1 Prólogo.

«—¿Estás bien?—preguntó el joven de ojos azules sin soltarla aún. Pero ella, que realmente no había salido lastimada, notó que él en los ojos tenía pequeños trozos de vidrio que acompañaban a las lágrimas de sangre que le comenzaban a recorrer las mejillas.

—No cierres tus ojos.—dijo la niña sin responder a su pregunta.—Te lastimaras aún más.

Él sin poder evitarlo, cerró sus ojos, causándose más daño. Gimió de dolor y la niña lloró en silencio, mientras acercaba su pequeña mano al rostro del chico.

—Ayúdenlo, por favor.—suplicaba a las personas que se encontraban rodeándolos.

Y aunque sus manos comenzaban a mancharse de sangre oscura, no las apartó en ningún momento.

Pero él, que soportaba el dolor para no asustar más a la pequeña, solamente sonrío y dijo:

—Tranquila, no es nada.—Después de eso, cayó desmayado sobre el suelo.»

—¡No!—gritó al despertarse del sueño.

Se tapó la cara con las manos sintiendo que su cabeza estallaría en cualquier momento. Otra vez ése sueño. Otra vez aquellos recuerdos que más que atormentarla, le insistían la búsqueda del chico ojos color cielo.

—Mia, cariño, ¿Qué sucedió? ¿Estás bien?—Preguntó su madre mientras abría la puerta de su cuarto.

—Estoy bien, pero... Sigo teniendo ese sueño.—respondió. La madre, comprensiva, acarició la cabeza de su hija en un gesto de cariño.

—Parece que no querés olvidar el accidente. O al chico que te salvó, quizás.—dijo con una sonrisa.—Y es por eso que seguís proyectando tu anhelo en tus sueños.

Mia miró a su madre y sacudió la cabeza.

—No es que no lo quiera olvidar.— dijo en un murmuro mientras frotaba la suave tela de su blusa.—Parece que realmente el problema es... que yo no puedo olvidarlo.

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