38 CAPÍTULO 38: Liz y Diana

La dolorosa vida de Ángel.

CAPÍTULO 38

Entramos a un casino y está muy lleno... Hay demasiadas personas, tal vez estén esperando algo.

—El restaurante que te dije está aquí, tienen carne muy deliciosa.

—¡¡Damas y caballeros, nuestro invitado especial llegó!!- Grita Jisas.

Todos voltean a verme. Jisas está en un escenario.

—¿Ahora que querrá ese loco?

—¡¡Ahora que llegó, daremos inicio a nuestro sorteo!!

Un guardia sube al escenario con una jaula con dos chicas semihumanas con cola y orejas de perro dentro de la jaula. Las chicas son bastante parecidas, solo que una parece más mayor que la otra. Tienen el cabello azul y largo, y usan unos vestidos rojos algo rotos y sucios.

—¡¡El premio serán dos esclavas semihumanas!!

Todos empiezan a abuchear.

—¡¡Qué asco!!

—¡¡Malditos demonios!!

—¡¡Fenómenos!!

—¡¡Espero que mueran dolorosamente!!

Veo a Jisas con odio.

—¡Maldito!

Veo a las semihumanas. Tienen cicatrices en sus caras, sus brazos y piernas. Las semihumanas parecen muy asustadas.

—¡¡El boleto cuesta 100 monedas!!

Todos empiezan a comprar boletos.

—¿Comprarás boletos?- Dice Ansmel.

—Sí, gastaré todo mi dinero.

Crismei vuelve a su forma humana.

—¡¿Te gastarás nuestro dinero?! ¿Qué comeremos?

—Eso no importa ahora.

Ansmel observa a Crismei.

—Interesante.

—Ansmel, puedes hablar con Crismei, ahora regreso.

Me dirijo a Jisas, que está vendiendo los boletos.

—¡¡Abran paso a nuestro invitado especial, parece que quiere comprar boletos!!

Todos se hacen a un lado y me paro frente a Jisas.

—¡¿Cuántos boletos quieres, amigo?!

Saco todo mi dinero.

—¡Quiero 48 boletos!

—Vaya, parece que quieres tener a esas semihumanas. ¿Por qué las quieres? ¿Como sirvientas? ¿Quieres hacerlas sufrir?

Se quita los lentes. Jisas tiene 8 ojos pequeños. Parecen los ojos de una araña.

—¿O como amantes?

Me guiña con cuatro de sus pequeños ojos.

—¿Eres un semihumano?

—Nací como humano. Tengo estos ojos por otra razón.

Toma mi dinero y me entrega los boletos.

—Suerte.

Se pone los lentes y me da palmadas en el hombro derecho.

—Y espero que ganes el torneo.

Me alejo rápidamente de él.

—Idiota.

Llego con Crismei y con Ansmel.

—¡Nos moriremos de hambre!- Dice Crismei.

—Calma, luego pensaré en cómo conseguir dinero.

—No te preocupes, yo te compraré comida.- Dice Ansmel.

—¡¿En serio?!- Dice Crismei.

Crismei abraza a Ansmel.

—¡Ahora me caes bien!

-30 minutos después-

—¡¡Los boletos se han terminado, el sorteo comenzará!!

Unos guardias traen una enorme caja.

—¡¡Suerte a todos!!

El brazo izquierdo de Jisas se transforma en una larga pata de araña.

—¿Todos los comandantes son así de raros?

Mete su pata en la caja y saca un papel.

—¡¡El número ganador es el 109,620!!

Reviso mis boletos.

—Vamos, vamos... ¡Sí!

Levanto la mano derecha, mostrando el boleto.

—¡¡Soy el maldito ganador!!

—¡¡Vaya, vaya, que suerte tuviste!! ¡¡Pasa por tu premio!!

Paso al frente y le entrego el boleto.

—Diviértete con ellas.

Los guardias traen la jaula y la abren.

—¡Salgan!- Dicen los guardias.

Las dos salen de la jaula y me ven asustadas. Están temblando de miedo.

—Hola, mi nombre es Ángel.

Les extiendo mis manos

—¿Y sus nombres?

—M-me llamo Liz.- Dice la mayor.

—Y-yo soy Diana.- Dice la menor.

—Bonitos nombres... ¿No me saludarán?

—¡Lo siento!- Dicen las dos asustadas.

Me besan las manos... Eso fue incómodo... Me tratan como un rey, o su amo... No me gusta.

—No me refería a eso, quiero un apretón de mano.

—C-claro.- Dicen las dos.

Las saludo de mano.

—Es un gusto. ¿Quieren comer algo?

—¿Eh?- Dicen confundidas.

—¿No quieren?

—¿Podemos?- Dicen las dos.

—Claro.

—Se lo agradecemos.- Dicen las dos un poco menos confundidas.

