2 el camino a una posibilidad

Cuando me llevaron a la aldea, el jefe llamó a una reunión para informar y discutir lo que había sucedido anoche en mi hogar. No tomó mucho tiempo que se reunieran junto al fuego; él jefe comenzó hablando del ataque, que mi madre no había sobrevivido,él temía por la seguridad de la aldea, anunció que al parecer se trató de una sola bestia, pero no podía asegurarlo, ya que es de conocimiento que los lobos no cazan en solitario. Cuando escuche eso, sentí como la sangre me hervía por dentro, ¡¿un lobo?!...un sólo lobo no sería capaz de hacer tal cosa, ¡FUÉ UN HUARGO!, grité, todos voltearon a verme conteniendo el aire, el jefe me tomó del hombro y replicó:

No digas tonterías, ellos se extingieron, hace generaciones que se vió el último... y lo que viene conn ellos nunca es nada bueno. Me dijo con cara de preocupación, no la tomen en serio, es muy jóven aún y esta confundida después de lo que tuvo que vivir anoche.

Todos se miraban entre ellos y murmuraban por lo bajo, se sentía el miedo en el aire. Sentía que explotaría mi corazón de ira, no entendía porqué se negaban a aceptar la verdad, no sabía qué les producía tanto terror, no eran capaces si quiera de mencionar la palabra "huargo", se sentía casi como si fuera a caerles una maldición si lo hicieran. En mi enojo y frustración, no noté en que momento la conversación había pasado de la seguridad de la aldea a quién se haría cargo de mi, los ancianos alegaban que no podían dejar a una niña de 10 años a su suerte, pero aquellos que podrían hacerse cargo se escusaban en su falta de recursos, lo cierto era que no tenia mucho que ofrecer y por eso nadie mostró ni un poco de interés en mi.

Ya más calmada, me escabullí de esa tediosa discusión, sabía que nadie querría adoptarme; asi que, recordando lo que dijo mi madre, fuí en busca del mercader; recorrí el mismo camino que hice tantan veces junto a mi padre cuando lo acompañé a vender pieles y otras cosas en el pasado. No tardé mucho en dar con la tienda, era pequeña pero con suficiente espacio para la aldea, él estaba tras el mostrador, no era alto ni fornido, tenía un cuerpo redondeado y vestía ropas finas, ante mí se veía como un noble, mostró gran sorpresa y pesar al verme entrar sola; me acerqué con timidez y con una voz apenas audible comence a hablar.

Se... señor, tengo que pedirle ... un favor... po... ¿ podría llevarme a la ciudad?. Estaba asustada de una respuesta negativa. Por supuesto niña, partiré en tres días, sospecho que no puedes quedarte en tu hogar, si pasó lo que temía tu madre es imposible que puedas volver. dijo mientras se le ensombrecía el rostro. Ella hizo un trato conmigo, no tienes de qué preocuparte; pareciera que habia previsto su final; te puedes quedar aquí mientras tanto y debo entregarte unas cosas.

Se acerco a mi con cuidado y me pidío que lo siguiera, me dijo que, algunos días antes mi madre le dió varios artículos de valor como pago por adelantado para que me ayudase en caso de que a ella le ocurriera algo. Me llevó a una pequeña habitación en la parte de atrás de la tienda ( que tambien era su hogar), había algunos cambios de ropa y otros artículos personales. Me pidió que mientras esperara que avanzara el tiempo, le ayudara con algunos quehaceres y tareas propias de la tienda.

Antes de notarlo ya habían pasado los tres dias, estaba tan emocionada por el viaje que desperté antes que el sol y fuí a ayudar a preparar los caballos y el carro. Mientras ayudaba en el establo escuché al mercader :

- ¿Estas segura de ir a la ciudad?, nada te asegura que lo pases mejor allá. Me dijo con preocupación. Siempre puedes quedarte aquí, estoy envejenciendo y a veces necesito ayuda en la tienda, además podrías volverte mi aprendiz.

Me volteé para verlo, luego de pensarlo por un momento, rechacé su ofertacon amabilidad, quería cumplir el último deseo de mi madre; iría a la ciudad sin importar qué y buscaría a su hermano. El mercader me dió una manzana y se marchó.

Casi al medio día partimos de la aldea en la caravana, nos acompañaba el asistente del mercader y un cazador que hacía de cochero y guardia, viajamos sin descanso ese dia, momentos después del anochecer llegamos a un pueblo en donde pasamos la noche, recuerdo haber estado tan cansada por el viaje que dormí a penas mi cabeza tocó la almohada. A la mañana siguiente desayunamos en la posada en la que habíamos pasado la noche, mientras comíamos escuchaba las conversaciones de los otros viajeros, de su charla aprendí cosas sobre el territorio donde vivía, es un ducado que está en el norte del reino, si bien es vasto en terrenos la población es baja, ya que gran parte son bosques y montañas, las estaciones suelen ser bastante frías y por eso no crecen muchas cosas para cosechar; qué el ducaco se mantiene gracias a las pieles exóticas de las bestias que habitan en lo profundo de los bosques y de los minerales y piedras raras que se extraen de las montañas; pero aún asi es poca la gente que se viene a vivir acá, a pesar de los buenos recursos y comerció, la vida sigue siendo dura.

Viajamos por otros tres días con la misma rutina, durante el viaje contemplé como se transformaba el paisaje a medida que avanzabamos al sur, vi como las zonas forestales abrían paso a extensas planicies, y como estas se transformaban en campos de cultivos cerca de los poblados. Cuando caía la cuarta noche pude ver la ciudad, la vista era alucinante, enormes murallas de piedra la resguardaban y estaba iluminada por artefactos mágicos, esa luz azulina de las piedras a cada lado de la entrada principal y en lo alto de los puestos de vigilancia en las murallas, era hermosa e hipnotizante.

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