1 Prólogo

Un alma solitaria caminaba en plena llovizna, como si su cuerpo pesara cientos de toneladas, se arrastraba a un paso lento, pero no seguro.

Autos, gente pasando a su alrededor si tan siquiera darse cuenta de nada, totalmente perdido y sin rumbo al igual que su mirada que solo tenía desolación. Caminó sin un destino al cual llegar y por tiempo indefinido, sin darse cuenta llego a parar a la orilla de un pequeño lago, se postró allí durante segundos, minutos, horas, en su soledad. Un pequeño sonido a su lado lo sacó por un breve momento de su agobiante pensar.

Una niña se había sentado a su lado, tenía un hermoso cabello largo y rosado, su bata blanca solo asentaba ese llamativo color. En su cara tenía una minúscula sonrisa, pero al verla mejor, sus ojos no coincidan con aquella sonrisa angelical, estos estaban apagados casi en su totalidad, similar a los suyos propios.

No preguntó, no hubo charla, ni siquiera intercambiaron miradas. Pero la presencia de una reconfortaba al otro, haciendo que esa soledad que sentían, ese vacío, se apaciguara aunque sea un poco. Ella seguía con esa sonrisa a pesar de que su mirada era carente de sentimientos, sin embargo fue la primera en romper el silencio.

"Así que tu también..." dijo con aquella voz quebradiza. El muchacho entiende en el momento y asiente un poco, a la vez que se arrima hacía ella.

"Es injusto, ¿Verdad? por qué pasó eso... ¿Por qué? ¿P-po-r q-qué?" al igual que ella, él estaba al límite. La niña recostó su cabeza en el hombro de este con suavidad, para conseguir un poco de calor en aquel frío panorama.

Lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, no, de los ojos de ambos. En total silencio descargaron ahí mismo toda la frustración, el dolor, todo aquello negativo que poseían en su ser no se iría en aquel pobre intento de deshacerse de ello, nunca lo harían, el dolor era momentáneo pero la tristeza, por muy dentro que la enterraran, era para siempre.

Por encima de ellos, en ese cielo nublado y oscuro, se abría una brecha de la cuál salían rayos solares. Las lágrimas que corrían por sus mejillas brillaron en contacto con esa cálida luz. El muchacho se levantó, hipnotizado por esa brillante circunferencia en el cielo, miro a su lado, en dónde la niña aún estaba posada, y le extendió la mano.

"Solo hay una cosa que podemos hacer, levantarnos. Tu... ¿Me ayudarías a hacerlo?" con lentitud la pequeña sostuvo dicha mano y asintió con un poco más de fuerza.

La tristeza y las expresiones sin vida en cuestión de tiempo se volvieron la de dos niños riendo, corriendo por la ciudad mientras sus siluetas se reflejaban en los charcos de agua creados por la lluvia. Tiendas, lugares concurridos, sitios históricos de la ciudad e incluso calles oscuras y peligrosas, pasaron por todos ellos con sus manos siempre juntas y riendo como deberían hacer los niños de su edad.

El dia se fue perdiendo y el sol ocultando su luz en el horizonte, aviso de la llegada de la luna y la nueva iluminación de las calles y la ciudad en general, la noche se hizo presente.

Estaban en una banca en lo que parecía ser un parque, una bombilla los alumbraba en ese especial momento para ambos.

Pero tenía que llegar a su final...

"Me divertí mucho, en verdad te lo agradezco" dijo con una pequeña sonrisa la niña mientras se bajaba del banco y alegremente daba una vueltitas. El niño rió por su conducta.

"Soy el que tiene que dar las gracias, fui afortunado de encontrarme contigo justo en este momento"

"Pero... ya me tengo que ir..." no lo había pensado, ella también debía tener un lugar a dónde volver, alguien que la esperaba en su casa a pesar del mal momento. Todo había sido similar a sueño desde el momento en que la vio por primera vez, tantas emociones sentidas en una misma tarde con una misma persona, era inexplicable.

Lamentablemente todo buen sueño terminaba al momento de despertar. El hecho de que ella se iba lo trajo de vuelta a la realidad, a la triste realidad.

