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Capitulo 30: Elicia

Quedaba mucha menos gente desde que salí.

—¿No era con quedarse? —preguntó Niel quien apenas podía mantenerse. Tenía los parpados caídos y una mirada vacía.

—No, ¿Quién te dijo eso? —respondió Thomas con pasividad.

No habló. Tampoco se le hubiera entendido, en cambio, apuntó al culpable.

—Lie. ¿Le dijiste que era con quedarse?

—Juju. Puede ser.

—¿Y ahora cómo se va a ir? ¿No tienes a alguien que te pueda venir a buscar?

Niel no estaba en condiciones para responder.

—Yo puedo llevarlo a mi casa —respondió su novia.

Como nadie se interpuso se dio por hecho. Ahora existía otro problema.

—¿Te vienen a buscar? —preguntó Thomas con mi misma duda.

—No, pero tenemos a Absalon.

Me dio a conocer. Si bien estaba un poco alejado de la conversación, al apuntarme, todos se dirigieron a mí.

—¿Tienes licencia?

El primero que se sorprendió fue Lie.

—No.

—¿Entonces como conduces?

—Rezando para que no me pillen.

—¿Y sabes conducir? —preguntó esta vez Thomas.

—Sí, mi abuelo me enseñó.

—¿Y tus padres no te dicen nada?

Fue un golpe duro que me provocó, permanecí calmado. Los que ya sabían estaban quedaron algo sorprendidos, como si tales palabras también les hubiera cortado.

—Ellos fallecieron hace un tiempo.

Si bien iba a decir eso de manera más sutil. No, incluso diría que lo más probable es que hubiera mentido. Alguien se interpuso en mis palabras, fue Niel, quien no era consciente de lo que hablaba, aun así, no mentía.

—Eso… ¿Es cierto?

Thomas se preocupó por la gravedad de mi situación. Niel iba a volver a hablar. No se comprendió lo que dijo, entonces Elicia lo calló y lo llevó a la cocina para que bebiera algo de agua.

—No es necesario que respondas.

Lie, que en todo momento estuvo feliz, lo dijo con total seriedad.

—Si no te acomoda, no importa que respondas —continuó Thomas.

—Gracias por entenderme —agradecí con sinceridad a los dos.

No quería entablar una conversación con la muerte de mi familia como tema y ellos lo comprendieron de inmediato.

—¿Vamos? —Elicia quien dejó a Niel en la cocina tomando agua, se dirigió hacia mí.

—Está bien vamos. ¿Sion? ¿Tú vas a ir con nosotros?

—Pensaba quedarme un rato, si no es molestia. ¿Se puede?

—No hay problema. Luego vuelvo por ti.

—Iré por Niel —se apresuró Elicia.

Dejamos a los demás en la biblioteca y nos retiramos.

—Ahora sí, ¿Vamos? —consulté a Elicia una vez trajo a Niel, quien apenas se podía mantener de pie.

La ayudé a tomarlo por el otro lado.

—Perdón… Perdón, yo quiero. No quiero que sufras… Nunca tuve hermano.

Niel comenzó a hablar sin conectar sus palabras.

Al otro lado del cuerpo, Elicia se asomó para ver mi reacción. Al ver que a ambos nos causó gracia, nos reímos. Lo subimos a la parte trasera del carro, detrás del copiloto. Seguido, me di la vuelta, para cuando me subí Elicia ya estaba lista. Pensé que se sentaría a un lado de Niel. Parece, no le incomoda ir delante.

Conduje el trayecto que Elicia me indicó.

—¿Puedo preguntarte algo? —me consultaron.

—Claro.

—Tu… —se dio un buen tiempo para pensar que decir—. Olvídalo.

—¿Cómo?

—No es nada. Puede esperar.

—¿Está bien…? —quedé con la duda.

—Ayúdame a llevar a Niel —pidió tras bajarse.

Me di la vuelta para ayudarle. En el trayecto se quedó dormido. Pensé que podía llevarlo sin ayuda, pero por el alcohol que ingerí y el cansancio de todo lo sucedido, percibía mi cuerpo sin fuerzas. Lo despertamos a medias y entramos a la casa. Era una casa grande y familiar. Tenía segundo piso y era estilo georgiano, al igual que la mayoría de las casas en el barrio. Lo único que cambiaba eran las entradas y las modificaciones hechas por cada familia.

—No hay problema en que se quede, ¿verdad?

—No. Además, no hay nadie en la casa así que da igual.

—Ya veo.

Continuamos para dejarlo en la cama principal del primer piso.

—Esta habitación…

—Es de mis padres.

—¿Está bien que duerma acá? ¿Qué sucederá si vomita?

