1 Cap 1: Un nuevo comienzo.

Parte 1

Un rugido hace eco por toda la arena del caluroso y no tan desolado desierto, como si estuviese diciendo "Aquí estoy".

— Ya te encontré.

A unos metros de mí, en las dunas de arena, acaba de aterrizar cierto wyvern cuadrupedo naranja con rayas azules atigradas.

Definitivamente, mi archienemigo número uno, el monstruo tocapelotas que tantos problemas me ha causado en estos últimos días se encuentra en frente de mí.

Desenvaino mis espadas eléctricas duales de sus fundas y en una postura ofensiva, me lanzo de lleno al wyvern. Intercambiamos golpes entre nosotros sin piedad, sin darnos tregua ni tiempo como para recuperarme la salud.

El wyvern entierra sus poderosas patas delanteras en la arena para posteriormente lanzar un gran montículo de arena en mi dirección.

— ¡Pecho tierra!

Me lanzo a la arena de clavado para evitar el golpe inminente.

Por los pelos.

El montículo de arena solo cae a unos pocos metros de mí.

Pero para mí desgracia, cuando me doy cuenta, el wyvern se encuentra corriendo en mi dirección en modo todoterreno, con toda la intención de asesinarme.

Creo que hasta aquí llegué.

Cierro mis ojos, sin posibilidades de escapar, me preparo mentalmente para recibir el impacto directo que me conducirá hasta mi lecho de muerte.

— ¡Boom!

De pronto, escucho una gran explosión ensordecedora. Por mi experiencia, se perfectamente que es de una bomba luminosa, las cuales dejan en un gran mareo a todo el que vea directamente a ese gran flash, y por supuesto, solo conozco a unas pocas personas capaces de hacer eso.

— Ya llegó la caballería.

— Buen trabajo reteniendo lo Zack.

Entre toda la confusión, escucho las voces de dos de mis mejores amigos, Darkness y Javier.

— Muchas grac...

— ¡Paff!

Unos carteles empiezan a aparecer en mi campo de visión, uno tras el otro.

"Estas inconsciente"

"Recompensa reducida 2400z."

"Recompensa restante 0z."

"Misión fallida."

Al final terminé volando por los aires despues de todo.

Loading...

— ¡Son una decepción como aventureros! ¡¿A quién se le ocurre lanzar una bomba luminosa a la espalda del monstruo?!

— Calma, solo fue un pequeño error de cálculo. — Dice Javier.

Una vez perdimos la misión por poco, volvimos al gremio de aventureros, donde nos volvemos a unir nuestro grupo de tres.

— Si no se hubiesen demorado tanto no me tendría que haber enfrentado a solas con el wyvern. — Digo.

— ¿Adivina quién fue el que nos dijo que se encontraba en la ruta 5 con su habilidad de detección de monstruos? — Dice Darkness.

— No es mi culpa que se cambie de zona a último minuto.

— Al final terminamos perdiendo porque eres sumamente malo jugando a este juego, Zack. — Dice Javier.

Una vena se me da a notar en la frente.

¿Con qué cara dice eso cuando él fue el responsable de las dos muertes anteriores?

— Bueno, volví a seleccionar la misión, a ver si le terminamos de completar la armadura a Javier.

— Sobre eso, me tengo que retirar por hoy. — Digo.

— ¡Pero si solo son las siete de la tarde, aún tenemos mucho tiempo para seguir jugando! — Dice Javier, exaltado.

No puedo evitar suspirar.

— Será para ustedes, las ocho horas de diferencia que hay entre Tokio y Barcelona no están por nada.

— ¡Vamos, una partidita más, por favor, solo quiero terminar mi armadura!

— ¡Qué no!

Termino negándome rotundamente a las súplicas de Javier.

— Mañana tengo que ir a mi primer día de escuela y ya me encuentro pasado de hora para dormir desde hace rato. Por si fuera poco, tengo que comenzar una semana después de iniciado el curso escolar.

— Veo que la tienes difícil.

Darkness parece ser el único de los dos que me comprende.

— Tampoco es tan difícil. Debido a que mi reloj interno se encuentra estropeado desde siempre, no me costó acostumbrarme a la zona horaria de Tokio.

