1 La Casa de la Cultura

Parecía una noche normal en la jornada de Francisco Pérez, vigilante de la escuela primaria Álvaro O., de la ciudad de Montecristo. Luego de su habitual recorrido por el edificio, el vigilante de mediana edad se dirigió hacia su cubículo para tomar un poco de café y escuchar su estación favorita 99.9 FM.

El silencio de la noche, la atmósfera veraniega y el ruido de la radio provocaba que "Panchito", como conocían a Francisco, empezara a sentirse somnoliento. ¿Qué podría pasar si todo estaba tan tranquilo? Como sus ojos apenas podían permanecer abiertos, el vigilante cayó en un profundo sueño.

Mientras Francisco dormía, en la radio estaban transmitiendo varias canciones de épocas pasadas. Después de media hora de música y comerciales, el programa finalizó con la canción de Miguel Luis, "Pequeña Amante". Entonces el locutor se despidió de sus radioescuchas.

—Son las 23:59 horas de este viernes 12, casi sábado, y no me queda más que desearles buenas noches y les invito a continuar con la programación de su estación favorita 99.9 FM. ¡Hasta la próxima!

Cuando el micrófono del locutor se apagó, inmediatamente se escuchó el jingle de la estación seguido del Himno Nacional.

A pesar de que el aparato tenía un volumen alto, un fuerte ruido hizo que el vigilante recobrara los sentidos. De inmediato, se levantó, tomó su linterna y la macana, para después salir a inspeccionar la zona. Mientras caminaba por los oscuros pasillos de la institución educativa, escuchó el sonido de golpes y cadenas, lo que erizó la piel de "Panchito".

Temeroso, decidió ir hacia la reja de la escuela para observar el parque, de donde le pareció que provinieron ambos ruidos. Mientras intentaba agudizar su oído para escuchar de nuevo aquel horripilante sonido, sus ojos detectaron la silueta de un hombre que se escabullía entre las sombras de los árboles.

Aunque su trabajo como vigilante consistía en reportar cualquier incidente a la policía, su curiosidad era mayor que su prudencia. por lo que decidió salir de la escuela para investigar. Cuando se aseguró que la reja estaba bien cerrada, comenzó a caminar lentamente hacia el parque. Cada paso que daba aumentaba su nerviosismo por lo que podía encontrar ahí, sin embargo no se detuvo y siguió avanzando por los pasajes apenas alumbrados.

Al llegar frente a la Casa de la Cultura Montecristo, se percató que las puertas del edificio estaban abiertas. Entonces el vigilante gritó desde afuera:

—¡Ey! ¿Hay alguien ahí?

Sólo el eco de su voz respondió, a lo que "Panchito" decidió entrar para ver si en su camino se topaba con el vigilante de ese lugar.

La Casa de la Cultura era un edificio bastante amplio. Francisco caminó por el pasillo que guiaba hacia unas escaleras, las cuales daban acceso a la zona de butacas. El lugar estaba completamente oscuro y su linterna apenas iluminaba el camino. Al llegar a las escaleras, "Panchito" notó que en el piso había unas manchas rojizas que aún parecían frescas. Esto lo sorprendió mucho y su instinto le advirtió del peligro que le esperaba si seguía avanzando.

A pesar de eso, él se armó de valor y siguió el rastro para descubrir lo que había pasado. Cada que avanzaba, su corazón latía aceleradamente y el terror comenzaba a invadir su cuerpo al ver que las manchas se tornaban más grandes y desgarradas, Esto le hizo pensar que algo espantoso estaría al final del camino. Cuando llegó al escenario, vio que había una enorme mancha de sangre.

A punto del desmayo, lentamente iluminó el espacio y se encontró con el cuerpo de una mujer colgada en medio del escenario. Al ver esto, "Panchito" cayó de espaldas al suelo y todo su ser se congeló. Tras esto, se reincorporó y salió corriendo de la habitación despavorido. En su loca huida, intentó sacar su teléfono celular para llamar a la policía, pero tropezó con las escaleras y se golpeó tan fuerte que perdió el conocimiento.

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