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Cap - 2 : Encerrada

La anciana, de la cual no sabía su nombre se había tropezado no sé exactamente con qué. Todo sucedió en cámara lenta ella ahí en el aire, yo solo atine a agarrarla, por suerte estaba ilesa o eso fue lo que pensé, la señora al apoyarse en mi me arranco una de las mangas de mi vestido para ser exactos la manga derecha.

Su rostro se deformo parecía otra, tenía sus ojos dilatados y un par de venas rojas alrededor de sus pupilas. Sus arrugados labios empezaron a temblar de una manera descomunal.

Yo la miré dubitativa al no entender su forma de reaccionar. 

Gire mi vista hacia las vitrinas y estante creyendo que algo se había caído y eso era lo que miraba. Mis ojos los pose en los suyos para darme cuenta que es lo que reflejaban sus pupilas, entonces me di cuenta que yo era lo que estaba reflejada en ellos.

Un escalofrío recorrió mi ser.

Giré mi rostro hacía todos los lados, seguro tenía algún corte del cual no me di cuenta o algo que pusiera mi vida en peligro. Hasta que vi en mi hombro derecho, la de marca de la maldición tal y como me la describió la anciana, eso solo explicaba una cosa... que yo... yo... estaba maldita.

—¡No, no puede pasar esto en estos momentos! ¡Aléjate de mi! —huyó despavorida del lugar como si el mismo diablo la siguiera. Yo me quedé estática no sabía qué hacer, el alma se me había ido del cuerpo por breves segundos.

—Es... espera —traté de detenerla, pero ella ya se había esfumado como si de humo se tratase —ahora ¿qué hago? Todo esto parece un sueño

Lo mejor sería huir, salí con cuidado y en total silencio tratando de no llamar la atención, pero a pesar de mi discreción un montón de personas me rodearon, no tenía lugar a donde escapar. Todos traían palos, estacas y demás cosas con las que me podían hacer daño. Era simplemente aterrador.

Se acercaban más a mí, no había ni un pequeño hueco donde podría huir o escapar, yo solo quería salir de aquí si ellos quieren me desaparezco y nunca más me muestro por sus tierras, pero que por favor no me hagan daño.

—Yo no soy mala, no soy lo que ustedes piensan, por favor detenganse—traté de defenderme, pero ni se inmutaron ante mis palabras.

Aparecieron personas de una brillante armadura tanto que empañaban mis ojos, eran como una especie de caballeros, la ola de personas se hicieron a un lado dejándoles el paso libre.

No sabía cómo reaccionar si estar feliz porque posiblemente me salvarían o por el contrario estaría condenada. Eso solo el destino lo decidirá.

Pero yo no iba a esperar al destino. A ver lo que me tenía preparado, yo iba a ir en contra de ello, yo elegiría y forjaría mí propio destino.

No lo pensé dos veces y por impulso traté de huir. Pasando alrededor de ellos, uno el más joven que tenía cabellera negra me sujeto de los hombros, yo traté de escabullirme de sus brazos pero nada, pataleé, pero no funcionó. Los otros dos con una soga me amarraron de los tobillos y mis muñecas.

Di un leve gritó por el dolor.

Una sensación fría en mis muñecas, gélidas cuál témpano, eran unas esposas, parecían que estaban hechas de hielo pero solo eran esposas normales como cualquier otra apretaban más que las sogas, me arrodille a los pies de uno, le suplique que me dejará libre yo no había cometido ningún delito. Solo me mostró una mirada llena de culpa, no hiso nada para ayudarme.

A empujones y jalones me llevaban a una especie de castillo, cada una de sus torres hechas aparentemente de un material conocido como adobe de donde yo vengo,tal vez así también se llame aquí. Unas amplias ventanas rectangulares, que en la parte superior sus esquina están formando una curva. Una inmensa puerta recién pintada, no se notaban mucho todos los años que tenía.

Por suerte recordaba todo del lugar del que yo venía, donde crecí y pase toda mi dulce infancia, pero no sabía completamente nada de mí, ni de mi familia no sé si tendría padres o hermanos, ni demás amistades si es que las tenía, solo sabía que mi nombre era Luna y que tenía 16 años, cosa que recordé hace un par de días mientras vagaba por el bosque.

Cuando salí de mis pensamientos me percaté que parecía una hormiguita al caminar por los amplios y gigantes pasillo. Me puse a pensar que sería bonito estar ahí en otro momento pero como una invitada, no como una reo más. No entendía porque me llevaban yo no había cometido ningún delito, no había matado a nadie, ni robado alguna tienda, solo tenía un pequeño defecto físico. Mi marca aquella con la que creó que eh nacido o... eso supongo, o tal vez sea una prófuga de la justicia de hace mucho tiempo y yo no lo sepa, tal vez habré tenido un accidente en el que perdí todos mis recuerdos, tal vez... ellos tengan razón en juzgarme y sentenciarme a la condena que se me dictará ante mi persona en breves minutos.

Me estuvieron guiando hasta el final de un pasillo en el cual tenía unas escaleras que se dirigían hacia abajo, como si se tratase de un piso subterráneo.

Me quejé de dolor.

Examinando bien mi entorno me di cuenta que era un calabozo y no solo un simple cuarto. Me quitaron las esposas y la soga.

Sentí la libertad por unos pocos segundos casi un minuto, hasta que volví a estar atrapada no solo físicamente sino también emocionalmente. Unos grandes barrotes de fierro bañados en plata me impedían el paso, me sentía como un canario enjaulado sin poder abrir sus alas y volar por el hermoso cielo..., en aquel bello atardecer.

