6 Especial: Asesino de Dragones II

Capítulo VI

El dragón respiraba forzado, estaba agotado, su corazón no paraba de palpitar, no podía seguir escupiendo fuego, su sangre se evaporaba del calor.

—Tengo que admitir… Eres increíble, nunca pensé que un humano me llevaría a estos extremos. Debo tomar una larga siesta…– El dragón necesitaba recuperarse.

Sigurd… Se levantaba. Pudo morir, pero su tiempo de vida le decía que no era el final, seguía gastando cada vez más, ¡Acortando su vida para mantenerse vivo!

Ya 237años… Sigurd perdió ese tiempo de vida en esta extenuante batalla, pero ahora era más fuerte que nunca. No solo su fortaleza física y mental, su cuerpo había crecido y quedaban cicatrices de la piel de dragón que ahora era suya. Tosía rezagado. —Vamos, todavía no he muerto.–

Un segundo Sigurd se revela, ambos tenían su cuerpo exactamente en las mismas condiciones, su apariencia parecía ya de 23años fácilmente, creciendo varios años en este corto plazo de tiempo.

Tomaban aire y se lanzaban a confrontar al dragón, la mirada de determinación de ambos era evidente, ni siquiera el dragón pensó que llegaría a estos extremos, ya no podía escupir fuego, solo podía luchar con sus garras útiles.

Una escena se ve, donde uno de los Sigurd toma el cuello del dragón y lo abre, degollando al mismo con las manos. El otro Sigurd detuvo las garras para no perder ni un segundo de movilidad… Siendo al final apuñalado en el corazón.

Sigurd cae sobre el dragón, se ríe ante la situación. —Me descuide…– Un agujero en el pecho es visible, ambos eran una vida, lo que le sucede a uno el cuerpo del otro lo refleja. Sigurd escupía sangre ante una herida letal. Seguía viviendo moribundo. Cayendo sobre la carne del dragón, bañado en su sangre.

El asesino del dragón se arrastra al pecho del mismo y con sus dedos abre un pequeño agujero, ¿Para qué? Esa la cuestión, pero sus palabras facilitaron el entender sus razones. —Si luchas con tú vida… Debes hacer cualquier cosa por mantenerla.–

Así fue, Sigurd arranco el corazón del dragón y comió de él, gateando por la montaña, arrastrándose, su comida y bebida era un pedazo de carne de la bestia, esto permitió aguantar un poco más, pero ya su vida útil no le quedaban más de 70años y reduciéndose rápidamente, aprendiendo a hablar con las aves al igual que la bestia por la misma carne de la bestia. —Hola… Estoy muriendo, pensar que la vida se acabara así, ¿Es curioso no?– Le sonríe con encanto al azulejo que le observa posándose sobre su mano apenas extendida.

—¿Morir?– Le preguntó el azulejo confundido.

—No hay cura para esto, el tiempo se acaba, siempre hay un final y el mío ya está llegando.– La ave le escucho preocupada, parte en vuelo sin previo aviso. —Gracias por escucharme…– Dice Sigurd que cierra los ojos, con una sonrisa esperando a que su vida se extinguiera.

Extrañamente su dolor se aliviaba, sus huesos y carne se reconstruían, sus ojos recuperaban su brillo, al abrir los mismos logra verla. Una mujer de un pelo azulado que arrastraba por el piso, usando una ropa modesta, el azulejo se encentraba encima de su hombro.

La mujer utilizaba unas especies de runas mágicas y canticos que permitían sanar sus heridas.

—Mi magia no funciona con muertos, tienes una herida que debería matarte y sigues aquí, ¿Quién eres?– Dice la dama con una seria expresión.

—Solo soy un humano cualquiera…– Giña el ojo. —Estoy agradecido por tus cuidados. Ya estaba seguro que la muerte iba a llegar a mí, ja, ja, ja.–

—Tú vitalidad no es la de ningún humano, tú piel y sangre no lo parecen tampoco, como si hubieses pasado cientos de años hasta convertirte en una criatura, la piel invulnerable de un dragón, la sangre y palpitar de la bestia. Eres… Imposible.

—Lo siento, no tengo ni idea a que te refieres, querida salvador.

—Puedes decirme Sigrdrífa, te llevaré conmigo. Termina de sanar sus heridas, se coloca de pie y le extiende la mano. Arribaron ambos en un corto viaje.

Ambos se presentaron debidamente y platicaron en el camino, entregando algunas telas para que Sigurd cubriera su desnudes. Al llegar, se encontraron en una humilde morada de madera, en medio del bosque.

—Una cosa más, Sigurd. No le hables a nadie del poder de tú ojo… Mantén eso oculto del mundo.- Sigrdrífa pasa su mano sobre el rostro de Sigurd, usando una magia que permite ocultar la marca de Ouroboros en su ojo.

