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Capítulo 3

Para: mazerrackham%inexistente@inimaginable.com/imaginario.heroes

De: hgraff%educadmin@ComFI.gob [Protocolo de autodestrucción] Asunto: ¿Qué tal un viajecito?

Estimado Mazer:

Sé tan bien como todos que estuviste a punto de negarte a volver a casa después de tu último viaje, y por supuesto no voy a permitir que ahora te envíen a algún otro lugar. Pero te arriesgaste demasiado testificando a mi favor (o a favor de Ender; o a favor de la justicia y la verdad; no pretendo suponer que conozco tus motivos) y estás en el punto de mira. Creo que la mejor forma de que te vean menos, y por tanto de que sea menos probable que se metan contigo, es hacer público que serás el comandante de cierta nave de colonización. La que llevará a Ender a un lugar seguro.

Una vez que pasen por completo de ti porque supondrán que partes en un viaje de cuarenta años, será muy fácil reasignarte en el último momento a otra nave que no parta hasta más tarde. Sin publicidad en esa ocasión. Simplemente resultará que no te vas.

En cuanto a Ender, le contaremos la verdad en todo momento. No necesita ni se merece más sorpresas. Pero tampoco necesita que le protejamos. Creo que lo ha demostrado más de una vez.

HYRUM

PS: Muy bonito por tu parte emplear tu verdadero nombre como identidad secreta en inimaginabie.com. Quién hubiera dicho que tenías sentido del humor.

Padre y madre no estaban en casa. Mal asunto, porque implicaba que, si le daba la gana, Peter podía ponerse todo lo furioso que quisiera, y parecía que las cosas iban por ese derrotero.

—No puedo creer que me haya dejado enredar —dijo Peter.

—¿Enredarte en qué?

—En hacer que Locke y Demóstenes hagan campaña contra el regreso de Ender a casa.

—No has prestado atención —dijo Valentine—. Demóstenes defiende el regreso de Ender a casa para que pueda restaurar la antigua grandeza de América. Y Locke es el moderado conciliador, que intenta encontrar un punto medio, como hace siempre, el mísero apaciguador.

—Oh, calla —dijo Peter—. Es demasiado tarde para que te hagas la tonta. ¡Pero yo no podía saber que iban a convertir ese estúpido consejo de guerra en una campaña de desprestigio contra el apellido Wiggin!

—Oh, ya entiendo —dijo Valentine—. No se trata de Ender, es el hecho de que no puedes aprovecharte de ser Locke sin revelar quién eres, y tú eres el hermano de Ender. Ahora ya no es tan buena palanca.

—No puedo lograr nada a menos que alcance una posición influyente, y ahora va a resultarme más difícil porque Ender mató a gente.

—En defensa propia.

—Cuando era un bebé.

—Recuerdo con claridad que en una ocasión prometiste matarle a él —dijo Valentine.

—No iba en serio.

Valentine lo dudaba. Ella era la única que no se creía el súbito arrebato de bondad de Peter de hacía unas cuantas Navidades, cuando por lo visto san Nicolás (o Uriah Heap) le había ungido con el ungüento del altruismo.

—Lo que quiero decir es que Ender no mató a todos los que le amenazaron.

Y allí estaba... un destello de la antigua furia. Lo contempló, divertida, mientras Peter luchaba contra sí mismo y se controlaba.

—Es demasiado tarde para cambiar nuestras posiciones sobre el regreso de Ender.

—Lo dijo como una acusación, como si todo hubiese sido idea de Valentine.

Bien, en cierto modo lo había sido. Pero no el modo de llevarla a cabo... Eso había sido un guión de Peter.

—Pero antes de permitir que se descubra quién es Locke, debemos limpiar la reputación de Ender. No va a ser fácil. No soy capaz de decidir cuál de nosotros debería hacerlo. Por una parte, sería muy propio del carácter de Demóstenes... pero nadie confiaría en sus motivos. Por otra parte, si Locke lo hace abiertamente, entonces, cuando se descubra que soy yo, todos creerán que mis motivos eran interesados.

Valentine ni se molestó en sonreír con suficiencia, aunque sabía (hacía años que lo sabía) que el coronel Graff y probablemente la mitad de los oficiales de la F.I. sabían

quiénes eran en realidad Locke y Demóstenes. Habían guardado el secreto para no comprometer a Ender. Pero en algún momento a alguien se le escaparía... y no iba a ser en el mejor momento para Peter.

