1 I

Las velas de los cinco drakkars de Magnus Erikson ondeaban con orgullo, desafiando al viento salado del mar mientras surcaban las aguas. El corazón del audaz vikingo latía con una anticipación palpable, pues en el horizonte se vislumbraban los tesoros que anhelaba con fervor. Tesoros que no solo serían la piedra angular de su nueva realeza, sino también el fundamento de una dinastía que perduraría a través de los siglos. A sus 32 años, Magnus Erikson emanaba una presencia imponente. Con un rostro tallado por el destino y un cuerpo musculoso forjado en incontables batallas, su figura imponente desafiaba cualquier ola que se atreviera a interponerse en su camino. Con más de dos metros de altura, su presencia eclipsaba a los hombres a su alrededor. Su piel blanca estaba marcada por intrincados tatuajes, testigos mudos de sus hazañas y sus creencias. Su cabello largo y su barba espesa, del más profundo negro, ondeaban al ritmo del viento, como las banderas de su propia determinación. Magnus Erikson estaba adornado con las riquezas de su destino. Joyas de oro relucían en su figura, testigos mudos de sus victorias y su ambición sin límites. Vestido con una larga túnica negra, bordada con detalles en dorado que relucían bajo el sol implacable, llevaba sobre sus hombros la pesada capa de piel de oso negro. Una bestia que había caído bajo su feroz destreza a la temprana edad de quince años, un logro que solo alimentaba su aura de invencibilidad y dominio.

La anticipación recorría cada fibra del ser de Magnus, alimentando el fuego ardiente de su ambición. La idea de erigir un reino formidable, uno que resonara a lo largo de las eras, lo impulsaba con una determinación férrea. Con cada palpitación de su corazón, Magnus vislumbraba la oportunidad de dejar una marca indeleble en la historia de este mundo salvaje. Con él, remaban hacia las costas inglesas cuatrocientos guerreros, hombres cuyas almas habían sido templadas en el fragor de la batalla, cada cicatriz y cada victoria labrando su camino hacia la inmortalidad. Eran hombres de una voluntad indomable, leales a su líder y a la promesa de riquezas y gloria que aguardaban más allá del horizonte. El rítmico sonido de los remos partiendo las aguas tumultuosas era la sinfonía que acompañaba sus pensamientos mientras avanzaban hacia su destino. Para estos hombres, la promesa de saqueo y conquista era el alimento de su espíritu, una llama que ardía con un resplandor imparable. Ansiosos por el botín que aguardaba en las costas extranjeras, los guerreros de Magnus estaban listos para enfrentarse a cualquier adversario que osara interponerse en su camino. Con la certeza de su valía y la determinación de sus corazones, navegaban hacia su destino con la convicción de que nada, ni nadie, podría detenerlos en su búsqueda de grandeza y poder.

Pronto, el mar comenzó a agitarse violentamente, y una lluvia violeta azotó los barcos, haciendo que se tambalearan peligrosamente. Sin embargo, la fortuna sonrió a Magnus y su tripulación cuando, a través de la cortina de lluvia y viento, divisaron tierra firme en el horizonte. Con destreza y rapidez, recogieron las velas y los remos, estabilizando los drakkars lo suficiente para maniobrar con seguridad en medio de la tormenta. Los acantilados, imponentes como gigantes de piedra, se alzaban amenazadores en la distancia, pero los hábiles marineros lograron esquivarlos con maestría, sorteando las rocas afiladas que se alzaban como dientes en el mar embravecido. Franjas de espuma blanca chocaban contra los cascos de los barcos, mientras los hombres de Magnus luchaban contra las fuerzas de la naturaleza para llevar sus embarcaciones a tierra firme. En medio de la tensión palpable, una respiración colectiva se contuvo entre los miembros de la tripulación, tanto los más experimentados como los recién llegados, mientras los drakkars se deslizaban peligrosamente cerca de las rocas. Con habilidad y determinación, lograron alcanzar la costa, apenas a salvo y sin sufrir pérdidas significativas. Aunque los barcos sufrieron algunos daños menores, la valentía y la destreza de los guerreros de Magnus los habían llevado a través de las aguas traicioneras hacia su primer paso hacia la conquista.

Cuando las proas de los drakkars finalmente tocaron tierra firme, los hombres de Magnus se lanzaron ágilmente a desembarcar, cada uno con sus equipos en mano y una mirada decidida en los ojos. Magnus, con su presencia imponente, dirigió su atención hacia su segundo al mando, Erik, un hombre de físico robusto y poderoso. Erik, cuyo cuerpo musculoso irradiaba fuerza y ​​determinación, asintió en respuesta al mandato de Magnus con una reverencia respetuosa. — ¡Erik! Asegúrate de que todo esté en orden. Luego, envía a veinte hombres bajo el mando de Gudrun para explorar y determinar nuestra ubicación en esta tierra desconocida— , ordenó Magnus con su voz resonante y autoritaria. — Enseguida, Magnus—, respondió Erik con prontitud, moviéndose con diligencia para cumplir con las órdenes de su líder. Mientras tanto, Magnus se dedicó a coordinar las labores de desembarco junto a sus hombres, ayudando a descargar los suministros y las armas de los drakkars, y organizando un campamento improvisado en la costa.

Con la destreza de un líder experimentado, Magnus supervisó la instalación de tiendas de campaña y la construcción de una barricada defensiva utilizando materiales disponibles en las cercanías. El clima se tornaba cada vez más adverso, y la incertidumbre reinaba sobre cuánto tiempo deberían permanecer en este lugar inhóspito. Sin embargo, la determinación de Magnus y su banda de guerreros no flaqueaba, preparados para enfrentar cualquier desafío que los dioses les mandaran en su búsqueda de poder y riqueza en estas tierras extranjeras. Cuando el bullicio de la actividad se calmó, Magnus alzó la voz para dirigirse a sus hombres, asegurándose de que cada uno captara la importancia de su misión antes de que se dispersaran por la costa. —¡Escuchen bien, hermanos míos!—, comenzó con autoridad. —Nuestra empresa aquí se divide en tres partes esenciales: debemos reunir recursos valiosos, asegurar nuestras posiciones contra cualquier intento de interferencia, y luego, forjar un gran ejército que nos acompañe en nuestra gloria—. Sus palabras fueron recibidas con el sonido vigoroso del choque de armas contra escudos y el estruendoso grito de aprobación de sus hombres, cuyos rostros reflejaban el mismo ardor que ardía en el corazón de su líder. Con una sonrisa de satisfacción por el entusiasmo de su tropa, Magnus se dirigió hacia su tienda improvisada, donde su hombre de mayor confianza, Erik, aguardaba para rendirle su informe.

