1 Prólogo

Las estrellas refulgían en la inmensidad del espacio exterior con un brillo tan intenso que iluminaban hasta el planeta más oscuro. Los planetas giraban alrededor de sus órbitas tan despacio como siempre. A lo lejos, se podía apreciar el mar de asteroides que vagaban silenciosos con destino a caer en algún planeta cercano. Todo estaba tan tranquilo y silencioso como siempre había estado en en Cúmulo Cl-1015.

En ese silencioso y vasto instante nada indicaría que algo iría a pasar. Aun así, una nave apareció de la nada. Esta era de dimensiones enormes, tenía color metálico, cristales naranjas y propulsores que emanaban energía azulada.

La nave había aparecido tan súbitamente que parecía que se hubiese materializado justo allí. Flotó unos instantes y luego emprendió su marcha hacia el planeta más cercano de allí.

Ese planeta tenía por nombre Klokan y en él, residían unas criaturas que se llamaban los Kungaru. Eran una tribu de criaturas muy parecidos al animal llamado canguro proveniente del planeta Tierra. Los Kungaru eran una especie inteligente y capaz de razonar con otros seres vivos.

Luego de atravesar la atmósfera del planeta en una bola de fuego, la nave siguió descendiendo y, finalmente, se detuvo en el suelo terrestre. No hubo ningún indicio de que esta se fuese a abrir, revelando su piloto.

En menos de treinta minutos, los Kungaru ya tenían realizado un perímetro alrededor de la susodicha nave. Los Kungaru eran seres altos, con las orejas paradas todo el tiempo y vestían taparrabos. Llevaban todo tipo de armas: lanzas, machetes, hachas y arcos. Esta era una precaución muy necesaria ya que no sabían si la forma de vida que estuviese dentro sería hostil o no.

Repentinamente, la puerta se abrió, saliendo mucho humo blanco del interior. Una vez dispersado el humo, los Kungaru pudieron entrever a una figura con una armadura espacial anaranjada. Su casco era de un cristal tan oscuro que no se podía apreciar el rostro de la persona. En su espalda tenía un propulsor de gran calidad. Toda su indumentaria parecía de grado militar.

Los Kungaru se pusieron nerviosos al verlo. Muchos intercambiaron susurros en su idioma y otros miraban con el ceño fruncido al recién llegado.

—¿El traductor funciona? —preguntó el ser desconocido. Su voz era como si fuese una radio mal sintonizada. Los Kungaru se pusieron en pose de alerta y con rostro de desconcierto—. Ah, perdona. Denme un minuto —acto seguido golpeo su casco y repitió—. ¿Ya me escuchan?

—Si, podemos entenderte —contestó un Kungaru acercándose.

—Menos mal —se alivió el ser—. Pensé que se habría estropeado en el viaje. Increíblemente, no fue el caso...

      

—¿Quién eres? —preguntó el Kungaru.

      

—De dónde vengo me conocen por muchos nombres.

—Solo necesito uno.  

—Soy Lord Atomic. Soy un... humano —Dijo esto último como si le desagradara.

—¿Eres un lord? —inquirió el Kungaru.

—Así es.

—¿Que tierras te pertenecen?

—Bueno... todavía ninguna —dijo el hombre con un dejo de vergüenza en su voz. Miró su antebrazo y vio una numeración allí: 43%.

El Kungaru lo miró con desconfianza. Agarró su arma tan fuertemente que su mano comenzó a temblar.

—Y bien, lord —dijo el Kungaru con desdén

—. ¿A qué ha venido usted a Klokan? Supongo que no será por sus buenas vistas.

—En absoluto —negó el hombre haciendo un ademán en la mano—. He venido para avisarlos.

—¿Avisarnos de qué? —preguntaron varios Kungaru al unísono.

—De una amenaza que está muy cerca —contestó el hombre—. Lo siento —añadió al ver los rostros de los expectantes Kungaru—, esto debería hablarlo con su rey.

—Yo soy Virm —dijo el Kungaru que había estado hablando todo el tiempo—, príncipe de Klokan. Si hay algo que quieras decir deberías decírmelo a mí...

—He dicho que prefiero hablarlo con su rey —cortó el hombre—. Pueden llevarme hacia él o por el contrario correrán un grave peligro.

—O podríamos ensartarte —propuso un Kungaru de aspecto salvaje.

