Los amantes permanecieron en esa hermosa posición mientras la música de otro mundo tocaba con la luz de la luna iluminándolos bajo su tenue resplandor.
Jin Liwei se sentó al lado de su niña pequeña, admirando su belleza y sus gráciles dedos saltando, golpeando, bailando y acariciando las teclas del piano. Era casi increíble el tipo de música que podía producir.
La música que ella estaba tocando actualmente hacía temblar, doler y alegrar su corazón, y también removía su alma. Se sentía muy personal, como si pudiera sentir directamente sus emociones como si fueran las suyas propias.
Era como magia.
Ella era mágica. Y ella era suya.
Cuando las últimas notas de su música se desvanecieron en la noche, solo hubo silencio. Solo los suaves sonidos de su respiración y el latir de sus corazones se podían escuchar en la habitación iluminada por la luna.
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