— Ningún hombre murió—, comenzó Erik, ofreciendo un informe conciso y preciso. — Mantenemos intacta nuestra fuerza: cuatrocientos guerreros, noventa de ellos de élite, sesenta Berserkers, ciento cincuenta guerreros regulares y cien arqueros. Todo nuestro armamento, desde hachas hasta espadas, lanzas y escudos, se encuentra en óptimas condiciones, con la excepción de ocho escudos perdidos en el tumulto del mar. Además, cada barco conserva un suministro suficiente de flechas, jabalinas y otros proyectiles. Nuestros víveres nos garantizan dos o tres días más de abastecimiento—. Al escuchar el informe completo de Erik, Magnus asintió con satisfacción, su confianza en sus hombres reafirmada

— ¿Cuál es el plan, Magnus?—preguntó Erik, entregándole un cuerno rebosante de hidromiel al líder vikingo. Magnus aceptó el gesto con gratitud, dando un sorbo profundo antes de fijar su mirada en su segundo al mando con una intensidad oscura.— Saquearemos y aseguraremos la zona—, comenzó Magnus con voz firme, revelando una parte de la estrategia que había estado maquinando desde su juventud. —Luego, planeo conquistar el pequeño fuerte del señor de estas tierras para establecer una base improvisada. Saquearemos sus riquezas y continuaremos así hasta que podamos reunir y organizar una gran flota y ejército. Si tenemos éxito y sobrevivimos, te contaré más detalles de mis planes—. Una sonrisa sutil, cargada de significado, curvó los labios de Magnus mientras compartía sus palabras con Erik, quien asintió solemnemente en comprensión. Ambos hombres aguardaron en la tienda del líder vikingo mientras Gudrun y los veinte hombres que les habían sido asignados partían en búsqueda de información. Invitaron a Leif, Ulf, Sigrid y Birgit, su círculo de confianza, a compartir la espera, brindando con hidromiel y disfrutando de un festín de carne mientras aguardaban noticias. En ese momento, entre conversaciones y risas, se forjaba el destino de Magnus y su banda de guerreros en tierras desconocidas, donde cada decisión podría significar la diferencia entre la victoria y la derrota.

Después de dos largas horas de espera, finalmente llegó Gudrun. — Logramos explorar los alrededores sin ser detectados—, informó, retirando su capucha y revelando una melena salvaje de cabello rojo que caía en cascada sobre sus hombros, enmarcando unos brillantes ojos azules. Su mirada se encontró con la de Magnus, irradiando un sentido de logro. —Con su permiso, Lord Magnus", continuó Gudrun con respeto, mientras señalaba un punto en uno de los desgastados mapas de Inglaterra que Magnus había sacado para determinar su ubicación exacta. — Actualmente estamos ubicados en Northumbria. Específicamente, estamos cerca del estuario del río Tyne—. Hubo una breve pausa mientras Gudrun evaluaba el terreno y las áreas circundantes antes de continuar. —Hay un pequeño pueblo ubicado a menos de dos horas al noroeste de nuestra posición actual—, explicó con meticulosidad. Durante nuestro reconocimiento, observamos que deberíamos poder dominarlo fácilmente. La aldea carece de mecanismos de defensa sustanciales; consiste principalmente en estructuras de madera con techos de paja y barro, y una sencilla empalizada de troncos y tierra. Además, la zona parece prácticamente desierta; encontramos pocas señales de una milicia importante o de la presencia significativa de nobles de Northumbria. La milicia local está formada por tal vez ochenta o cien hombres mal armados. He identificado tres zonas de valor potencial dentro del pueblo.

Gudrun continuó con su informe, detallando las zonas de valor potencial dentro del pueblo. —Uno está ubicado en el centro del pueblo—, comenzó, sus palabras cargadas de cuidadosas observaciones. —Allí encontramos un edificio más grande rodeado de estructuras más pequeñas. Podría tratarse de un mercado o un lugar de culto. Las otras zonas están cerca del extremo norte del pueblo, cerca del río. Parece ser una zona de muelle con varios barcos amarrados a su lado, y otra es el pequeño torreón de madera donde reside el señor local—. Tras una breve pausa, Gudrun reflexionó sobre sus observaciones. —Estas ubicaciones poseen un alto potencial para obtener valiosos recursos y botín—, concluyó con seguridad. Magnus asintió en agradecimiento, comprendiendo la importancia de la información proporcionada por Gudrun y sus hombres. Esta primera fase de su plan, dirigida a saquear aldeas para acumular riquezas y recursos, se estaba desarrollando según lo planeado. La identificación de zonas específicas de valor dentro de esos asentamientos aumentaba significativamente sus posibilidades de éxito en sus futuras incursiones.

Magnus, satisfecho con la información proporcionada por Gudrun, expresó su gratitud hacia él, reconociendo que esta inteligencia sería crucial para el éxito de su campaña. — Ulf, ordena a los hombres que descansen—, instruyó con voz grave, mientras contemplaba los mapas y planificaba meticulosamente su siguiente movimiento. — Cuando la lluvia cese, estén preparados para la acción. Tan pronto como la lluvia haya cesado y nos hayamos reagrupado, tomaremos la aldea—. Con un gesto de autoridad, Magnus bebió el último sorbo de su cuerno de hidromiel, dejando que el dulce néctar le diera un breve respiro antes de sumergirse nuevamente en sus pensamientos estratégicos. Se permitió solo cuatro horas de sueño, un breve descanso antes de que su segundo al mando le informara que la lluvia finalmente había cesado.

Despertó de un sueño inquieto, el ruido del mar y el crujido de los barcos meciéndose bajo la lluvia eran la banda sonora de su despertar. Aunque el descanso fue breve, Magnus se sintió revitalizado, con la energía de la batalla palpitando en sus venas. Sin demora, se puso su armadura, una cota de malla larga que descendía hasta su entrepierna y se extendía hasta cubrir sus antebrazos con delicadeza. Cada anillo de la cota de malla era como un eslabón de su destino, forjado en el crisol de la guerra y el sacrificio. Sobre su cabeza, ajustó un yelmo gjermundbu, una obra maestra de la artesanía bañada en oro y adornada con grabados rúnicos que contaban historias de batallas pasadas y futuras glorias. Una cota de malla adicional le cubría el rostro y la nuca, protegiendo cada centímetro de su piel con la ferocidad de un guerrero determinado. Una coraza laminar con gruesas placas de acero se ajustó a su torso, asegurando su invulnerabilidad ante las embestidas del enemigo. Sus hombreras, también de laminar de acero, se extendían hacia abajo como alas protectoras, asegurando que ningún golpe podría desequilibrar su determinación. Los brazales entablillados adornaban sus muñecas, marcando su identidad como señor de la guerra. Con cuidado y reverencia, tomó sus armas. Una espada exquisitamente elaborada, con la hoja grabada con símbolos de poder y la empuñadura bañada en oro y engastada con piedras preciosas, se ajustó a su lado. En su mano derecha, se aferró a su escudo de madera de roble, reforzado con bordes de hierro y decorado con el Triskel de cuernos rojos en campo negro, un emblema de su linaje y su legado. En su espalda, descansaba un seax largo, con una funda y una empuñadura doradas. Y finalmente, su arma predilecta: un hacha de dos cabezas, con la hoja grabada con la imagen de un dragón, y el mango adornado con intrincados grabados que narraban las historias de su pueblo. Con su armadura brillando bajo la luz del amanecer, Magnus se erguía como un titán entre hombres.