— Como era de esperar de tí, Zack. — Me dice Darkness, acompañado de una sonrisa.

Las incontables noches en velas, sumadas a que mi día inicia a las tres de la tarde, me ayudaron más de lo que me imaginé en mi vida práctica. Aunque no se si sentirme orgulloso por ello.

— Pero...

Javi parece perturbado por algo.

— ¿Qué te sucede? — Le pregunto.

— ¿No estamos en septiembre?

— Obvio.

— No, no me entiendes, dijiste que solo llevaba una semana de empezada, pero, ¿Las escuelas japonesas no comenzaban por primera?

— Javi tiene razón, aunque me cueste admitirlo. — Dice Darkness.

Creo que ya los entiendo.

— Como sabrás, Javi, hace no mucho algo llamado pandemia mundial causó graves estragos por todo el mundo, no solo en la economía, ¿La recuerdas? Creo que no pudiste viajar a ver a tu familia por culpa de ella. Por lo que simplemente el calendario escolar está un poco corrido y al ser una escuela de extranjeros, finalmente dejaron el calendario escolar parecido al de Europa.

— Entiendo.

— Eso tiene sentido para mí.

Satisfecho la multitud, yo me despido.

— Bueno chavales, hasta mañana.

— Cuídate y suerte para mañana.

— Recuerda enviarnos figuritas por correo.

— Si, ya veré que hago.

En unas tontas risas, me salgo de la sala de chat, del gremio de aventureros y procedo a quitar el juego.

— Bien, a dormir. Mañana será un gran día. — Digo, dando un fuerte estirón en mi silla.

Mi teléfono da una pequeña vibración. Lo tomo de la mesa de mi PC y veo que es.

"No te metas a la sesión hentai de una tienda manga."

Este Javi después de todo.

Parte 2

A primera hora de la mañana, despues de unas muy pocas horas reparadoras de sueño, cierto chico se encuentra probando nuevo uniforme frente al gran espejo de su habitación.

Un bonito diseño de un negro con detalles en un rojo carmesí que se acoplan muy bien juntos. Me agrada el cuidado que estas escuelas le prestan a sus uniformes escolares.

— ¡Zack, apresúrate, se está haciendo tarde!

Escucho el llamado de mi madre desde el primer piso, de verdad que odia estar bajando y subiendo escaleras.

— ¡Ya voy!

Tomo mi mochila y salgo de mi habitación.

Llegando a la planta baja, me la encuentro esperándome en la sala, jugando con su llavero. No hay rastros de mi padre por ninguna parte de la casa. Posiblemente está trabajando.

— Ya era hora. — Me comenta mi madre.

Tomo un desayuno rápido y posteriormente partimos a mi nueva escuela en su coche.

Parte 3

— Con esto terminamos.

El director de nuestra escuela termina apilando unos documentos antes de guardarlos en su escritorio.

La razón por la que tuve que ir específicamente con mi madre, en el día de hoy a la escuela, no fue nada más que porque aún quedaban unas pequeñas cosas que cuadrar sobre mi inscripción, por ello ahora nos encontramos sentados en la dirección de la escuela.

— ¿Me necesitaban para algo?

Entrando por la puerta de la dirección, una profesora de cabello y ojos oscuros, en uniforme de educadora y aparentemente japonesa, se incorpora a nuestra reunión. También aparenta tener una edad de como unos 27 a 30 años aproximadamente y parece dominar el inglés bastante bien.

Todos nos ponemos de pie y el director se coloca al lado de la profesora que acaba de entrar.

— Les presento a la profesora Haruka. Ella es la profesora guía de tu nuevo salón.

— Mucho gusto.

Mi madre termina dando la cara por los dos y procede con nuestra presentación. La profesora también termina por saludarnos de forma respetuosa.

Después de una pequeña charla trivial, le encargaron a la profesora que me presente e incorpore al que va a ser mi nuevo salón por todo el nuevo curso.

Mientras caminamos por los pasillos desolados, me hace un par de preguntas de información personal, a las que le respondo con un penoso si o no. Pero a pesar de todo, no pude evitar dirigir mi mirada a los múltiples salones de clases y a las personas que en ellos estudian.

