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| La ultima Virgen de Manhattan |

• Jessica •

Caminé varias calles por el Harlem camino al apartamento de mi mejor amiga, la cual no veía desde la fiesta exclusiva de empresarios que había tenido donde se había revelado que el socio potencial de mi padre era el mismo hombre que me traía de los pelos.

Desde que habíamos vuelto de las Vegas, Mackenzie se comportaba extraña, avergonzada, confundida. Sabía que me ocultaba algo pero pretendía que fuese ella la que quisiera hablar al respecto.

Quería que confiara en mi, que pudiera abrirse a la posibilidad de poder decirme lo que le estaba sucediendo.  Yo de primera mano podría dar cátedra de lo que se sentía no estar segura de poder confiar en las personas, pero era algo que pretendía superar en algún momento de mi vida.

Abrí la puerta con el juego de repuesto que me había cedido ya hace mucho tiempo y la encontré recostada en el sofá de la sala con la vista en la televisión.

—¿Puedo saber qué haces un sábado a la tarde con la ropa de dormir puesta?

—¡Jessica, maldita seas! —gritó sobresaltandose —¡Me has asustado!.

Sus ojos grises me escrutaron con el ceño fruncido. Tenía un paquete vacío de frituras sobre el abdomen y muchas migajas en el rostro que la hacían ver tierna.

—¡Por lo menos tus funciones motrices estan activas, creía que no ya que no contestas el puto celular! —reclame.

—Lo siento —respondió —No me he sentido bien últimamente.

—¿Anímica, física o sentimentalmente? —pregunte.

—Las tres —susurro.

Me sentí terrible con su contestación. A mi amiga le estaba sucediendo algo y no tenía ni idea que podía ser. Apoye mi cartera en la mesa de junto y me puse en cuclillas frente a ella.

—¿Quieres contarme? —propuse.

—Prefiero no arruinar nuestra tarde —exclamó limpiando su rostro y haciéndome un lugar para que pueda recostarme a su lado.

—Bien, pero sabes que puedes contar conmigo para lo que sea. Jamás te juzgaré.

—Lo se, por eso te amo.

Sonrió, con aquella sonrisa que atraía a cualquiera. Incluso con esas ojeras oscuras bajo sus ojos se veía hermosa, era toda una preciosidad y por sobre todo era una gran amiga.

—¿Que veías? —intenté cambiar de tema.

—Querido Jhon —respondió —Channing Tattum se enamora de Amanda Seyfried pero como es soldado lo envían a diferentes misiones y se la pasan separados comunicándose por cartas.

—¡Deprimente!.

—Ella se comprometio con su mejor amigo porque tiene cancer y el padre de él muere —continuo.

Giré mi rostro con expresión desconcertada. Cuando estoy con los ánimos por el suelo lo que más me anima son las comedias, no las películas que se basan en tragedias.

—¿Por qué ves estas películas si te sientes fatal? —enarque una ceja intentando comprender la razón.

—Sinceramente, me recuerdan qué hay personas que tienen una vida más miserable que la mía.

Me estire con un suspiro. El extremismo era un rasgo muy particular que poseía Mackenzie Donovan, pero no le sucedía solo a ella, sino a la mayoría de las personas que estaban en una posición de privilegio.

Una vida miserable tenía una mujer que no podía alimentar a sus hijos, o un hombre que tuviera que trabajar demasiado para llegar a fin de mes. Alguien que luchaba contra el cancer o quizá incluso quienes habían sufrido algún tipo de abuso.

Muchas veces me sorprendía lo pequeños e insignificantes que eran mis problemas en comparación a cosas que debían enfrentar muchas personas y que quizá no tenían solución.

—Tu vida no es miserable, Mackenzie —masculle y pose mi vista en la pantalla de la televisión —¡La única película que me interesa de Channing es la que hace de stripper!.

—Asquerosa —hizo una mueca —¿Recuerdas cuando querías ser stripper?.

Ladee mi cabeza, emitiendo una sonrisa.

—Aún quiero —asegure —Debería practicar mis acrobacias en el tubo.