Al salir de su tienda junto a Erik que estaba vestido como el, con excepción de yelmo que era menos ostentoso, vio a sus hombres ya preparados, sus guerreros de elite estaban vestidos como el, solo que con menos ornamentos y con el yelmo con la parte del visor más alargada cubriendo parte de su boca, por lo demás del yelmo cubiertos por una cota de malla como el. Estaban armados con una lanza, una jabalina, en su espalda una hacha danesa, un escudo como el suyo, una espada, un seax largo en la parte baja de su espalda y una hacha. Los Berserkers; tenían una cota de malla y un yelmo gjermundbu con una cota de malla, cubiertos por pieles de oso, lobo o jabalí. Estaban armados con grandes hachas danesas, un seax y un escudo con refuerzos de hierro en la espalda. Los guerreros regulares tenían un yelmo gjermundbu o nasal, algunos con una cota de malla cosida para proteger sus nucas y otro solo el yelmo, tenían una cota de malla larga, usaban escudos redondos algunos con refuerzos de hierro y otros sin el. Cómo todos sus guerreros tenían el Triskel de cuernos rojo en fondo negro. Estaban equipados con una lanza, algunas también tenían una o dos jabalinas, una hacha y un seax tanto pequeños como alargados. Sus arqueros usaban un yelmo nasal, una cota de malla, un escudo redondo en su espalda, un seax, una hacha, un carcaj de cuero con 50 flechas y un arco de 90 cm. Viendo que ya todos estaban preparados dio un fuerte grito de guerra, que rápidamente fue seguido por sus otros hombres y empezaron a seguirlo a la aldea, guiados por Gudrun.

A medida que se acercaban sigilosamente a la aldea, Magnus redujo el paso y susurró órdenes a sus hombres en voz baja. El suelo bajo sus pies se volvía blando por las intensas lluvias que habían azotado la región, y el espeso bosque que los rodeaba ofrecía una cobertura natural para su avance. Con cuidado y astucia, el grupo se adentró en el frondoso bosque, utilizando tablas de madera y troncos caídos para mantener la estabilidad en el terreno resbaladizo.

Finalmente, emergieron de entre el lodoso suelo del bosque, pisando tierra más firme mientras divisaban la aldea distante en el horizonte. Magnus reconoció las señales descritas por Gudrun y identificó el estandarte de Northumbria ondeando en lo alto de la aldea, con sus franjas rojas y amarillas ondeando en el viento. Era una aldea anglosajona, vulnerable a los ataques de los vikingos. Con un gesto firme, Magnus levantó su enorme hacha, indicando a sus hombres que se dividieran en grupos y rodearan la aldea. Un silencio sepulcral descendió sobre ellos mientras avanzaban sigilosamente, sus ojos escudriñando en busca de vulnerabilidades y objetivos potenciales entre las sombras de las casas. Magnus mismo tomó la iniciativa, ordenando a sus arqueros que eliminaran a los vigías apostados en las murallas con precisión mortal. Con el corazón latiendo con anticipación, lideró la primera carga hacia la muralla principal de la aldea, ansioso por el botín y los tesoros que aguardaban en su interior. El rugido de la batalla se avecinaba, y Magnus estaba listo para enfrentar cualquier desafío que el destino le deparara en su búsqueda de gloria y riquezas.

Magnus giró con fuerza un gancho provisto de una gruesa cuerda, lanzándolo con precisión milimétrica hacia la empalizada que rodeaba la aldea. Sus hombres seguían su ejemplo, lanzando ganchos con cuerdas para asegurar puntos de agarre y prepararse para el asalto conjunto contra la desprevenida aldea. La escena se desarrollaba en medio de la tenue luz del amanecer, que, filtrándose a través de las densas nubes, arrojaba un brillo espeluznante sobre el paisaje circundante, tiñendo todo con un suave y solemne tono gris. Los ojos de Magnus escudriñaban el terreno con agudeza, tomando nota de posibles amenazas y rutas de escape en caso de ser necesario. Aunque su mente estaba concentrada en la tarea que tenía entre manos, una inquietud persistente se arraigaba en lo más profundo de su ser. La ausencia de resistencia en la aldea resultaba inusual y sembraba dudas sobre el verdadero estatus de la población y si algo más siniestro acechaba en las sombras. Sin embargo, Magnus optó por relegar esas dudas por el momento, decidido a aprovechar la oportunidad y seguir construyendo su poderoso ejército. Una vez que los ganchos se aseguraron y las puertas de la aldea fueron forzadas, Magnus y sus hombres irrumpieron en su interior con furia controlada. Los gritos de sorpresa y terror resonaron en el aire mientras los aldeanos, tomados por completo desprevenidos, intentaban comprender la magnitud de la invasión que se cernía sobre ellos. Al doblar una esquina de una de las estrechas calles de la aldea, Magnus se encontró repentinamente con un pequeño grupo de aldeanos apiñados alrededor de una fogata. Entre ellos, varios jóvenes portaban armas toscas, desde garrotes hasta hachas viejas y oxidadas, y lanzas desgastadas por el tiempo y el uso. Algunos pocos llevaban escudos improvisados, mientras que otros, en menor medida, lucían una rudimentaria cota de malla o yelmo. Sin embargo, sus escasas defensas apenas representaban una mínima amenaza ante la fuerza abrumadora de Magnus y su formidable séquito de guerreros bien armados y protegidos. Los aldeanos, al reconocer la inutilidad de resistir contra tal poderío, miraron a Magnus con un terror paralizante, conscientes de la inevitabilidad de su destino en manos del implacable conquistador vikingo y su imponente hueste de guerreros.