"¿P-pero, nos volveremos a ver, verdad? ¿Lo haremos no?" preguntó casi con desesperado, al mirar como esta bajaba la cabeza y negaba con la misma, sus ojos sin notarlo empezaron a lagrimear, otra vez.

"No llores" escuchó y sintió como era abrazado. Sintió como si gotas de agua estuvieran cayendo del cielo.

"¿Está lloviendo otra vez?" se preguntó. Noto como la niña temblaba, ahí se dió cuenta de que no estaba del cielo, sino que de los ojos de una niña que no estaba mucho mejor que él en ese momento.

"S-si en verdad te irás, por favor, acepta esto" susurro. Él tenía una pulsera que había sido suya desde que tenía memoria, se lo quito y se lo puso con mucho cuidado a ella, esta no protestó y solo se quedo quieta ante ello.

"Yo... también tengo algo que darte" esta hizo exactamente lo mismo que el, pero con un lindo collar dorado con forma de una naranja. En un movimiento rápido se dió vuelta y comenzó a correr, para que así evitar el dolor de tener que hacer la despedida más larga.

De manera impotente el niño miraba todo, con confusión, preguntadose como en tan solo medio día aquella persona se había vuelto tan importante para él, y como en el mismo lapso de tiempo tenía que despedirse de ella.

El tiempo se detuvo, observó la espalda de aquella persona empezaba a esfumarse y perderse en la distancia. Recordó algo esencial, pero de lo que nunca se molestaron en hablar. Llevo sus dos manos a los costados de su boca como si fuera un megáfono.

"¡¡Oye!!" gritó. La niña apaciguó el paso y se dió vuelta.

"¡¡Aún no sé tu nombre!!" vió el como con lágrimas en los ojos, esta le imitaba y se preparaba para gritarle lo que su oídos, su mente, pero sobretodo, su corazón quería escuchar.

"¡Mi nombre es..."

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Un joven despertaba debido a los rayos del sol mañanero en sus ojos. La molestia en su semblante era clara, no solamente por el sol que entorpecía su descanso y le daba el aviso de que un nuevo día había llegado.

"Otra vez ese sueño. No, ese recuerdo" susurró. El sol hizo que su cabello brillará aún más.

"No recuerdo su nombre..." dijo molesto, mientras sujetaba con fuerza el colgante que llevaba en el cuello.

"¿Por qué ahora? ¿A qué juega mi mente con este tipo de cosas? El pasado quedó atrás, mantente en el presente y observa el futuro, maldición" se regaño chocando sus dos manos en su cara.

Se sentó en su cama fastidiado por el sueño vivido hace poco. Miro el reloj en su celular. "Qué sucede, parece que el viejo está tardando, mejor así, se habrá quedado dormi-" el sonido del despertador había interrumpido su pensar. Se levantó y lo apagado, en él vió la fecha en la que encontraba.

"25 de Mayo, así que de eso se trataba" sus ojos se apagaron un poco, ya sabiendo la razón por la que su padre no había hecho la entrada caótica que lo caracterizaba.

Eso aparte de darse cuenta de que no configuró bien el despertador, si que había comenzado fenomenal la semana. Fastidiado por ello, fue al baño a prepararse.

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En pocos minutos estaba todo listo, ya no había nadie en casa, por lo que la hora de su despertador para su molestia era correcta. Al llegar a la cocina vio un pequeño estuche con una nota arriba.

-¡Aquí tienes tu desayuno hermanito, espero que te guste! ¡Es mi primer panqueque!-

De: Yuzu Kurosaki.

Sonrió un poco por el detalle, lo tomó sin dudar y salió de su casa, observando por última vez el gran poste de su madre en la pared de la misma.

Ichigo Kurosaki. Estudiante de 2° año de preparatoria. Ha pasado un año de los acontecimientos con Aizen y los Fullbringers, por lo que ahora contaba con 18 años. Así que había decidido sentar cabeza y enfocarse en lo que en verdad debía ser importante en la vida de un adolescente. Ya no habían batallas, no había guerras, pero aún seguían habiendo Hollows, lo cuál pensó que le resultaría irritante, pero al final resultó ser como una especie de vía de escape de la retina diaria cansina que ahora tenía que hacer.

