1 Un nuevo hogar

(Leer Guardianes Meca obligatoriamente para entender lo que sucede)

Los Guardianes acababan de ganar, Raquel escapó gracias a la intervención de Richard, Julia se fue y los soldados regresaban a sus territorios. Las diosas se fueron, los Huecos murieron y sus ancestros desaparecieron, sin embargo, los Guardianes fueron de regreso a lo que quedaba de la aldea, solo había escombros, algunas personas estaban tomando lo que podían de entre los escombros y encontrando los cadáveres. Llegaron a lo que era la taberna, Joseph cayó de rodillas.

— Maldita sea… — dijo Joseph molesto. — ¡Maldición! — exclamó golpeando el suelo con su mano, causándole un sangrado. — Otra vez… — Alister caminaba entre los escombros y sacó un frasquito de plástico con pastillas.

— Aquí hay algunas cosas… tal vez podamos recuperar algo. — dijo Alister guardando las pastillas.

— Es verdad, Joseph — dijo Sohee. —, no hemos perdido todo. — entonces Joseph recordó.

— ¿¡¿¡Y PEEK!?!? — exclamó asustado y comenzó a buscar entre los escombros.

— ¡Papá! — exclamó Peek detrás de Joseph, él volteó y la vio corriendo hacia él antes de abrazarlo con fuerza, Mona estaba ahí también.

— La cuidé por ti, Joseph. — dijo Mona con una sonrisa que, junto a su belleza, creaban una imagen adorable.

— ¡Gracias! ¡Gracias! Gracias… — exclamó aliviado mientras Peek lo abrazaba con fuerza.

— Bueno… me retiro.

— ¡Espera! — exclamó Sohee, pero ya era tarde, Mona desapareció. — Rayos…

— Bueno… tenemos un problema… — dijo Sabrina mirando toda la ruina. — ¿Dónde se van a quedar?

— Esa… es una excelente pregunta. — dijo Alister tras sacar sus sables de entre los escombros. — Veamos… Sabrina, tienes un castillo al igual que Sohee… yo… yo vivía en una posada alejada, pero el lugar apestaba… y Joseph…

— ¿Se les olvida a alguien? — preguntó Joseph con Peek subida en sus hombros. — Peek no tiene un lugar donde quedarse…

— Tienes razón… Tampoco tú…

— Tengo una idea. — dijo Sohee. — Pueden quedarse en mi casa.

— ¿El palacio de Codan? — preguntó Alister sorprendido y algo desconfiado.

— Bueno… sí. Después de todo, tenemos suficientes cuartos para cada uno. Aprovecharé e iré a hablar con mi madre y veré qué podemos hacer.

— Sohee, no tienes que hacer esto.

— ¡Tonterías! Quiero ayudar, después de todo, somos amigos todos y los amigos se apoyan.

— Siempre y cuando estés de acuerdo, nosotros también. — dijo Sabrina tomando a Sohee del hombro.

— Bueno… Está bien, ve con tu madre. — dijo Joseph con una sonrisa. Sohee se puso su armadura y voló.

Los Guardianes pasaron unas horas buscando entre los escombros por algunas cosas que aguantaron, Joseph encontró la espada y el escudo de su padre, los tomó y caminó hasta el cementerio, el cual estaba intacto, los puso sobre la tumba de su madre antes de clavar su espada en el suelo y arrodillarse en señal de respeto.

— Madre… lo siento… no pude vengar tu muerte… — dijo llorando. — Pero juro… por mi título de Guardián, como dios del poder… y dios supremo… que Raquel morirá… — comenzó a sonreír de forma macabra mientras las lágrimas caían al suelo. — Será lento y doloroso, haré que sienta lo que yo sentí en mi interior. ¡La haré pagar con su sangre! ¡Me aseguraré que no muera, pero deseará hacerlo! ¡Ella sabrá por qué las tormentas se llaman como los hombres! Y cuando muera… la torturaré en el infierno…

Su madre, quien estaba en el Reino de las Diosas estaba sintiendo un escalofrío.

