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Conociendo al pecado

-En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, Amén, pueden ir en paz.

-Demos gracias al señor.

Esas fueron las últimas palabras que resonaron en aquel templo sagrado ese domingo por la noche.

Minho había acabado de celebrar misa y empezaba a recoger los utensilios eclesiásticos con ayuda de los monaguillos.

-Padre, puedo hablar con usted?-Llamó en voz poco audible una joven.

-Hermana cuantas veces te he dicho que no me llames padre, padre solo hay uno y es el que nos mira desde lo alto.

-Es cierto sacerdote Lee, lo siento.

-Tranquila hermana, ahora dime que es lo que necesitabas hablar conmigo?-Preguntó el pelinegro sentandose junto a la joven en una de las bancas de la iglesia.

-Yo... necesito confesarme.

-Pero las confesiones se hicieron hasta las dos de la tarde, que acaso no viniste?

-No yo... tenia demasiada vergüenza, no quería que aquellas personas supiesen de mi pecado.

-Pero si nadie más que tú, yo y el señor lo íbamos a saber...

-Sí, pero todos me verían ir a confesarme con usted y sabrían que estoy manchada por el pecado.

-Pero quién no lo está? Juan 8: 7 "Quien este libre de pecado, que tire la primera piedra".-Dijo con obviedad.

-Lo sé, pero de todas formas, en serio necesito su ayuda, ya no puedo aguantar más, estos pensamientos me están carcomiendo y si no los confieso no tendré sueño tranquilo.

-Siendo así, acompáñame.

El sacerdote Lee guió a aquella pobre cristiana agobiada por sus pecados al confesionario.

-En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, cuéntame hija ¿cuales son esos pensamientos que te agobian?

-Sacerdote Lee yo... he pecado en pensamiento y obra... y me arrepiento.-Su voz sonaba temblorosa, había miedo en lo que quería decir.

-Entonces vamos por buen camino, lo primordial es arrepentirse... pero que tan graves son tus pecados hija?

-Yo... he tenido pensamientos intrusivos... lujuriosos.-Habló y cerró los ojos como si temiera ver a la cara al sacerdote, aunque este no la viera, esperando un regaño que nunca llegó.

-Oh... y a qué se deben esos pensamientos?-Cuestionó con curiosidad.

-Eso es lo peor... he estado imaginandome compartiendo cama... con una chica... y... me he tocado pensando en ello.

Lee no estaba alarmado... no era la primera vez que una joven le confesaba lo mismo... pero siempre eran pensamientos con sus parejas... hombres.

Estaba sorprendido pues era la primera confesión homosexual que recibía desde que había iniciado con sus servicios como sacerdote de aquella iglesia, eso desde hacían 2 años, y temía profundamente que este caso se ampliara en la población juvenil de aquel distrito.

-Pero... me has dicho que te arrepientes, no es así?-Habló tratando de calmar de alguna forma a la joven que había empezado a sollozar.

-Con todo mi ser.

-Entonces puedes ir en paz hija, tu penitencia será rezar 3 padres nuestros, 3 avemarías, 3 glorias y no deberás faltar a misa ningún domingo hasta el día de tu consagración, entendido?

-Sí.

-Bien entonces, en el nombre del padre del hijo y del espíritu santo, el poder y la gracia de Dios te absuelven de tus pecados... puedes ir en paz.

-Gracias, Sacerdote Lee.

-Dale las gracias a Dios... y evita a toda costa volver a pecar.

-Así será.

La joven salió del confesionario mientras Lee seguía postrado en su asiento. Aquella confesión estaba haciendo eco en su cabeza y un pequeño recuerdo al cual prefirió no darle mucha cabalidad llego a su mente.

~♤~

Lee termino de organizar el cronograma de esta semana para las actividades parroquiales, tomó su maletín y salió del recinto.

Hoy era un día, no digamos que especial, pues no era de su completo agrado, pero si digamos que importante, ya que el prometido de su hermana iría a pedir su mano en matrimonio.

Y él como hermano mayor debía estar presente.

Tomó un taxi le dio la dirección al conductor y partió rumbo a la casa de sus padres.

Ya en el portón de aquella casa con aspecto medieval le dio un saludo al guardia y este lo dejó ingresar, pagó la carrera y bajó del auto.

Caminó unos cuantos pasos, rozó sus pies en la alfombrilla de la entrada y dio tres ligeros golpes a la puerta, para que tras unos segundos una de las damas de limpieza abriera la puerta.

-Joven Lee, bienvenido.

-Gracias Nicole, ya llegó?-Preguntó refiriéndose al prometido de su hermana.

-No, pero pasé, sus padres y su hermana lo están esperando en la sala.

Sonrió amable y se adentró a la casa dejando a cargo de Nicole su saco y maletín.

-Familia-Dijo el pelinegro paseando la mirada por los presentes que charlaba amenamente acompañados de un poco de té.

-Hijo, que bueno que llegaste- saludó con falso entusiasmo su madre.

-Hermano...-Se acercó un tanto cohibida la menor, había tenido una pequeña discusión con su padre y hermano cuando les anunció que estaba de novia con un joven de cuna humilde, y aquello no era realmente lo que les disgustaba, era el hecho que desde pequeña su padre había trazado como destino para sus hijos la vida religiosa, quería que su hijo fuera cura y su hija monja... pero ella decidió tomar otro camino.

