3 II

"Personas como tú se merecen el universo entero,

yo me encargaré de dártelo"

Kageyama Tobio se permitió observar al muchacho con ojos de oro, y pensó, que lo mejor en ese momento sería apiadarse de él, de un padeciente.

- lo lamento.

Expresó en cortas palabras, sin molestarse en fingir que realmente lo hacía. Tobio comenzó a jugar con sus manos, palmeando sus piernas de vez en cuando, buscando la excusa para salir revoloteando de allí, sin plantarse nunca más. Y esperó. Esperó un segundo. Esperó dos. Esperó tres. Y se dijo, que si en el quinto segundo, el muchacho con ojos de oro no hablaba, se despediría deseándole una tonta suerte. Y llegó el cuarto segundo.

- yo... me acompañarías al café que hay frente al hospital? no creo que lo esté asimilando bien.

Kageyama asintió, rindiéndose con su propio trato. Él se levantó primero, y buscó con la mirada a aquel muchacho con ojos de oro, ansiando que reaccione. No tendría que seguir más en el hospital, eso era un punto a favor. El punto en contra, es que ahora se veía obligado a acompañar a un padeciente, una persona que, por más que lo intente, tendría las de perder siempre. Tobio sabía que el muchacho con ojos de oro no sería visto nunca más en, cuánto? dos? tres años? Kageyama no quería relacionarse con una persona, que era tan solo una bomba de tiempo, y estallaría en cualquier momento. Kageyama no quería salir herido de allí, y ya se estaba metiendo demasiado en el asunto.

El muchacho con ojos de oro salió de su trance, y le indicó a Tobio con un gesto de manos que lo siga. Caminaron por el extenso pasillo que conectaba ese pequeño jardín, con la guardia de emergencias, y de allí, a la salida. Eran libres, y se sentía muy bien.

Cruzaron la calle una vez que el semáforo estaba a su favor, y se encontraron en una mesita de a dos, en aquel café con olor a decepción, y euforia. Tobio supuso, que esa mezcla se debía a las personas como ellos, que venían del hospital a lamentarse, o a festejar. Nuestro caso, era para lamentarse.

El muchacho con ojos de oro pidió un capuchino mediano, tenía la mandíbula tensa, y parecía no respirar. Notó la mirada intensa de Tobio sobre él, y en lo que convivieron juntos, pareció asustado por primera vez. Su rostro se moldeó en lo que podría ser una sonrisa apenada.

- perdona por arrastrarte hasta aquí jaja... como te llamas?

- Kageyama, Tobio.

- pues.. es un gusto!

El muchacho con ojos de oro extendió su brazo hacia el pelinegro, y se sintió extremadamente satisfecho, cuando fue estrechada rápidamente.

- yo soy Hinata, Hinata Shoyo.

A Kageyama le gustaba el apodo que le había dado a, el ahora, no tan desconocido, pero le pareció apropiado llamarle por su nombre, en vez de muchacho con ojos de oro.

Un hombre con ropa vistosa y rostro impasible llegó delante nuestro, cargando en una bandeja el pedido de Hinata. Colocó su bebida delante suyo, e inclinó su tronco hacia delante antes de desaparecer nuevamente entre los comensales. Shoyo sorbió una vez, con mano temblorosa. Tenía la vista perdida en algún punto fijo, y parecía que se alteraba más a cada segundo. Tobio agachó la cabeza sin decir nada, y en modo de tic, comenzó a mover su pie derecho de arriba hacia abajo rápidamente. El silencio que se había formado era incómodo y asfixiante. No sabía porque estaba acompañando al de cabello anaranjado, esperando quién sabe qué.

- tienes algún hobbie?

Aquella pregunta provocó que Kageyama depositara toda su atención en él, y obviamente, obligándolo a subir nuevamente la cabeza, encontrándose con aquellos ojos, y aquella sonrisa, aquella maldita sonrisa que le habían impedido negarse a sus favores desde un principio. El pelinegro no puedo evita contagiarse de esa esperanzadora acción, y le dedicó la misma expresión. ¿Es sano sonreír, cuando acabas de enterarte que vas a morir?, pensó Tobio con agudez.

- juego volleyball, es mi pasión.

Respondió sin apartar la vista, ni la sonrisa. Por su parte, la de Hinata se amplió y pareció olvidar por unos minutos que tenía cáncer.

- yo también! voy a convertirme en el mejor bloqueador central, sabes? es más, seré la mejor estrella, seré como el Pequeño Gigante!

El entusiasmo con el que dijo esas palabras, le hicieron creer a Kageyama que realmente había olvidado su estado. Ser un padeciente implicaba renunciar a lo que más quieres incluso a tus sueños, porque algunas personas hacen hasta lo imposible para vivir. El ojiazul sonrió amargamente, como quien no tiene otra opción, y desvió su vista hacia las manos de Hinata. Las tenía callosas, y algunos dedos estaban vendados. Se preguntó si era igual de difícil jugar con la estatura que tenía.

- eres bastante egocéntrico, niño

Mencionó con un aire divertido en sus palabras, sin dejar entreverlo. Hinata hizo un sonido gutural, y con semblante ofendido, le propinó un golpe suave en la cabeza.

- y tu un amargado!

Antes de que el pelinegro pudiera replicarle algo, Shoyo expresó su descontento de una forma infantil, que consistía en sacarle la lengua, cruzarse de brazos, y voltear su rostro hacia la ventana, sin abrir los ojos.

Realmente...

Realmente parecía un niño, al que su infancia se le fue arrebatada demasiado pronto...

Tobio chasqueó la lengua con fastidio, y se cruzó de brazos de igual manera, solo que él estaba mirando hacia el frente, con la cabeza ligeramente inclinada hacia arriba. Parecía un rey amargado.

- ah?! a quien llamas amargado? boke..

Hinata pareció ignorar su pregunta. Abrió los ojos con desgano, haciendo desparecer esa expresión de molestia. Parecía haberse dado cuenta de algo.

Sus ojos se clavaron con los de Kageyama una vez mas, y le mostró esa brillante sonrisa, que tanto había deseado Tobio que desapareciera.

- me das tu teléfono?

No quería meterse de lleno, no quería ser otra victima de la explosión, no quería tener que lamentarse una vez que todo acabase. Sin embargo, su expresión tenía algo que le hacía pensar, que no podía morir.

- claro...

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