—No, creo que lo que debemos hacer, después de todo, es traer a Ender a casa — dijo Peter—. Pero no a Estados Unidos, o al menos no dejarlo bajo el control del gobierno de Estados Unidos. Creo que Locke necesita hablar compasivamente sobre el joven héroe que no pudo evitar ser explotado. —Peter adoptó su voz de Locke... un lamento conciliador que, si alguna vez llegaba a emplear en público, haría que Locke perdiese todo el apoyo de inmediato—. Permitámosle volver a casa, como ciudadano del mundo al que salvó. Dejemos que el Consejo del Hegemón le proteja. Si nadie le amenaza, el chico no representa ningún peligro. —Peter miró triunfal a Valentine y recuperó su propia voz—. ¿Ves? Le traemos a casa y luego, cuando se revele mi identidad, soy un hermano leal, sí, pero también actué por el bien de todo el mundo y no para dar ventaja a Estados Unidos.

—Olvidas un par de detalles —objetó Valentine.

Peter la miró furibundo. Odiaba que ella le acusase de cometer un error, pero debía prestarle atención porque habitualmente tenía razón. Aunque solía fingir que ya había tenido en cuenta su objeción.

—Primero, das por supuesto que Ender quiere volver a casa.

—Claro que quiere volver a casa.

—No lo sabes. No le conocemos. Segundo, das por supuesto que, si vuelve a casa, será un niñito tan adorable que todos decidirán que realmente no es un monstruo asesino de niños.

—Los dos vimos los vídeos del consejo de guerra —dijo Peter—. Esos hombres adoran a Ender Wiggin. Se notaba en todo lo que decían y hacían. Lo único que les importaba era protegerle. Que es exactamente como actuaban todos cuando Ender vivía aquí.

—En realidad nunca vivió aquí—dijo Valentine—. Nos mudamos cuando se fue,

¿recuerdas?

Otra mirada de furia.

—Ender hace que la gente quiera morir por él.

—O quiera matarle —dijo Valentine, sonriendo.

—Ender consigue que los adultos le adoren.

—Así que volvemos al primer problema.

—Quiere volver a casa —aventuró Peter—. Es humano. Los humanos quieren ir a casa.

—Pero ¿dónde está el hogar de Ender? —preguntó Valentine—. Ha pasado más de la mitad de su vida en la Escuela de Batalla. ¿Se acuerda siquiera de vivir con nosotros? ¿Recuerda a un hermano mayor que le acosaba continuamente, que amenazaba con matarle... ?

—Me disculparé —dijo Peter—. Lamento de veras haber actuado de esa forma.

—Pero no podrás disculparte si no vuelve a casa. Además, Peter, Ender es un chico listo. Más listo que nosotros... Hay una buena razón para que a él lo llevasen a la Escuela de Batalla y a nosotros no. Así que comprenderá perfectamente cómo le estás manipulando. Consejo del Hegemón... eso es pura basura. No permanecerá bajo tu control.

—Le han entrenado para la guerra, no para la política —dijo Peter.

La sonrisa incipiente de Peter resultó tan petulante que a Valentine le dieron ganas de golpearle en la cara con un bate.

—No importa —dijo Valentine—. No puedes hacer que vuelva a casa por mucho que diga Locke.

—¿Y por qué no?

—Porque no has creado las fuerzas que sienten pavor y temen su regreso, simplemente te has aprovechado de ellas. No van a cambiar de opinión, ni siquiera por seguir a Locke. Y además, Demóstenes no te lo permitirá.

Peter la miró con desprecio y diversión.

—Oh, vas por libre, ¿eh?

—Creo que puedo asustar a la gente para que Ender se quede en el espacio más de lo que tú puedes conseguir que se compadezcan y lo traigan de vuelta.

—Creía que le querías más que a nadie. Creía que le querías en casa.

—Le he querido en casa durante los últimos siete años, Peter —dijo Valentine—, y tú estabas encantado de que se hubiese ido. Pero ahora... traerle a casa para que pueda estar bajo el control del Consejo del Hegemón... es decir, bajo tu control, ahora que lo tienes repleto de tus aduladores...

—Los aduladores de Locke —le corrigió Peter.

—No voy a ayudar a traer a Ender de vuelta para que se convierta en una herramienta para tu carrera.

—Por tanto, ¿convertirás a tu adorado hermanito en un exiliado perpetuo en el espacio simplemente para fastidiar al desagradable hermano mayor? —preguntó Peter—. Caramba, me alegro de que no me quieras a mí.