Magnus observó con calma mientras sus hombres rodeaban a los aldeanos, enfrentando la dura realidad de su situación. Había visto este escenario antes, había hablado estas palabras antes, pero cada vez le pesaban más. —Ríndanse y salvarán sus vidas, luchen y morirán—, proclamó en su idioma, su voz imponente y sombría resonando en el aire cargado de tensión. Como guerrero consumado, Magnus ansiaba una buena pelea, pero lo que tenía frente a él no era eso. Eran niños asustados y ancianos mal armados, y solo verlos desató un sentimiento de desdén en su interior. Sin embargo, ofreció una propuesta justa, una oportunidad para salvar vidas. La mayoría de los aldeanos parecían dispuestos a aceptar su oferta, conscientes de su inferioridad ante la abrumadora fuerza de Magnus y sus hombres. Sin embargo, siempre hay quienes desafían incluso las probabilidades más desalentadoras. — ¡Cómo te atreves, bastardo pagano! ¡Somos hombres de Northumbria!—, gritó un hombre de mediana edad, su cota de malla brillando bajo la luz del amanecer y un yelmo nasal de hierro adornando su cabeza. Con espada en mano y escudo con franjas rojas y amarillas en alto, se lanzó al combate, desafiante y lleno de furia. Magnus observó con desdén mientras el hombre se dirigía a él, lanzando un discurso inflamado lleno de bravuconería. —¡Y ustedes!—, rugió, dirigiendo su mirada hacia los otros diez hombres que no se unieron a su causa. — ¡Deberían tener vergüenza de llamarse hombres de Northumbria!—. Sin embargo, el destino de estos "valientes" estaba sellado antes incluso de que se lanzaran al ataque. Con un simple gesto de su mano, Magnus dio la señal, y sus hombres se abalanzaron sobre los intrépidos combatientes. El campo de batalla se convirtió en un torbellino de acero y gritos, con los guerreros de Magnus demostrando su superioridad en cada movimiento. Con una habilidad letal, Magnus desvió el escudo del hombre gritón con un solo golpe y luego, con una precisión mortal, aplastó su cráneo junto con su yelmo en un solo movimiento fluido. Los otros "valientes" sufrieron un destino similar, rápidamente superados por la fuerza abrumadora de los hombres de Magnus. La sangre y el sudor impregnaron el suelo de la aldea mientras el eco de la batalla se desvanecía en el aire. Magnus miró el resultado con una mezcla de satisfacción y pesar, consciente de que cada vida perdida era un precio que pagar en su búsqueda implacable de poder y dominio. Pero para él, era un precio que siempre estaba dispuesto a pagar.

 — Masacren a los que se resistan y aten a los que se rindan—. Ordeno Magnus con voz firme y autoritaria. El saqueo del pueblo comenzó en un frenesí de actividad despiadada. Avanzó con paso decidido, acompañado por otro de sus hombres que hablaba el idioma local y repetía sus palabras de sumisión. Muchos aldeanos, conscientes de su inferioridad, se rindieron sin oponer resistencia, mientras que otros se aferraron desesperadamente a la futilidad de la lucha. Frente a él se alzaba un débil muro de escudos, una última línea de defensa improvisada por los aldeanos valientes que estaban dispuestos a enfrentarse a la implacable marea de la invasión vikinga. Sin embargo, Magnus no vaciló. Con un rugido de ferocidad, cargó hacia adelante, atravesando la delgada línea de guardias con una determinación implacable. Sus hombres lo siguieron con igual fervor, masacrando a cualquier que se atreviera a levantar un arma contra ellos. En cuestión de momentos, el conflicto llegó a su brutal conclusión, dejando tras de sí una escena desoladora de muerte y desesperación. Los guerreros de Magnus se dispersaron por el pueblo, saqueando cada rincón y dejando una estela de caos y destrucción a su paso. Durante horas, el sonido de la batalla y el saqueo resonó en el aire, llenando el paisaje con una cacofonía de violencia y sufrimiento. Solo cuando la última resistencia fue sofocada y el botín saqueado a satisfacción, Magnus decidió poner fin al derramamiento de sangre. Con una señal de su mano, ordenó a sus hombres que detuvieran el saqueo y reunieran a todos los aldeanos restantes. Algunos pocos intentaron huir, pero fueron rápidamente capturados por los hábiles guerreros. La escena era un testimonio sombrío del poder y la brutalidad de Magnus y su ejército, una advertencia clara para aquellos que se atrevieran a desafiar su dominio.

Después de establecerse en la torre de madera que servía como residencia del señor de aquel pequeño pueblo, Magnus y sus hombres se distribuyeron en el interior del edificio y en sus alrededores. Algunos ocuparon habitaciones en la torre junto con los hombres de confianza del líder vikingo, mientras que otros levantaron tiendas de campaña en los terrenos circundantes o se acomodaron en las chozas que habían sobrevivido al asedio. Los guerreros que no estaban ocupados con tareas de vigilancia, saqueo o preparando la comida se congregaron en el gran salón de la torre, ansiosos por escuchar las palabras de su líder. Magnus, con su voz resonante y autoritaria, llamó la atención de sus hombres, quienes se volvieron hacia él con expectación en sus miradas. —Bien, hermanos míos, hemos llegado al fin de nuestro destino y de aquí en adelante solo hay batallas —proclamó Magnus, capturando la atención de todos los presentes. — Como saben, nuestro primer objetivo es establecer un punto de apoyo sólido. Aún desconocemos la ubicación exacta del pequeño fuerte del señor de estas tierras o de la provincia en la que nos encontramos—. Levantó la mano para silenciar cualquier interrupción antes de continuar. — Por lo tanto, las primeras acciones que debemos emprender son el reconocimiento, la exploración y el reclutamiento—, declaró Magnus con un tono de orgullo y autoridad palpables. Sin embargo, antes de que pudiera profundizar en los detalles de su estrategia, Erik, que estaba sentado a su lado derecho, planteó una pregunta crucial: —¿A qué nivel, Lord Magnus?—

Erik escuchó atentamente las palabras de Magnus, asimilando la magnitud de sus ambiciones. —A gran escala, Erik—, comenzó Magnus, su voz resonando con determinación. —Planeo saquear y reclutar todo lo que podamos en Inglaterra y luego en Francia. Mi destino, y el de aquellos que deseen acompañarme, está al este, no en estas tierras extranjeras. Pero primero, debemos encontrar y conquistar el fuerte del señor de estas tierras, expandiéndonos hasta que podamos reunir una gran fuerza y una poderosa flota—. Las palabras de Magnus revelaron su visión estratégica y sus planes audaces para el futuro. Erik asintió en silencio, comprendiendo la importancia de esta misión inicial en el camino hacia la realización de los objetivos del líder vikingo. — A pesar de que esta aldea carece de una milicia establecida, sin duda podremos aprender mucho de ellos—continuó Magnus, dirigiéndose a sus hombres con una mirada severa pero expectante. — Espero que hagan sus preguntas y participen activamente en esta empresa. Después de nuestra conversación, podrán disfrutar de un breve descanso, pero cuando comencemos a explorar, será obligatorio que cumplan con sus turnos de vigilancia—. Los hombres asintieron en respuesta, agradecidos por el respiro momentáneo antes del trabajo que les esperaba. Antes de que Magnus se retirara, Erik lo detuvo con una mirada curiosa. — Por cierto, Magnus—, intervino Erik con una sonrisa traviesa. — Tengo como regalo para ti a las mujeres más hermosas que encontramos en el pueblo. Mis hombres vendrán en breve para llevarte hasta ellas". Una sonrisa juguetona cruzó el rostro de Magnus ante la oferta inesperada. — Agradable, pero dudo que haya muchas mujeres bonitas en un pueblo tan pequeño— respondió con tono burlón, desafiando la noción de que pudieran encontrar belleza en un lugar tan remoto y modesto.

