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Arco 5.7

Mientras la pareja compartía un dulce momento, a unas cuantas habitaciones de distancia, Tame permanecía inquieto y temeroso. El alfa de ojos verdes no apartaba la vista de él. Si se paraba en una esquina, el hombre lo seguía con la mirada; si caminaba hacia el otro rincón, sus ojos iban detrás de él. Era molesto, incómodo y extraño.

Tame llevaba días experimentando esta situación. Desde que ese alfa se había llevado a su joven amo, no había vuelto a tener noticias sobre él. Nadie era capaz de decirle lo que estaba sucediendo o si estaba vivo al menos. 

Días y días habían transcurrido y seguía sumido en la completa ignorancia. Ya no podía soportar este calvario por más tiempo.

Tame formó las manos en puños y se armó de valor. Contempló al alto y apuesto hombre que permanecía de pie frente a la puerta.

"Te exijo que me lleves con mi maestro ahora mismo"

Incluso pisó fuertemente el suelo para dejar en claro su postura de firmeza y sonar amenazante. Poco sabía Tame, que su apariencia y comportamiento lo asemejaban más a un testarudo y dulce joven. 

El alfa de ojos claros esbozó una ligera sonrisa. Aunque la frialdad en su expresión hizo que Tame se perdiera este detalle.

El hombre avanzó hacia él y se detuvo delante con la espalda recta. Tame no pudo evitar tragar con nerviosismo, preguntándose qué iba a hacer a continuación.

En ese momento, el hombre se inclinó y lo tomó entre sus brazos. Lo cargó en sus hombros y salió de la habitación.

Los ojos de Tame se abrieron de sorpresa y no supo cómo reaccionar por un momento. ¿Otra vez lo estaban transportando cual saco de papas?

Tame comenzó a forcejear. Pateó y golpeó la espalda del alfa, quien ni siquiera se inmutó. No había forma de que la fuerza de un beta pudiera hacerle algo.

El hombre avanzó por el largo pasillo hasta llegar a la última habitación en el segundo piso. Tocó dos veces y dejó ir a Tame, quien enseguida tomó distancia y observó resentido al alfa. Ya iban dos veces que este sujeto lo cargaba de manera vergonzosa. 

Tame lo miraba como si quisiera comerlo vivo. Aunque sus pensamientos quedaron en segundo plano cuando escuchó la voz de la persona que tanto añoraba.

"¿Quién es?"

Preguntó Dae con curiosidad. Seguía recostado en la cama, con las sábanas cubriendo cada tramo de su piel y el hombre abrazándolo fuertemente.

"¡Joven amo!"

Gritó sorprendido Tame y abrió la puerta de golpe. Observó a Dae sano y salvo, pero siendo retenido por ese odioso alfa. 

La ira que estaba sintiendo, y que se había acumulado con el correr de los días, estalló al encontrarse con esta persona. Todo era por su culpa.

"¡Tu! ¡Aléjate de mi maestro ahora mismo!"

Seiju no se molestó en escuchar sus palabras. Continuó mirando fijamente a Dae y pegando sus cuerpos con más firmeza. Apoyó su mandíbula sobre su hombro, inhalando su aroma de vez en cuando. Daba la sensación de ser una mascota bien entrenada y leal.

Dae sonrió ante su actitud y le acarició la cabeza. La escena era tranquila y armoniosa, provocando que Tame se sintiera aún más incómodo. Su joven amo había sido secuestrado y comido por ese hombre y no había hecho nada para impedirlo. Tame quería llorar lágrimas de sangre.

"Todo está bien Tame. Él es mi pareja. Me marcó durante el celo y ahora estamos unidos". Dae lo besó en la mejilla. "Además, no se ve afectado por la enfermedad de los alfas. Es increíble"

Seiju pareció notar qué estaban hablando positivamente sobre él e infló el pecho con orgullo. También besó la mejilla de Dae y lamió sus labios con fanatismo.

Tame quedó en shock ante tal revelación. A raíz de todo el caos, y la inmensa preocupación por Dae, no se había detenido a reflexionar sobre lo que estaba ocurriendo. Los alfas que rodeaban la ciudad no parecían verse afectados por las feromonas de los omega. Estaban tranquilos, como simples soldados siguiendo órdenes.

"¿Que…que está sucediendo?"

"Sospecho que mi pareja es el causante. Parece ser el líder de esta manada de alfas"

Tame asintió. Parecía tener sentido.

"Pero ¿cómo es capaz de mantenerse estable? ¿Es inmune a la enfermedad?"