—Has acertado, Peter —dijo Valentine—. He pasado todos estos años bajo tu control. Sé exactamente lo que es eso. Ender lo detestaría. Lo sé, porque yo lo detesto.

—Te ha encantado. Ser Demóstenes... saber lo que es poder.

—Sé lo que es dejar que el poder fluya a través de mí hasta tus manos —dijo Valentine.

—¿De eso se trata? ¿De pronto sientes ansias de poder?

—Peter, eres tan idiota con respecto a la gente a la que se supone que conoces bien.

No te estoy diciendo que quiera poder. Te estoy diciendo que rechazo tu control.

—Vale, yo mismo escribiré los ensayos de Demóstenes.

—No, no lo harás, porque la gente se dará cuenta de que algo no encaja. No puedes ser Demóstenes.

—Todo lo que tú puedas hacer...

—He cambiado todas las claves. He ocultado todas las listas de miembros y el dinero, y no podrás encontrarlos.

Peter la miró con pena.

—Lo encontraré todo, si quiero.

—No te serviría de nada. Demóstenes se retira de la política, Peter. Va a alegar mala salud y ofrecerá su apoyo incondicional a... ¡Locke!

Peter puso cara de horror.

—¡No puedes! ¡El apoyo de Demóstenes destrozaría a Locke!

—¿Lo ves? Tengo un arma que temes.

—¿Por qué ibas a hacerlo? Después de tantos años, y de pronto ahora has decidido recoger las muñecas y los platos y marcharte del picnic.

—Nunca he jugado con muñecas, Peter. Por lo visto, tú sí.

—Basta —negó Peter—. En serio. No tiene gracia. Hagamos que Ender vuelva a casa. No intentaré controlarlo tal como tú dices.

—Es decir, como me controlas a mí.

—Venga, Val —dijo Peter—. Sólo un par de años más y podré revelarme como Locke... y como el hermano de Ender. Cierto, salvar su reputación me ayudará, pero también ayudará a Ender.

—Creo que deberías hacerlo. Hazlo, Peter. Pero no creo que Ender deba volver a casa. En vez de eso, yo me iré con él. Apuesto a que mamá y papá también lo harán.

—No van a pagar para que tú te des un paseo por el espacio... no hasta Eros.

Además, harían falta meses. Ahora mismo está prácticamente al otro lado del Sol.

—No es un paseo —dijo Valentine—. Abandono la Tierra. Me uno a Ender en el exilio.

Durante un momento Peter la creyó. Fue gratificante ver preocupación genuina en su rostro. Luego se relajó.

—Papá y mamá no te lo permitirán —objetó.

—Las mujeres de quince años no necesitan el permiso de sus padres para ofrecerse como voluntarias para ir a las colonias. Tenemos la edad ideal para la reproducción, y se supone que somos tan tontas como para ofrecernos voluntarias.

—¿Qué tienen que ver las colonias con todo esto? Ender no se convertirá en colono.

—¿Qué otra cosa podrían hacer con él? Es la única tarea que le queda a la F.I. y él es responsabilidad suya. Es por eso que lo estoy arreglando para que me asignen a la misma colonia que él.

—¿De dónde has sacado esas ideas imasen? —Si ella no comprendía el argot de la Escuela de Batalla, que se fastidiara—. Colonia, exilio voluntario, es una locura. Tu futuro está aquí, en la Tierra, no en los lejanos confines de la galaxia.

—Los mundos insectores se encontraban todos en el mismo brazo de la galaxia que nosotros, y no están tan lejos, en lo que a galaxias se refiere —dijo Valentine con formalidad, para pincharlo—. Y Peter, por el simple hecho de que tu futuro esté ligado a intentar convertirte en el gobernante del mundo no significa que yo quiera pasar todo mi futuro siendo tu ayudante. Has tenido mi juventud, me has utilizado, pero pasaré los años restantes sin ti, querido.

—Resulta enfermizo cuando hablas como si estuviésemos casados.

—Hablo como si estuviésemos en una película antigua —dijo Valentine.

—No veo películas —dijo Peter—, así que no sabría decirte.

—Hay tantas cosas que tú «no sabrías»... —dijo Valentine. Por un momento sintió la tentación de contarle la visita de Ender a la Tierra, cuando Graff había intentado utilizar a Valentine para convencer a un Ender ya quemado de que volviese al trabajo. Y de contarle a Peter que Graff conocía sus identidades secretas en la red. Hacerlo habría borrado la sonrisa de suficiencia de su rostro.