Ahora no necesariamente iba a la preparatoria, quería pasar por un lugar antes de eso.

En su paso medio rápido llego en seguida, viendo las letras que estaban por encima de la entrada por un momento, se atrevió finalmente a entrar. Pero mientras lo hacía, alguien a su lado iba de salida, una cabellera rojiza, con su mirada clavada en el suelo, sus ojos lucian apagados y desentendidos del mundo.

Debía ser normal, porque estaba en un cementerio. Múltiples personas estaban en este a pesar de ser lunes por la mañana y la gente tenía que acudir a sus tareas diarias, con la única intención de visitar aquellos seres queridos que ya no estaban en el mundo físico. Algo lo sorprendió de sobre medida, una figura de cabello rojizo similar a la chica que se fué hace poco, estaba parada al lado de una tumba observando la salida. No la había visto antes por ahí, la mujer se veía algo borrosa, señal de que era solo un espíritu. Ahora no podía hacer su trabajo ya que estaba poblado de gente, así que decidió dejarlo pasar, no expulsaba una energía demasiado alta como para que un Hollow le apareciera llegar a por ella de todas formas.

Caminó otro poco hasta llegar a dónde quería, una lápida. Las letras en ella formaban una palabra.

Masaki Kurosaki.

Se agachó frente a esta y unió sus manos en una corta plegaria. "¿Cómo has estado? si estás bien pues me alegro mucho, seguro te estarás preguntando porque la tardanza. Bueno, el despertador me la jugó justo este día, en verdad lo lamento. Si te preguntas como estan Yuzu y Karin, están mejor que nunca, incluso empezaron la preparatoria y seguro tienen muchas amigas a diferencia de alguien. Papá sigue siendo el de siempre, es realmente molesto aunque no puedo hacer nada para corregirlo, y..." apretó los dientes.

"Te extraña, ellas te extrañan, yo te extraño. Es difícil no hacerlo, no, que estoy diciendo, todas estas cosas solo harán que te entriztescas por nada, lo siento otra vez. Espero que en dónde quiera que estés, estés orgullosa, así yo estoy orgulloso del hecho de que tu fueras mi madre. Adiós, nos vemos luego, mamá" terminó acariciando la lápida, se levantó determinado. Notó que había flores al lado de esta, señal de que había sido visitada recientemente, supo que ellos se le habían adelantado.

Comenzó a caminar, ahora con destino a la preparatoria. No tardó mucho en llegar, quizás unos 10 minutos debido a que aceleró el paso. Al ver el reloj supo que la primera hora de clases la había perdido seguro.

Después de unos regaños por parte del vigilante y un sermón de la dirección, lo dejaron ingresar con la condición de que no volviera a pasar, otra vez. Aunque ya sabían porque había faltado, los regaños eran solo una fachada como para hacer ver que este recibía su castigo como cualquier otro.

Llegó al comedor luego de todo ello, la cantidad de gente en este solo confirmó lo que pensaba, primera clase de la semana, a la basura.

No vió a Uryu, a Inoue, ni Chad por ningún lado, cosa extraña más que todo por el último que era visible casi desde cualquier lugar. Debían haber faltado, camino por entre las mesas, los murmullos no se hicieron esperar, cosas buenas y malas se hablaban, preguntas como el, ¿Por qué llegará tarde? o ¿Por qué no se le castiga? eran escuchadas por el mismo y naturalmente no les presta la más mínima atención, ya estaba acostumbrado a que hablaran de él, ya sea bien o mal.

Pero mientras iba en su paso lento en busca de un puesto, a parte de todas las miradas que recibía, quizás por su mala y buena fama, o por su característico color de cabello, sintió una mirada que no era igual a las demás, de alguna manera era distinta, miró a varias direcciones pero no consiguió dar con la dirección o el punto de dónde provenía aquella sensación.

Al no dar con nada en particular, llego a una mesa y se sentó. Mesa que era ocupada por un pelinegro que estaba totalmente sumergido en un libro, hasta que se dió cuenta de que no estaba solo, miró al peli naranja un momento y volvió su vista al libro.