Cuando llegamos a la puerta del que parece que será mi salón, pone su mano en la manija, pero no sin antes girarse hacia mí.

— ¿Prefieres presentarte tu mismo a la clase o prefieres que yo lo haga?

— Prefiero que lo haga usted.

Si tengo la oportunidad de saltarme la vergüenza de presentarme a todo mi salón, no la desaprovecharé.

— Como quieras.

Sin darle más importancia, la profesora Haruka gira la manija completamente y entramos juntos al salón.

Todos los presentes, al notar un nuevo rostro, empiezan a cotillear entre ellos.

Que pena.

Nos quedamos en el centro, recibiendo las miradas penetrantes de todos mientras que la profesora se pone a escribir mi nombre en un extremo del pizarrón.

Ni uno de los aquí presentes parece ser japonés u asiatico. Como me comentó mi madre, en verdad estoy en esta escuela para extranjeros bastante peculiar.

— Bien.

Coloca su tiza gastada en su escritorio y procede con mi presentación.

— A partir de hoy tendrán a un nuevo compañero con ustedes. Su nombre es Zack Navarro y se acaba de mudar desde hace poco a Japón desde Europa. Espero que lo traten como uno más de ustedes y ayuden a que su estancia sea lo más agradable posible.

El salón entonces se llena, nuevamente, de murmullos sobre mí, muchos emocionados y un poco exaltados, otros más prudentes y silenciosos.

— Veamos donde te sentamos ahora.

Varios saltaron a pedir que me siente en la mesa de al lado de ellos, pero al observar bien el salón, lo más probable es que me siente entre las únicas cuatro mesas vacías de al final de las dos filas del medio.

— A partir de hoy te sentaras detrás del chico rubio de la quinta fila.

Termina diciendo la profesora, ignorando completamente las particiones te varios de mis nuevos compañeros al mandarme a la penúltima mesa.

Parte 4

¡Quiero regresar a casa ya!

El día simplemente ha sido agotador, una nueva experiencia para mí de principio a fin. Clases completamente en inglés, personas de todas partes del mundo conviviendo entre ellas, las asfixiantes clases de japonés intensivas, el alto ritmo escolar, siendo yo el único inadaptado y sobre todo, no tener absolutamente a ninguno de mis conocidos para pasar el tiempo libre.

Extraño Barcelona.

Termino de guardar mi último útil de trabajo en mi mochila, con una gran nostalgia batiendome por dentro.

— Hola, eres Zack, ¿Verdad?

Toda mi atención se centra en el frente, donde sin previo aviso, una chica de grandiosa y larga cabellera rubia, aparece de la nada y me dirige la palabra, en inglés obviamente.

Su cuerpo esbelto y bastante desarrollado, su piel blanquecina, sus finos labios y sus preciosos ojos de un brillante azul marino son otra de sus más destacadas características.

Puede que no sea la mejor persona elogiando, pero en pocas palabras, es brillante o casi perfecta, y a pesar de su pregunta, por su tono debe estar completamente segura de que no se equivoca de persona.

— Si. — Digo, también en inglés.

Ella parece dar un pequeño suspiro de alivio y me dice con su mejor cara.

— Mucho gusto, Zack. Mi nombre es Elena Dakne y la profesora Haruka me pidió amable–mente que te enseñará los alrededores de la escuela.

Lo que faltaba, yo solo quiero finalizar este día lo más rápido posible. Será mejor que cuide mis palabras y ponga mi mejor expresión para no parecer obstinado.

— ¡En serio! ¿No te es mucha molestia?

— No, insisto. Me encantaría ser de ayuda.

Veo que no vamos a llegar a nada quedándonos aquí siendo amables. Solo espero que esto no se demore mucho para no llegar a casa muy tarde.

Me levanto de la silla y tomo mi mochila, encima de la mesa, con una de mis manos.

Apenas lo empiezo a notar, pero mis compañeros de salón, los cuales no se han dignado a hablarme en todo el día, nos observaban atentamente durante nuestra pequeña plática. Digo observaban porque cuando notaron mi mirada agria, cambiaron las suyas disimuladamente en otra dirección.

Elena parece darse cuenta de lo que me perturba.