Pero ¿qué ganaría? Lo mejor para todos era dejar a Peter con su inocente ignorancia.

Mientras hablaba, Peter había estado realizando sobre la mesa algunos gestos desganados de apuntar y teclear. Ahora veía en su holo algo que le puso más furioso de lo que Valentine le había visto nunca.

—¿Qué pasa? —preguntó, dando por supuesto que se trataba de alguna horrenda noticia de ámbito mundial.

—¡Has cerrado mis puertas traseras!

Le llevó un momento comprender lo que quería decir. Luego lo entendió: aparentemente Peter había creído que no se daría cuenta de que poseía puntos de acceso secretos a todos los lugares e identidades vitales de Demóstenes. Vaya idiota. Cuando Peter se había vanagloriado de cómo había creado esas cuentas e identidades maravillosas para ella, por supuesto que dio por sentado que había creado puertas traseras en todas ellas para entrar y cambiar lo que Valentine hiciese. ¿Por qué se había imaginado que lo iba a dejar así? A las pocas semanas las había encontrado todas; lo que él hiciese con Demóstenes en la red, ella podía deshacerlo. Así que al cambiar todas las claves y códigos de acceso, evidentemente, también había cerrado las puertas traseras. ¿Qué se creía Peter?

—Peter —dijo—, no estarían cerradas si te dejase tener una llave, ¿cierto? Peter se puso en pie, con el rostro enrojecido, los puños apretados.

—Zorra desagradecida.

—¿Qué vas a hacer, Peter? ¿Pegarme? Estoy lista. Creo que puedo ganarte. Peter volvió a sentarse.

—Vete —dijo—. Vete al espacio. Acalla a Demóstenes. No te necesito. No necesito a nadie.

—Es por eso que eres un perdedor tan grande —dijo Valentine—. Jamás gobernarás el mundo hasta que comprendas que no puedes hacerlo sin la cooperación de todos. No puedes engañarlos, no puedes obligarlos. Tendrán que querer seguirte. De la misma forma que los soldados de Alejandro querían seguirle y luchar por él. Y en cuanto dejaron de querer eso, su poder se evaporó. Los necesitas a todos, pero eres demasiado narcisista para darte cuenta.

—Preciso de la cooperación voluntaria de algunas personas clave en la Tierra — dijo Peter—, pero tú no serás una de ellas, ¿verdad? Por tanto vete, cuéntales a mamá y a papá lo que haces. Rómpeles el corazón. ¿Qué te importa? Lo haces para ver a tu adorado Ender.

—Todavía le odias —le espetó Valentine.

—Nunca le he odiado —negó Peter—. Pero en este momento, sí que te odio a ti.

No mucho, pero lo suficiente para tener ganas de mear en tu cama.

Era un chiste personal entre los dos. Valentine no pudo evitarlo, le hizo reír.

—Oh, Peter, eres tan crío.

* * *

Madre y padre se tomaron la decisión sorprendentemente bien. Pero se negaron a ir con ella.

—Val —dijo padre—, creo que tienes razón: Ender no volverá a casa. Nos rompió el corazón darnos cuenta. Y es maravilloso que quieras unirte a él, incluso si ninguno de los dos acaba yendo a una colonia. Incluso si son sólo unos pocos meses en el espacio. Incluso algunos años. Le hará bien volver a estar contigo.

—Sería todavía mejor teneros a vosotros dos.

Padre negó con la cabeza. Madre se llevó un dedo a cada ojo: un gesto que significaba: «No voy a llorar.»

—No podemos ir —dijo padre—. Nuestro trabajo está aquí.

—Podrían prescindir de vosotros un año o dos.

—A ti te resulta fácil decirlo —dijo padre—. Eres joven. ¿Qué son un par de años para ti? Pero nosotros somos mayores. No viejos, pero sí mayores que tú. Para nosotros el tiempo tiene otras connotaciones. Amamos a Ender, pero no podemos invertir meses o años en ir a visitarle. No nos queda tanto tiempo.

—A eso me refiero, precisamente —dijo Valentine—. No tenéis mucho tiempo... y todavía menos para tener una oportunidad de volver a ver a Ender.

—Val —dijo madre con la voz temblorosa—. Nada de lo que podamos hacer ahora nos devolverá los años que hemos perdido.