—La única vez que te subiste a eso aterrizaste con el cuerpo entero en el suelo. Todavía recuerdo a Nicolae preocupado queriendo llevarte al hospital mientras con Scott nos descostillabamos de risa.

De repente sentí ganas de vomitar, mi cabeza comenzó a procesar toda clase de recuerdos y mi garganta se cerró. Intenté simular que no me había afectado, no quería que mi amiga se preocupara.

—Lo recuerdo —respondí con voz entrecortada.

—Lo siento, Jess. No quise mencionarlos —exclamó mackenzie con expresión triste.

—Es algo superado —mentí—Duele, pero solo un poquito.

—¿Veras la película conmigo?.

Película de amor, dolor y cancer fulminante.

Supongo que debía hacer un esfuerzo si quería llevarla a la reunión que tendría en mi casa.

Se me había ocurrido invitar a Sienna a una noche de chicas. Quería incorporarla un poco al mundo y que hiciera amigos, ya que parecía de esas mujeres que se quedaban en sus casas los fines de semana mirando bridget jones, comiendo helado de ben&jerrys y leyendo esos libros que contienen algún romance cargado de cliché.

—Si cuando termine te vistes y vamos a mi casa. Vendrá Sienna y tendremos una noche de Mojitos y Daikirys.

—No lo se.

—No aceptaré un no por respuesta, así tenga que sacarte a rastras —amenace.

Exhalo el aire de sus pulmones y trato de reprimir una sonrisa.

—Está bien. Eres una pesadilla.

—Espero no dormirme con tu película, tanta historia de amor o me dará un pico de glucosa en sangre o me deprimiré. Todavía no me recupero de la película que me has hecho ver hace unas semanas.

—¿Yo antes de ti? Es una película hermosa.

—No dije que no lo fuera, solo dije que me deprimía.

Pasamos el resto de las siguientes horas comentando lo que nos había parecido la película y que hubiésemos hecho en el lugar de la protagonista. Mackenzie se permitió lagrimear en varias oportunidades y tuve que contener las risas tontas que amenazaban con salir. Estaba feliz de poder pasar tiempo con mi amiga después de tanto tiempo y no quería arruinarlo.

❤︎❤︎❤︎

Convencer a Mackenzie de llevarla a mi casa había sido toda una travesía, sobre todo después que le había comentado que Cassy pasaría a buscar a Sienna y nos veríamos en el pent house.

Cassidy Sparks nunca había sido de su agrado, pero podía presentir que había algo más por la manera en la cual su nerviosismo se hizo presente al mencionarla.

Algo sucedía y tenía que descubrir que era.

Mientras esperábamos, prepare tragos y dips mientras Mackenzie se dedicaba a poner música.

Había recibido varios mensajes de Stephen los cuales no había respondido e imaginaba lo que podría pasar por la cabeza de una persona que estaba acostumbrada a que le besaran los pies constantemente. Me divertía mucho hacerlo enfadar, casi tanto como a él le divertía el ponerme nerviosa.

Cuando las puertas del elevador se abrieron, Cassy camino hacia nosotras con su actitud tan excéntrica, llevando un espectacular vestido de cóctel en color azul marino con apliques de strass. Detrás de ella se asomó una cabellera rojiza, y no pude evitar sonreír al notar la expresión de sorpresa de Sienna con la que observaba toda la sala.

—Jess, tu casa es muy hermosa.

—Gracias. Ven, siéntate.

Fui a la cocina en busca de copas y al volver, encontré a mis amigas riendo a carcajadas y a Sienna con las mejillas del color de su cabello.

—¿De que se ríen tanto?

—Alex quiere dormir con Sienna —respondió Cassy.

—¡No es cierto! —gritó la pelirroja, bajando la mirada avergonzada.

—Alex quiere dormir con todas, cariño. Pareciera que solo sabe pensar con el miembro —respondí.

