8 6

Capítulo Seis

Ciudad Puertogris

—Parece que el maestro Iamos tenía razón, la mayoría de los dragones solo me ven con curiosidad antes de ignorarme por completo. — De hecho, algunos dragones recién nacidos se me acercaban de manera juguetona. A lo largo del camino encontré varios nidos destruidos y una que otra pila de objetos brillantes. En un dado momento me vi tentado a tomar uno que otro objeto, pero contuve mis impulsos. Conozco de primera mano el terror que puede causar un dragón cuando está enojado. Aparte, la bolsa de dinero que me dio el maestro Iamos tiene suficiente dinero para vivir como un rey por mi vida entera, ¿para qué necesitaría más dinero?

Cuando estaba cerca de anochecer por segunda vez desde que emprendí mi camino a puertogris empecé a ver a lo lejos las figuras de edificios y algunas embarcaciones. Ese debería de ser el puerto. —¿Me quedo aquí esta noche y mañana temprano llego a la ciudad o apuro el paso y consigo un cuarto en alguna posada? — pregunté en voz alta, como esperando que alguien me contestara.

Aunque conozco bien cómo moverme en una ciudad, eso no borra el hecho de que tengo doce años. El último par de días han sido muy extraños. La mañana que dejé al maestro Iamos y emprendí mi viaje sentía como mi cuerpo era más fuerte con cada paso. Y no solo eso, para pasar el tiempo mientras recorría mi trayecto, empecé a intentar recordar todo lo que sabía de los dragones y su historia. Después pasé a biología en general, matemáticas, geografía y terminé en Historia. Todas estas son materias obligatorias para la formación de un noble, pero a mí no me importaban. Solo tenía espacio en mi cabeza para la magia, por lo que no les puse mucha atención. De hecho, cuando cumplí diez ya no había un solo erudito en toda la baronía y territorios adyacentes que estuviera dispuesto a ser mi tutor. Sobra decir que no podía recordar lo tratado en clase cinco minutos después de su conclusión, y sin embargo ahora puedo recordar muchas cosas casi sin problema. Este efecto parece incrementar con cada segundo que paso sumergido en mis ideas o pensamientos. Aparte de las mejoras física y mental, también puedo sentir un tipo energía recorriendo mi cuerpo. ¿será mana? Al parecer tendré que acostumbrarme a mi cuerpo de nuevo.

Miré al cielo y a las estrellas, después de relajarme por un momento giré mi cabeza con dirección a la ciudad de puertogris. —Supongo que es una buena manera de probar mi nueva vida…— dije mientras levantaba la mano y la miraba, para después hacer un puño. No estaba cargando mucho. Aparte de mi ropa interior y mis zapatos, una camisa manchada con sangre y unos pantalones rasgados era todo lo que tenía al momento de mi encuentro con el dragón negro. Sin embargo, cuando desperté, una capa sencilla de color café funcionaba como mi almohada, supongo que es algo que el maestro Iamos tenía y no necesitaba. Aunque no era nada del otro mundo, cubría mi camisa ensangrentada y me protegía de los elementos. También tenía un bolsillo interno muy útil para guardar la bolsa de dinero que el maestro me entregó. Guardé todo en sus respectivos bolsillos y me acomodé la capa incluida la gorra. Empecé a correr hacia la ciudad.

Mi velocidad era increíble. Aún para el estándar de un adulto era considerada bastante buena. Debe de haber pocas personas que me puedan superar. Llegué a la ciudad al cabo de tres horas. Me sorprendí no tanto por mi velocidad, sino por mi resistencia. ¿Cuánto recorrí a máxima velocidad sin descansar? ¿Sesenta kilómetros? ¿Setenta kilómetros? Aunque hayan sido cuarenta, recorrer esa distancia corriendo y sin descansar sin terminar agotado. Apenas había sudor en mi frente.

De cualquier manera, ahora estaba en la ciudad. El primer escalón para convertirme en un mago. Volteé a ver mi ropa. Si de por sí no me veía muy bien antes, ahora estoy cubierto de polvo. Mis zapatos están casi deshechos, también. Solo porque pueda correr a máxima velocidad en un terreno escarpado no significa que deba hacerlo. A resumidas cuentas, parecía el hijo abandonado de un vagabundo alcohólico. En una ciudad, siempre te tratarán de la manera en la que te vez, esto también aplica para la nobleza. No importaría si fuera el primer hijo de un duque, si estuviera vestido de esta manera nadie daría ni una moneda de hierro por mí. Afortunadamente, tengo la bolsa del maestro. Sigilosamente metí la mano a mi capa y abrí la bolsa, sacando únicamente dos monedas de plata. Recorrí toda la ciudad buscando una posada que cumpliera con los requisitos. Tenía que ser un punto intermedio en cuanto a estándar. Las posadas de élite no dudarían ni un segundo en echarme a la calle apenas tocara el picaporte de la puerta principal y las de muy baja calidad no dudarían ni un segundo en quitarme todas mis posesiones al apenas verme. No, tenía que estar en el medio. Después de unos cuantos minutos de buscar encontré el lugar perfecto. Era llamada la Posada de Mil Mareas. Era una posada estándar de dos pisos. Había un bardo tocando por momentos y muchos marineros bebiendo, aunque también había gente común y corriente y hasta me pareció ver uno que otro noble menor. En la barra del mostrador había un hombre ya muy anciano. Se podía mover con dificultad su metódico movimiento de muñeca al limpiar un vaso era muy rígido. Sin embargo, su amplia sonrisa me hizo creer que el anciano no era una de esas personas que me robarían.

