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Luego de ayudarle a secar el pelo, interrumpí nuestra conversación, y es que debía darme prisa para bañarme, ya que tenía que descansar para ir al trabajo mañana. Mi ropa interior estaba muy sucia, pero no iba a poder lavarla a mano ahora. A Mónica le presté una camisa que hace mucho tiempo no usaba, y que era bastante ancha como para cubrirla un poco. En realidad, no sabía que lo más complejo aún faltaba por ocurrir. Ni siquiera había pensado en que le pedí que se quedara, y de que solo hay una cama. 

Luego de sentarme lentamente en el borde de la cama, ella sonrió, como que se dio cuenta de lo incómodo que me sentía. Estoy a punto de acostarme con una mujer en la misma cama, pero no sé por qué aún luego de lo ocurrido, siento tanta vergüenza que podría morirme. No sé si haya sido adecuado pedirle que se quede conmigo, aunque solo sea para dormir. 

—¿Quieres que me vaya? — su pregunta me despertó de ese conflicto mental en el que me encontraba.

—No— mi respuesta inmediata la hizo mirarme fijamente. 

—No quiero invadir tu espacio, tampoco quiero incomodarte y sé que mi presencia en este momento te está afectando. Mi casa no queda muy lejos, así que puedo irme. 

—Te dije que no— alcé un poco la voz, y bajé la cabeza—. Quiero decir, no quiero que te vayas. Es un poco complejo, ya que jamás había compartido la cama con alguien más, solo con mi mamá cuando pequeño. Todo esto es nuevo para mi y es normal que me sienta un poco incómodo, pero no significa que no quiera que estés aquí. Además, solo es dormir, ¿No? — me recosté para no hacerla sentir mal. 

La verdad del asunto es que estaba muy asustado y no quería demostrárselo. ¿Cómo podría molestarme su presencia? La realidad, es que se siente bien estar acompañado. 

—Bueno, de acuerdo— se acostó al lado mío, y la vi cubrirse con la sábana. 

—Oye, ¿A ti no te incomoda estar acostada en la cama conmigo? — cuestioné curioso.

—En lo más mínimo. De alguna manera, me siento bien estando contigo— ¿Así que ella se siente igual? —. ¿Así que solo has dormido con tu mamá? 

—Sí, solíamos dormir juntos. Desde que mi padre falleció, ella siempre buscaba la forma de dormir siempre conmigo. Podía terminar tarde en el trabajo, pero siempre que despertaba, ella amanecía a mi lado. 

—Siento mucho lo de tu papá. 

—Las personas buenas son las primeras en irse, ¿Eh? Él no merecía lo que le pasó. Siempre fue alguien bueno, ayudaba a los demás, daba el todo por el todo, aún sin sentirse completamente bien. A veces me pregunto ¿Por qué? ¿Por qué se tuvo que ir? ¿Por qué nos tuvo que dejar solos? Él no tuvo la culpa por la enfermedad que se lo devoró tan rápido, pero al menos hubiera querido despedirme adecuadamente. 

—Hay preguntas que lastimosamente no tienen respuestas. A tu papá no le gustaría verte triste. Todo padre quiere ver a sus hijos felices, así que debes serlo por él. Estoy segura que donde quiera que esté, él debe estar cuidando de ti y de tu mamá. No lo conozco, pero dejándome llevar por lo buen hombre que eres, estoy segura que debía ser un gran hombre como tú. Criaron a alguien muy especial, y realmente estoy agradecida con ellos y con la vida, por haberme dado el privilegio de conocerte. 

Sus palabras lograron calmar ese nudo que se había formado en mi garganta al recordar a mi padre. Nadie nunca se había referido a mi de esa forma y me conmovió mucho, no puedo negarlo. A decir verdad, nunca imaginé que iba a tener el privilegio de conocer a alguien que me hiciera sentir tan bien, con tan solo tener su compañía. 

—Eres la primera persona que me dice unas palabras tan bonitas— a pesar de que el nudo en mi garganta había desaparecido, mis ojos se humedecieron en un milésimo segundo. No podría decir que era tristeza, más bien sentía una especie de hormigueo en mi pecho. La misma sensación que tuve en el momento que toqué sus manos y probé sus labios. 

—¿Por qué estás llorando? ¿Acaso dije algo malo?— ver su expresión de susto, me hizo admirarla con detenimiento. Nunca la había visto de esa manera, y tuve ganas de reír —. Lo siento mucho, no sabía que te haría sentir mal. 

—No estoy triste, al contrario, me siento tan feliz que no tengo palabras para describirlo. Eres muy especial, pero sobre todo, muy hermosa. Daría todo por tener a alguien como tú a mi lado. Si eso fuera así, sería el hombre más afortunado que pueda existir. 

—Tu…— desvió la mirada y apretó la sábana—. Tú de-berías pen-sar bien las cosas, antes de decirlas. Sí, eso tienes que hacer— tartamudeó hasta darme la espalda y tirarse la sábana por encima para cubrirse—. Mañana tienes trabajo, así que será mejor que duermas— masculló, y extendí mi mano inconscientemente hasta quedar a centímetros de la sábana, pero al darme cuenta, sacudí la cabeza y me arropé también. 

—Descansa, Mónica— apagué la lámpara de la mesa de noche, y me quedé pensando. 

¿Qué le ha pasado tan de repente? ¿Por qué se puso tan nerviosa? ¿Acaso dije algo muy extraño? 

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