"No. Está siendo influenciado por el virus, pero su fuerza de voluntad es más grande"

"¿Y qué hacemos ahora? Los aldeanos ya saben que eres un omega, pero se mantienen en silencio por temor a enfadar a los alfas. No sé hasta cuándo podrá durar esta paz"

"Nos iremos tal y como estaba previsto"

Seiju frunció el ceño. La palabra "irse" no le gustaba demasiado. Aprisionó con fuerza a Dae entre sus brazos.

Dae palmeó suavemente sus manos, le transmitió tranquilidad y siguió comentando con Tame sus planes.

"Buscaremos un nuevo refugio oculto de los ojos de los betas. Necesitamos un ambiente seguro y estable donde completar la cura". Dae regresó su mirada hacia Seiju. "¿Tienes algún lugar donde podamos vivir?"

La idea de Dae era utilizar al ejército de su hombre para estar a salvo. Podría desarrollar la cura en un ambiente más tranquilo y controlado sin betas por los alrededores. No podía confiar en esas personas a causa del grupo revolucionario. 

Seiju asintió y le señaló una dirección. Si bien Dae no podía conocer el lugar exacto con tan poca información, confiaba en las indicaciones de su hombre. Solo debían prepararse y partir cuanto antes. Había mucho trabajo por hacer.

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Los residentes de la ciudad portuaria dieron un suspiro de alivio al notar que la manada de alfas retrocedía. Cerraron las puertas y se aseguraron de que no hubiera omegas por los alrededores, antes de vivir sus vidas nuevamente. 

Todo parecía tratarse de un mal sueño. No había heridos y los hogares permanecían en óptimas condiciones.

El barullo característico del mercado volvió a resonar por el poblado. Niños salieron a jugar y adultos a trabajar como de costumbre. Nadie pareció darse cuenta de la ausencia de dos personas, quienes ya habían llegado hasta la capital. 

El viaje tardó menos de lo esperado. En tan solo medio mes Dae, Tame y la manada alfa irrumpieron en las puertas del palacio imperial. Fueron recibidos por un grupo de eunucos y sirvientes betas, quienes se inclinaron con respeto y temor.

Dae estaba confundido. La capital se encontraba ordenada, limpia y segura como si nada hubiese pasado. Estaba en mejores condiciones que la ciudad portuaria, a pesar de ser un centro turístico importante y con un elevado índice poblacional. En la trama original, había sido el primer punto en caer bajo la locura de los alfas. 

"Bienvenido primer ministro. Nos alegramos de que haya regresado sano y salvo"

Seiju no se molestó en responder a sus saludos y avanzó por un camino colorido y bellamente cuidado. El palacio era un área enorme, compuesta por varias mansiones y establecimientos. Eran cientos de hectáreas reservadas para la realeza y sus sirvientes.

La manada alfa permaneció de pie, custodiando la entrada del palacio. Seiju fue simplemente acompañado por dos hombres, quienes mantenían su debida distancia de Dae y Tame.

El eunuco de mayor autoridad le indicó a los demás que volvieran a sus actividades. Fue el único que quedó junto a Seiju y su grupo. Dae suponía que se trataba del sirviente del rey. 

Hablando del rey…¿qué había sido de él? ¿Dónde estaban los demás príncipes, ministros y regentes? ¿Qué había sucedido en la capital exactamente? 

Dae cargaba varias preguntas por las que necesitaba una inmediata respuesta. 

"Disculpe señor eunuco, ¿puede explicarme lo que sucedió en la capital?"

El eunuco observó atentamente a Dae. Su apariencia era exquisita y estaba claro que era un omega. El primer ministro se había marchado sin previo aviso y había regresado en compañía de un hermoso joven. Era obvio de suponer que lo tenía en alta estima.

Siguiendo esta lógica, el eunuco optó por ser respetuoso. Colocó a Dae como una figura de gran autoridad, considerándola prácticamente como la futura esposa del primer ministro. 

"No tiene porqué ser tan cortés con un simple sirviente como yo. Llámeme Saku, por favor"

"Entiendo Saku. Entonces puedes referirte a mi como Dae y este es mi sirviente Tame" 

"Un gusto conocerlo"

Afirmó Tame, inclinándose levemente en señal de respeto. Por más que ambos fueran sirvientes, Saku poseía un estatus superior a él. Servía a la realeza después de todo.

Luego de pasar por las formalidades, Saku comenzó a explicar lo acontecido.

"La capital se encontraba celebrando la victoria del ejército del primer ministro contra los Unhos. El emperador había organizado un banquete para homenajearlos y entregarles sus correspondientes regalos". Saku miró fugazmente a Seiju, quien no se inmutó por sus palabras. Permanecía igual de serio y frío que siempre. "Sin embargo, de un momento a otro, mandatarios, príncipes y soldados se volvieron locos. Atacaron a los presentes como si no significaran nada para ellos. Las princesas, consortes y concubinas fueron las principales víctimas del incidente"

El eunuco se lamentó al recordar ese fatídico día. Sin que nadie lo viera venir, el caos se desató en la capital. Los alfas más poderosos y honrados, se convirtieron en bestias salvajes que acabaron con todo omega presente o cercano a ellos. 