"Llegas tarde, otra vez" dijo con un poco de reproche.

"Tch, tenía cosas que hacer, ya sabes de que hablo" se defendió.

"Lo entiendo perfectamente, sin embargo en muchas ocasiones llegas tarde así no tengas 'esas cosas que hacer', eso va bajando tu promedio académico, incluso más de lo que ya está" se burlo con lo último, Ichigo frunció el ceño.

"Oye, no exageres, tengo un promedio de estudiante promedio. Ahora, si quieres compararlo con el que tienes ese es otro asunto, nadie puede tratar de competir contigo, eso es como querer retar una biblioteca con brazos y piernas a un examen"

"Eres tu el que exagera, en el examen pasado ni siquiera llegué a los 100pts, me quede en 99pts. Ese fallo no lo haría una biblioteca como dices que soy" la expresión de Ichigo se apagó.

"Maldito, solo quieres lucirte"

"Un poco quizás" contesto y cerro el libro. Se levantó de la mesa para retirarse. "Ire a la cafetería, no tardaré" y siguió su camino.

"Oye, espera" se detuvo al escuchar el llamado del peli naranja. Lo observó.

"Puedo darte una ayuda" ofreció sacando unos billetes. El pelinegro sacudió la cabeza.

"No seas ridículo, no estoy tan mal como para que me estes ofreciendo dinero así como así, no he hecho nada para ganarmelo ni tampoco soy un vagabundo" declino la oferta, claramente un poco ofendido.

"No lo eres aún, solo no seas necio y tómalo con plena confianza. ¿Somos amigos o no?" sonrió levemente. Este se quedo pensativo por las palabras, de Ichigo, sin darse cuenta soltó una leve sonrisa que trato de ocultar mirando a otro lado.

"Si, lo somos. Ten por seguro que cuando tenga el dinero suficiente te pagare todo lo que me has dado"

"Solo cállate y ve a comprar de una vez. Compra algo que te guste y no algo como 'Deme un vaso de agua sin agua' o una estupidez como esa, hombre de los 100pts"

"De los 99pts" corrigió.

"De lo que sea" culminó Ichigo y ambos sonrieron, hasta que el pelinegro de retiro, dispuesto a gastar lo que se le había dado.

Viendo como el pelinegro se retiraba, Ichigo cerró los ojos de forma tranquila y suspiró. Recordando el como fue que conoció a ese tipo.

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Uesugi Fuutarou, estudiante de 2° año de preparatoria y también compañero de clases en la sección 3-A. Lo conoce desde exactamente un año, al momento de reincorporarse a clases después de todo lo acontecido con Aizen y posteriormente los Fullbringers.

Un día, como había pasado hoy. Uryu, Inoue y Chad faltaron a clases al mismo tiempo. Ese día no tenía nadie con quién hablar, y en el momento del receso, todas las mesas estaban llenas, ni un solo puesto estaba a la vista.

Excepto por uno, en seguida lo tomó, o quiso hacerlo. Al mismo tiempo que el llevaba también lo hacía un muchacho, ambos se lanzaron una mirada de muerte en ese instante.

"El puesto es mio, fui el primero en tocarlo" comenzó Ichigo mirándolo de frente.

"Tonterías, ¿Acaso estamos en primaria? además, si tú lo tocaste primero, yo lo visualice mucho antes, siguiendo esa lógica sería únicamente mio" dijo tranquilo viéndolo de reojo.

"Tch, la mesa tiene dos sillas, usa la otra de ahí" dijo Ichigo sentándose antes de que Fuutarou dijera una palabra en protesta. Fastidiado por ello, no dijo nada y se sentó al otro extremo, saco un pequeño cuaderno y se puso a leer.

"Parece ser muy aplicado, él hace lo que se supone debería estar haciendo yo..." pensó Ichigo observándolo. Parecía estar en otro mundo muy alejado de la realidad mientras sus ojos bailaban furiosamente leyendo y memorizando cada palabra y cada mísero detalle.

El peli naranja simplemente se recostó y cerro los ojos, por ende su sentido de la audición se agudizó, para escuchar lo que se rumoreaba a su alrededor.