— No lo sabrás hasta que las veas—. Dijo Erik, riéndose entre dientes mientras se levantaba y se dirigía a la habitación que eligió. Dejando a Magnus solo con sus pensamientos. Pero solo paso 10 minutos cuando los gritos de uno de sus hombres lo sacaron de sus pensamientos. — Lord Magnus, Lord Magnus, venga rápido!—. Grito uno de sus hombres de elite. Magnus lo miro confundido mientras salía de su tienda. — ¿Qué ocurre?—. Pregunto mientras se dirigía a su hombre de elite. — Lord Magnus, por favor ven con nosotros, es algo importante—. Dijo el hombre emocionado, tomando a Magnus por sorpresa. ¿Qué podría haber en este pueblo que los emocione tanto? Los guerreros de elite de Magnus lo llevaron al norte de la aldea. Magnus observó una zona con una gran cantidad de animales rodeando una enorme estructura de madera, con dos pequeñas casas de piedra en cada esquina.

Magnus se aproximó, pero sus hombres lo detuvieron. — Lord Magnus, venga —, instó su hombre de élite, llevándolo hacia una de las casas de piedra que resultaron ser celdas. Dentro, yacían cinco mujeres atadas y amordazadas, dejando a Magnus boquiabierto ante la escena inesperada. — Son las mujeres más hermosas que he visto en toda mi vida, Lord Magnus —, declaró el hombre de élite, contemplando a las cautivas con deseo. Magnus se inclinó para observarlas mejor, y lo que vio lo sorprendió ligeramente. Aunque ciertamente eran hermosas, no consideraba que merecieran tal exageración. — Lo hiciste bien, hombre. Felicito al hombre de Erik —, elogió Magnus, reconociendo el esfuerzo de su hombre de confianza con un toque en su hombro. — Lord Magnus, tengo permiso para tomar a una de ellas —, dijo uno de los hombres, con la mirada cargada de deseo al observar a las mujeres. — No —, respondió Magnus tajantemente. — Estas son mías. Tú toma a una de las feas —añadió con una pizca de humor, lo que desencadenó risas entre él y sus hombres. — En la siguiente aldea te dejaré tomar a una de las bonitas —, prometió Magnus con una sonrisa burlona, antes de continuar con la inspección del pueblo y sus alrededores.

— Lo promete —, preguntó el hombre. Magnus asintió con una sonrisa, aunque en su interior no tenía intención alguna de cumplir su promesa. — Bien, pero no creo que las demás sean tan agraciadas —, especuló el hombre. — A menos que ustedes quieran ser reemplazados —, respondió Magnus con voz severa, dejando claro que no toleraría desafíos a su autoridad. — Lo siento, Lord Magnus, solo estábamos bromeando —, se disculpó el hombre, avergonzado por haber cruzado los límites. Magnus soltó un suspiro y negó con la cabeza, lamentando la falta de seriedad de sus hombres. — Me gustaría tomarlas ahora mismo, pero primero quiero comer y descansar, así que tendremos que esperar —, informó Magnus a sus seguidores. Sus hombres murmuraron protestas, pero sabían que debían obedecer las órdenes de su líder sin cuestionarlas. Después de eso Magnus los guio a la torre, y se sentó junto a una de ellas. — Soy Magnus Haraldsson, ahora ustedes serán mis mujeres y esclavas—. Magnus les informó a las mujeres. — Si son buenas y obedientes vivirán bien, si me desobedecen sufrirán—. Magnus les dijo, y después de eso ordeno que las llevaran a sus habitaciones, dónde ordenó que les dieran de comer y que fueran aseadas.

Después de que Magnus comiera y bebita entro a su habitación para ver a las mujeres ya bañadas. Magnus se acercó a las mujeres y empezó a mirarlas detenidamente. Eran muy bonitas, las mujeres eran tres rubias, seguramente hermanas por su parecido, una de ojos azules de 22 años, otra de ojos verdes de 19 años y la tercera de ojos grises de 17 años, todas con buen cuerpo. La más pequeña era una castaña de ojos marrones con sorprendentes curvas y de talvez 25 años, la última era adolescente de 16 años, con ojos cafés y cabello azabache.

— Ustedes tres, me dirán sus nombres —, ordenó Magnus a las rubias. Las mujeres intentaron hablar, pero el nerviosismo y el miedo les impedían articular palabras con claridad. Magnus repitió su pregunta de manera más gentil y esperó pacientemente sus respuestas. — M-me-me llamo Hilda, se-señor —, tartamudeó la rubia de ojos azules, con una expresión temerosa. — Mi nombre es Ava, señor —, dijo la rubia de ojos verdes con más determinación, mostrando una leve valentía. — Y-y- yo m-me llamo An-Anna, señor —, balbuceó la rubia de ojos grises, con voz temblorosa. Magnus asintió con gesto serio y luego intercambió algunas palabras con los hombres que custodiaban la puerta. Una vez que se retiraron, Magnus se acercó a las mujeres, sus ojos mostraban severidad y autoridad.

— No habrá compasión para ustedes si desobedecen mis órdenes —, advirtió Magnus con firmeza, provocando que las mujeres temblaran de miedo ante sus palabras. Magnus se inclinó para tomar a la más joven entre ellas, quienes permanecían inmóviles, sin saber cómo reaccionar ante la situación. Con habilidad, Magnus levantó a la menor, quien comenzó a forcejear en un intento de liberarse. Sin embargo, Magnus la sujetó firmemente por la mandíbula, obligándola a mirarlo directamente a los ojos. — Tranquilízate, niña, o tendré que castigarte —, advirtió Magnus con voz autoritaria, logrando que la muchacha se calmara bajo su mirada penetrante.— Si alguna de ustedes intenta escapar, solo aumentarán su sufrimiento —, les advirtió a las otras cuatro mujeres en tono grave.

Magnus la llevó con suavidad hasta la cama, procurando no asustarla aún más con su presencia imponente. — Voy a darte una oportunidad, pequeña —, le dijo Magnus con tono calmado pero autoritario. — Puedes quedarte aquí y no sufrir, o puedes resistirte y sufrir las consecuencias —, añadió, esperando que la joven comprendiera la gravedad de sus palabras. La muchacha intentó articular alguna respuesta, pero su miedo era palpable, impidiéndole hablar con claridad. — Habla cuando te lo ordene —, ordenó Magnus, estableciendo desde el principio la autoridad que esperaba de ella. La muchacha asintió rápidamente, temiendo las posibles represalias. Sentado a su lado, Magnus la observó con atención, tratando de establecer algún tipo de conexión con ella. — Ahora, ¿qué te gusta? —, preguntó Magnus, buscando iniciar una conversación que le permitiera conocer un poco más a la joven. Sin embargo, la muchacha se quedó en silencio, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para responder. — ¿Qué quieres decir? —, preguntó ella, confundida por la pregunta. — ¿Qué es lo que te gusta hacer? ¿Cuáles son tus pasatiempos o intereses? —, explicó Magnus con paciencia, intentando guiarla en la conversación. — Bueno... —, titubeó la muchacha, haciendo un esfuerzo por pensar en algo que compartir. — No... No lo sé —, admitió con sinceridad, mostrando su falta de experiencia en este tipo de interacciones. — Bien, entonces dime, ¿a qué edad entraste en la adolescencia? —, preguntó Magnus, cambiando de tema con la esperanza de que la conversación fluyera más fácilmente. La joven se ruborizó ante la pregunta, pero respondió con timidez. — A los 13 años, mi señor... Ac-actualmente tengo 16 años —, contestó la muchacha, revelando un poco de su historia personal y su edad actual.