La sangre cubrió los azulejos del palacio. El trono dorado perdió su característico color cuando el emperador descuartizó a su preciada emperatriz. Los gritos ensordecieron a los sirvientes y eunucos betas que trataron de calmar a sus amos sin éxito. Nadie comprendía lo que estaba sucediendo ni tenía el poder suficiente como para detenerlos. 

Pero todo eso cambió con la aparición del primer ministro.

"El primer ministro fue el único que permaneció sereno. Ante la sangrienta escena que se había apoderado del banquete, el general se puso de pie y emitió un fuerte aullido que detuvo en seco a los presentes. Inmediatamente, soldados alfas irrumpieron en el palacio y encarcelaron a todos los demás. Salvaron a los omegas reales y trajeron paz a la capital. Pero las cosas no fueron tan simples como pueden sonar. Con el emperador incapacitado, y la emperatriz muerta, todo el trabajo recayó en manos de la madre real. Cargando el dolor de perder a su hijo a manos de la locura, ocupó el trono e intentó averiguar lo que estaba sucediendo"

"¿La madre del emperador asumió el cargo?". Tame frunció el ceño. "¿Por qué no se difundieron esas noticias? En el resto del país se desconoce el estado actual de la capital. Algunos todavía creen que el emperador está combatiendo la situación"

Eso mismo había creído Tame todo este tiempo. Viendo a sus alrededores colapsar, se había apoyado en la idea de que el emperador pronto vendría a su rescate. Los liberaría de la locura de estos alfas y haría que sus vidas retomaran su habitualidad. 

Descubrir que la verdad era diferente a lo que pensaba lo inquieto. Sus manos temblaron ligeramente y su corazón comenzó a latir con desesperación.

Saku suspiró.

"No había nada que pudiéramos hacer. Los alfas más importantes estaban afectados por esta enfermedad y no era posible tomar medidas en su contra. Dar a conocer la situación de la capital desataría un pánico sin precedentes. Lo mejor era mantener en secreto lo vivido"

"¿La madre real descubrió algo sobre esta enfermedad?"

Preguntó Dae con curiosidad. 

"No". Negó el eunuco. "Los pocos médicos disponibles analizaron los distintos casos pero no encontraron una cura. La única alternativa que nos dieron fue acabar con todos los infectados, ¿pero cómo podríamos hacer eso? Estamos hablando de matar al rey, funcionarios, soldados y cientos de alfas en el país entero. Además de que no es físicamente posible ya que solo un alfa es capaz de acabar con otro alfa"

"Suficiente. No hay necesidad de decir nada más"

Una voz clara resonó por los alrededores. Saku palideció al identificar al distinguido dueño de esa voz e inmediatamente se postró. Pegó su cabeza contra el suelo y clamó misericordia por sus errores.

"Ruego me perdone su alteza"

Dae observó a la mujer de mediana edad que se encontraba en la cima de las escaleras que conducían hacia el interior de una mansión. Vestía un traje antiguo, brillante e impecable. Sobre su cabeza yacía una corona dorada que daba cuenta de su alto estatus.

Tame siguió el ejemplo del eunuco y se postró en señal de respeto. Jaló la ropa de Dae para que él también inclinara la cabeza y no fuera reprendido por desobediencia. Estaba prohibido mirar de frente a la realeza.

Sin embargo, Dae se negó a postrarse. Si algo tenía en claro es que no había ser humano capaz de hacer que se postrara a sus pies. Los dioses no lo habían conseguido, mucho menos una creación de ellos. 

Seiju apoyó el comportamiento de Dae. Sujetó su cintura y lo acercó hasta su cuerpo en una evidente señal de pertenencia. 

La madre reina leyó entre líneas. Comprendió en pocos segundos que Dae no era un joven cualquiera sino la mujer que había escogido el primer ministro; el único alfa que no se había vuelto loco y el pilar actual de su imperio. 

"No es necesario que se arrodillen. De pie". Ordenó. "Acompáñenme a tomar una taza de té. Hay algo que me gustaría discutir con ustedes"

Dae asintió y arrastró a su hombre hasta los jardines imperiales. La mujer los condujo hacia una hermosa construcción que parecía flotar sobre un lago cristalino. 

Les indicó que tomaran asiento, y ordenó a sus sirvientes que prepararan una rápida merienda para ellos. Los trató con el mayor respeto posible. Estaba convencida de que estas personas podrían ayudarla a salir adelante.