Elicia soltó una carcajada. Se iba a continuar riendo, al ver que Niel se estaba despertando, se tapó la boca.

—Lo siento —susurró abrigándolo con el cubrecama. Apenas lo acomodó, se dirigió a mi—. ¿Quieres ver algo genial?

—¿Algo genial?

—Sí. Ven, te va a gustar —aseguró con brillo en sus ojos. Acto seguido Elicia salió de la habitación y me apresuró—. ¡Deprisa!

Subió a saltitos, la acompañé sin tanto entusiasmo. Las escaleras y todo el segundo piso estaban alfombrados. Cruzamos a una habitación que podía ser considerada principal, si no existiera la de abajo. Desde ella, se podía ver las luces de la ciudad, La Cruz del Tercer Milenio, el estadio, una panorámica vista de Coquimbo y La serena. Un completo espectáculo para la vista. Se sentía relajante, a la vez que caótico. La altura de la casa que se encontraba sobre una colina, era perfecta para poder presenciar la ciudad con tranquilidad. Si bien desde mi antigua casa se podía ver algo desde una de las esquinas de la cuadra. Estar bajo un techo en silencio, con una gran ventana que permitía contemplar tal vista, era asombroso. Te hacia querer estimar la vida.

—¿Qué te parece?

—Sí que es genial.

—¡A que sí! Ven, siéntate.

Me dejó un espacio en la cama. La cama dejaba una separación para poder pasar entre la ventana y esta con facilidad, a la vez que poder ver todo sentado.

Estuvimos un buen rato en silencio sentados mirando por la ventana. Elicia suspiró y se tiró hacia atrás. La ropa se le estiró, dejando ver gran parte de su piel. Aun si, preferí mirar la escena de la ciudad y agradecerle.

—Esto… Gracias —terminé diciendo.

—¿Por qué me agradeces?

—Nada. Solo, me hiciste sentir agradecido o no se. Lo dije sin pensar.

—Jaja. Eres bastante tierno. Al inicio creí que eras un engreído.

Engreído. ¿La gente me verá de esa manera?

—Puede que lo sea.

—No lo creo. De hecho, diría que no tienes malos pensamientos. Me llegas a dar miedo.

—¿Por qué lo dices tan segura?

—Todos los chicos que he traído aquí, en vez de fijarse en la ciudad, se fijan en mí.

¿Por eso se estiró hacia atrás?

—Yo también te noté.

—¿Sí? Quizás me equivoco.

—¿No me crees capaz de hacerte algo ahora que estamos solos con esta escena?

—¿Lo harías? —se me acercó entusiasta para provocarme.

Sobrepuse mi mano en la que ella estaba apoyada.

—¿No te importa que Niel este abajo?

—Eso debería preguntarte a ti —se acercó más.

Es peligrosa. La punta de nuestras narices se acarició, nos quedamos así. Deseando los labios del otro. El tiempo se volvió eternamente provocador, no negaba que era ferviente.

Al ver que ninguno dio el paso final. Terminé alejándome y volviendo mi vista hacia la ciudad.

—Sí que eres atrevido para dejarme así.

—¿Sí pido disculpas es suficiente?

No me aparté de las incontables luces lejanas.

—No, está bien. Me conformo con tu mano.

Al darme cuenta que aún tenía mi mano sobre la suya traté de quitarla. Su misma mano me detuvo y se posó sobre la mía. Me sentía un poco mal por Niel.

¿A quién le miento? Ni siquiera pasó por mi mente como algo determinante. Dejé mi mano y así nos mantuvimos un buen rato.

—No te puedes quedar, ¿cierto?

—No. Tengo que ir a buscar a Sion.

Se acercó y apegó su cuerpo al mío. Sobreponiendo mi mano sobre su cintura, tal como si la abrasara.

—¿Te vas a despedir bien? —me observó, mientras su cuerpo se apegaba lo máximo permitido. Al ver que no respondí, volvió a preguntar—. ¿Hey?

—Me vas a despedir a la entrada, por favor.

—Está bien —suspiró.

Salimos sin prisa de la posición en la que estábamos. El caliente cuerpo que estaba pegado a mi desapareció. Dejándome un frio y una necesidad extraña en mi cuerpo.

—Adiós —le dije una vez encima del vehículo.

—Nos vemos —me despidió abrazando su propio cuerpo por el frio.

Con un sentimiento culpable, me marché. No por Niel, ni por Elicia. El sentimiento era por mí. Debería estar reconsiderando vivir todo, pero luego de que siento cosas buenas, cuando el sentimiento se apacigua, una oscuridad me acorrala. Dejándome vacío. Una ofuscación que crece con cada momento de sensibilidad, dejándome sin ganas de experimentar emoción alguna.