9 Nicolas Torren - En busca de paz

Nicolas llegó a su hogar, una humilde cabaña entre los árboles. Cruzó el cerco y estacionó la motocicleta junto a la puerta de entrada. Se quitó la campera y se quejó del dolor del brazo izquierdo a causa de la herida de la navaja de uno de los hombres que lo atacaron. Se observó y sintió alivio al saber que tan solo era un rasguño. Se aseguró de desinfectarla y le realizó un rústico vendaje. Luego tomó una botella de cerveza de la heladera y se sentó frente al televisor.

—Otra víctima en el hogar—dijo la reportera, Nicolas apenas la escuchaba, estaba pensando más en Daniel que en lo que decía la mujer—. El atacante aseguró que su pareja se encontraba fuera de sí, atacándolo con euforia sin reaccionar a sus constantes gritos...—apagó el televisor.

Salió al bosque y tomó suficiente leña como para hacer una pequeña fogata. Sobre las llamas colocó una olla y, luego de tirarle un pequeño chorro de aceite, le arrojó la cebolla picada y el diente de ajo. Una vez que se doró colocó el tomate triturado sin piel, un poco de sal y pimienta y lo dejó cocinar agregándole agua cuando hacía falta. En otra olla selló tres delgados trozos de carne y, una vez hecho esto lo arrojó a la otra olla.

El fuego calentaba sus manos en aquella nublada y fría noche. Mientras esperaba a que su cena esté lista, se quedó observando al cielo que, aparentaba una pronta e intensa lluvia. Se recostó en la reposera y cerró los ojos por unos minutos. Pensó en qué estará haciendo su hija, en medio de la ciudad de Ginova, con su madre que se las había arrebatado de los brazos y le prohíbe verlas. Él las llamaba todas las mañanas, antes de que vayan a la escuela, y las extrañaba con todo su ser. Siempre sintió culpa por su soledad, ya que su mujer se marchó luego de enterarse de que le era infiel. No existe un día en el que se lamente por eso, extraña a las dos con todo su corazón...

La salsa burbujeaba desprendiendo un delicioso aroma. Observó sus manos tajadas por el oficio y luego se incorporó. Con un repasador agarró la olla de las manijas y se dirigió a su cabaña. Y, aunque lo llevaba bien, la soledad era algo que no soportaba.

Luego de cenar se dirigió a la parte trasera de su cabaña y se sentó en una cama paraguaya, debajo de un amplio toldo verde oscuro. Las primeras gotas comenzaron a caer. Embriagado luego de unas cuantas botellas de cerveza, se durmió.

Despertó al otro día, con un gran dolor de cabeza. La lluvia constante continuaba. Se sentó y observó su reloj. Dio un salto al ver que ya era el mediodía. Luego se tranquilizó un poco al recordar que le había dejado las llaves a Daniel, pero no sabía si hoy iría a causa de los golpes que recibió. Luego de tomar otro juego de llaves se marchó hacia el taller en su antigua camioneta.

Se adentró por el camino de tierra, rodeado de árboles y cabañas, camino al centro del pueblo.

—Rick se habrá molestado al no encontrarse con Daniel, como habíamos prometido—se dijo a sí mismo mientras cambiaba la estación de radio. Aquella camioneta no era lo más lujosa, ni por lo cerca, pero era ideal para los días de lluvia como ese. Recorrió los tres kilómetros que todos los días hace y estacionó en la vereda del taller. Le sorprendió que la cortina metálica se encontraba cerrada pero la pequeña puerta abierta.

Daniel, de seguro estás terminando la camioneta de Rick y no quieres que te moleste nadie. ¿Verdad?

Sonrió y se adentró en el taller.

—¡Daniel soy yo!­—dijo para que no se asuste—Me quedé dormido, lo siento—las llaves se le cayeron de las manos al verlo allí, en el suelo. Corrió hacia él, su respiración comenzó a ser más agitada. Lo abrazó con ambos brazos y lo sacudió para despertar—¡Despierta maldición!

—¿Qué sucede?—le preguntó abriendo lentamente los ojos.

—¿Te encuentras bien?—respiró profundamente al ver que no estaba muerto. Sus pulsaciones lentamente volvían a la normalidad.