Magnus asintió con calma, observándola detenidamente mientras deliberaba sus próximos movimientos. Con gestos suaves y medidas, levantó su mano, lo que provocó que la joven se tensara instintivamente y cerrara los ojos, anticipando algún tipo de castigo o acción repentina. Sin embargo, para su sorpresa, no sintió ningún golpe ni gesto brusco. Al abrir los ojos, se encontró con Magnus sosteniendo su cabeza con delicadeza, mientras con la otra mano levantaba su mandíbula con suavidad. Magnus se aproximó con lentitud, sus labios rozaron los de la muchacha en un suave beso que la dejó perpleja por un momento. Sin embargo, conforme pasaron los segundos, la joven comenzó a corresponder el gesto, dejando que la intimidad del momento les envolviera. La mano de Magnus se deslizó con cuidado por la pierna de la muchacha, ascendiendo con una cadencia pausada que la hizo estremecerse ligeramente de nerviosismo. Ante el avance de Magnus, la muchacha se sobresaltó, su corazón latiendo con fuerza en su pecho, pero aún así no se resistió. Magnus continuó con su mano hábil, deslizándola bajo el vestido de la joven hasta que alcanzó su ropa interior. Con un movimiento suave pero decidido, Magnus retiró la prenda, lo que provocó una reacción de sorpresa y desconcierto en la muchacha, quien se separó ligeramente de él, su mirada reflejando una mezcla de asombro y timidez ante la inesperada intimidad del momento.

Magnus sonrió con ternura al percibir las reacciones de la joven ante sus gestos tranquilizadores. — No te preocupes, pequeña, estarás a salvo conmigo —susurró con voz suave, como una caricia al oído de la muchacha. Sus palabras tuvieron el efecto deseado, y Kaitlyn se relajó gradualmente, permitiendo que la confianza reemplazara el miedo en sus ojos. Con movimientos delicados pero decididos, Magnus levantó el vestido de Kaitlyn, revelando su piel bajo la tenue luz que se filtraba por las ventanas de la habitación. Sus manos hábiles comenzaron a acariciar su entrepierna con suavidad, y la joven se retorció ligeramente ante el contacto, su respiración entrecortada revelando la mezcla de nerviosismo y excitación que experimentaba. Sin embargo, en un momento, Magnus se detuvo y se apartó de la cama. La joven miró hacia arriba, confundida por la interrupción repentina. — Me llamo Kaitlyn —dijo en un susurro, su voz apenas un murmullo en la quietud de la habitación. Magnus le dirigió una sonrisa cálida y reconfortante. — Bien, Kaitlyn, ¿estás lista? —inquirió Magnus, su mirada intensa fijándose en la joven con una mezcla de deseo y determinación. Kaitlyn asintió, sus ojos brillando con una mezcla de anticipación y temor. Con movimientos fluidos, Magnus se despojó de su armadura de laminar, dejando al descubierto los músculos tensos de su torso. Con pasos decididos, se aproximó a Kaitlyn y la tomó entre sus brazos con firmeza pero con ternura. Le dio un beso apasionado en los labios, su aliento cálido mezclándose con el de ella en un momento de íntima conexión. Kaitlyn respondió al beso con la misma intensidad, entregándose al deseo que los consumía a ambos en ese instante de pasión desenfrenada.

Magnus le acaricio uno de sus pechos llenos, mientras ella pasaba sus manos por su pecho, Magnus la acostó en la cama y se acostó sobre ella, Magnus le bajo la parte superior de su vestido y empezó a mordisquear uno de sus pechos, mientras con su mano masajeaba el otro, Kaitlyn jadeaba por su tacto, Magnus se alejo de ella y la miró a los ojos, Kaitlyn le sonrió con timidez y con algo de miedo en los ojos, Magnus la volvió a besar y bajo la parte inferior de su vestido. Kaitlyn gemio ante su toque, Magnus se detuvo y se levantó de la cama, Kaitlyn lo miro confundida, pero vio como se quitaba su pantalón dejando solo su ropa interior, Kaitlyn se sonrojo y se tapo su cara, Magnus se subió a la cama y la levanto por su brazo y se subió encima de ella, Kaitlyn le dio un tímido beso en los labios a Magnus, Magnus le devolvió el beso, se separaron y se miraron a los ojos,

Magnus acarició con ternura uno de los pechos de Kaitlyn, sintiendo la suavidad de su piel bajo sus dedos mientras ella exploraba con timidez el contorno de su pecho. Con movimientos fluidos, Magnus la recostó suavemente en la cama y se posicionó sobre ella con cuidado. Con manos expertas, deslizó la parte superior del vestido de Kaitlyn, revelando más de su piel ante sus ojos hambrientos. Inclinándose sobre ella, Magnus comenzó a mordisquear suavemente uno de sus pechos, mientras con la mano masajeaba el otro con delicadeza. Los jadeos de Kaitlyn llenaban la habitación, su cuerpo respondiendo con ardor a cada caricia de Magnus. Momentos de pasión compartida se entrelazaron con miradas furtivas y sonrisas tímidas, reflejos de la conexión que estaba floreciendo entre ellos. Sin apartar la mirada de los ojos de Kaitlyn, Magnus la besó con fervor, cada roce de sus labios una promesa de deseo y entrega. Con manos temblorosas pero decididas, Magnus bajó la parte inferior del vestido de Kaitlyn, sus movimientos impregnados de una intensidad ardiente. Los gemidos de Kaitlyn se mezclaban con sus suspiros, su cuerpo ardiendo bajo el toque experto de Magnus. Sin embargo, en un momento, Magnus se detuvo y se apartó de ella, su mirada fija en los ojos confundidos de Kaitlyn. Antes de que pudiera formular una pregunta, Kaitlyn lo vio despojarse de su pantalón, quedando solo en su ropa interior. Un rubor tiñó las mejillas de Kaitlyn mientras cubría su rostro con las manos, sintiendo el palpitar acelerado de su corazón ante la anticipación de lo que vendría a continuación. Magnus se movió ágilmente sobre la cama y la levantó con un brazo, colocándose sobre ella con suavidad pero con determinación. Kaitlyn, con timidez, le ofreció un beso tímido en los labios, una expresión de su deseo y su aceptación. Magnus respondió al gesto con pasión contenida, sus miradas chocando en un instante de complicidad y deseo compartido.