Joseph enfundó su espada y regresó con sus compañeros. Pasaron las horas, ya era tarde, los Guardianes y Peek se encontraban en frente de Rina en el palacio, todos hacían una reverencia, excepto Peek quien estaba en la espalda de Joseph pensando que estaban jugando.

— De verdad, su Alteza, gracias. — dijo Joseph intentando soportar a Peek quien le jalaba el pelo.

— No hay problema, todo sea por los héroes que detuvieron esta guerra. — dijo Rina mientras todos se levantaban. Ella notó a Sabrina con curiosidad. — ¿Eres una súcubo? — preguntó con interés.

— Así es, su Alteza. — respondió Sabrina sin temor a su identidad.

— ¿Y cual es tu relación con los Guardianes?

— Soy la descendiente directa de Dante el Magnífico.

— ¿Dante el Magnífico? — preguntó sorprendida.

— Su hija, para ser más específicos.

— No puede ser… ¿No que solo tuvo un hijo?

— ¿Hijo?

— Verás, hace quinientos años, Dante se casó con una mujer y juntos tuvieron un hijo varón, de él es que desciende mi familia, hasta mi generación nos volvimos parte de la Familia Real Miracle, es… raro saber que tú existes…

— ¿Mi padre… tuvo un hijo…? ¿Y… y yo que soy…? — preguntó Sabrina en voz baja, todos notaron su preocupación y ella, al notarlos, se recompuso. — Bueno… gracias por darme esa historia de mi familia.

— ¿Y quién es tu madre?

— Amelia Curfiel.

— ¿¡¿¡AMELIA CURFIEL!?!? — exclamó una voz masculina, Alister, Sohee y Joseph reconocieron esa voz, de pronto, el rey Bartolomé, padre de Sohee, apareció. — ¡No quiero a esa criatura cerca de mis dominios! ¡Si Amelia Curfiel se enoja, todos estamos muertos!

— ¿¡Papá!? — preguntó Sohee sorprendida. Rina se vio frustrada.

— Bart… Basta. — dijo Rina, luego miró a Sohee. — Perdona, hija, pero no podíamos mantener a tu padre encerrado, es el rey…

— ¡Oh, claro que no! — exclamó Joseph tomando su espada. — ¡Nada de alguna estupidez racista! ¡Nosotros venimos en paz, incluso Sabrina, quien es más humana que cualquiera de nosotros!

— Joseph, tranquilo, te aseguro que Bartolomé no te hará nada a ti ni a nadie de tu equipo, yo me encargué de eso.

— Joseph… calma… — dijo Sohee tomando la mano de Joseph, pero él tenía la vista plantada en el padre de Sohee.

— Mi propia hija… relacionándose con un mestizo… — dijo Bartolomé molesto. — ¡Incluso abandonó su destino!

— ¡Mi destino fue ser una guerrera! ¡Desde pequeña lo sabían!

— Tu destino fue sellado el día en que naciste.

— El suyo está por ser sellado. — dijo Joseph furioso.

— Señor rey, cualquier decisión que haya hecho para que esta cosa — dijo Alister señalando a Joseph furioso. —, sea el que decida si convertirlo de un "es" a un "era" será mejor que lo reconsidere.

— Si es por mí — dijo Rina. —, dejaría que la selección natural se encargue de él, pero no podemos hacer nada, es el rey y si lo matan, habrá consecuencias provenientes de otros reinos.

— Joseph, baja tu espada. — dijo Sohee tras darle un beso en la mejilla, eso hizo sonrojar a Joseph y enfundó su arma.

— Lo siento… — dijo Joseph arrepentido mientras Sohee también se sonrojaba.

— No hay problema. — Rina aplaudió un par de veces y unas sirvientas aparecieron. — Señoritas, lleven a nuestros invitados a sus habitaciones. — las sirvientas se acercaron a cada uno de ellos, pero cuando intentaron llevarse a Peek, ella se enganchó a la pierna de Joseph sin querer irse. — Bueno… eso es malo… ¡Señoritas! Preparen la habitación 34.