—Claro que sí—dijo y sonrió—. Solo me quedé dormido...

—¿No has vuelto a tu casa desde ayer?—le preguntó.

—No, pero pude terminar con el trabajo—dijo sonriendo. Nicolas no lo había notado, pero la camioneta ya no se encontraba en el taller.

—No era necesario hijo...—sonrió y se sintió orgulloso por él. Cumplió con su palabra a pesar de las adversidades. Se puso de pie y le tendió una mano a Daniel para ayudarlo a incorporarse.

— Una vez que terminé con la camioneta me fui hasta lo de Rick a llevársela, que por cierto, está muy agradecido. Luego al ver que era demasiado tarde y peligroso como para volver caminando, me volví al taller y me quedé adelantando algunos trabajos, realmente no me di cuenta del sueño que tenía y se ve que me quedé dormido aquí—dijo y ambos se echaron a reír—¿Y a ti que te ha pasado?

—Tome algunas botellas de más y no me despertaron ni los truenos—le y Daniel rio—¿Has almorzado?—le preguntó, a lo que él negó con la cabeza—Muy bien, límpiate las manos, te invito a almorzar.

Ambos se subieron a la camioneta y se dirigieron a "La viejo bodegón del Tío Jack". Un sitio que tenía más de sesenta años allí y, a pesar de su descuidado aspecto, preparaba las mejores comidas del pueblo.

Una vez que ingresaron, se sentaron en dos amplios asientos acolchonados con una mesa entre ellos, junto al ventanal.

—Buenas tardes Nicolas­­­—le dijo la señora con un pequeño anotador en una mano y una lapicera en la otra. Vestía un jean gastado y una remera del color del atardecer. Su cabello morocho recogido contrastaba con su pálida y arrugada piel—. Hermoso día ¿eh?—sonrió al observar la intensa lluvia por la ventana.

—Betty, tu sabes mejor que yo que no hay nada mejor que un delicioso pollo al verdeo con la lluvia de compañía.

—¡Por supuesto!—le dijo y sonrió—¿Y el muchacho que ordenará?

—Una hamburguesa con papas—se quitó la campera y la dejó a un costado del asiento de cuero.

—Y dos cocas—dijo Nicolas.

—Muy bien, que sea entonces el clásico de la casa con puré y una hamburguesa con papas fritas, y para beber dos cocas. Pronto les traeré todo.

—Gracias cariño—Le dijo Nicolas y se marchó—. Oye Daniel, estuve pensando algo—le dijo mientras giraba un cigarrillo entre sus dedos—¿Qué te parece si nos tomamos unas vacaciones?

—¿Y el taller?—le preguntó preocupado—¿Lo dejarás cerrado?

—Olvídate del taller, terminaremos en estos días todos los trabajos que tenemos urgente y luego los demás los haremos al regresar. Hace algunos años que no me tomo vacaciones—bajó la vista y continuó—de hecho desde que no puedo irme con Zoe no me tomé...

—Entonces me parece una excelente idea­­—le dijo emocionado—¿Y a dónde nos iremos?

—Tengo una cabaña en el sur, en "El Cordón de Nieve". Hace tiempo que no voy, y no me vendría nada mal ir allí, arreglar las cosas que haya que arreglar, barnizar si hace falta y por supuesto ir a la playa a tomar sol—le dijo y le guiñó un ojo.

—¿Nada mejor que tomar sol sobre la nieve no?—rio junto con Nicolas y continuó—. Pero no me vendría nada mal unos días de descanso, y disfrutar del hermoso paisaje.

—Muy bien, decidido entonces­—le dio una última vuelta al cigarrillo sobre la mesa—¡Nos iremos a El Cordón de nieve—Se puso de pie y se volvió a colocar la campera—. Me iré a fumar un cigarrillo afuera.

Nicolas no le contó toda la verdad a Daniel; sí necesitaba vacaciones, pero la verdadera causa por la que quería irse con él al sur era para protegerlo de los "Ángeles Blancos", temía por su vida y no soportaría perderlo, y si eso implicara perder algunos clientes del taller, lo haría mil veces de ser necesario.

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