— Sígueme, no perdamos más tiempo.

Ella me toma de la mano y me saca a rastras del salón.

Seguimos caminando por los pasillos desolados, sin ningún rumbo aparentemente, mientras ella continua sujetándome la mano con bastante fuerza. Solo puedo ver su enorme cabellera rubia desde atrás

— ¿Oye, a dónde me llevas?

Escuchando mi pregunta, nos detenemos y deshace su agarre a mi mano de una buena vez.

— Perdón si fui un poco brusca. Aquí no nos molestaran más.

¿Era necesario salir del salón de esa manera?

— No importa. ¿Entonces te encargaron enseñarme los alrededores?

— Si, sobre todo pasar por algunos clubes escolares y algo de información básica.

— ¿Información básica?

También se me había pasado por alto la existencia de los clubes escolares. Sería una buena experiencia estar en uno de esos después de todo.

— Ya sabes, estás en una escuela para japoneses y extranjeros, aunque estemos divididos por distintos salones, hay ciertas normas que debemos respetar para mantener una coexistencia tranquila.

— Entiendo.

— Bien, primero andaremos por los interiores y luego en los exteriores, ¿Alguna pregunta?

— No, por mí bien.

Una sonrisa se dibuja en su rostro.

— Sígueme, te iré explicando varias cosas por el camino.

Parte 5

La mayor parte del tiempo lo pasamos en un pequeño silencio, solo interrumpido por unas pequeñas notas sobre dónde queda cada cosa. Ella solo hacía el papel de guía y yo le preguntaba por mis dudas, tampoco me atrevía a hablar de otro tema.

— ... Y aquí tenemos el club de juegos de mesa. Tengo a una conocida en él, entremos por un momento.

Ella abre la puerta y nos adentramos hacia el club.

Todo es un completo desorden, tableros por aquí, tableros por allá. Puedo divisar muchos juegos famosos como el Monopoly, el ajedrez, el parchís, serpientes y escaleras, y otros más que no conozco. Hay varias mesas unidas por los extremos, pero lo que más me resalta a la vista es sin duda una mesa bajita, como si fuese de una sala de estar, por el centro del club. En ella se encuentra jugando un pequeño grupo a ese juego popular de la vida, tres chicas y un chico.

Ellos detienen su partida al darse cuenta de nuestra llegada.

Espero no importunarlos.

Una hermosa chica pelirroja, de casi mi misma altura, deja el grupo para darnos la bienvenida.

— Hola Rachel, ¿Cuánto tiempo sin verte?

Elena saluda con completa naturalidad a la chica que se nos acerca. Debe ser su conocida.

Rachel, como ya mencioné antes, es una chica pelirroja de cabello largo y con un aire de Europea, al igual que Elena. Tiene una figura esbelta y está bien desarrollada. Su tez es igual de pálida que la de todos los presentes y sus ojos son de un verde esmeralda.

— Si mal no recuerdo, la última vez que te ví, Elena, fue antes de que me fuese a mi club.

Ahora que la veo desde más de cerca, creo haberla visto por las primeras mesas del centro de mí salón, y tampoco deben haber muchas chicas pelirrojas en la escuela.

— ¿Entonces qué te trae con el chico nuevo a mi club? Por cierto, me presento, encantada de conocerte, Zack, me puedes decir simplemente Rachel.

— Encantado de conocerte también, Rachel.

Aunque su rostro me diga a gritos que es europea, o como mínimo, occidental, prefiero ser precavido con un simple apretón de manos. He escuchado que los japoneses son reacios al contacto físico, por lo que no quiero que me empiecen a ver raro si me ven saludando con dos besos a cada chica que vea por allí.

— Rachel es la amiga que te mencioné, Zack, y también es la presidenta de este club.

— Entiendo.

— Y como verás, Rachel, me obli–pidieron que le enseñe los alrededores a Zack.

¿Acaso ella iba a decir obligaron?

— Ya veo, eso significa que tanto él como tú son unas de las pocas personas que a estas alturas están sin club. ¿Cómo les puedo convencer para que se unan a mi club?

¿Por qué no he parado de sentir que cada vez que entramos a un club solo nos empiezan a ver como objetos a tener en su colección?