Tenía razón, y Valentine lo sabía bien. Pero no comprendía qué importancia podía tener.

—Por tanto, ¿vais a tratarle como si estuviese muerto?

—Val —dijo padre—. Sabemos que no está muerto. Pero también sabemos que no nos quiere. Le hemos escrito... desde el final de la guerra. Graff, el del consejo de guerra, nos respondió. Ender no quiere escribirnos. Lee nuestras cartas, pero le dijo a Graff que no tenía nada que decir.

—Graff es un mentiroso —dijo Valentine—. Probablemente Ender ni las ha visto.

—Es posible —dijo padre—. Pero Ender no nos necesita. Tiene trece años. Se está haciendo un hombre. Lo ha hecho de maravilla desde que nos dejó, pero también ha pasado por situaciones terribles, y no estábamos allí con él. No estoy seguro de que pueda llegar a perdonarnos por haberle dejado ir.

—No teníais más remedio —dijo Valentine—. Se lo habrían llevado a la Escuela de Batalla os gustase o no.

—Estoy segura de que él lo sabe —dijo madre—. Pero ¿lo sabe su corazón?

—Entonces, iré sin vosotros —dijo. Nunca se le había pasado por la cabeza que ellos no quisiesen ir.

—Vas a dejarnos atrás —dijo padre—. Es lo que hacen los hijos. Viven en casa hasta que se van. Luego ya no están. Incluso si vienen de visita, incluso si vuelven al

hogar, nunca es lo mismo. Tú crees que lo será, pero no. Le pasó a Ender, y te pasará a ti.

—Lo bueno —dijo madre, que ya lloraba un poquito— es que nunca más estarás con Peter.

Valentine no podía creer que su madre estuviese diciendo tal cosa.

—Has pasado demasiado tiempo con él —dijo madre—. Es una mala influencia. Te hace desgraciada. Te absorbe en su vida de forma que tú no puedes tener la tuya.

—Ahora ése será nuestro trabajo —dijo padre.

—Buena suerte —fue todo lo que Valentine pudo decir. ¿Era posible que sus padres realmente comprendiesen a Peter? Pero si así era, ¿por qué le habían consentido durante todos esos años?

—Compréndelo, Val —dijo padre—. Si ahora fuésemos con Ender, querríamos ser sus padres, pero no tenemos autoridad sobre él, ni nada que ofrecerle. Él ya no necesita padres.

—Pero una hermana... —dijo madre—. Una hermana sí que podría serle útil. — Tomó la mano de Valentine. Le pedía algo.

Así que Valentine le dio lo único que se le ocurrió que podía querer. Le hizo una promesa.

—Estaré a su lado —dijo— mientras me necesite.

—No esperábamos menos de ti, cariño —dijo madre. Apretó la mano de Valentine y la soltó. Aparentemente, aquello era lo que había querido.

—Es un gesto espléndido y cariñoso —dijo padre—. Siempre ha sido tu naturaleza. Y Ender siempre ha sido tu querido hermano pequeño.

Valentine se estremeció al oír la vieja frase de la niñez. Querido hermano pequeño.

Le daba náuseas.

—Debo recordar llamarlo de este modo.

—Hazlo —dijo madre—. A Ender le gusta que le recuerden lo bueno.

¿Realmente madre imaginaba que lo que sabía de Ender a los seis años seguiría siendo válido para él a los trece?

Como si hubiese leído la mente de Valentine, madre le respondió.

—La gente no cambia, Val. Su carácter básico sigue siendo el mismo. Alguien que te conoce desde el momento de tu nacimiento ya puede ver lo que vas a ser de adulto.

Valentine rió:

—Entonces... ¿por qué dejasteis vivir a Peter?

Rieron, pero con incomodidad.

—Val —dijo padre—, no esperamos que lo comprendas, pero algunos de los detalles que hacen que Peter sea... difícil... son los que algún día le harán grande.

—Ya que estáis prediciendo el futuro, ¿qué hay de mí? —preguntó Valentine.

—Oh, Val —dijo padre—. No tienes más que vivir tu vida y todos los que te rodean serán más felices.

—Entonces, nada de grandeza.

—Val —dijo madre—, la bondad siempre es mejor que la grandeza.

—No en los libros de historia —dijo Valentine.

—En ese caso, no escriben los libros de historia las personas adecuadas, ¿verdad?

—dijo padre.