—Hagan lo que les plazca —contestó el hombre fríamente—. Pero ya les he avisado.

Virm se quedó callado, evaluando la situación. Comenzó a mover las patas de un lado a otro con indecisión. Finalmente, dijo:

—Está bien. Te llevaremos hasta donde mi padre.

—Así me gusta —aplaudió el hombre.

Los Kungaru hicieron un círculo alrededor del hombre y lo comenzaron a guiar hasta su ciudad. El hombre iba tranquilamente y cada dos por tres miraba su antebrazo que ahora ponía:69%.

—¿Por qué no te despojas de ese casco? —preguntó Virm.

—Al menos que desee morir, no lo pienso hacer —dijo el hombre—. La atmósfera de este planeta es tóxica para mí. Una pequeña bocanada de aire y adiós para siempre. Y eso no es lo que queremos, ¿verdad?

—No, claro que no —musitó Virm.

—Nunca pensé que llegaría a ver este planeta —dijo el hombre—. Lástima que sea en tales circunstancias.

—¿Cuál es la amenaza que has mencionado? —preguntó Virm nuevamente.

—No hasta que lleguemos a donde el rey.

Y así fue. Los Kungaru llevaron al desconocido hasta su hogar. Este consistía en muchos edificios y construcciones de piedra por doquier. Había monolitos agrupados en una esquina, un edificio con un centenar de escaleras y un edificio circular de gran tamaño. La tierra del suelo era marrón vedoso.

Los Kungaru dirigieron la marcha hasta dentro del edificio circular. Allí dentro había un Kungaru anciano sentado en un trono de madera. Tenía una gran barba larga y sostenía un báculo en su mano izquierda. Al llegar a donde él, todos los Kungaru se arrodillaron menos el hombre.

—Debes mostrar respeto al rey que tienes delante —le espetó el rey.

—No hay tiempo para formalidades —dijo el hombre. Su antebrazo ya había llegado a 89%.

—Padre —dijo Virm, dirigiéndose al rey—, este humano dice que se acerca una amenaza a nuestro planeta. Se ha negado a dar más detalle si usted no estaba presente.

—Pero yo ya estoy presente —sonrió el rey—. Me llamo Wroo, Rey de los Kungaru.

—Lord Atomic.

—Un lord, ¿eh? Bueno, ¿cuál es la amenaza que has mencionado? —preguntó el rey.

El antebrazo ya estaba a 94%. Luego a 95%.

—Hay un humano que está acabando con cada forma de vida en los planetas. Hasta ahora ha destruido cinco planetas de la Galaxia Némesis. Ahora mismo está en el Cúmulo Cl-1015. Su sistema será el próximo y su planeta vendrá después.

—Eso que dices es muy grave —dijo Wroo tras una breve pausa—. ¿Quién sería capaz de algo así?

El hombre no dijo nada. Se quedó mirando su antebrazo que ya ponía 99%.

—¿Quién es la amenaza? —preguntó Wroo.

—La amenaza... —dijo el hombre cuando el antebrazo dio el 100%— soy yo.

En el brazo del hombre se materializó una espada de gran tamaño. Dio un salto y fue a asesinar al rey Wroo, pero Virm se le atravesó.

La espada hendió el torso de Virm y lo traspasó. Su cuerpo despidió tanta sangre que un poco cayó en el rostro de su padre. Virm se retorció lastimeramente y, con un rápido movimiento por parte del hombre, su cuerpo se derrumbó en el suelo como si de un trapo se tratase.

—¡MI HIJO! —chilló el rey, enloquecido—. !KUNGARU, NO SE QUEDEN AHÍ PARADOS!

Los Kungaru se habían quedado pasmados. Al recibir la orden de Wroo, comenzaron a acercarse al hombre.

Con una agilidad inhumana, el hombre acabó con todos los Kungaru de la sala. Acuchilló, cortó y ensartó a muchos. Una vez finalizado lo único que había eran los cuerpos mutilados de los Kungaru, la sangre por todas partes y las vísceras esparcidas.

—!MONSTRUO! —gritó Wroo.

El hombre se acercó hacia el rey. Una vez lo tuvo cara a cara, se quitó el casco. El rey soltó un chillido despavorido.

—Tú no eres humano —susurró, aterrado.

—No... yo soy un dios.

Lo último que se escuchó en el planeta Klokan fueron los gritos de muerte y agonía del Rey de los Kungaru.

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