— No hace falta, solo estamos de paso viendo lo que hay para escoger, ya después cada uno decidirá por su cuenta. — Dice Elena, de forma amable.

— Ok, ya esperaré sus solicitudes dentro de poco.

— Pareces muy segura de ello. — Dice Elena.

— ¿Eso piensas? Al menos tengo fe de que uno de los dos se unirá.

Una chica bajita, de forma tímida, le jala la manga del uniforme a Rachel, para llamar su atención.

Pertenecía al grupo que estaba jugando ese juego de la vida, tiene el cabello corto y oscuro. También puede que sea japonesa por sus rasgos físicos.

Rachel se voltea y tienen una pequeña interacción entre ellas, por supuesto, en japonés.

Debido a mi nulo conocimiento del japonés, simplemente me quedo perplejo sin enterarme de nada de su charla, aunque no podría decir lo mismo que Elena.

Sin más nada que hacer, me fijo nuevamente en los alrededores y en los otros miembros restantes, los cuales nos observan desde la mesa. Un chico y una chica, ambos también parecen ser japoneses.

— Este, mis compañeros se están molestando un poco por mí tardanza. — Dice Rachel.

Rachel se termina girando hacia nosotros mientras que la chica japonesa se queda mirando con curiosidad desde atrás de Rachel.

— No hay problemas, te veo mañana en el salón. Vámonos Zack, ya no nos queda mucho.

Yo asiento en silencio, me despido de todos con un adiós y sigo a Elena hacia la salida.

— Cuidense y no duden en venir con su formulario de admisión.

— Lo tendremos en cuenta.

Elena termina cerrando la puerta una vez salimos.

— ¿A dónde ahora? — Pregunto.

— Déjame pensarlo por un momento, creo que aún nos vendrían faltando el teatro, la piscina, el gimnasio, las canchas de fútbol, la de pelota y la de tenis, el campo de atletismo, y el...

— Espera un momento. — La interrumpo. — ¿Tanto? ¿Todo esto no es muy exagerado para una escuela?

— Supongo que si, pero vamos, tampoco es que esto sea una escuela común y corriente.

Buen punto. Quisiera saber dónde me metieron mis padres exactamente.

Parte 6

— ¡Jajaja!

Una peculiar risa resuena por el cálido y silencio atardecer, él cual indica que un gran y agotador primer día esta llegando a su fin mientras caminamos hacia la salida, por los exteriores. La fuente originaria de ese molesto ruido no es otra persona que de la hermosa, dulce y educada chica que me ha acompañado durante toda la tarde, la cual empezaba a mostrar al exterior su verdadera personalidad turbia.

— Vamos, ¿En serio? Eso fue ya hace bastante tiempo.

— Es que ¡Jajaja! no me puedo ¡Jajaja! aguantar las ¡Jajaja! de reír.

Ella se está riendo tanto que ya hasta puedo ver sus lágrimas saliendo de sus ojos azules sin su consentimiento.

— Eso le puede pasar a cualquiera.

Ella se seca las lágrimas con sus manos.

— Como digas, no se ve todos los días a alguien tragar tierra con tanto ímpetu como lo demostraste hoy, ¡Jajaja!

Ni siquiera intenta suprimir su risa, hasta parece que disfruta con las desgracias de los demás.

Todo durante nuestra visita al campo de atletismo, sus miembros estaban de perdiendo el tiempo cuando nos invitaron a una carrera de 100 metros con salto con vallas. Dicha invitación Elena no rechazó, obligándose a aceptar el desafío también.

Todo bien de momento, pero durante las instancias finales de la carrera, me llegué a tropezar con la última valla y me estampé de cara contra el suelo.

Solo puedo añadir que literalmente, comí tierra y no es para nada apetitosa.

Lo peor es que Elena en vez de mostrar el lado amable y educado que llevaba mostrando durante todo el día, y preocuparse por mi bienestar, hizo lo contrario y solo se detuvo para reírse a carcajadas de mi pequeño tropiezo.

Lo único salvable de todo es que el trato que hemos recibido en cada uno de los clubes ha sido impecable, creo que se debe porque somos unos de los pocos sin club a estas alturas.