Pasamos entre las personas.

—¡¡Malditos demonios asquerosos!!

Volteo a ver al hombre que dijo eso.

—Vaya, ¿dices que son demonios?

Me acerco a él.

—El único demonio aquí, soy yo.

Me acerco demasiado a él.

—Vigila tu espalda a partir de ahora, en cualquier momento te mataré.

El hombre se pone pálido y se va corriendo.

—¡¡Lo siento!!

—Jeje, me vi genial.

Llegamos con Crismei y Ansmel.

—Ansmel, préstame algo de dinero, quiero comprar algo de comida para ellas.

—Claro.

-Minutos después-

Tomo de la camisa a un mesero... Estoy realmente enojado.

—¡¿Cómo que no podemos comer aquí?!

—No los dejaré entrar con esos demonios asquerosos.

—¡Entonces metanse su comida por el...!

Crismei me interrumpe.

—¡Ángel, cálmate!

Suspiro y lo suelto.

—Está bien, vámonos.

Salimos del casino... Maldita discriminación.

—Lo siento, Liz y Diana, no pude conseguir comida.

—N-no hay problema, amo.- Dice Liz.

—N-no se preocupe por nosotras.- Dice Diana.

Las observo con una mirada seria... No me gusta que me traten como su amo.

—No me digan amo... Les conseguiré comida y podrán irse, no serán mis esclavas.

—¡¿En serio?!- Dicen las dos sorprendidas.

—Sí, no se preocupen... Crismei, ¿puedes ir a conseguir comida?

Le entrego el dinero.

—Cuando la consigas, ve a la posada.

—¡Sí!

Crismei se aleja corriendo.

—Yo debo ir a prepararme para la pelea, adiós.- Dice Ansmel sonriendo.

Ansmel se aleja caminando.

—Bueno... ¿Quieren descansar?

-Minutos después-

Entramos a la posada y el encargado nos grita.

—¡¡No puedes entrar con esos demonios aquí!! ¡¡Lárgate!!

Las dos se esconden detrás de mí con miedo.

—No lo haré.

Me acerco a él.

—Y no te quejes, ¿entendido?

Me le quedo viendo y él comienza a temblar.

—E-está bien.

—Gracias.

Entramos a la habitación... Odio que las traten de esa manera... Realmente odio la discriminación.

—Bien, pueden descansar. Crismei regresará en cualquier momento con comida.

Me acuesto en el suelo.

—Tengo una pequeña duda, ¿cómo se hicieron esas cicatrices?

—Nuestro antiguo amo nos las hizo.- Dice Liz.

—Cuando se aburrió de golpearnos, nos hizo las cicatrices con un ácido.- Dice Diana.

—Eso es muy cruel... ¿Quién era su antiguo amo? ¿Saben su nombre?

—Se llama Freipo, es el hijo del comandante Treifus.- Dice Liz.

—¿El hijo de un comandante?

Me levanto del suelo.

—No me sorprende... ¿Son madre e hija?

—Sí, ¿por qué?- Dice Liz.

—Solo tenía curiosidad... ¿Tienen algún familiar? ¿Tienen con quién quedarse?

—No, solo somos mi hija y yo.- Dice Liz.

—Ya veo... Entiendo... Les diría que pueden quedarse conmigo, pero soy muy peligroso... En unos días regresaré a la ciudad semihumana, hasta entonces se quedarán conmigo, ¿está bien?

—Se lo agradecemos.

Me quito la camisa y tomo una toalla.

—En la posada hay unas aguas termales, ¿quieren ir?

—¡¿J-juntos?!- Dicen las dos nerviosas y sonrojadas.

Me sonrojo... ¡Mierda, dije una tontería!

—N-no, las aguas termales están separadas por sexo, no se preocupen.

—E-está bien.

—Ahí hay unas toallas, vamos.

Las dos toman las toallas y salimos de la habitación.

—¡¡Ahí están!!

El encargado me apunta con su dedo índice y a su lado están unos guardias.

—¿Hay algún problema?

Me ven y los guardias se alejan poco a poco

—¡No sabíamos que era usted!

—¡Nos retiramos!

Los guardias se van del lugar corriendo.

—Vaya, vaya, vaya.

Me acerco al encargado.

—¿Tienes algún problema conmigo?

—¡Esos demonios espantarán a mis clientes!

Le doy palmadas en el hombro izquierdo.

—No me importa.

Me acerco a su oído derecho y le susurro.

—Y no les digas demonios, ¿entendido?

—Pero...

Pongo mi dedo pulgar derecho en sus labios.

—Haz lo que te digo o tendré que matarte.

El encargado se pone pálido.

—¡Entendido!

Me alejo de él.

—Gracias.

Volteo a verlas y les sonrío.

—Vamos.

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