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Introducción

El día máximo de la religión del imperio, prácticamente de los pocos días nacionales mas importantes y supremos de la nación. El día de jubilo y alegría que embarcaba cada rincón, motivo de festejos y emoción de los ciudadanos, pero motivo de penurias, dolor, ansiedad e incluso odio o resentimiento de un grupo minoritario de personas, volviéndose un evento molesto para cierto grupo selecto de personas, que en general eran los encargados de organizar y supervisar que todo estuviese bien durante aquel importante día. 

Caballero de cientos de batallas, forjada por el campo hostil de muerte y sufrimiento que es la guerra. Héroe de guerra y maestra cruel de la espada, el tormento de los enemigos, la joven caballero aprendiz del legendario prodigio y maestro supremo del arte de la espada, ella era la caballero que recibió el sagrado nombre de ¨Limón¨, un nombre sagrado otorgado por la entidad sagrada de la creación específicamente para ella. Alguien como ella había sido designada a ser una mera escolta, ¿Cómo siquiera se atrevían a menospreciarle así?! A pesar de no ser la primera vez que era despreciada por otros, le molestaba siempre que le hiciesen menos por la condición del sexo con el que nació, solo por ser mujer subestimaban cada una de sus capacidades, ¿Cómo se atrevían a subestimarle a ella quien alcanzó el dominio de la espada una simple misión como aquella?! ¿Acaso no sabían de lo que era capaz? Era mas que sabido que su poder no era una broma y fácilmente había acabado con un ejercito de 1,000 hombres durante la guerra, pero aun así le subestimaban. 

Eso le hacía rabiar, sus pesadas pisadas resonaban en un pequeño eco por aquellos pulcros pasillos, las sacerdotisas que deambulaban por el lugar rápidamente se apresuraban a salir de su camino con urgencia, era bien sabido del carácter fuerte y acido de la caballero, que hasta parecía que la diosa sabia de aquella actitud agria cual limón que incluso le otorgó el nombre de aquella fruta tan poco grata como su nombre bautismal de caballero. 

Las doncellas del templo, pulcras y fieles comenzaban a dudar si aquella era una buena idea, su santa excelencia junto a aquella ruda mujer caballero que no poseía prudencia alguna, temían por la integridad de la mas alta santidad que sufriría al tener como escolta a semejante mujer, que a pesar de ser una caballero santo no era bien vista por la gran mayoría de los miembros del clero.

Refunfuño en voz baja, las doncellas manipulaban su cabello con destreza mientras que su mirada viajaba perezosa por el lugar, odiaba tener que levantarse tan temprano para arreglarse para tan laborioso evento. Todos los años eran lo mismo y estaba mas que agotada de ello, estaba hasta el hartazgo, pero lastimosamente, no podía negarse a realizar toda aquella inútil y aparatosa preparación, por su posición no podía negarse, era una de las figuras mas importantes de esta gran celebración.

Realmente deseaba que todo terminara y el día que prometía ser arduo y agotador transcurriese con rapidez, su corazón realmente lo deseara, o que al menos, algo interesante sucediera ese día. Su vida se había tornado monótona y sin sentido mientras vivía recluida dentro de las paredes del palacio de la tierra santa. Su madre le había dicho que podía irse si así lo deseara, pero no podía hacerlo por el deber moral que tenía con esta tierra y sus habitantes, era algo divino para ellos, significaba la prosperidad y la gracia de la diosa sobre el imperio y si llegase a desaparecer, sabia con seguridad que el pánico arribaría sobre los ciudadanos.

Al inicio este estilo de vida, donde era alabada y todos se esmeraban en complacerle y atender todas y cada una de sus necesidades le era satisfactorio, pero con el pasar del tiempo se volvió tedioso y repugnante, ya no le causaba satisfacción que siempre hubiese gente tratando de complacerla cada segundo, la gente a su alrededor se había vuelto molesta. Mas no podía alejarles ni descargar su frustración con ellos, ya que todas esas personas, realmente deseaban servirle con buena voluntad.

No podía simplemente pisotear su buena voluntad para con ella después de todo lo que habían hecho. Podía estar harta de ellos, pero no despreciaría su esfuerzo e intenciones. Así era como ella era, un ser mas venerado incluso que incluso los grandes santos que había habido a lo largo de la historia, la mas alta figura divina que había, claramente solo por detrás de la misma Diosa que había sido la creadora del todo. La gente le admiraba, prácticamente los plebeyos habían llegado a pisar el suelo que ella pisaba, los nobles de las naciones se postraban ante ella y los monarcas tenían que bajar la cabeza, incluso si era por protocolo, ella era una figura sumamente importante.

Entonces, ¿Por qué alguien como ella era infeliz en ese momento? Estaba aburrida de vivir en este lugar y permanecer en la tierra santa, de las atenciones de los seres humanos que se desvivían por honrarle, una semi diosa como ella podría parecer tener todo con ese estilo de vida brindado por los humanos, pero en realidad no estaba para nada conforme.

Quería vivir de una forma menos extravagante, quería sentirse libre de su posición que se le había otorgado, de la presión de siempre cumplir las expectativas que se tenia de ella. Lo había hablado con su madre, pero una deidad como ella no podría realmente comprenderla, a ella quien era en parte humana y su madre una deidad inmortal que había creado la existencia, incluso si tenia el permiso de su madre de devastarlo todo, su lado humano, quien le proveía de un juicio y moralidades humanas no podía permitirse crear el caos o causar mal alguno para la raza humana.

Suspiro, incluso antes de que el sonido de alguien llamando a la puerta se escuchara, ella ya sabía que había alguien ahí, podía notar la presencia de la mayoría de los seres cercanos a ella, eso incluía a las doncellas que le ayudaban, los guardias de la puerta y a la nueva presencia que no conocía, pero creía tener una idea de quien era.

—Caballero Santo, Limón pide una audiencia ante su santidad divina— la voz firme de una mujer sonó a través de las gruesas y ostentosas puertas llenas de grabados de oro, diamantes y joyas preciosas. Puso su cara usual, que parecía amable y llena de gracia para recibir a la afamada mujer caballero que era uno de los mejores talentos que había a la disposición de la iglesia y que casualmente su madre le había otorgado un nombre bastante gracioso.

Sabia que la otra parte estaba de rodillas detrás se la puerta, no podía verlo pero si percibirlo, la mujer tenia una constitución fuerte y entrenada, sus pasos eran solidos y sobre todo, podía notar la perturbación de la mente de la mujer quien ahora se mostraba a través de la puerta, no sabia que era con exactitud pero pudo descifrar que molestia en ella.

Incluso si era hostilidad hacia ella le alegraba que hubiese más emociones dirigidas hacia ella además de la absoluta devoción de las personas que solían rodearle. Obviamente tenia curiosidad, pero no preguntaría ni cometería estupidez alguna, milímetros de las comisuras de su boca de levantaron mas aun, pero absolutamente nadie se dio cuenta, ella misma sentía pena por si misma, sentir refrescante el sentimiento de molestia hacia su persona era algo extraño como para sentirse bien, lo sabía, pero no pudo evitarlo así que decidió dar por terminado el asunto.