— Ya te dije que era muy dificil saltar una valla con uniforme.

Y esta es mi escusa de mal perdedor.

— Es tu culpa por querer usar tus pantalones tan apretados como para dificultar tu movilidad.

— No lo puedo evitar, así es la moda.

Elena se me queda mirando con una expresión que me deja inquieto.

— ¿Qué ocurre?

— Nada, solo me pareció interesante que mencionadas la moda debido a aquí en Japón no se siguen las mismas tendencias que en occidente.

Tiene razón.

— De todas formas, — Me mira con una sonrisa provocativa. — nada quita que terminaste comiendo tierra.

— Por lo menos no me asusté con una chica vestida de fantasma en el club de drama.

Zack usa provocación contra Elena.

— ¡Solo lo dices así tan superficial ya que no fue a tí a quien esa chica se le apareció por la espalda en esa habitación oscura!

Provocación es muy efectiva en Elena.

— ¡Lo mismo hubiese pasado si fueses tú la que se hubiese caído en el último obstáculo de la carrera! Nadie te manda a ir a una habitación a oscuras dentro del teatro.

— Como te dije anteriormente, mientras pérdias el tiempo con la presidenta de ese club, yo le brindaba ayuda a uno de sus miembros a llevar unas cajas con disfraces al almacén.

— ¡No lo digas como si estuviese coqueteando con la presidenta del club!

— Nunca dije eso, Zack, ¿De verdad estaban coqueteando?

— Obvio que no, cuando me dejaste, pasé uno de los momentos más incómodos de mi vida porque ella me hablaba en japonés y yo no entendía nada de nada.

Elena de pronto se detiene, con una expresión dificil de descifrar. Yo me le quedó mirando.

— ¿Eres tonto o qué? Aunque no sepas lo que te dice, era super obvio que te estaba coqueteando de mil maneras.

— ¡¿Pero qué cosas dices?!

— ¡Piénsalo por un momento, Zack! ¿Y si no fue simple casualidad de que uno de los miembros me pidiese ayuda? ¿Y si fue para dejarte solo con ella?

— Aún así, que alguien intentase coquetear conmigo, lo veo casi imposible.

— ¡Abre los ojos! ¡Con razón esa chica vestida como la niña del aro me tocó por la espalda en la oscuridad! Seguro pensó que tú y yo éramos de esas personas y solo iba a advertirme sobre ello.

— ¿De esas personas?

— Ya sabes, no me hagas decirlo, pareja.

Pensándolo desde su punto de vista, no me llega a parecer tan alocado. Es un hecho de que me sentí sumamente incómodo cuando estaba con ella.

— Pero, por lo que dijo la chica que te asustó y causó que dieras ese fuerte grito, te veías asustada, por lo que intentó ayudarte.

— Puedo suponer que nunca estuvo en sus planes asustarme, pero le terminó sirviendo de igual manera. Ya que fuiste el primero en llegar al almacén, preocupado por mi bienestar, por lo que no les va a decir a todos que me fue a ver porque estaban coqueteando contigo.

Tiene razón, cuando eso estaba buscando una escusa para escapar de esa situación incómoda, y el grito de Elena me vino de perlas.

Empezamos a caminar nuevamente.

— Aún así, algo como el amor a primera vista es muy dificil de creer. — Digo.

— No tiene porque ser amor. Para muchas residentes salir con un extranjero es una forma de elevar su estatus social. Prácticamente te llevarán a todas partes como una joya que lucir.

— Las japonesas dan miedo.

— No te lo tomes por esa parte. También significa que están orgullosas de tenerte como novio y por eso te quieren presumir ante todos.

Una novia japonesa, nunca me había puesto a pensar en ello tan seriamente.

— De todas formas dudo mucho que un desarrollo de eventos tan irreal como ese suceda así de la nada.

— Te sorprenderías si supieras lo seguido que ocurre. Muchas veces cuando salgo de casa para comprar o visitar un lugar, siempre tengo a muchos grupos de locales observandome despectivamente o con admiración desde la distancia. Una vez cuando estaba por la estación de Akihabara, un grupo de cantantes japoneses me pidieron una foto y todo.

