7 Radiante Voluntad

CAPITULO VII

—Quinto Circulo: Dones del Cielo.– Un humo negruzco pero ligero sale de su cuerpo, como de una inmensa fogata. Se para con la punta de sus pies, centrando toda la fuerza de su cuerpo en las piernas. Sus escamas se tornan de un color grisáceo como si perdieran fuerza y la de sus piernas brilla en escarlata.

Sigurd toma una postura erguida y se sostiene de pie con su espada. Sigrdrífa hace su mejor esfuerzo, recuperando el alma de Sigurd de los daños y aumentando su vitalidad que ha gastado en cada una de sus acciones.

Quetzalcoatl salta impulsado con solo un pie y la misma luz se distorsiona en su desplazamiento tan veloz, apareciendo en un resplandor humeante frente a Sigurd. Parece que el Dios puede acumular toda la fuerza que debería ejercer todo su cuerpo en movimiento, pero moviéndose solo lo necesario para un solo golpe. Su pierna diestra aumenta su musculatura como si todo el poder se presentará allí… En una patada.

Sigurd con su ojo de Ouróboros apenas se adaptaba a percibir aquellos movimientos imposibles que superan la luz. Sigurd había dividido su alma, disipando a sus otros yo que recolecta como trozos que encajan en un mismo ser. Recuperando vitalidad para volver a desgastar sus fuerzas en un instante solamente para detener el golpe con el filo de su espada en el lugar que considero más débil de la patada…

—¡Es lo que parece! El Dios ha logrado superarse más, mostrando poderes que nunca antes habíamos imaginado… ¡PENSAMOS POR UN MOMENTO QUE SU FILO ALCANZO LA DIVINIDAD! PERO ¡LA ESPADA DE SIGURD A SIDO QUEBRADA!– Como Heimdal farfullo, la hoja de Gram había sido quebrada, dejando una media luna en plena hoja…

Sigurd retrocedió en un instante una increíble distancia, sus pies arrastraron la roca del suelo destrozando el pavimento. El poder de Ouróboros que de Sigurd procede cambio con la muerte… Ya después de morir el tiempo no fue un complejo, alcanzó otra etapa; Sigurd usa su voluntad y alma como recurso para su poder, la única razón de que alcancé a los Dioses frente a frente. Pero, para nuestra desgracia, Sigurd se estaba agotando, su piel se puso pálida y arrogada, sus cabellos se teñían de blanco y bellos de pequeña barba aparecían en su rostro.

—¿Qué sucede? Parecías bastante interesante. Pero todo el trabajo era de tú amiga. Sí, lo noté, te uniste a una Valkiria. Ja, ja, ja, ¡es la única razón por la que sigues en pie! Debes estar corrompiéndote solo al intentar enfrentarme. Te podría perdonar la vida sí…– Sonría y se regocijaba en sus palabras, Quetzalcoatl estaba confiado y algo alterado por la situación, pero lo acallaron con un aplacante corte.

Sigurd apareció en distintas posturas con la hoja apuntando al cuello, brazos y piernas de Quetzalcoatl, justo por la parte rota que ahora hace una media luna que se reparó tomando estilo del arma.

Las escamas del Dios se tornaron doradas nuevamente, eso solo podía significar una cosa.

—Cuarto Circulo: Escudo del Sol.

La media luna ahora tenía su propio filo, un filo divino, intentando desmembrar a Quetzalcoatl que ahora permanecía inmóvil en esa forma templada, como si se hubiese bañado en oro y luz solar. Aguantando los cortes y jalones de los cinco Sigurd.

—Cofff, cofff, bloqueas cualquier daño con eso… Pero eres incapaz de moverte ahora, ¿verdad?– Sonríe Sigurd que comienza a aclarar su garganta tras ser quemada, apenas podía recuperar sus fuerzas de aquéllas heridas.

Haciendo sus manos puños, golpeando la baranda de emoción al ver el espectáculo. El rostro de Brunhild parece abultado de la emoción sonriendo de oreja a oreja.

—¡ESO ES! La humanidad puede enfrentar a los Dioses.

Geir titubeaba sin poder dejar salir las palabras del asombro por los eventos que presencia, no era ella sola; todo el público, desde los dioses hasta los humanos se encontraban en silencio… Callados por el poder de un humano.

Sigurd traga salida de grueso, apuntando su espada a lo que parece una estatua de Quetzalcoatl que no podía moverse, los golpes y jalones contra está ni le inmutaban, pero era seguro que gastaba sus energías continuamente en ello… No podía estar toda la vida tras de un escudo.