Cassy lanzó una carcajada. Ella había intimado varias veces con Alexander James, pero a pesar de aquello, se habían vuelto muy amigos. Ambos se ayudaban en la búsqueda de conquistas para el otro y al notar que su amigo había puesto sus ojos en la sirenita, intentaba de cualquier forma posible persuadirla.

—No puedes negarlo, es simpático, muy atractivo, es bueno en el sexo. No te vendría mal una revolcada con él para desestresarte —defendió al castaño.

—¿Como sabes que es bueno en... eso? —Sienna entrecerró los ojos —Es tu amigo, ¿Verdad?

—Linda, hay amigos y "amigos" —explicó haciendo el gesto de las comillas ante la expresión de desconcierto de Sienna.

—No comprendo.

—Significa que Cassy ya durmió con el —expresó Mackenzie bufando.

—Pero... si es tu novio ¿por qué me lo ofreces?.

Cassy se llevó la mano al pecho, simulando estar afligida. Mackenzie y yo nos miramos con complicidad, ninguna de nosotras podía entender la inocencia que manejaba Sienna.

—¡Aléjate, demonio! ¡No es mi novio!

—Han tenido sexo, eso haces con tu pareja —aseguró haciendo una mueca al darle un sorbo al trago que le tendí.

—No tiene que ser tu pareja estable para tener sexo. Solo basta con que dos personas quieran y ya, no tiene por qué haber amor de por medio —explique.

—¿Y por qué le dicen entonces "hacer el amor"?

Sentí nauseas. No había frase que me provocaba más incomodidad que decirle "Hacer el amor" al sexo. El mejor sexo era carnal, desenfrenado y salvaje, en el cual las palabras no hacían falta.

—¡Por Dios, Sienna! —gritó Cassy —¿De qué planeta has venido?

—Mis padres son religiosos y tienen una filosofia diferente respecto al... a eso —Sienna se sonrojó.

—Sexo. Llámalo como lo que es, de todos modos por alguna cosa irás al infierno —asegure.

Cassidy la observó pensativa durante un momento. Luego relajó las facciones y entorno esos grandes ojos color verde oscuro en dirección a la secretaría de mi padre.

—La única conclusión que puede quedarme de esta conversación, es que eres Virgen.

Sienna se atragantó con el maní. Tuve que darle varios golpeteos en la espalda para que dejara de toser. Había quedado expuesta en su totalidad.

—Yo... no, no lo soy. ¡Claro que no!

—¡Eres Virgen, maldita sea! —vociferó cassy —¡Debes ser la última en todo Nueva York!

—Déjenla tranquila —dije, apretando los labios para no reírme de la expresión horrorizada de la sirenita.

—¿No has sentido ese calor corporal que sube desde tus partes íntimas mientras te besas con alguien? —preguntó Mackenzie con curiosidad.

El calor de los besos apasionados, el juego previo al sexo y un hombre que supiera hacerte llegar al cielo con su cuerpo eran la gloria.

No pude evitar pensar en el tatuado. Era un cretino, engreído y obsesivo pero no podía negar que mi cuerpo reaccionaba cada vez que recordaba nuestra noche juntos.

—Si, pero quiero hacerlo con el amor de mi vida, casarme, tener hijos —respondió Sienna —Soy más de la vieja escuela.

—Cariño, si el amor de tu vida lo hace terrible, te arrepentirás de no haber disfrutado cuando tuviste tiempo —respondi alejando mis pensamientos, ella hizo una mueca graciosa —Ya sabes lo que dicen, ¡antes que se la coman los gusanos, que la prueben los humanos!

—Dijiste anteriormente que tenías algo con alguien, ¿Acaso se dan besos o se manosean como adolescentes? —Cassy todo su barbilla.

—¡Yo no hago eso!

—¡Pobre hombre, debe estar que explota! —gritó mi amiga, consiguiendo que Mackenzie y yo estalláramos en una carcajada —¡Su semen ya debe estar vencido, Sienna! ¡Ni se te ocurra tomarlo!

—¡Oh, por Dios!

—¿Como es que lo acepta? ¿Es mormón?