— Simplemente destacas mucho.

— Esa es otra opción, pero ten en cuenta de que por solo tener una cara diferente ya vas a destacar en Japón.

Entre charlas, al poco tiempo llegamos a la salida principal.

Supongo que ya llegó el adiós.

Nos quedamos un momento en silencio, hasta que ella decidió romper el silencio.

— E-Este, muchas gracias por el día de hoy. La verdad es que me la pasé mejor que como me lo imaginé, no estaría mal ofrecerme más a estas cosas después de todo.

Para mí sorpresa, es ella la que se se encuentra agradeciendome con una gran sonrisa y no al revés.

¿Se le habrá olvidado que la persona que recibía ayuda aquí era yo?

— ¿Pero qué dices? Yo soy el que te tiene que agradecer por todo.

— No creo que sea así del todo. De todas formas, nos vemos.

— De acuerdo, nos vemos.

Me termino despidiendo con un gran sabor amargo en la boca. Después de todo, se siente más como un hasta nunca que un hasta pronto.

Aunque es inevitable, despues de todo, no tendremos más motivos para vernos más que para saludarnos cada vez que nos tropecemos o simplemente el vernos desde la lejanía al compartir el mismo salón.

Parte 7

Quiero que la tierra me trague.

Después de despedirnos con un adiós más que con un hasta pronto, tomamos caminos distintos, o eso quisiera decir.

El destino nos jugó una mala pasada, haciendo que nuestra despedida se tenga que postergar.

— Este, al parecer vivimos por la misma dirección. — Digo.

— Si, tienes razón.

Volvemos a quedar en un profundo e incómodo silencio.

La conversación está muerta, hablamos todo lo que teníamos que hablar durante el día y ya no nos queda nada nuevo. Caminamos de forma dispar a casa, ella va delante mientras que yo uno o dos metros detrás, observando su hermoso y largo cabello dorado en su espalda.

Caminamos de esa forma por la mitad del recorrido cuando de pronto...

— Este, aprovechando está situación ¿Dónde vives?

Elena, con gran indecisión sobre si preguntar o no, termina rompiendo el silencio.

— En realidad no sé dónde vivo. — Digo.

Ella se queda por un momento en silencio antes de respóndeme de vuelta.

— Te entiendo, vivir en Tokio cuando ni siquiera conoces las calles puede ser algo problemático.

Me imagino que ahora mismo no hay nadie que entienda como me siento tan bien como ella. Por fortuna, mi hogar me queda algo cerca de la escuela. Lo suficiente como para que el viaje en coche que dí esta mañana con mi madre sea completamente innecesario de no ser que luego ella tenga que ir al trabajo.

Saco mi teléfono del bolsillo del pantalón y le enseño el contenido de su pantalla.

— De momento solo me puedo guiar ciegamente por mi GPS.

Nos detenemos y ella se queda viendo detalladamente la pantalla.

— Parece que te acompañaré a casa. — Dice Elena.

Tengo que admitir que esto me tomó un poco desubicado.

Ella viendo mi cara, decide alimentar mis dudas.

— Vivo como a dos manzanas del destino que tenías marcado. Todo por no decir que me queda de paso si cambio un poco mi ruta usual, pero terminaría siendo el mismo recorrido al final.

— Ya veo.

Guardo mi teléfono y comenzamos a caminar nuevamente.

— Por la forma en la que hablas y por tu dominio del japonés, puedo suponer que no eres una recién llegada a Japón como yo, ¿Verdad?

Al principio se nota un poco movida por mi pregunta, pero después de un momento decide hablar sin problemas.

— Estás en lo correcto, llevo viviendo aquí desde hace tres años, cuando empecé la secundaria.

— ¿Tres años? Son más que lo que me imaginé en un principio. Debes conocer más o menos como es Japón a la perfección, ¿Verdad?

— No diría que a la perfección ni de cerca, pero si, más o menos me he ido acostumbrando a una vida aquí.

Me pregunto si yo también me podré acostumbrar a vivir aquí a pesar de todo.

— Hablame de tí. Me parece un poco curioso que vengas a vivir a Japón sin saber nada de nada de japonés.

