1 Sigo en la pesadilla

Hace mucho que no soñaba con esto, mas que un sueño es una horrorosa pesadilla, que lamentablemente, es un inolvidable recuerdo que creí haber enterrado en lo profundo de mi mente.

Ya caía la fría noche, estaba comenzando a nevar y estaba exausta despues de un arduo dia de trabajo en el campo ayudando a mi querida madre; aún con el estomago vacio fuí directo a la cama, apenas y podía mantenerme en pie por el arduo esfuerzo; aun siento el dolor por la ausencia de mi padre, si prestaba atención en las noches podía escuchar a mi madre sufriendo en soledad, nada nos podría haber preparado para su pérdida. Hacía ya un mes que nos había dejado, todo el pueblo estaba consternado cuando lo encontraron, habían pasado ya tres días desde el inicio de la cazería, padre nunca pasaba más de una noche en el bosque y nadie de su grupo de caza habia vuelto aún; de casualidad uno de los leñadores encontró un rastro de sangre, siguiendolo pudieron encontrar los restos de los tres desdichados que lo acompañaban, pero el horror se hizo presente cuando dieron con lo que creyeron que era mi padre. Una escena grotesca entre la entrada de una cueva y los árboles circundante, la tierra manchada de sangre, de los árboles colgaban retazos de los que parecia ser carne, pues hasta las hojas de los árboles ya se confundían con partes cercenadas; sólo quedo su daga de desuello y restos de su arco para identificar que aquel gran desastre alguna vez fué él.

Maldita la hora que inició esa expedición de caza, todo para probar su palabra a los idiotas del pueblo, si tan sólo le hubiesen creído, si no lo hubiesen ridiculizado; él sabia la verdad, sabía que aquel animal al que dió muerte noches atrás por merodear cerca del pueblo era un huargo... ¿por qué tenía que demostrarselos?, era lo suficientemente capaz de mantener a su familia a salvo, porqué no los dejo en su ignorancia.

Por ese tonto orgullo nos quedamos solas, mi madre estaba aterrada, ella conocía la naturaleza de los huargos. Bestias magníficas, similares a lobos pero los superan con creces en tamaño y fuerza, cazaban tanto en manada como en solitario, cuentan las leyendas que son astutos y poseen fuertes lazos por los integrantes de sus manadas, nunca dejan a ninguno atrás y por esta peculiaridad eran profundamente vengativos, jamás dejaban con vida a quien les haya hecho daño.

Esa noche invernal fue más fría que nunca, estaba cayendo una suave nevada, como si fuese el preludio de lo que estaba por suceder, apenas se podía distinguir algo en el exterior, escuchamos aullidos acercandose, mientras más tiempo pasaba se acercaban y aumentaban en número, mamá me oculto con una manta hecha con la piel del maldito que desencadenó todo esto, estaba aterrada pero confiaba en mi madre, me observó un momento con sus ojos llorosos y con voz temblorosa dijo : Ellos estan cerca, ocultate y no hagas ruido, al amanecer ve con la daga al pueblo- al decir esto mientras me acunaba me entrego la daga de mi padre y una carta - Ve con el mercader, te llevará a la ciudad en su caravana y te ayudará a buscar a mi hermano, el sello grabado en la hoa de la daga es de mi familia. Te servirá como escudo.

Con su mano fria y temblorosa acaricio mi mejilla y beso mi frente. Ella sabía que no sobreviviría esa noche, cerro el baúl en el que me ocultó. Escuche como trabó la puerta de la habitación y reino un silencio sepulcral, no se escuchaba ni siquiera el sónido de los buhos; con respiracion agitada escuchaba a mi madre en la otra habitación, parecia que el tiempo se habia detenido, el terror no me dejaba conciliar el sueño, trataba de tranquilizarme susurrando que todo estaría bien; no sé en qué momento logre dormir. Los quejidos de mi madre me trajeron devuelta a la oscuridad de aquel baúl, sus palabras hicieron eco en mi mente al escuchar las pisadas resquefrajando la madera del suelo, tape mi boca con mis manos para impedir que saliera sonido alguno, creo que nunca podré olvidar el sónido de su carne siendo desgarrada y sus huesos siendo destrozados, ese maldito la estaba deborando viva, no se cuanto tiempo duró realmente, para mi fué una eternidad. de pronto ya no se escuchaba nada, como si todo hubiese sido una ilusión, estaba todo tan apacible que por un momento creí que nada de lo que había escuchado era real, el sufrimiento de la madera rasgo el silencio, con cada paso que daba la bestia la madera chillaba bajos su patas y su garras astillaban todo a su paso, por el sonido supe que me estaba buscando, repentinamente se detuvo, escuche un fuerte golpe en la puerta de la habitación, otro más y otro, con cada golpe me aferraba a mi misma esperando que se detuviera y se marchace; la vieja puerta de madera resistió mas de lo que cualquiera creería, escuche como caminó por todo el dormitorio, pasó tan cerca de mi que sentí su respiración, un escalofrío recorrio mi cuerpo, apestaba a sangre; fué en ese momento que entendí que no volvería a ver la amable sonrisa de mi madre...

Parecía que se había marchado, ya no podia oírlo o quizás ya no era capáz de soportar su presencia, un fuerte aullido me trajo de vuelta a la pesadilla, sentía que me explotaría la cabeza, aquel lamento terminó por desgarrar mi alma y mi mente para luego perderse en la profundidad de la noche. En el silencio, sentí como se voluntad se quebrara y estalle en un llanto descontrolado, no sé cuanto tiempo lloré, no me di cuenta que ya había amanecido, seguía en mi escondite aferrandome a lo poco que mi madre dejó para mi; escuche voces fuera de la casa, eran algunas personas del pueblo, grité tan fuerte como pude pues no era capaz de abrir el baúl, no quería confirmar la imagen en mi cabeza, no podría soportarlo, aún resonaba en mis oídos aquel lamento y la respiración de la criatura.

- Por Dios Santo!! esto es terrible.-dijo horrorisado uno de los hombres, ni siquiera puedo recordar su rostro- Cubranla!; exclamó horrorizado; ningún niño debería ver algo así.

Pude ver parte de las ropas desgarradas de mi madre bañadas en sangre, jamáz olvidaré esa imágen ni el olor a sangre que impregnaba todo el lugar, aunque apenas y puedo recordar ya su rostro.

-¿A dónde la llevo?, preguntó con voz temblorosa el jóven que me sostenia en sus brazos; llevala a mi casa, hay que averiguar que pasó. El jefe de la aldea aún no podía creer lo que veía.

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