Al entrar se encuentran con una Brunhild con una expresión alegre, parecía disfrutar de su tiempo en casa.

—Sigrdrífa, ¿A quién trajiste a casa?– Inmediatamente se pone en guardia ante la entrada de un desconocido, era un evento que nunca antes había sucedido.

—Es alguien muerto.– Le dijo.

—Vaya, que cruel eres, ja, ja, ja.– Ríe Sigurd para consolarse.

—¿Muerto?–  Pregunta Brunhild algo confundida. Pero al ver la calma de su hermana, solo podía seguirle el juego.

Se sentaron a platicar, explicando por encima la situación.

—Así que sobrevivió a la con el Dragón Fafner, consumió su carne, arrebato su corazón y su piel, muriendo en el proceso. Apenas lograste salvarlo… ¿Cómo es eso tan siquiera posible? Un humano ganando a un dragón, sobreviviendo a graves heridas como esas.– Comenzó a dudar Brunhild.

—Ya debiste darte cuenta que no es un humano común y corriente, no sé cómo lo hizo, pero es un individuo extraordinario.– Le responde Sigrdrífa con honestidad.

—Eres linda.– Dijo Sigurd dirigiéndose a Brunhild, como un impulso, ya había muerto una, dos o más veces, no tenía por qué contenerse con unas palabras tan sencillas.

La impresión de Brunhild fue echar una mirada con desdén, ignorando su comentario para seguir hablando con  su hermana. Sigrdrífa se mofó de la curiosa escena que se montó, acercándose al oído de su hermana diciendo palabras que quedan guardadas con candado en un cajón.

Brunhild se vuelve hacía Sigurd.

—La galantería ni las palabras bonitas puedan causar emoción alguna. Mejor no lo intentes.– Le aconsejó.

—Si no es un método viable para llamar la atención de ustedes, entonces ¿qué puedo hacer? Porqué tienes toda mi atención.– Dice Sigurd con un tono coqueto que ni él sabía que poseía.

—¿Qué crees que soy?– Le cuestiona Brunhild a sus embelesadas palabras.

—Una dama, ante todo una mujer que su carácter, aunque rustico; tú belleza resalta inmensamente.– Insistió.

—Soy una Valkiria. Para tomarme debes ser digno de derrotarme. Las palabras no te sirven de nada.– Enfatizo a un duelo por su mano.

Sigurd se pone de pie, acaba de estar al borde de la muerte, ¡no! Vio a la muerte a la cara y aun así da pie seguir peleando. Ahora por lo que considera una especie de decisión o necesidad por afecto.

—No hay mucho que decir, si así lo quieres. Vamos.–

Brunhild se sorprende que en su deteriorado estado no dudó ante la declaración, después de todo ella fue la que insinuó la oportunidad. Caminaron atrás de la casa donde habían armas y armaduras, un campo cerrado como para tener batallas de práctica.

Brunhild se pone una cota de malla y toma una espada que comienza a observar seria idónea para el enfrentamiento. Ve de Reojo a Sigurd a ver que escoge como arma… El joven toma una rama con el largo a la mitad de la espada.

—¿Comenzamos?– Dice Sigurd sosteniendo solo una rama que podría ser fácilmente quebrada… No hay que contar para imaginarse la mirada de desprecio que lanza la valkiria al sentirse degradada.

—Si quieres morir, así será. No tengo por qué tolerarte.– Ella como cualquier otra valkiria era una maestra en el arte de la guerra y sus capacidades superaban por mucho a cualquier humana, ella levanta su arma a modo de iniciar la confrontación… Eso no bastó. Sigurd aparece al lado de ella, con la rama en el cuello presionando al punto de no poder tragar saliva y una mirada de asombro la dejo atónita. Se ruboriza ante su propia ineptitud. No importaba si seguía e intentaba atacarlo, sabía que su espada no iba a llegar y prefirió rendirse inmediatamente.

—Eres… muy extraño.- Tirando la espada y suspirando.

—Me gusta decir que es solo parte de mi encanto, ja, ja, ja.- La sonrisa de Sigurd se agranda y sorprende a la valkiria que podría decirse sintió cierta atracción en ese momento.

Pasaron un tiempo juntos en dicha casa, unos pocos días para que Sigurd se recuperara y fortaleciendo. Gracias a Sigrdrífa aprendió un poco de magia de transformación, pudiendo cambiar su apariencia. Finalmente partiendo con frente en alto, seguro de sí mismo, jurando regresar en cuanto se le hiciera posible.

Sigurd viajo de regreso hacía Regin, el viaje se le hizo ligero y relajante, su nuevo cuerpo más maduro le otorgaba una resistencia increíble, desde la piel de dragón hasta el palpitar de su reconstruido corazón. El cuerpo de Sigurd era imposible, su sola vida es imposible…

Después de su largo viaje regreso donde Regin, que se muestra sorprendido al verlo, echando un brinco y exclamando.

