1 Maldito Invierno 2022: Lo que mata es la humedad

Hola! Buenos días! ¿Qué hacés? ¿Qué tal todo?

Me llamo Juan José Collarini. Juanjo para los amigos, "ponele". Nací en los 90 en Bahía del Poniente, un promontorio de casas con techo de chapa rodeado de montañas bajas a las que les pega el viento proveniente de una bahía durante la mayor parte del día. Podrías describirla como "Noruega meets Latinoamérica".

Dato irrevelante: es la única ciudad del país del otro lado de la Cordillera.

Vengo a usar este blog para ventilar mis quejas y compartir mis aventuras y/o desventuras (?). El psicólogo dice que es una manera más sana de manejar mis emociones antes que gritarle a los peatones, los cadetes del delivery y mis compañeros de laburo. Tengo mis dudas, pero no pierdo nada probando, ¿no?.

¿Cual es mi historia? Supongo que el principio es tan buen lugar como cualquier otro para empezar. Nací de un embarazo no planeado, un accidente casual, un ejemplo de la estadística, el producto de un error más en la fábrica de Prime... Mamá hubiera detenido el embarazo de haber tenido la plata, pero bueh, aquí estamos supongo.

Freeze frame: Quizás suene crudo, ya sé, ¡Perdón por la falta de tacto! Suelen criticarme eso. Al margen, no le guardo rencores. Ella me dio todo lo que pude necesitar: techo, comida, cariño, educación y todo eso. A cambio le tuve que jurar que cuando llegara a vieja no la internaría. Supongo que es razonable, ¿no?

Siempre se preocupó de que no me faltara nada e hizo lo posible para que le saliera una persona honesta, trabajadora y responsable. Al principio nos llevábamos bien, pero creo que los cuarenta le pegaron feo y ahí se fue todo a la mierda. Aguantó cambiarme los pañales y mis berrinches de nene, pero ante los planteos existencialistas de un adolescente que vivía encerrado su única herramienta era la chancleta. Como buena familia descendiente de italianos la convivencia siempre fue interesante, ruidosa como mínimo. Nunca faltaron los gritos y las discusiones acaloradas y calculo que de ahí salió un poco mi humor un tanto volátil; pero bueno, supongo que todas las familias son medianamente así, ¿no?

Esto mismo le mencioné al psicólogo cuando le conté los eventos de hace un par de semanas atrás:

Fue un 27 de Junio? o el 5 de Julio? Bueh, no importa. Había dormido horriblemente como ya era costumbre, quizás había sido una pesadilla, quizás los gritos de pendejos saliendo del boliche o quizás porque paso 15 horas al día frente a un monitor. De cualquier modo, me levanté y me repetí la frase que tenía anotada en un cartel torcido en la puerta:

-"Pensá en positivo. Respirá profundo y sonreí: Hoy va a ser un gran día". 

Presentía que iba a ser un día de Sol, que con un poco de suerte podía lavar la ropa y dejarla secando y a la vuelta ya la iba a tener lista para guardar. No sé bien porqué pensé eso, pero corrí la cortina y me encontré con un cielo gris cubierto de nubes que anunciaban lo inminente. 

-"Ah Re"- pensé en voz alta.

Me había levantado una hora más tarde de lo que me había prometido anoche, pero esa era Mi menor preocupación, porque descubrí que no quedaba más polvo para preparar el capuccino de todos los días. Otra bolsa más que se iba. Desde hacía unas semanas estaban difíciles de conseguir por la faltante de café que produjo la restricción a las importaciones. 

-"¡Que país de mierda, bo-lu-Do!"

El maté cocido me sacó del paso. Qué cosa noble el mate cocido che, nunca te deja a pata. Abrí la heladera para buscar algo sólido para comer, viste que el desayuno es la comida más importante del día y blablabla. Bueno, lo único que encontré fueron galletitas de agua y un pote de queso untable al que debería haberle hecho un carbono 14. Cuando lo abrí me encontré con un pintura de Jackson Pollock pero hecha con hongos. Me agarraron arcadas y vomité la nada que tenía en el estómago por el olor nauseabundo y me despedí de mis ganas de desayunar.

Me cambié con la ropa que tenía hecha una pila sobre la silla de la computadora y arranqué para salir.

-"Sol, Re, Mi menor, Do"- tarareaba mientras baja frenéticamente los escalones. Las escaleras me ponen ansioso y no puedo evitar apurarme para llegar a la base. Algún día me voy a matar.

El día tenía pinta de merecer uno de esos temas. Me puse a buscar con el celular antes de salir hasta que vi pasaba el gatito gris de la panadería de al lado. Me encantan los gatos, qué bichos hermosos que me alegran el día. Le saqué una foto media berreta antes de que se fuera corriendo y me cerré la campera. Llovía. 

-"Y bueh".

Mientras caminaba hacia la parada del colectivo veía las caras largas de la gente pasar. Muchos mirando el celular encorvados, varios esquivando charcos desde abajo de un paraguas, todos con el ceño fruncido y puteando por lo bajo. Me distraje mirando el vapor de mi respiración condensarse por delante de mi nariz. Sonreí mientras recordaba los inviernos de chico cuando fantaseaba con que era un pequeño dragón que respiraba fuego. Cuando me di cuenta, la línea 106 ya estaba a mitad de cuadra y empecé a correr haciendo señas esperando a que el chofer frenase antes de doblar en la esquina. El tipo me sonrió y volanteando pasó por arriba de un enorme charco cercano mientras sacudía con la cabeza. Ahora mis pantalones parecían los de un preescolar que se meó encima.

Lo que el chofer no vio fue el Terrier suelto de la señora del 4B, que corrió para levantar una rama que estaba en el medio de la calle. Cuando intentó frenar ya era demasiado tarde y las ruedas patinaron sobre el suelo mojado antes de desintegrar al pobre animal en un espectáculo grotesco.

-"Lo que mata es la humedad " -pensé por adentro mientras le golpeaba la puerta vidriada al colectivero para que me dejara subir.

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