Una pequeña ave, que se parecía a un canario se posó en mis manos.

—Vuela pequeña ave, al menos tú consigue la libertad que yo no pude, cuidate pequeña —alce mí brazo con delicadeza incentivando a la ave a volar. En menos de lo que esperaba, ya había partido vuelo a su libertad.

Con las pocas fuerzas que me quedaban me acerque a uno de los guardias que estaban a mi custodia.

Tirada en el suelo le rogué que me libere, porque yo no había hecho nada malo, solo estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado, porque lo que menos quería en esta vida es morir sin saber quién soy, o quien era, al menos que alguien me diga algo me dé una respuesta a mis preguntas, porque quería morir en paz, sin remordimientos a que pude o no hacer, no quería que mi alma se quedé vagando en la tierra, yo quería ir al cielo. Mamá... Papá... Si es que existen, los quiero.

—Por-por favor... no me hagan daño yo no soy todo lo que dicen de mí, solo por mi símbolo no me pueden condenar

Mis ojos empezaban a picar.

Quería llorar y desahogarme, quería gritar pero tenía la garganta seca, pero nada no pude decir ni una mísera palabra. Tenía un nudo en la garganta. Con los nudillos de mis manos me froté con cuidado mis dos ojos para no dañarlos tratando de reprimir mis lágrimas todo lo que podía. Quería tumbar me y soltar todo.

El guardia ni se inmuto parecía que todo su cuerpo estaba hecho de piedra y no solo su corazón. Su mirada estaba mirando solo el absoluto vacío.

—Al menos por favor dígame cual es mi condena, se lo ruego —imploré —¿Como me matarán para ser más exactos?

—Guillotina —fue la única palabra que salió de esos gruesos labios.

Hice de todo para llamar su atención, tenía sentimientos encontrados reproché, grité, rogué, hasta me humillé pero el no dijo nada más era como si yo no existiera en ese lugar, este hecho desencadeno miles de preguntas, ¿Todo esta perdido? ¿Cómo esto pasó?, que manera más horrible de morir, sin saber quién soy, no se lo deseo a nadie.

Unos soldados del rey me sacaron de mi celda, cabizbajo, mis ojos sin vida, pero el susurro volvió esta vez me dijo «lucha». Mi espíritu había vuelto a mi cuerpo, ya no era un ser sin vida, recupere las ganas de sobrevivir, de pronto a uno le mordí el brazo y me soltó, en ese momento corrí a más no poder, poco me importó el dolor de mis pies. Yo iba a luchar hasta mi último aliento.

Gemí de dolor.

Pase por los pasillos, pero me detuve por un par de breves segundos al ver a una niña de unos 12 años o eso le calculé, llevaba un largo vestido color lavanda que le llegaba por debajo de las rodillas, unos zapatos negros con largas medias blancas y un lazo que adornaba su larga cabellera color mostaza que le llegaba por debajo de la cintura con un cerquillo recto adornando su frente y unos ojos de un celeste profundo como el mismo cielo, parecía una muñequita de porcelana por su tono piel ultra claro. Ella se iba a caer por una de las enormes ventanas. ¿Qué hacía una niña al borde de la ventana? En un movimiento rápido, la jale contra mi cuerpo. Los guardias me tenían rodeada, no había escapatoria.

—¡Suéltala! Maldita escoria, ni se te ocurra ponerle un dedo encima —gritó un chico de cabello rubio, de ojos turquesa.

Yo por inercia la solté, ella no quería separarse de mí, aparentemente tenía un carácter fuerte. Me gusta, se le veía tan tierna como se ponía delante de mí estirando sus brazos sin dejarme ir.

—Señorita aléjese —los guardias me apuntaron con sus espadas.

—Pero... ella me salvó —sus palabra por más simples que se vean me hacían feliz, en si me hacía feliz de que alguien por fin creyera en mí, alguien no me juzgue por mi marca.

—Anna Grangen, venga aquí ahora mismo o sino se meterá en problemas

"Grangen" ese apellido retumbó por toda mi cabeza acaso tenía que ver con la princesa Zhara, es cierto podrían ser familia porque sería mucha coincidencia que tuvieran el mismo apellido.

No seas paranoica me dije a mi misma, si ella murió significa que no dejo descendencia, es imposible que la misma familia siga con el reinado, lo más lógico es que se hallan hecho guerras hasta que uno salió vencedor y ese iba a ser nombrado rey o reina.

—Adiós, cuidala bien —le dije al chico rubio que por su apariencia supuse que era familiar de aquella adorable niña, él no entendía nada del porqué de mis palabras —gusto en conocerte Anna, espero nos volvamos a ver

La cargue entre mis brazos y me deslice por un hueco que había entre dos de ellos, parecía una película de acción donde la protagonista era yo y solamente yo. Con cuidado la aventé a los brazos del rubio y seguí mi rumbo

—¡Anna cuidado con las ventanas! —le grité cuando ya estaba a una distancia prudente.

Me veía tan cool en esos momento escapando de todos a como dé lugar. Me tropecé con un gato de por allí cerca, en ese momento aprovecharon y me capturaron mi libertad duro menos de lo que esperaba como dicen nadie puede darle la contra al destino.

Sacudí mi cabeza.

Deja de decir esas cosas tú eres Luna, la grandiosa Luna la que no sigue el destino sino que le da la contra y lo mejora, me samaquee, mi cuerpo se movía como el de un gusano pero nada. Les mordí pero no causo efecto alguno ellos tenían una armadura en el interior, mi última opción era escupirles en el rostro pero nada ni se inmutaron, estos aparentemente eran de un rango mayor y tenían más experiencia que él primero del cual me escapé.

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