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CAPÍTULO UNO

¿Cuántas veces hemos escuchados dichos como "No todo lo que brilla es oro" ó "Las apariencias engañan"?. Lo irónico de esto es que es más común de lo que creemos, todos en algún momento de nuestras vidas hemos fingido ser alguien que no somos.

No me refiero a lo material, sino más allá y es lo interno. Somos estafadores expertos de nosotros mismos, y si no estás de acuerdo con lo que pienso déjame explicarte el porqué de pensar así.

¿Cuántas veces has tenido que mostrar una sonrisa cuando estás sufriendo por dentro?

¿Cuántas veces has fingido indiferencia cuando sientes todo lo contrario?

¿Cuántas veces hemos gritado internamente mientras nuestra boca está cerrada?

¿Cuántas veces te has engañado diciendo que estás bien?

Y podríamos seguir y nunca acabaríamos, nuestra vida en la actualidad se basa en no mostrarse tal y como somos, por miedo a no ser aceptados.

Está sociedad no está lista para aceptar que necesitamos ayuda, que somos personas con sentimientos. Teniendo que fingir valentía cuando sientes miedo, reír cuando quieres llorar, callar cuando quieres gritar, reprimiendo a la persona que en realidad somos por un zombie, viviendo de manera monótona.

Y como tantas familias en el mundo los James no se quedaban atrás, mostrando una sonrisa cuando por dentro estaban aterrados queriendo gritar a los cuatro vientos lo que vivían en su familia, el gran secreto que callaban por temor a ser rechazados.

Las constantes peleas entre la pareja era el pan diario de sus vidas, enfrascados en sus problemas dejando a un lado al pequeño Joshuar que desde su habitación escuchaba los constantes gritos entre sus padres.

El se encerraba en su armario, haciéndose un ovillo mientras con sus manitas tapaba sus oídos, rogando que en algún momento sus padres dejarán de pelear aún sabiendo que después de cada pelea su madre llegaba a la habitación gritándole que era su culpa.

Lo peor de todo es que el no comprendía porque lo culpaban era tan solo un niño, ni porque su padre lo golpeaba con odio gritándole que el no era normal. Solo tenía seis años.

Aceptar que su hijo tenía problemas mentales no había sido fácil. Constantemente se preguntaban ¿Porqué? ¿Porqué nosotros?.

Eran preguntas que no obtenían respuestas, todavía recordaban la primera vez que encontraron a Joshuar con su pequeño gato muerto en sus manos. No comprendían porque lo había hecho, no entendían el porque la fascinación de su hijo por matar.

¿Sería la calidez de la sangre al salir del cuerpo y manchar sus manos? ¿El color rojo intenso que lo fascinaba? ¿O podía ser la sensación de poder en sus manos al terminar una vida?.

De algo si estaban seguros era que no sentía ni el más mínimo sentimiento de culpabilidad.

Con tan sólo ocho años, había sido diagnosticado con Trastorno Disocial acompañado de Esquizofrenia. Joshuar observaba a sus padres llorar ante la noticia, a los doce constantemente engañaba a sus padres tras obligarle tomar sus medicamentos, pues él creía que estaba bien que no debían privarle de su libertad ni de sus emociones.

Le gustaba escuchar la voz que le susurraba al oído.

Hazlo

Mátalo

Esa voz que le decían lo contrario a lo que era correcto eran su única compañía, sus amigos ya que físicos no tenía. Tuvo que aprender a fingir obediencia a sus padres para que lo dejarán ir al colegio, pues sabía que así sería más fácil hacer lo que le placía.

Sus padres lo obligaban a actuar normal ante sus familiares, ante sus vecinos ante el mundo entero. Pero no podía fingir cuando con obsesión observaba desde su ventana a la niña de ojos café jugar junto a su hermano.

Deseaba poder tocarla, acariciar su cabello castaño y jalarlo hasta hacerla gritar de dolor. Y lo lograría solo debía seguir fingiendo y ganarse la confianza de sus padres para que lo dejarán acercársele a sus vecinos.

Su sueño sería cumplido, tras un mes de "obediencia", sus padres habían sido invitados a una cena con los vecinos. Habían hablado con su hijo sobre comportarse sobre guardar las apariencias. Y el muy alegre había escuchado y atendido cada palabra pues no quería perder la oportunidad de tener a la niña en sus manos.

Durante la cena había podido controlarse para no ver tanto a Sarahi, ese era su nombre tan bello como ella. Toda una princesa. Su hermano Joseph tenía la misma edad que él, al parecer era alguien agradable. Ambos hermanos tan inocentes, excepto él, no sentía culpa al momento de dañar a los demás pero observando bien se preguntaba interiormente si disfrutaría como la hacía en su mente cuando pudiera solo tocar a Sarahi.

Los adultos mandaron a los niños a la habitación de Joseph, mientras ellos charlaban un animado Joshuar subía las escaleras, entro en la habitación y con detenimiento observó la habitación de aquel chico no veía nada interesante hasta que sus ojos se detuvieron en la fotografía que estaba frente a él. Joseph y Sarahi abrazados y sonriendo. Ver eso le hizo preguntarse.

¿Tendría alguna vez una hermana?.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la melodiosa voz de aquella princesa que tanto quería tocar.

- Joseph ¿Puedo quedarme un rato en tú habitación? aún no tengo sueño.

- Claro Sara - sonrió su hermano. La niña avanzó hasta sentarse en la cama.

- Joshuar ¿Quieres jugar una partida de soccer?- preguntó con los controles en las manos.

- Eh...sí- tomó el control en su mano y se sentó en el piso frente al televisor.

Todo parecía estar bien hasta que escuchó esa voz que le susurraba.

Tócala.

Intentaba concentrarse en el juego y hacer a un lado lo que había escuchado. Pero la voz seguía.

Tócala

Tócala

Tócala

Soltó el control y llevó ambas manos a sus oídos, en un intento fallido por dejar de escucharla. Los niños observaron confundidos la escena, pues no entendían lo que ocurría. Joseph trato de tocarlo pero Joshuar no se lo permitió hasta que algo imposible pasó.

Un tacto suave se postró sobre su cabeza y todo se detuvo. Ya no escuchaba la voz, ni el comprendía que estaba ocurriendo hasta que lentamente abrió sus ojos y vio que Sarahi era la causante de todo.

Ella había logrado lo que los medicamentos no hacían al instante, con tan solo mantener su mano sobre su cabeza había callado a la voz fastidiosa. Joshuar no podía creerlo, con sus ojos bien abiertos contemplaba esos ojos café que tanto deseaba ver de cerca y una sonrisa sobre los labios de la niña le trasmitían paz.

Retiró las manos de sus oídos y con mayor intensidad devolvió la sonrisa.

- ¿Estás bien? - preguntó la niña. El se limitó a asentir.

- Llamaré a tus padres - Joseph se levantó y de inmediato Joshuar lo detuvo.

-¡No! Déjalo solo es dolor de cabeza, me pasa cuando estudio demasiado.

-¿Estas seguro?

-Sí, solo necesito descansar.

Los chicos hicieron caso a lo que decía aquel chico, y desde aquel momento Joshuar por primera vez supo lo que era sentir Paz.