. Salí de la posada pensando en las cosas que necesitaba conseguir. Primero que nada, era conseguir un par de mudas de ropa y dos pares de zapatos. También me gustaría una capa un poco más cómoda y elegante, si me sobra el dinero. Después de eso, es imperativo ir a hablar con el capitán de La Dama de los Mares Terrenales para arreglar el tema de mi transporte al campamento. Pero, primero que nada, hay que ir a una casa de cambio. Necesito conseguir unas cuantas monedas de oro antes de empezar a comprar. La ciudad puertogris apenas merecía llamarse ciudad, era más bien un punto de reunión para mercaderes y viajeros. Las pocas personas que vivían en el lugar dependían casi exclusivamente del comercio traído por este tipo de personas. Las calles estaban llenas de tierra y caballos pasaban a cada minuto, haciendo muy difícil moverte como peatón. Considerando todo, no estaba nada mal. Llegué a una casa de cambio cerca de los muelles. Detrás del mostrador había una joven mujer, de no más de veinticinco años. Para trabajar en una casa de cambio, era bastante atractiva.

—Buenas tardes, necesito…— la mujer me interrumpió antes de poder terminar mi oración.

—No damos caridad, niño. Piérdete. — dijo con un tono de voz indiferente.

—No quiero caridad, mujer. Quiero cambiar arcanas por moneda común, ¿puedes hacer eso? O tengo que buscar otro cambista…— respondí agitando el saco de dinero en mis manos. La mujer se tornó un poco sospechosa, pero no dijo nada más.

—Me llamo Anni, ¿cuánto necesitas cambiar? — preguntó con cierta duda en su rostro. Inmediatamente después de escuchar eso saqué un cristal azul de la bolsa, equivalente a cien arcanas.

—Necesito cambiar este cristal por cien arcanas individuales. Después, necesito cambiar cinco de esas arcanas por monedas de oro. — dije con la mejor voz de negocios que tenía. Los ojos de la mujer se abrieron repentinamente y casi la sentí salivar de la anticipación.

—Nuestra tasa de cambio es del cinco por ciento, lo que significa que por el cristal azul de daré noventa y cinco arcanas. Cada arcana que quieras vender la puedo comprar en veinte oros. —

—Ni hablar. — dije inmediatamente. ¿cinco por ciento? No suena a mucho, pero convirtiéndolo a moneda común son ciento veinticinco monedas de oro. Y me quiere comprar cada arcana a veinte cuando su valor es de al menos veinticinco. Esta mujer me quería robar. — Lo más que puedo ofrecerte son 2 arcanas por el cristal azul. Y me cambias cinco arcanas a veinticinco cada una. — ofrecí.

—Tres arcanas. A veintitrés cada una. —

—Tres arcanas y me compras cinco a treinta oros cada una. — Era una buena oferta.

—Trato. — Anni ganó sesenta oros de esa transacción. Nada mal, digo yo. Salí de la casa de cambio y me dirigí a mi siguiente destino más cercano. Mi transporte al campamento de reclutamiento. El muelle donde el barco estaba anclado estaba a cinco minutos de distancia, por lo que no me apresuré. Aún si alguien intentaba robarme, confiaba en mi velocidad y reflejos que seguían aumentando por día.

Finalmente llegué a mi destino. El muelle en si era lo que uno se espera de un puerto medianamente prospero, si no es que un poco decadente. El barco tampoco estaba en condiciones óptimas, pero era gigantesco. Varios cientos de personas podían entrar cómodamente sin problema alguno. Me acerqué a las escaleras por las que se aborda el tren esperando encontrar a alguien que me ayudara a comprar pasaje.

—¿Quién eres, niño? Solo pasajeros con boleto de aquí en adelante. — dijo un hombre gigantesco. No solo era su estatura, sus músculos y su ropa estaban fuera de la norma.

—Quiero comprar un pasaje, me gustaría hablar con el capitán por favor. — Dije mientras arrojé una plata a las manos de este hombre. Estaba harto de pasar por el mismo baile de demostrar que no vivía en las calles. El gorila asintió con la cabeza y me llevó a la cubierta del navío. Desde aquí arriba, parecía aún más grande. El hombre se fue a hablar con una persona un poco más pequeña que él, pero aun así era intimidante.

—Buenas tardes, señor…—

—Zekke Belverd, ¿usted es el capitán de La Dama de las Mareas Terrenales? — pregunté.

—No use su nombre completo, que gran pereza. Nosotros solo la llamamos "La Dama". Belverd, ¿cierto? ¿De la baronía Belverd? Mi nombre es Frey y soy el capitán de La Dama— preguntó aún un poco incrédulo.

—Si, es correcto. Soy el primogénito del barón y me gustaría comprar pasaje al campamento de reclutamiento para magos. — comenté directamente.