— Ya lo sé. Hace una semana si me preguntases sobre Japón, nunca te diría que hoy estaría viviendo en él. Todo fue tan rápido que de un día para el otro, mis padres me dijeron que nos mudariamos porque tienen una oferta de trabajo de un viejo amigo de sus tiempos de juventud.

— Suena un poco duro.

— Ni lo digas, lo peor fue enterarme de que llegaban planificando la mudanza desde hace meses sin decirme nada.

— ¿Y qué te ha parecido Japón hasta ahora?

Su pregunta me toma por sorpresa.

— ¿Qué qué me parece Japón?

— Si, ya sabes, tu primera impresión.

Mi primera impresión.

Levanto mi mirada y observo a mis alrededores.

La gente, los coches, los edificios, las vayas publicitarias, el paso peatonal ante mis ojos con el semáforo para peatones en rojo. Todo, a pesar de estar alejado de la calle principal y de las grandes tiendas de la zona comercial.

— Esto es Japón.

Elena se ve confundida por mis palabras.

Creo que me he pasado tanto tiempo criticando a mis padres por la mudanza, quejándome de las diferencias con España y añorando a mi vida pasada, que se me olvidó completamente detenerme a disfrutar las cosas buenas de Japón, como de cualquier otro lugar, y disfrutar mi presente.

— Disculpa, todo ha sucedido tan rápido que yo, ni se que pensar.

— No te preocupes, me imagino que has estado tan ocupado que ni siquiera te has puesto a pensar en ello.

— Algo así.

— Ni modo, — Elena empieza a caminar. — ya me responderas a la pregunta de aquí a tres años en adelante, espero saber con ansias tu respuesta.

El semáforo peatonal cambia de color.

A pesar de negarme completamente a dejar mi vida hecha y llena de confort en Barcelona, donde tengo a mis amigos, familia, conocidos y donde he crecido durante casi toda mi vida, al final no pude evitar la mudanza inminente hasta el otro lado del mundo.

Hasta ahora, solo había pensado en las pérdidas y no en lo que ganaba a cambio. Nuevos amigos, nuevos lugares, nuevos rostros, nuevo hogar. Hoy por hoy no se dónde, ni cómo, estaré de aquí a tres años, solo sé que si sigo encerrado en el pasado, me terminaré arrepintiendo en el futuro.

— Bueno, adiós.

— Si, adiós.

El resto del camino hasta mi casa nos lo pasamos en silencio, aunque para nada el silencio incómodo que nos rodeaba en un principio, todo lo contrario. Terminó siendo un viaje bastante agradable que acaba de llegar a su fin, como todo en la vida, pero ya no sentía esa sensación agridulce surgiendo desde mi interior.

Al voltearme a mi casa, veo salir a dos figuras adultas por la puerta principal. Viendo como se acercan, noto que una de ellas es mi padre, acompañado por un hombre que nunca antes he visto en mi vida y al juzgar su recorrido, diría que se dirigen al auto negro que se encuentra no tan lejos de mí.

Por la forma en la que hablan y expresan, cualquiera podría decir que se conocen de toda la vida, pero... ¡Apenas llevamos tres días viviendo aquí!

Lo que más me sorprende es ver que el lenguaje que usan no es más que el español de siempre.

Mientras más los observo más me convenzo de que aquí hay gato encerrado.

— ¿Papá? — Dice, fuerte y claro, la hermosa chica rubia que me acompañaba a casa.

Pero lo que más me choca es, que a diferencia de cuando hablábamos, dijo la frase en español de España de siempre.

— ¡¿Cómo qué papá?! — Digo, fuerte y claro, en español también.

Elena, a solo unos pocos metros de mí, se me queda mirando con una cara de sorpresa cuando me escucha hablando con la lengua que considero como materna.

A causa de nuestras voces, nuestros padres, los cuales se encuentran en el otro extremo de la calle, ponen toda su atención en nosotros.

Ambas partes nos miramos a vistas cruzadas, a la otra, sin decir ni una sola palabra.

Eso significa que la persona que se encuentra junto a mi padre es en realidad...

— ¡El padre de Elena!

Mi grito hace eco por la silenciosa e incómoda escena.

Continuará...

avataravatar