Magnus se despojó de su ropa interior con determinación, dejando al descubierto su virilidad, una erección imponente que latía con anticipación. Con mano firme, comenzó a acariciar la entrada de Kaitlyn con un dedo, sintiendo cómo ella respondía con gemidos de placer ante su toque. Con cuidado, Magnus introdujo un dedo en su interior, provocando un gemido más profundo de Kaitlyn mientras su cuerpo se arqueaba hacia él. El placer palpable en el aire aumentaba mientras Magnus agregaba otro dedo, comenzando a moverlos con ritmo lento pero seguro dentro de ella. Kaitlyn respondía a cada movimiento con jadear y movimientos sinuosos de su cuerpo, su excitación palpable bajo las caricias expertas de Magnus. Un beso apasionado selló el momento entre ellos antes de que Magnus intensificara su acción, aumentando el ritmo de sus dedos dentro de ella. El éxtasis que Kaitlyn experimentaba se reflejaba en sus gemidos y jadeos, su cuerpo vibrando con el placer que le brindaba Magnus. Con un gesto gentil pero decidido, Magnus la ayudó a sentarse, preparándola para lo que vendría a continuación. Colocándose detrás de ella en cuclillas, Magnus levantó su vestido, revelando más de su piel temblorosa ante la anticipación. El contacto cálido y húmedo de la lengua de Magnus en su intimidad hizo que Kaitlyn se estremeciera de placer, sus gemidos llenando la habitación mientras él la exploraba con habilidad. Cada movimiento de su lengua enviaba oleadas de placer a través de su cuerpo, sus manos aferrándose a las sábanas con fuerza mientras se dejaba llevar por las sensaciones abrumadoras. Cuando Magnus retiró su lengua, Kaitlyn jadeó por la pérdida momentánea de contacto, pero su gemido se convirtió en uno de placer renovado cuando sintió la presión de los dedos de Magnus llenándola una vez más. El ritmo rápido y firme de sus movimientos hizo que Kaitlyn se arqueara hacia él, su cuerpo vibrando con el placer abrumador que la consumía por completo. Magnus ascendió a la cama con decisión, sus ojos ardientes fijos en Kaitlyn mientras se acercaba a ella. Un beso apasionado selló su conexión, un momento de intensa unión antes de que Magnus se apartara ligeramente para mirarla a los ojos. Una sonrisa tenue y llena de emoción jugueteaba en los labios de Kaitlyn, mientras Magnus le devolvía la mirada con una sonrisa predadora, su deseo palpable en el aire entre ellos. Con una ternura sorprendente, Magnus acarició la mejilla de Kaitlyn, calmando sus temores con un gesto gentil. — No te preocupes pequeña—. Kaitlyn lo miro con duda pero asintió lentamente, Magnus empujó su polla y empezó a penetrar el pequeño coño de Kaitlyn, Kaitlyn gimió de dolor y de placer, Magnus no se detuvo pero fue un poco más lento, Kaitlyn lo miro con lágrimas en los ojos. Magnus la beso con deseo puro, Kaitlyn se estremeció y asintió lentamente, Magnus le dio una pequeña sonrisa, salió de ella, se levantó de la cama y la acomodo mucho mejor, se subió a la cama y empezó a embestirla con fuerza, Kaitlyn gemía ante sus embestidas y jadeaba de placer y de dolor.

Magnus se abrió paso entre sus piernas y empezó a embestirla con fuerza, Kaitlyn jadeaba y gemía ante sus embestidas y por las mordidas y besos que le daba en el cuello, Kaitlyn gimió de placer y dolor cuando sintió el miembro de Magnus abriéndose paso mas dentro de ella y desflorandola, Magnus apretó sus pechos y empezó a acariciarlos con brusquedad, Kaitlyn gemía ante el placer y el dolor. Magnus empezó a moverse más rápido y empezó a embestirla con más fuerza, Kaitlyn gemía y jadeaba ante sus embestidas, Magnus soltó sus pechos y agarró su cabello, haciendo que Kaitlyn soltara un quejido de dolor y placer. Magnus soltó su cabello y empezó a embestirla más fuerte, Kaitlyn solo gemía y jadeaba ante sus embestidas. Magnus sacó su miembro de ella, se puso detrás de ella, levanto su pierna derecha, levantó la parte superior de su vestido y empezó a embestirla con mas fuerza, Kaitlyn gimió ante las fuertes embestidas y se estremeció al sentir que Magnus se movía más rápidamente, Kaitlyn gimió de dolor y de placer, mientras Magnus se movió con más rapidez y golpeó contra la cama. Kaitlyn jadeo ante su toque y lo miro con ojos llorosos y desesperados, Magnus siguió embistiéndola con fuerza y le dio un fuerte beso en los labios, Kaitlyn solo le devolvió el beso, se separaron y se miraron a los ojos, Magnus le dio una sonrisa oscura y se movió más rápido, Kaitlyn solo seguía gemiendo y jadeando ante sus embestidas, después de algunos minutos usando a su nueva mujer Magnus explotó dentro de ella, llenándola de su potente y masiva semilla.

Kaitlyn jadeo ante el peso del hombre sobre ella y se quedaron así por algunos segundos hasta que Magnus salió de ella, Magnus se recostó en la cama, y le dio un beso en la frente a Kaitlyn, que se quedó dormida a los segundos, Magnus no estaba satisfecho así que iba a estrenar a sus nuevas mujeres y esclavas, se levantó de la cama y fue a buscar a las mujeres, que se sorprendieron al verlo, Magnus les dio una sonrisa y les hizo una señal para que se acercaran, las mujeres lo miraron confundidas y aterradas, Magnus las arrastro hasta la cama y se sentó. — Tu—. Magnus señaló a la mujer pequeña y castaña. — Di tu nombre, que se me olvidó—. Magnus le informó a la mujer, que lo miró con miedo.

— Me llamo K-Kara—. La mujer le dijo a Magnus. Magnus asintió y le hizo una señal para que se acercara, Kara lo hizo lentamente, Magnus agarró sus muñecas y la jalo hacia él, Kara se sorprendió y trato de liberarse, pero Magnus la empujó contra la cama y la sometió con facilidad. — No te resistas y esto no será tan doloroso—. Magnus le gruño al oído, Kara tembló y asintió con la cabeza, Magnus levantó su cabeza y le dio un suave beso en los labios. Magnus se alejó de ella y se posicionó detrás de ella, la volteó de costado, levantó la parte superior de su vestido y le abrió las piernas, Magnus tomo su miembro y empezó a acariciar su entrada, Kara jadeo y se retorció, Magnus se introdujo lentamente, haciendo que Kara soltara un gemido, Magnus empezó a moverse lentamente, Kara gemía ante el dolor y el placer. Magnus empezó a moverse más rápido y golpeó contra la cama, moveindola y molestando un poco a la dormida Kaitlyn. Kara gemia y jadeaba ante sus embestidas y por las mordidas y besos que le daba en el cuello, Kara jadeo y gimió cuando sintió que Magnus le arranco la virginidad, Magnus soltó sus muñecas y se movió con fuerza, haciendo que Kara jadeara y gemiera de dolor y de placer.