—Séptimo Cielo: Revolución Del Cielo…– Murmuro para él… En un instante los cinco que lo sostenían y el sexto al frente (parece ser el principal) son golpeados en sus brazos que son empujados obligando a apartar sus espadas… Quetzalcoatl arrojó seis golpes en un solo instante, ignorando el tiempo de entre ellos…

—¿Cómo..? ¡Ja, ja, ja! Dios-sama, tienes muchos trucos interesantes, ¡eh! Parece que me has estado ocultando muchas cosas.– La sonrisa de Sigurd no se borraba, parece que ni él pudo tan siquiera ver lo sucedido, no era solo velocidad, era la fuerza y destreza de cada movimiento que iba más allá del tiempo entre cada golpes. Sorprendiendo al humano.

—No me iba a quedar de brazos cruzados… Todavía debo enseñarte una o dos cosas de humildad.– Quetzalcoatl no tardó mucho en apartarse, de pie a una buena distancia del adversario.

—Pero te estás agotando, ¿verdad? Cada movimiento extravagante esos que haces te desgastan más y más. Cuando usaste el escudo del sol ese antes, ni siquiera podía tocarte… Ahora podía jalar tú piel, pese a no herirte.– Las canas de Sigurd aumentaron en su pelo negro, pero parecía que sus heridas ya sanaban y su voluntad se engrandecía con el desafío que ahora le presentaba al Dios… el Dios que ahora anda con una calma en la mirada que causa más terror que gracia.

—Sólo dime una cosa… ¿Por qué los humanos desprecian todo lo que se les da? Les di conocimiento, una vida sustentable y mi ayuda, solo para dañar todo mi honor en un arrebato de envidia.– Le preguntó a Sigurd, viéndose una mirada sincera en los ojos del Dios.

Sigurd apretó los dientes y respondió con una sonrisa. Se arrojó a la batalla, de frente al Dios, blandiendo su espada con ambas manos.

—Les dimos la capacidad de evolucionar y razonar, permitimos ser semejantes a los dioses…y aún así, no dejan de actuar como animales.– Quetzalcoatl muestra un inherente gesto de decepción.

Siguiendo los movimientos de Sigurd, que iban cada vez más veloz, más rápido como nunca antes… No lo suficiente, pensó Quetzalcoatl que podía seguirle el ritmo. Cuando la espada se acercaba a cortar, el Dios analizo los alrededores y se dio cuenta que todo estaba centrado en ese simple golpe.

—Tan irracional… ¡Primer Círculo: Movimiento Inmóvil!– Suscito. Podía ver el corte, centrándose en ese punto y siendo más veloz, se movió sobre sí mismo y corte, efectivamente, atravesó sin hacerle el menor daño. Un solo golpe tardío era imposible que dañara a la deidad.

Pero… En un arrebató, sus tripas salieron de su abdomen abierto por un corte. Una línea de sangre salió por su boca y sus ojos se tornaron desesperados. Con una mano tomo sus tripas que salieron volando y las empujo de vuelta.

Un corte se dirigió al cuello de Quetzalcoatl, apenas fue capaz de eludirlo.

—¡SEXTO CIRCULO: JOYA DEL CIELO!– En un arrebato de rabia, hizo un vaivén con su mano y la gravedad causo un empujón extremo, apartando a Sigurd. El Dios rápidamente tomo distancia.

—Tercer circulo: Apertura del Astro– Hace un estallido de poder y calor como un sol golpeando su abdomen… El calor y la presión cauterizan su herida. El daño era grave y seguro una herida interna como esa podría ser letal con el tiempo, pero como todo un Dios podría vivir con ello sin mucho problema, era mejor que perder fuerzas desangrándose.

Quedando una cicatriz en su abdomen de lo quemado. Su cuerpo se torna más corpulento y las plumas en su espalda se levantan, como si tuvieran vida y rodearan hasta sus hombros. Quetzalcoatl respira hondo para aguantar el dolor.

—¡Tarde décadas en poder lanzar un golpe tras otro ignorando el tiempo! Y tú, ¡tú bastardo humano! ¡Lanzas una sucesión de tres en tú primer intento!– Era verdad… No se podía notar al principio, todo sucedió demasiado rápido. Sigurd había cortado en forma de "X" el abdomen del Dios con dos cortes, a parte del lanzado como finta.

—Vamos… Creo que tres es mi límite, por ahora; tengo que admitir que es algo difícil. Pero, creo que te asustas de más. Dios-sama, todavía tenemos tiempo para jugar otro rato.– La piel de Sigurd se torna más roja y sus pelos terminan de tornarse plateado.