La pelirroja le dio otro sorbo a su trago, arrugando sus facciones. Estaba a la vista que no solía tomar alcohol, sus mejillas estaban rojas no solo por las declaraciones de mis amigas, sino también por culpa del vodka.

—Es una persona madura, sabe entender mis creencias religiosas.

—Las religiones solo existen para impedir el conocimiento, promover el miedo y la dependencia. Además el sexo alarga la vida —sonreí con amabilidad hacia ella.

No comprendía cuál era la razón por la cual negar lo bien que le hacía la intimidad a las personas. Los orgasmos desestresaban a las personas, las ponían de buen humor y ayudaban a liberar las tensiones acumuladas.

—Si fuera por eso tu serías inmortal, Jessica —vociferó Mackenzie. Le arroje un almohadón que fue a parar directo a su rostro.

—¡Ya es suficiente! —sentencie —¡Sienna no querrá concurrir más a nuestras reuniones por culpa de ustedes!

—¡Yo creo que deberíamos salir a festejar a la última Virgen de Manhattan! —dijo mi compañera de aventuras más que animada.

—¡Claro que si! Quien dice y te sacrificamos pero a unos dioses que saben de sexo... ¡los desnudistas! —secundó Mackenzie.

Sienna se horrorizó por milésima vez.

—No lo se... yo debería ir a casa.

—Claro que no, Jessica te prestara un vestido y quedarás lista para una noche de diversión —le tendió una copa de Champagne —¡Tomate esto, hasta el fondo y sin chistar!

Trago todo el contenido de la copa, y luego se observo. Llevaba un vestido azul hasta la rodilla de cuello estilo colonial y estampado a lunares. Encima de aquella pieza de la época antigua tenía un sweater color negro de mangas largas.

Muy tapado, demasiado.

—¿Que tiene de malo mi ropa?.

—Parece que vendes biblias, Sienna.

—No les hagas caso, estas bien vestida —les arrojo una mirada asesina a ambas —Pero para la discoteca te prestaré algo que saque a relucir ese hermoso cuerpo que tienes.

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Al llegar a la recepción del Standart Hotel, la meca de la vida nocturna en Manhattan, Sienna no evitó su sorpresa cuando pese a la enorme fila que esperaba fuera pasamos sin esperar siquiera un segundo. El hombre trajeado de seguridad apretó el número dieciocho del elevador para llevarnos directamente al rooftop.

Cuando las puertas se abrieron, lo que predominó nuestras vistas fue el ventanal inmenso que reflejaba la ciudad entera. Incluso hasta el río Hudson se podía apreciar desde los paneles de cristal de la discoteca. Del techo colgaban esferas de disco de todos los tamaños que relampagueaban con cada destello de luz que les alcanzaba. La música electrónica retumbaba en nuestros oídos.

—¿Hay una piscina en medio de la disco? —preguntó la sirenita estupefacta.

—Puedes meterte si quieres.

—¿Por qué tendrían una?

—Se llama "Le Bain" —respondió Cassy —Significa "El baño" en francés. En un rato la fiesta comenzará en la piscina.

La mayor parte de las personas se encontraban en la barra ancladas pidiendo sus tragos, nosotras habíamos optado por algo más reservado en el vip, el cual estaba sumido por la oscuridad y apenas podían apreciarse las paredes negras con vinilos decorativos en ellas. La única luz provenía de las velas en las mesitas y los celulares encendidos.

—Si subes un piso más, puedes admirar la ciudad desde afuera —explicó Mackenzie a la extasiada sienna que observaba todo con admiración.

—Le preguntaré a Theo si quiere acompañarnos.

Cassidy tomó su celular y tecleó para asegurarse que el moreno supiera donde estábamos. Tape su pantalla en señal de disconformidad, no me molestaba Theo, el era amable y divertido; pero su hermano era un acosador de primera que no sabía lo que significaba la palabra "NO".

—Cielo, mientras no se aparezca con su hermano. Bastante se la han hecho pesada a Sienna en mi casa, quiero que disfrute la noche.

—Quizá Alex sea el broche de oro —su voz sonó maliciosa.

