Melisa tomó una respiración profunda, obligándose a ignorar el caos a su alrededor.
Cerró los ojos, intentando imaginar que estaba de vuelta en su habitación en la academia, practicando el hechizo en paz.
[Puedes hacer esto, Mel. Lo tienes controlado. Solo respira.]
Y, con esas palabras, comenzó a calmarse.
En su mente, se vio a sí misma trazando el signo de conjuro a la perfección, sintió la oleada de magia corriendo por sus venas.
Casi podía escuchar la voz de Javir en su cabeza, animándola, guiándola. También podía oír a uno de los caballeros susurrando, "espada" y "tu cuello".
Repasó lo poco que recordaba del signo de conjuro que había hecho, dado que lo hizo ayer, pero lo que tenía era más que suficiente.
No había mentido cuando habló con el rey antes. El sistema de magia de este mundo le venía natural. Tanto, que...
—Lumi sanguine, vita crescere —pronunció Melisa la encantación, su voz firme y clara mientras terminaba el hechizo.
Por un momento, no pasó nada.
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