—¡DIOS A SIDO HERIDO!¡ES LA PRIMERA VEZ QUE VEMOS AUN HUMANO CAUSAR SEMEJANTE DAÑO A UN DIOS! ¡¿ESTO SERÁ UN ENGAÑO?! Está confrontación ya no es ninguna broma.– Exclama Heimdal con cierto temblor en la voz, algo… asustado.

—Cada vez es más interesante… Me preguntó cómo no estalla su corazón.– Murmuraba Anu.

—¿Su corazón?– Preguntó Zeus con un gesto de incomprensión.

—Sí… Ahora mismo se está llevando al límite, está latiendo miles… Quizás su corazón late millones de veces más de lo que debería. Debió explotar hace rato. Es como si años de oxigenarse y palpitar, de golpe desembocaran.

Tras la explicación que ofrece Anu, que muy acertada; Sigurd estaba acelerando su corazón, haciendo que fluya su sangre y se oxigene al punto de permitir alcanzar nuevos potenciales físicos. Sigrfrída ahora se agotaba trabajando en cada ladito, controlando y sanando el corazón que pareciera fuera a estallar, solo soportado por ser… el corazón de un dragón.

La esclerótica de Sigurd se torna roja, las venas comienzan a remarcarse más entre las cicatrices de su forrada piel de dragón. Se lanza a atacar de inmediato contra Quetzalcoatl que le sigue el paso, intercambiando golpes y cortes continuos.

—¿P-Por qué no se divide en más como antes?– Preguntó Geir con ingenuidad.

—No puede… Lo está dando todo en este momento. No sólo él, Sigrdrífa está luchando con todo lo que tiene, si diviera su alma… seguramente moriría ante la presión.– Le respondió Brunhild que sudaba por la tensión.

Cada corte y cada golpe era sin lugar a duda devastador, el campo a su alrededor se despejaba de polvo y se agrietaba. El Dios era ligeramente cortado y Sigurd fue golpeado en múltiples ocasiones, absorbiendo el golpe y parece que su sangre que fluía con rapidez; evitaba los moretones que sanaba.

—¡Me estoy cansando de ti!– Proclamó Quetzalcaotl, atacando con su mejor combinación.

—Marte-Júpiter-Saturno: Lluvia de Fuego estelar.– Dándolo todo en ese instante. Utilizando una combinación del séptimo círculo: revolución del cielo, arrojando hasta siete golpes al mismo tiempo.

Usando el sexto círculo: Joya del Cielo, atrayendo el cuerpo de Sigurd por medios gravitaciones hacía sus puñetazos.

Con el Quinto círculo: Dones del Cielo, todos sus golpes concentraban toda su fuerza en un solo punto explosivo.

Todos y cada uno de los golpes impactó en el cuerpo de Sigurd, una presión que podría hacer temblar al sistema solar y con una sucesión inesquivable… Sigurd escupía sangre mezclada con saliva, mientras sus brazos, piernas, estomago, pecho y rostro, se aplastaban por los golpes, rompiendo sus huesos, abriendo heridas y causando daños contundentes en su interior. Apenas podía sostener su sonrisa…

Sigurd cayó al suelo con humo saliendo de los cráteres que eran las heridas en su cuerpo.

—¡No! ¡Malditos bastardos!– Exclamó Brunhild furiosa.

Quetzalcoalt retrocedió unos pasos y apenas aguantaba estar de pie con aquél cansancio que cargaba.

—Ahora sí puedes cantar victoria… No tuve que ir con todo al final, ¡Já!– Sintiéndose orgulloso de cada instante. Heimdal estaba por proclamarlo vencedor.

Sigurd se puso de pie, sostenido por la espada, sus piernas rotas apenas le hacían de apoyo.

—¡SIGURD!– Gritó Geir por la emoción, llorando tras pensar que ya era el final.

—Perdón por la demora… Creo que no respondí antes a tú pregunta. ¿Por qué los humanos somos así? Bien… No lo sé. Lo único que sé es que somos tercos. Voy a soportar todas las palizas y lucharé por lo que me es correcto.– Continúo Sigurd, todos atentos a sus palabras. –Todos toman sus caminos, tal vez no lo creas y te disguste; pero no todos los humanos somos malos… Ahora mismo solo sé, que lucharé y te acabaré.

Su sonrisa fue más radiante que los golpes que ha recibido. Arrastrando su espada, acercándose al Dios para seguir luchando. La sangre de las heridas salían casi a chorros, su corazón sobreexplotado hacía fluir igual de rápido la sangre fuera del cuerpo.