— A sus órdenes, Majestad.

Joseph y Peek entraron a una habitación, era grande y tenía dos camas, dos armarios y cajones para ropa. La sirvienta que los trajo se marchó tras hacer una reverencia por el "príncipe" cosa que sonrojó a Joseph al darse cuenta de su nuevo puesto.

Peek estaba saltando en su cama mientras Joseph se puso a reflexionar al dejar su ropa y la de Peek en los armarios, ambos tenían poca ropa, como veinte prendas entre los dos sin contar zapatos y guantes. Alguien tocó la puerta, Joseph le dejó pasar, era Sohee.

— Hola, Joseph. — dijo Sohee antes de ser atacada brutalmente por el abrazo de Peek.

— H-Hola, Sohee… — dijo Joseph algo nervioso por como le dijo la sirvienta.

— ¿Te gusta? Aquí solían dormir mis primas cuando venían de visita. Hace tiempo que no las veo…

— Sohee… Gracias por dejarnos quedarnos aquí.

— No hay problema. — dijo caminando hacia él, entonces notó que seguía usando la armadura debajo de su vestido verde.

— ¿Aún usas tu armadura? — preguntó sin recordar lo que sucedió la noche anterior. Sohee se puso roja.

— B-Bueno… e-es que tú… fuiste muy rudo… — Joseph recordó y se puso rojo.

— ¡Ay, diosas! ¡L-Lo lamento…! Es que… yo… t-tengo mucho poder acumulado en mi interior… ¡Y… y me dejé llevar! — ambos se sentaron en la cama de Joseph. — Lamento tanto haberte lastimado… y… quitado la habilidad de caminar bien…

— Está bien… — dijo Sohee tomándolo de la mano, sus orejas estaban rojas y bajas. — Fue mi idea… quería hacerte feliz de algún modo… y… siendo honesta… yo… quería que mi primera vez fuera contigo… desde que me salvaste de Dales es que he… querido… — estaba totalmente roja. Joseph encontró eso adorable.

— Lo único que me importa, es que hayas sido feliz, si esa felicidad se fue anoche… está bien…

— Me gustó… — dijo ella, Peek ni prestaba atención pues no entendía muchas palabras además de "comida" "baño" y "a dormir." — J-Josh… yo… yo disfruté todo tras los primeros diez minutos… Y creo que… — Joseph miraba a Sohee perturbado, nunca pensó que escucharía eso salir de la boca de Sohee. — Te amo más de lo que pensé… — Joseph sonrió y le dio un beso en la frente.

— Yo también te amo, con todo mi corazón. Pero hay algo que no me cuadra…

— ¿C-Como dices?

— ¿Somos novios, ¿verdad?

— S-Si… — dijo sonrojada.

— Y tú… eres una princesa, ¿Verdad?

— ¿Sí?

— Entonces… ¿Eso me hace a mí un príncipe? — Sohee se dio cuenta que era verdad.

— ¡Ay, diosas! ¡Otro título!

— Veamos… soy un Guardián, dios del poder, dios supremo y ahora un príncipe.

— Bueno, no es nada oficial… así que… no eres un príncipe… — dijo antes de tomar su mano nuevamente. — Aunque… si… tú insistieras… podrías ser mi rey…

— Bueno, ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? ¿Te duele la cabeza o algo?

— ¡Solo quiero demostrar que ya no soy aquella educada a la fuerza! Q-Quiero que veas… q-quien soy en realidad… — ella respiró hondo y le dio un beso en los labios. — Mañana… tendremos una cena… mis padres van a conocerte… es tradición…

— Claro, no solo de los elfos.

— Y quiero que vean por qué me enamoré de ti, el por qué me entregué a ti. — ella se le acercó al oído. — Por qué quise darte ese regalo. — le susurró antes de soplar en su oído, cosa que lo asustó un poco, la volteó a ver y la vio sacándole la lengua, luego comenzaron a reír.

avataravatar
Next chapter