—Buenas noches, señor…— dije esperando a que completara la oración. El anciano pareció notarme al escuchar estas palabras y me miró por un segundo, lástima y tristeza evidentes en su rostro.

—Soy Byr, hijo. Lo siento, pero no tenemos sobras o algo para darte, la noche ha estado muy bulliciosa con La Dama de las Mareas Terrenales en nuestro puerto. — dijo Byr con evidente remordimiento en su cara.

—Señor Byr, no estoy pidiendo caridad— dije con una sonrisa un poco avergonzada en mi rostro. —, quiero rentar una habitación por dos noches, comidas incluidas. — dije mientras deslizaba una moneda de plata por el mostrador.

—Oye, niño… No robaste esto, ¿cierto? No me quiero meter en problemas por hospedar a un criminal…— dijo Byr con cierto recelo en su rostro. Aunque era entendible, me irritó un poco.

—No robé nada, Byr. Mi nombre es Zekke Belverd. Hijo primogénito del Barón Belverd, al sur de aquí. — Aunque el nombre de un barón no era mucho, poseía un cierto nivel de poder en posadas pequeñas como esta. —He venido a abordar la Dama de las Mareas Terrenales y me he perdido en el camino, ocasionando que mi ropa terminara en este estado. — dije mientras con un ademán señalaba mi vestimenta. — Así que, por favor, deme una habitación y una comida. — La duda en los ojos de Byr era obvia, pero decidió que era mejor no arriesgarse.

—Mis disculpas, joven Belverd. De inmediato de traeré la cena de esta noche. Es estofado de cerdo con avellanas, verduras a la mantequilla y pan negro. Cuando termine de comer lo vendrá alguien a acompañarlo a su habitación. — dijo Byr en tono formal, pero abrió los ojos antes de agregar— Aunque respecto al pago… la tarifa es de tres bronces por noche, pero con toda la gente en el puerto me temo que ha subido a ocho. En cuanto a los alimentos, la cena de hoy y mañana, comida de mañana y desayuno de mañana y el día siguiente suman cinco comidas, cada una cuesta tres bronces. En total, serían dos platas y un bronce, joven Belverd. — parecía ser otra manera de asegurarse de que no hubiera robado el dinero, pero no me importaba. Saqué otras dos monedas de plata de mi bolsillo y las dejé en el contador. El rostro de Byr cambió brevemente a uno de sorpresa, pero recuperó su compostura muy pronto. Sonrió amablemente y me entregó catorce bronces.

—Disculpe, ¿puede cambiar uno de esos bronces por cobres y uno de esos cobres por veinte hierros? Si no me equivoco, deberían de ser trece bronces, nueve cobres y veinte hierros. — dije un poco juguetón. —Planeo comprar algunas cosas mañana y es mejor tener monedas pequeñas a la mano. — respondí con una sonrisa. Byr me entregó las monedas y poco después recibí mi comida. No estaba mal, pero era comida de una posada de clase media, después de todo. Al terminar de comer una mujer con apenas visibles arrugas en su rostro me llevó a mi habitación. Era bastante grande, pero se veía muy vacía solo con una cama, un armario y un buró. Después de pensar un poco mis planes para el día siguiente, me quité toda la ropa y tomé un pequeño baño que se había preparado con anticipación a mi pedido. Aparte del agua para el baño, también solicité un recipiente con capacidad para cincuenta litros de agua lleno, que estaba descansando junto a la bañera. Después de quitarme la ropa solo quedaban los vendajes que el maestro Iamos había aplicado. Quité capa por capa para dejar al descubierto el sello que había mencionado. Se trataba de una estructura simple compuesta por tres espirales que convergían justo por encima de mi ombligo. Según el gran maestro, cuando llegara al rango de aprendiz podría romper el sello. —Aún necesito averiguar muchas cosas y hacerme más fuerte, solo cuando eso suceda podré cumplir las expectativas de mamá y el maestro Iamos. — Arrojé todas las prendas a dicho recipiente, una capa de color gris inmediatamente cubrió el agua. Lo mismo pasó cuando me sumergí en la bañera, la vida del viajero tiene pocas comodidades. Después de quitar toda la suciedad que pude de mi cuerpo y de mi ropa, me acosté pensando en la lista de cosas que necesitaba comprar el día siguiente. Falta día y medio para que La Dama de las Mareas Terrenales zarpe, así que tengo tiempo para disfrutar.

avataravatar
Next chapter