Algunos hombres y mujeres sollozaron con sus palabras, allí estaban sentados en el estadio la gente de Tollan, viendo a su Dios y dando sus alabanzas entre lágrimas… mostrando su afecto de generaciones, que muchos ni por décadas extinguieron su fe.

Quetzalcoatl vio al público y ensombreció la mirada.

—Espero me perdonen… pero no puedo perder aquí. ¡Octavo Círculo: Vía Láctea!– Así fue como Quetzalcoatl tomo la forma de un Dios, sus escamas en un espiral de colores torno la galaxia y sus plumas se tiñeron de dorado. Se agazapo contra Sigurd en un aleteo, con elegancia extendiendo sus manos y sacudiendo sus plumajes; una gran cantidad de sus plumas se arrojaban contra Sigurd, con la fuerza que podría hacer temblar una galaxia y un filo impensable, pudiendo controlar su dirección… El humano seguía luchando, apenas evitando las plumas que causaban todo tipo de cortes en su cuerpo, finalmente acercándose y con todas sus fuerzas lanzando una sucesión de ocho cortes al mismo tiempo.

Quetzalcoatl contrarresto cada golpe, al usar el octavo círculo podía utilizar el doble de poder de todos los demás, con el séptimo y el primero, parecía no moverse mientras bloqueo cada uno en un parpadeo… Tomando sus plumas que se extendieron como espadas.

Desapareció de la vista y el Dios se muestra al otro lado de la plataforma, sin las plumas en las manos. El corazón de Sigurd estallaba traspasado con las plumas.

La musculatura de Quetzalcoatl se desvaneció, sus plumajes se cayeron y sus escamas parecían ser reemplazadas por piel. Sus fuerzas decantaron y apenas podía estar de piel. Sigurd por su parte volteo a mirarle, aguantando con su último aliento.

—Estuvo bien, ¿no te parece? Quetzalcoatl… Espero no haber dicho mal tú nombre, ja, ja, ja…– Comenzando a desvanecerse su cuerpo entre polvo de estrella y la Valkirie se proyectó un instante abrazando el alma del caballero… Infundiéndose en las estrellas.

—Tengo que agradecértelo…– Sonríe y su gesto de decepción al ver a los humanos, se transformó en algo ligeramente afectuoso, sumido entre tristeza.

Brunhild se quedó callada, bajo la mirada y camino por el pasillo alejándose del lugar inmediatamente. Geir cae de rodillas mirando otro rato.

—¡AQUÍ ACABA EL PRIMER COMBATE DEL RAGNAROK! EL GANADOR ES… ¡¡¡QUETZALCOATL!!! ¡EL MÁS RADIANTE DIOS!– Por fin sentenció Heimdal, dando fin al primer combate del Ragnarok.

—Vaya… Nunca pensé que fuera tan divertido. Se suponía que debía morir al nacer. Me dio mucho más entretenimiento del que pensé.– Dice un hombre de contextura delgada, pelo pintado de verde y morado, con amplios zapatos con cierta curvatura en la punta, vestido con un traje de cuero negro y una bufanda purpura.

—Tus obras no me causan ninguna gracia, Loki.– Le dice Odin que queda en silencio y procede a retirarse del lugar.

—Vamos… No seas aburrido, viejo. Ja, ja, ja.

Geir va detrás de Brunhild, buscándola. Llegando a una sala donde se encuentra Brunhild sentada, apoyando sus manos entrelazadas frente a sus labios, mirando una inmensa pantalla donde se muestra una gran lista con nombres.

—¿E-Eso es..?– Dice Geir algo espantada.

—Sí… La lista de los participantes del Ragnarok. Debemos prepararnos para lo que se avecina… Los Dioses van en serio.– Dice Brunhild que parece no pensar en la muerte del que alguna vez fue su amado, concentrándose en lo que se avecina contra la humanidad.

LISTA DEL RAGNAROK~

DIOSES:

Avalokitesvara

Emperador de Jade

Hades

Ra

Indra

Wiracocha

Rama

Deimos

Quetzalcoatl

Manannám Mac Lir

Astaroth

Anu

Takemikazuchi

HUMANOS:

Aquiles

Yamato Takeru

Honda Tadakatsu

Morohei Ueshiba

Bobby Fischer

Indrajit

Alister Crowley

Sigurd

Sócrates

Vlad El Empalador

Guan Yu

Miguel Grau

Galahad

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