-Sigues enojado?

-Eso es pecado-Dijo con gracia- ven aquí-Sonrió leve y abrazó a su hermana.

-Es muy bueno, ya lo veras, te caerá de maravilla.-Habló convencida la menor.

-Como diría santo Tomás, ver para creer.-Los presentes soltaron una risa modesta y siguieron con la charla.

Algunos minutos después los golpes en la puerta principal se hicieron presentes anunciando la llegada del personaje más esperado de la noche.

-Debe ser él-Comentó alegre la menor levantándose para abrir la puerta ella, pero su madre la tomó del brazo.

-Deja que Nicole lo haga, no es de muchachas decentes verse tan desesperada por la presencia masculina.

Con una mirada desanimada agachó la cabeza y asintió -sí, madre.

La puerta se abrió y el resonar de unas zapatillas de tacón se acercaba cada vez más a sala.

-Buenas noches, les pido disculpas por mi retraso, el tráfico es un verdadero caos estos días.

-No te disculpes, es entendible.-Habló la menor acercándose a él y tomando su brazo para acercarlo a los muebles.

Minho reparó sin descaro la figura de aquel joven, más que todo su vestimenta pues no lucía menos que un Dolce & Gabanna, con zapatillas de diseñador italiano, su cabello pulcro y... un rostro particularmente angelical.

-Han Jisung, un placer-Dijo cordial el rubio extendiendo su mano a los señor y señora Lee quienes atendieron al saludo.

-Jisung, él es mi hermano, es sacerdote por eso su mala cara-Dijo en susurro con una risa suave.

-Te escuche-Recriminó el pelinegro-Lee Minho, un placer-Extendido su mano con un semblante serio, su plan era intimidarlo, vamos! Que se iba a llevar a su hermana, a su pequeña.

-El placer es mío Minho o... debería decir, padre?-Habló con algo de gracia en sus palabras, su novia rió al igual que sus padres.

-Con que me diga Minho esta bien.

Han asintió y tomó asiento en el sillón individual donde le habían indicado quedando al frente de la familia.

-Bien Joven... que intenciones tiene con mi hija?

-Creame que las mejores, señor... la forma tan... espiritual en la cual nos conocimos me hizo darme cuenta que, de alguna u otra manera, al lado de su hija, me había ganado un pedazo de cielo.

-Mentir es pecado-Dijo entre dientes el pelinegro.

-Uhg?-Preguntó Han quien en realidad había escuchado, pero quería ver si se lo decía a la cara.

-Que muy romántica su declaración, pero aquí lo importante es... que tiene para ofrecerle a mi hermana, tenemos entendido que es de cuna humilde y nos preocupa que mi hermana no pueda acoplarse a estar sin sus vanas excentricidades.

-Bueno, como lo has dicho, soy de cuna humilde, pero eso no me impidió en ningún momento salir adelante, hoy día cuento con una empresa de exportación de alimentos mediana, que va en ascenso, ya terminé mi carrera de ingeniero en alimentos y estoy en busca de la maestría y bueno... nunca me quedo quieto, siempre estoy en busca de más conocimiento así que por el bienestar de tu hermana no deberías preocuparte... Minho.

Han en serio esta haciendo su mayor esfuerzo por impresionar a los padres de Mina, tenía que entrar sí o sí a esa familia.

-Eso... eso es bueno-Respondió fingiendo indiferencia el pelinegro cuando en realidad sí había logrado sorprenderlo.

-Yo creería que no hay nada más que decir, Jisung se ve un buen muchacho, aparte también es religioso, tiene nuestras mismas costumbre, no será un problema... yo los apoyo.-Comentó la señora Lee levantandose de su asiento.

-Yo también, creo que incluso podríamos hacer negocios en un futuro.

-Que así sea-Dijo el rubio levantándose para extender la mano de sus suegro.

-Y tú, Min? No me darás tu bendición?

No muy convencido Lee se levantó y apretó la mano del prometido de su hermana.

-Dios es justo y bondadoso... pero yo no soy Dios, así que si haces sufrir a mi hermana...-Amenazo el pelinegro viéndose interrumpido por la queja de Mina.

-¡Minho!-Regaño la menor

-Bienvenido a la familia-Soltó con algo de sarcasmo.-Bueno creo que hasta aquí llego mi labor, debo volver a la parroquia.

-Qué no te quedas a celebrar con nosotros, Min?-Pregunto con... picardía? El rubio, mientras que Minho fruncia el seño por el confiado apodo que le había puesto.

-Dejalo... tiene 28 y ya parece señor de 50, ya el anciano tiene que ir a dormir?-Dijo burlona su hermana.

-A quien le llamaste anciano?

-Bueno ya!-Regaño la madre de ambos pelinegros-ve a descansar hijo... mañana nos vemos en la misa.

-Nos vemos-Le dio un beso en la mejilla a su madre, un corto abrazo a su padre, como nene pequeño le saco la lengua a su hermana y a Jisung... a él solo le dijo buenas noches.

No sabía por qué, pero aún no le generaba confianza ese chico... se veía... demasiado perfecto para ser real.

Él confiaba en sus instintos y se encargaría de descubrir qué era lo que ocultaba aquel chico a como diera lugar.

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