"Ese chico se acaba de sentar con ese..." su oreja se movió, prestando atención.

"... Anti-social, pensé que algo así nunca pasaría" dijo otra persona.

"La verdad a mi también me sorprende, seguro ese tipo no lo conoce"

Su ceño se arrugo con molestia. "¿Anti-social? ¿Él?" se preguntó. Le había molestado de sobre manera que hablarán así de alguien así no lo conociera. ¿Quiénes eran ellos para juzgar a los demás?

Molesto por ello, estaba a punto de levantarse y ponerlos en su lugar, hasta que escucho una voz.

"No lo hagas" dijo el pelinegro sin mirarlo, siempre con la vista en su cuaderno.

Se calmo e hizo caso, en verdad estaba por hacer una locura ahí mismo. Sin embargo se inclinó un poco y susurró, tenía que preguntar. "Oye, hey" llamó. los ojos del llamado se torcieron un poco hacía el, sin apartar su material de lectura. "¿Por qué me detuviste?" vió como el semblante de este se frunció.

"Solo te estarías rayando al defender 'A alguien como yo' como dirían esos de por ahí" dijo tranquilo. Ichigo negó varias veces con la cabeza.

"Para nada, lo habría hecho de todas formas, no soy realmente un santo" dijo cruzándose de brazos. "Esta no es una pregunta que tienes que responder, pero... ¿Por qué estás solo?" ante la pregunta, el chico parecía estar pensándolo, hasta que decidió responder.

"Mejor solo que mal acompañado" dijo a la vez que daba una rápida mirada al comedor. Ichigo le entendió.

"Tiene un buen punto, aparte de ser consciente de lo que piensan de él, aún así se mantiene aquí como si nada pasara. Yo no podría por muy paciente que crea ser" pensaba, ya se había decidido.

"Kurosaki Ichigo" soltó. El pelinegro al escuchar, por primera vez apartó su cuaderno y presto toda su atención al peli naranja.

"Uesugi Fuutarou"

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Desde ese día, por todo un año se había vuelto costumbre estar con la tranquila presencia de este y a veces resultaba divertido aunque muchos no lo creyeran, aquel 'Anti-social' no era más que un estudiante muy aplicado que trataba de ser alguien en su vida, por él y por su familia, alguien así no merecía aquel trato que recibía, por eso a lo largo del último año se vió involucrado en muchas peleas en defensa de este, casi literalmente se había peleado con toda la preparatoria. Y aunque Fuutarou le dijese que dejara de hacerlo ya que su reputación caía a los suelos, lo siguió haciendo, día tras día tras día.

Lo ayudaba, o trataba de hacerlo, era mucho más inteligente que él y era bueno eligiendo palabras por paradójico que fuera, por lo que llegaba a resolver los problemas sin tener que llegar a los puños. Quería que tuviera amigos, quiso hacer que comenzara con Inoue, Chad y Uryu, seguramente se llevaría de maravilla con este último, pero se nego, diciendo que estaba haciendo demasiado, no necesitaba más amigos aparte de él. La sorpresa lo invadió en ese entonces, tuvo que esperar casi un año para poder escuchar esa palabra salir de su boca.

Su primera impresión de Uesugi Fuutarou fue similar a la de las otras personas, sin embargo entablar una conversación con este fue agradable, casi eran personas similares, sacando la inteligencia descomunal que poseía el mismo.

Una sonrisa se le formó de manera inconsciente en el rostro debido a los recuerdos.

"Hola, I-chi-go" escuchó que lo llamaban. Era una voz femenina y algo chillona.

Al abrir sus ojos, se encontró con una adolescente de su mismo color de cabello adornado con un listón color verde que la hacía parecer un conejo. Al igual que su cabello, tenía una brillante sonrisa en su rostro que podía llegar a ser algo tonta, mientras miraba al joven Kurosaki muy de cerca.

Este solo se quedó observando en su sorpresa, el como esa sonrisa tan resplandeciente era dirigida sola y exclusivamente para él.

Aún sin saberlo, justo en ese preciso momento, su vida cotidiana daría un giro de 180° grados a como la conocía anteriormente, todo por esa chica frente a él.

Continuará...

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