—¿Al campamento? Lo juro, si no fuera por ustedes, mi preciosa dama no tendría suficientes pasajeros. — suspiró momentáneamente. — Son dos cristales mágicos en clase regular y tres en primera clase. — dijo el capitán.

—No. La tarifa es de cinco oros, a lo mucho. Pero estoy dispuesto a pagar veinte por alojamiento y comidas de primera clase. También puedo añadir cinco oros más si usted y su tripulación me ayudan a entrenar un poco en el viaje. — respondí ofreciendo un poco más de lo que el maestro Iamos había dicho, solo para estar seguros y porque hay que ser justos, tuve una petición adicional.

—¡JA! Me agradas, niño. Ya sabías la tarifa de antemano. Está bien, veinte por un trato de lujo. En cuanto a los cinco adicionales…— me miró como pensando que era más problema que ganancia. — Cuando zarpemos y estés listo, te pondré en un combate amistoso con uno de mis hombres. Si considero que no apestas, te ayudaré. Pero solo la prueba te va a costar los cinco oros. — dijo Frey.

—Trato. — dije mientras le entregaba un arcana. Me entregó un boleto rectangular.

—Recuerda, zarpamos mañana a medio día. El viaje va a ser de al menos dos meses, así que compra antes de salir todo lo que necesites. Si no estás aquí a la hora designada nos vamos sin ti. — dijo Frey alegremente.

Bajé de La Dama y sonreí. Estaba cada vez más cerca de ser un mago. Después de eso me dirigí a la tienda de ropa más elegante que pude encontrar. Nuevamente, casi fui detenido en la entrada, pero arrojé una moneda de oro al hombre que atendía la tienda y le dije que si me atendía bien esa sería su propina. Después de varias horas salí de la tienda con más de lo que esperaba. Aparte de una maleta en la que guardar mis pertenencias, en total compré cinco camisas de seda, tres pantalones principalmente de algodón, varios pares de calcetines, un par de guantes de cuero y una preciosa capa negra. El dueño de la tienda conocía un zapatero, así que lo llamó y pude comprar dos pares de zapatos sin salir de la tienda de ropa. El primer par era uno casual de tela, nada del otro mundo y justo como el par con el que entré. El segundo par, al contrario, eran unas preciosas botas negras de piel. Con mis botas negras, pantalones negros y capa negra, todas piezas nuevas y encima de gran calidad, nadie volvería a pensar que no tenía dinero. También compré unos pantalones y una playera de algodón negro para usar en casa o mientras duermo. Mi última parada del día fue una armería. Al entrar me di cuenta de lo mucho que destacaba un noble de doce años viendo armas, pero al dueño pareció no importarle. El dinero es lo que cuenta, ¿no? Sabía por mi padre que había tres materiales principales para forjar una espada. Uno es el acero, otro es el acero con polvo de diamante y el tercero es la aleación de Krabath. Una espada de acero en una tienda de primera como esta cuesta alrededor de veinte oros. Una de acero con polvo de diamante sube drásticamente su precio por los materiales y trabajo adicionales, estas alcanzan los sesenta oros. Las espadas hechas con aleación de Krabath superan con creces las anteriores. Es más ligera y más resistente, pero su precio está en el rango de los doscientos oros. De haber tenido espadas de Krabath habría comprado una, pero desafortunadamente no había en existencias. Terminé comprando una elegante espada de acero con polvo de diamante de setenta centímetros, quince de empuñadura. Tenía un guardamano de oro vertical paralelo a la hoja. La vaina de la espada estaba hecha de piel de lobo alsur, por lo que era bastante resistente. Realmente me emocioné un poco con el dinero que tenía, no necesitaba una espada tan ostentosa. El medio día que me quedaba en tierra compré varias cosas más que necesitaba; libros sobre magos y papel, hojas y tinta se llevaron casi todo mi dinero restante.

Antes de notarlo, ya era la hora de que La Dama zarpara, y por supuesto yo estaba a bordo. Alrededor de mi pude ver varios niños de mi edad, probablemente con el mismo destino que yo. Aunque yo destacaba por mis nuevas adquisiciones, la mayoría de mis compañeros de viaje vestían como nobles. Pocos miembros del pueblo llano pueden pagar un viaje de esta magnitud o si quiera pagar la examinación de aptitud. Entre los pocos pasajeros que no eran nobles, se encontraban dos mujeres y un hombre. Después de perder la tierra de vista, el capitán nos indicó nuestros respectivos camarotes, yo fui el único escoltado al mío. Mi habitación por los próximos meses era asombrosa. Tenía una cama hecha casi en su totalidad de plumas, al igual que las almohadas. Las cobijas eran de seda y tenía un armario y una estación de trabajo bastante amplias y todo bien iluminado. Al haber pagado un precio tan elevado, mi habitación estaba cerca de la cocina de manera que podía pedir algo de comer en cualquier momento. Desafortunadamente, no pude probar este servicio, pues me quedé dormido apenas mi cabeza tocó la almohada.

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