—¿Quién eres tú?– Su cara se puso pálida como viendo un fantasma.

—¿Yo? ¿Qué pregunta es esa, viejo Regin? Soy Sigurd.– Sonríe con confianza que solo aterra más al herrero.

Era imposible, hace no mucho era un chiquillo, ahora es un hombre con definida figura. Lo que más le asombraba era… ¿Sigurd no murió con el Fafner?

—¡No puede ser! ¿Qué descarada mentira es está?

—Ja, ja, ja, puedo jurarte que soy yo. Ya he acabado con el dragón, ya podrás arreglar la espada.

—Sigurd… Entonces tú, ¡Ja, ja, ja!- Comienza a reír, no sabía si era una verdad pero no paro de reír. El asombro de matar al dragón que este ser tanto deseo muerto, una bestia que ningún hombre podría matar, ¿muerto por un niño? Era una alegría y asombro. Regin no tardo engrandecerse de codicia; sin lugar a duda deseaba los tesoros.

—Muy bien… Deberías descansar ahora ya que has llegado.–

Ambos platicaron a la luz del día, Sigurd le contó su aventura ocultando detalles de sus habilidades y las valkirias, simplemente se centró en hablar de cómo asesino al Dragón con una narratoria tan extravagante y fantasiosa que recitaba con tanta confianza que no podía dudarse de su palabra.

Al caer la noche Sigurd se acostó a dormir, finalmente en reposo después de tan expresivos relatos y una buena comida. Regin tomaba una de sus espadas, adentrándose a la habitación de Sigurd con pasos sordos. Apuñalo a Sigurd en el pecho para acabarlo y lograr quedarse todo para sí, desde el arma hasta la requisa.

Sigurd abre los ojos y arroja un suspiro, estaba demasiado tranquilo y Regin con una cara de espanto.

—¿Q-Qué eres..?– Suelta la espada que se rompió al impactar con la piel de dragón.

—¿Qué intentas hacer..?– Sigurd toca su pecho con una marca insignificante que rápidamente se desvanece. Comprendía, el hombre que podría considerar un padre por ayudarlo verdaderamente en su crianza… lo traiciono. Quería matarlo y no dudo en ello, para su sorpresa Sigurd ya no era el mismo muchachito.

Cayó el amanecer y Sigurd se encontraba sentado al lado del cadáver de Regin, su cuello fue roto y se encontraba en una anormal postura. El asesino de dragones lloró por la muerte de su cercano ser querido.

Exploró la herrería en busca de la espada Gram, que este mismo deseoso de re forjar, se dio cuento de otro engaño. La espada Gram ya estaba lista, se muestra en una gran hoja casi negra, con un filo maldito que podría dañar hasta los dioses y un peso que la hacía imposible maniobrar para hasta el más fuerte hombre.

—Nunca necesitaste nada del dragón, solo querías la riqueza o a mí muerto… Ja, ja, ja…– Sonríe con carisma, no sucumbió a la desesperación. Tomo como regalo la espada maldita y se aventuró al mundo.

Viajo hasta el Reinado de Ragnar Lodbrok, que sus leyendas le precedían. Sigurd estaba en momento de rebeldía, quería imponerse contra alguien y le hizo frente en desafío a Ragnar en su pleno palacio, donde se encontraba rodeado de mujeres hermosas y sirvientes, aunque no eran muchos en el lugar.

Ragnar confiaba tanto en sí que no dudo en aceptar su reto, después de todo paso por encima de sus guardias como si no fueran más que novatos. Quedando perplejo cuando no solo no pudo hacerle frente a Sigurd; Ragnar no tuvo oportunidad ni acercarse al joven que lo hizo ver como un novato en el uso de la espada.

Ragnar no podía dejar aceptar su derrota, así que le suplico a Sigurd que ocultará esto del mundo. Sigurd en su profunda melancolía pensó que no le importaba, solo quería vivir en tranquilidad… ¡Tuvo un momento de lucidez! Acepto lo que Ragnar le dijo con la condición de hacerse del cuidado de un bebe, que debía criar como su hijo.

Así fue como Sigurd tuvo la brillante idea de separar su vida en un pequeño bebe, dando la mayor parte de años de su vida aquel para que viviera por sí mismo, entregándoselo tiempo después a Ragnar. Ese niño fue conocido poco después como Sigurd Ragnarsson.

Las aventuras del Héroe siguieron, podía ver a través de los ojos de sí mismo en un retoño, tranquilizando su alma ese cuerpo que no tendrá que sufrir ni vivir lo que él.

Así fue, Sigurd continuo su destino, con sonrisa en rostro y encanto sin igual. Trazando cientos de historias más.

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