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Consejera de Inversiones.- La serie de Ender

Cuando em pecé a escribir ciencia ficción concebí una serie de historias acerca de una fam ilia con poderes m entales hereditarios, y las prim eras historias que escribí tenían un fondo rural. Recibí am ables cartas de rechazo pero ninguna venta. Fue Ben Bova, en Analog, quien m e explicó por qué: ¡P arecían fantasía! Aquello m e desconcertó al principio: ¿Acaso las historias de « El P ueblo» de Zenna Henderson no se consideraban ciencia ficción? Luego m e di cuenta de que la auténtica distinción com ercial entre ciencia ficción y fantasía es: ¡La fantasía tiene árboles, la ciencia ficción rem aches!

¡Si quería vender m is historias a las revistas de ciencia ficción, tenía que escribirlas con rem aches en ellas!

P or aquel entonces tenía dieciséis años y acababa de leer la trilogía Fundación de Isaac Asim ov. Decidí que y o tam bién deseaba escribir una historia de ciencia ficción. P or aquel entonces (1967) la guerra de Vietnam estaba en todo su apogeo, y m i herm ano m ay or acababa de term inar el cam pam ento en la infantería de m arina, de m odo que m i m ente estaba llena de cosas m ilitares. P use un elem ento de ciencia ficción al problem a del entrenam iento de la tropa:

¿cóm o entrenarías a unos soldados para que lucharan en el espacio tridim ensional? Recordé la novela de Nordhoff y Hall sobre los ases de la aviación de la P rim era Guerra Mundial y el problem a de entrenar a los pilotos a dej ar de buscar a los aparatos enem igos sólo en el plano horizontal, y m e di cuenta de que el problem a en gravedad cero se vería enorm em ente com plicado por la falta de un arriba y un abaj o definidos. Los viej os hábitos de la vida basada en la gravedad tendrían que ser erradicados de los soldados. El resultado de m is pensam ientos fue la sala de batalla, un cubo de cien m etros de espacio en gravedad cero con varios obstáculos que había que superar, y en el cual equipos de reclutas realizarían falsas batallas en traj es espaciales que les m ostrarían dónde y cóm o un soldado era herido por el fuego « enem igo» .

Y eso fue todo. Una buena idea, pensé, pero no tenía la m enor noción por aquel entonces de cóm o convertirlo en una historia. ¿Quién sería el héroe? ¿A dónde ir desde allí?

Años m ás tarde, cuando m e decidí a escribir una historia de ciencia ficción llena de rem aches —y, esperaba, rem achable—, recordé el concepto de la sala

de batalla y, en el césped fuera del Salt P alace en Salt Lake City, m ientras aguardaba a un am igo que llevaba a los hij os de su j efe al circo, abrí m i bloc de notas y escribí la prim era frase de una historia llam ada « El j uego de Ender» :

« Recuerda, la puerta del enem igo está abaj o.»

Lo que hizo la historia susceptible de ser escrita fue la decisión de que los

reclutas de la sala de batalla podían ser niños, en un m undo futuro donde la aptitud m ilitar podía descubrirse a edad m uy tem prana, y los niños eran tom ados de sus padres para proporcionarles entrenam iento en táctica y estrategia m ientras todavía eran lo bastante j óvenes com o para que sus m entes fueran m aleables. La historia resultante fue m i prim era venta de ciencia ficción, com prada por Ben Bova, y apareció en el núm ero de agosto de 1977 de Analog (el m ism o m es que m i prim era historia no de ciencia ficción, « Gert Fram » , aparecía en la revista Ensign de la Iglesia de los Santos del Últim o Día.)

Años m ás tarde, trabaj ando en un proy ecto llam ado La voz de los m uertos, descubrí que la historia no cobraba vida hasta que m e di cuenta de que el héroe de la historia tenía que ser Ender Wiggin. A fin de poner en m archa la novela La voz de los m uertos, tuve que reescribir la historia original com o una novela; de este m odo, la novela El j uego de Ender vio la existencia sólo para que pudiera escribir la novela La voz de los m uertos. Nunca planeé una serie, y al contrario que m uchas series, la segunda novela era un tipo de ciencia ficción com pletam ente distinto del de la prim era. En vez de una novela m ilitar, era antropológica; y Ender era ahora un adulto con un com plicado pasado oculto.

Luego un tercer proy ecto, durante m ucho tiem po en m is caj ones, cobró vida cuando m e di cuenta de que podía ser una buena secuela a La voz de los m uertos…, pero esta vez el libro sería tam bién de un tercer tipo de ciencia ficción, la novela de la especulación m etafísica. Dividido finalm ente en dos libros, este libro se convirtió en Ender el Xenocida e Hij os de la m ente. Me atrevería a decir que no existe ninguna serie de novelas con el m ism o protagonista cuy os volúm enes sean tan distintos entre sí en tem a, historia y género. Y sin em bargo, a través de los cuatro volúm enes, el personaj e de Ender Wiggin luchaba por resolver dilem as personales y m orales que se arrastraban de libro en libro.

Esos dilem as resultaban resueltos al final del cuarto libro. Tengo intención de escribir m ás novelas en el m ism o universo (una acerca del herm ano de Ender, P eter, y otra acerca de Bean, un j oven com pañero de Ender de la prim era novela), pero la historia de Ender en sí está term inada…, excepto un pequeño hueco.

Durante los tres m il años entre El j uego de Ender y La voz de los m uertos, durante los cuales Ender viaj a de planeta en planeta, usando la dilatación del tiem po a la velocidad de la luz para deslizarse por el tiem po sin vivir dem asiado en ninguna década, adquirió de alguna form a una com pañera con base

cibernética llam ada Jane, que sólo es superada en im portancia por el propio Ender en los últim os tres libros de la serie. La historia que tienen ahora ante ustedes es el relato de cóm o se conocieron.