—No, lo más probable es que tenga que huir de él toda la noche y termine pasándola mal —exclame.

No había nada peor que tener que escapar de alguien que te acosa constantemente. Nunca permitiría que Sienna transitara por algo similar, no era mi amiga y la conocía hacía muy poco, pero podía notar que era una buena persona.

—Bien, le dire que venga solo —mascullo, poniendo los ojos en blanco.

Después de varias copas de Champagne y sumado a lo que había ingerido en mi casa con las chicas, mi vejiga quería explotar, mi cuerpo estaba más relajado y la sonrisa no se borraba de mi rostro.

Cuando termine de orinar, mientras lavaba mis manos una voz conocida para mis oídos llamo mi atención.

—Tu.

Me di vuelta para encontrarme a la esposa de Edmund Hamilton, enfundada en un excéntrico vestido con estampado de reptil en color chocolate que se amoldaba a su cuerpo.

Era muy atractiva, el cabello negro le llegaba a los hombros, sus labios gruesos, mirada oscura y nariz perfilada le hacían un rostro bastante armonioso.

—Si, yo —dije, adoptando una actitud combativa.

Que me interceptara en el baño solo podía significar que iba a reclamarme alguna cosa. Quizá el hecho que hubiese dormido con su amante sea el tema principal de la conversación, sin contar el acoso que había sufrido de su esposo hace muchos años.

Extendió su mano hacia mi.

—Cheryl Hamilton.

—Se quien eres —dije, ignorando su saludo y volteando hacia el espejo para retocar mi labial rojo —Aún no olvido el pequeño incidente.

—Siento mucho eso. No te agradecí por haberme ayudado y no mencionar nada de lo que ha ocurrido.

Sonreí.

—Tranquila, no se de que hablas.

—Sabes que le gustas, ¿Verdad? —exclamó de repente.

—¿A quien?

—Además de mi esposo y mi hijastro... también a Stephen.

Y aquí vamos.

Apareció la esposa y amante celosa.

—Oh, escucha. Yo... —intenté hablar pero me interrumpió.

—Siempre me causó mucha curiosidad que era lo que Edmund había visto en ti. Sabía de su acoso, pero luego Ethan también cayó a tus pies, y ahora Stephen.

Me observó mientras intentaba investigar que era lo que tenía para haber atraído a sus hombres. No era mi culpa, generalmente era un tema de hombría. Yo era libre y los hombres anhelan la posesión, al sentir qué hay un desafío se sienten atraídos.

—Quizá hago muy buenos embrujos —le dedique una media sonrisa.

—Eres muy hermosa, Jessica. Y tienes como algo que incita a la perversion.

Su voz sonó dulce, mientas se acercó y tomó el mechón de cabello que se había colado sobre mi rostro. Entrecerré los ojos sintiéndome extraña, mi radar heterocurioso, como lo llamaba Scott, sentía que quizá la mujer estaba intentando ligar conmigo.

—¿Estás coqueteando conmigo? —pregunte.

—Puede que si... —susurro con su mirada en mis labios —Espero no ser yo quien termine obsesionada contigo.

Le eche un vistazo general. Era muy hermosa, tenía una belleza particular, podía entender la razón por la cual Stephen se la llevaba a la cama. Su cuerpo incitaba al pecado, y quizá con alguna copa más de alcohol podría llegar a estar interesada.

—Mientras no te enamores, cariño. Hace ya mucho tiempo enterré mi corazón —dije, guardando mi labial en la cartera.

—Pobre Stephen entonces.

—¿A qué te refieres?

—Yo me entiendo —dijo esbozando una sonrisa —Espero que nos veamos luego.

—Si no nos vemos, adiós.

Me acerqué a ella y dejé un beso en sus labios. Por un segundo contuvo su respiración pero al instante sonrió provocativamente mientras me observaba caminar hacia la salida del baño.

Stephen debería andar con cuidado, al parecer su amante sentía curiosidad y la curiosidad ajena era algo que en verdad disfrutaba mucho.

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