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Lycoris cayendo

A las afueras de la ciudad, se situaba un bosque lleno de pinos enormes, era de noche y el viento frío silbaba, siendo este el protagonista de la noche. Si alguien pasara por allí habría visto las marcas de un auto desviadas hacia el bosque y harían preguntas como, ¿que clase de gente se adentra en un bosque a estas horas pasada la media noche?, ni si quiera es zona de camping, es claro que no deben ser gente de bien. Y es claro, que ninguna persona de "bien" estaría allí para cuestionar este acontecimiento.

—El sedante que le dí ya hizo efecto, no se despertará hasta mañana—

—No podemos entregarla Julius, a ellos ni siquiera les importa Lisa, ¡porqué se molestan!—

—Es claro que no les importa Sara, lo hacen para demostrar poder y que nadie se atreva a desobedecer—

—Imposible ir al aeropuerto y en un bote no duraríamos mucho, tendremos que desviarnos de la autopista— dijo Julius.

—Julius, sé que lo planeamos hace años, pero ¿crees que aún funcione?— dijo Sara ansiosa.

—El bosque es un buen lugar para eso, funcionará—

Se desviaron de la autopista y dirigieron el auto hacia el bosque. Cuando llegaron a una zona que ambos al parecer ya conocían bien, detuvieron el auto y bajaron. Alumbrados solo por las luces del auto empezaron a acercarse a la zona que era su objetivo.

Lisa que aún estaba echada en el auto al poco tiempo despertó y procedió a sentarse.

— Papá..., mamá..., ¿dónde estamos? Me quedé dormida, ¿porqué estamos en un bosque?— dijo aún adormilada.

Su vista se acomodó y miró al frente, pero no había nadie solo veía árboles alumbrados tenuemente por la luz del auto. 

Lisa bajó del auto por la puerta izquierda, caminó de frente y no vió nada mas que pinos meciéndose por el frío viento. Tenía miedo, todo le parecía muy extraño. Siguió avanzando de frente, cuando logró visualizar a lo lejos vió entre los árboles una luz amarilla suspendida en el aire alumbrando a dos personas arrodilladas y frente a ellos una persona de pie. Lisa empezó a caminar más rápido y pronto estaba corriendo con la esperanza de creer que esos dos eran sus padres.

—¡Mamá, papá!— gritó al llegar junto a ellos.

—¿Qué está pasando?, ¿porqué esta arrodillados?—

Julius y Sara no decían nada y no se atrevieron a mirar a Lisa, cómo si alguien los hubiera inmovilizado a la fuerza. Lisa se agacho y empezó a decir:

—Respondan, porqué no dicen nada, por favor, digan algo, mírenme, por favor— 

—Retroceda— dijo una voz fría y sin emociones.

Lisa miró hacia arriba y vió unos ojos negros vacíos de individualidad, cómo si no tuvieran criterio propio. Se puso de pie, sus músculos se tensaron y preguntó:

—¡Quién eres!, ¿qué le has hecho a mis padres?— preguntó furiosa y asustada al mismo tiempo.

—Buenas noches señorita Lisa, permítame presentarme— De inmediato la luz flotante se intensificó y Lisa pudo ver a un hombre de mediana edad al rededor de unos 30 años y lejos de los 40.

—Soy un poseído de la Casa Nerium, y es mi deber llevarla a donde pertenece— Dijo el hombre sin ninguna emoción.

—¡Pero que estupideces estás diciendo! ¡Libera, ahora mismo a mis padres!—

Lisa, entre sus gritos de reclamo hacia el hombre, escuchó un sonido agudo y penetrante. Jamás había oído algo así; pensó que era una tela extra fina rasgándose. De no ser porque giró la cabeza hacia sus padres y vio sus vientres llenos del rojo más intenso.

«...». Lisa no pudo pensar en nada, solo vió aquello que haría nacer un odio en su interior.

Antes de que se desvanecieran en el suelo, Lisa los sostuvo en su regazo y sollozó. 

—Papá, mamá, van a estar bien, llamaré a una ambulancia, todo estará bien, no se preocupen— Rasgó ansiosamente su blusa, presionó las telas en sus vientres, mientras trataba de tranquilizarlos. Aunque si el hombre que había hecho esto tuviera juicio propio, vería que Lisa también trataba de calmarse mediante sus propias palabras.

—Lisa, corre a la derecha— Dijo la madre de Lisa, que había recuperado la conciencia.

—... izquierda ... estarás a salvo— Dijo Julius y dió su último respiro.

—Ve, ahora— Y Sara dejó de respirar.

Estaba a punto de dejar salir aquel dolor, cuando escuchó los pasos del hombre acercándose.

«Los dejé», pensó Lisa, mientras corría en la dirección que sus padres le habían indicado. Corría angustiada y con la esperanza de encontrar a alguien o algo que la ayudara. Su mirada divisó algo inusual en el suelo, se acercó rápidamente y descubrió que era una puerta hacia el subsuelo, con un loto tallado en su centro en todo su esplendor y una media luna en la parte superior. Lisa estaba a un suspiro de abrir la puerta cuando el hombre que la seguía la sujetó fuertemente del brazo y la llevó en dirección contraria.

Los gritos de lucha de Lisa no hacían ruido en este frondoso bosque porque allí ya no había personas que los pudieran oír. Pateó, mordió y maldijo a quien la cargaba, pero nada hizo efecto. 

Llegaron cerca del auto y el hombre alzó sus manos, de las cuales salió fuego, quemando el auto en cuestión de segundos. Prosiguió en dirección a los padres de Lisa, con la intención de hacer lo mismo. Lisa, al notar esto, se safó como pudo, pero el hombre la arrastró hasta estar frente a sus padres. Las llamas abrazaron por completo a la pareja.

—¡Noooooooooo!— Un gritó visceral y desgarrador sonó.

Lisa perdió el conocimiento y solo quedaba en pie aquel hombre que decía ser un poseído. 

El poseído sacó de su saco holgado un aparato pequeño de metal con forma rectangular, accionó la pequeña manija del aparato y a tres metros de él apareció una campo distorsionado, y lo cruzó junto a una Lisa inconsciente.