Magnus saco su miembro de ella, la volteó, levantó la parte superior de su vestido, dejando su redondo culo a la vista para volver a penetrarla, Kara gemio y jadeo ante su toque, Magnus empezó a moverse con fuerza, haciendo que Kara jadeara y gimiera, Magnus siguió embistiéndola con fuerza, haciendo que Kara gimiera y jadeara de placer. Mientras tanto las tres mujeres rubias solo veían a la castaña ser brutalmente follada por el gigantesco hombre que las tenía como rehenes, Ava, la mujer con ojos verdes, miro a Magnus, quien estaba concentrado embistiendo a la castaña, a lo que ella sintió una extraña sensación en su coño, Ava no sabía que era eso, pero quería más. Después de varios minutos follando a Kara, Magnus exploto dentro de ella, llenándola completamente, Kara grito cuando sintió al hombre llenarla con su semilla. Magnus saco su miembro de ella, se levantó de la cama, vio a las tres mujeres y se dirigió a la de ojos grises, la empujó a la cama y le bajó su ropa interior, se volvió a subir a la cama, se subió sobre ella, le levanto la parte superior de su vestido, le abrió las piernas, le rompió la ropa interior y la empezó a masturbar para que estuviera mojada para el, Anna gimió y se quedó sin palabras.

Magnus sonrió maléficamente. — Vamos, muévete, esclava, no puedes simplemente quedarte ahí quieta—. Anna lo miro con deseo, Magnus sonrió maléficamente, se introdujo lentamente, Anna soltó un gemido de dolor, pero Magnus no se detuvo, ya que quería tener la primera vez de la mujer. — Es mi primera vez—. Anna logro decir, Magnus asintió y empezó a moverse con más cuidado, Anna jadeaba ante su tacto, Magnus poco a poco se movió más rápido, mientras Anna gemía ante su toque, Magnus salió de ella, volvió a entrar, salió de nuevo, se volvió a meter, así lo hizo hasta sentir que porfin sentir su liberación.

Después de algunos minutos follando a Anna, Magnus exploto dentro de ella, llenándola de su potente y masiva semilla, después de usar a Anna, Magnus se puso detrás de Hilda, la mujer rubia con ojos azules. — Voy a darte un buen recibimiento a tu nueva vida—. Magnus le gruño a la mujer, Hilda tembló ante su tono de voz. — Por favor no me lastimes—. Dijo Hilda aterrada. — Tranquila, no te haré daño, solo no me desobedezcas, recuerda si me obedeceras obedientemente yo te trataré bien—. Le informo Magnus, Hilda asintió lentamente, Magnus le levantó su vestido, le quitó su ropa interior, para meter sus dedos en ella, la tomo de la cintura con una mano, y empezó a mover sus dedos con brusquedad, Hilda jadeaba ante su toque, Magnus continuo embistiéndola con sus dedos, haciendo que Hilda gimiera, jadeara, y llorara, Magnus salió de ella, la volteo, le quitó lo último de su desecho vestido, la subió a la cama, la hizo acostarse a horcajadas encima de él, y la empezó a masturbar, haciendo que se relajara y se mojara aún mas, después de eso se subió a la cama, agarró a Hilda por su cintura, y la puso a cuatro patas, Magnus levantó su culo y empezó a masajear su vagina, y a penetrar su polla.

Hilda solo seguía jadeando ante su toque y se retorcía. Magnus la tomo de su cintura y la embistió aún más profundo, haciendo que Hilda jadeara ante su toque.

Hilda soltó un grito ahogado cuando Magnus acelero sus movimientos, empujando sus caderas a cada embestida, la rubia no podía hacer nada excepto apoyarse en sus codos, sintiendo sus piernas temblar con cada embestida. Magnus la follo durante minutos, hasta que llegó al clímax, corriendose dentro de ella, derramándose por toda su vagina, y dejándola con los ojos en blanco, antes de darse cuenta, la rubia se encontraba en la cama jadeando por aire y con el pelo despeinado.

Después de usar a Hilda, Magnus se acercó a Ava, la rubia con ojos verdes, le quitó el vestido y le quito su ropa interior, Ava tembló cuando sintió un fuerte toque en su vagina, se puso a horcajadas encima de ella, le quitó la parte superior de su vestido, Ava se resistió pero apenas fue un empujón y acepto el destino, Magnus agarró su cintura con una mano, tomando sus senos con la otra, mientras que Ava, sintió la gran polla del hombre invadiendo su intimidad. Ava no pudo evitar gemir cuando Magnus empezó a bombear dentro de ella, haciendo que gimieran y jadearan a medida que las embestidas iban en aumento, hasta que finalmente, Magnus exploto, llenando su interior de su semilla pero no terminó allí, ya que empezó a bomberla de nuevo, aunque ahora era diferente, ya que esta vez, había algo distinto, no solo se sentía llena, sino también... caliente. Ava no sabía que pensar, no tenía muchas experiencias sexuales, ya que su pueblo era cristiano y era su primera vez, entonces cuando Magnus le pregunto, — Dime Eva?, a qué edad entraste en la adultez, pareces ser la menor de tus hermanas—. Ava, que se encontraba aturdida, contesto: — A-a los 13 años mi señor, ac-actualmente tengo 16 años, mi se-señor—. Magnus asintió. — Bueno entonces te doy la bienvenida a los placeres de la carne—. Magnus le informo, a lo que Ava no pudo decir nada. Magnus continuo bombeando, sin dejar de acariciarle sus senos, y después de un rato, Magnus exploto dentro de ella. Haciendo que Ava soltará un sonoros gemidos, Magnus soltó sus pechos, tomo a Ava por su cabello y la puso sobre la cama, de costado, Magnus le abrió las piernas, le tomo un pierna y empezó a follarla.

Después de que Magnus acabará de bombear su última carga en Eva, Magnus, se acostó en la cama y vio a las cinco mujeres que se acababa de follar.

Magnus, se dirigió a las mujeres y habló. — Escuchen aquí hay dos reglas básicas, si no deseas que te castigué, no intentes escapar, y si no deseas morir, no te atrevás a desobedecerme, tengo el poder para hacer lo que me plazca con ustedes—. Magnus les ordenó a las mujeres, que solo se quedaron calladas. Magnus se recostó en la cama. — Me llamo Magnus y voy a ser tu amo y tu dueño, mientras estén conmigo y me sean leales estarán bien cuidadas—. Les informo a las mujeres, Magnus se recostó en la cama, todas las mujeres se quedaron dormidas abrazadas a Magnus, que solo sonrió, ya que iba a disfrutar de ellas y de muchas más mujeres en el futuro.

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