110 EPÍLOGO

La felicidad nos ha arropado por completo en el transcurso de los años. Nuestras constantes luchas para sacar adelante a nuestros hijos ha rendido fruto. Cada día están más grandes, independientes; a decir verdad, ya no tenemos bebés. Nos hemos ocupado de crear un ambiente sano, lleno de amor, positivismo y tolerancia en nuestro hogar. Kenji y yo nos hemos dedicado exclusivamente a la crianza de nuestros hijos.

Koemi es locura con su hermano. Desde ese día que le contamos la noticia de que iba a tener un hermanito, no hubo día en que no estuviera al pendiente de cuidarme, de cuidarlo, de demostrarle las ansias con la que lo esperaba, aún estando en mi barriga. Ha sido la hermanita que todo hermanito desearía tener. Hacen todo juntos, no hay momento en que se separen, ni siquiera cuando van a dormir. Ellos son la luz de nuestra vida, le dan ese brillo y alegría a cada rincón de la casa.

Por otro lado, Shu y su esposa han estado al pendiente de ellos. Ya no vive con nosotros, pero los visita varias veces a la semana. A veces cuando planeamos hacer un paseo con los niños, él se junta con nosotros y vela de ellos como si fueran sus propios hijos. Recientemente le dieron la noticia de que se convertirá en papá, y eso le cambió por completo la vida. Decidió también alejarse de los negocios turbios, de todo lo que implicara peligro para su esposa y el bebé que está esperando. Logró ponerse en contacto con su familia en Tokio y le envío una cantidad de dinero para que pudieran vivir bien de ahora en adelante. Supongo que todo cae por su propio peso, y no hay mal que dure mil años.

Lo único que no me abandona, sin importar el tiempo que transcurra, es Shiro. La relación entre los dos no funcionó, y a pesar de haber sido algo que juré superar en su momento, hay algunos días en que puedo sentir su presencia, e incluso la niña ha estado experimentando ése tipo de situaciones. No importa cuánto tiempo pase, menciona a Carla y a su padre. He querido pensar que tal vez he perdido la cabeza, y que el impacto de su muerte fue el causante de que esté sintiendo estas cosas, pero que mi hija también pueda sentirlo, es un poco inquietante. He tenido sueños y recuerdos de lo que ya fue entre los dos, que la mayoría de recuerdos han sido malos, pero me hicieron dar cuenta de que ya no lo odio realmente. Ya no recuerdo todo con esa misma rabia, dolor, angustia, o sentimientos negativos que tenía antes; supongo que sin darme cuenta he cambiado mucho. Lo perdoné con sinceridad, porque dentro de mi ya no había espacio para guardar rencor, porque ya había conocido la felicidad y liberado de esas cadenas que me amarraban a él. Aunque su forma de demostrar las cosas siempre fueron retorcidas, tal vez haber conocido esa parte de él en su momento, fue la que me llevó a sentir algún tipo de afecto hacia su persona. Tal vez no se trataba de amor, tal vez me aferré a él porque no tuve la fuerza de voluntad para abandonarlo luego de ir conociendo a ese niño con falta de cariño y atención que se ocultaba en él. En aquel momento no me di cuenta de eso, pero ahora que lo pienso detenidamente me doy cuenta de todo. No lo justifico por sus malas acciones, tampoco voy a echarle toda la culpa a él, porque yo también cometí muchos errores. Yo alimenté su orgullo con el mío, y nunca traté de entenderlo o considerar lo que sentía. Tal vez algún día me quiso de verdad; no lo sé, nunca lo sabré y es irrelevante ahora. Lo único que puedo dar por hecho, es que he perdonado y he liberado mi alma de todo ese rencor que me carcomía por dentro. Incluso después de la muerte, él ha estado merodeando y cuidando desde el otro lado a su hija; tal vez esa es la prueba de sus buenas intenciones y amor sincero, el mismo que no pudo demostrar por su orgullo cuando aún estaba con vida. Cumpliré con lo que le prometí de no decirle a la niña de que él era su verdadero padre, ese secreto lo llevaré conmigo a la tumba.

La vida me sorprendió de muchas maneras, me hizo valorar a las personas que tengo a mi alrededor. En medio de la tormenta, ese ángel que vino a salvarme, fue el mismo que me salvó hace tantos años atrás. Me hizo valorar y apreciar la vida, cuando pensé que no podría continuar. Ese ángel que me iluminó en medio de la oscuridad, se había convertido en todo para mí. Las barreras que hemos atravesado han sido difíciles, pero el amor ha sido más fuerte que todas esas dificultades. He amado y he vivido intensamente hasta el día de hoy, que si el día de mañana no logro despertar, me iré feliz de haber experimentado lo que se siente ser feliz y tener una hermosa y valiosa familia como la que tengo.

Poder caminar de la mano junto a mis hijos y él, el poder admirar esas hermosas sonrisas que me alegran la vida, mas tener la dicha de despertar un día más y ver a mis bellos ángeles dormidos mi lado, ha sido un privilegio que nunca pensé tener, pero que he valorado desde el primer día, y así será hasta el último.

Porque cuando pensé que no merecía conocer la felicidad, él llegó a demostrarme que todos merecemos ser felices; y que a veces la felicidad está sujeta al sufrimiento de otros. Eso es ley de vida.

«El perdón te libera de esas ataduras que nos amargan y enferman al cuerpo.»

«*El orgullo te hará sentir más fuerte, pero jamás te hará sentir feliz.»

Al final, el orgullo jamás llenará tu alma y tampoco te traerá la felicidad que mereces.

Ama intensamente, valora a las personas que están en tu vida y demuestra cuán importantes son para ti a tiempo, antes de que sea demasiado tarde*.

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