1 Capítulo uno: baile de máscaras.

El abuelo Hardi me está viendo, parece triste, y no me gusta ver a mi abuelito triste, porque me hace acordar a esos payasitos feos del cumpleaños de Niki. Otra gotita se me sale del ojo. Extraño a Niki, me gustaba jugar con Niki. Pero está lejos, papá dice que está muy lejos, estamos lejos de casa, esto no es casa. Es un lugar nuevo, y no me gusta, llueve mucho y la gente habla algo raro que no entiendo. Mamá dice que no es bonito que una niña llore, que me veo fea llorando, pero me duele el pecho, y quiero llorar.

―Mi pequeña, no debes llorar. Tienes unos ojitos muy bonitos como para verlos a través de un cristal.

Mi abuelito me seca las lágrimas con su pañuelo azul, me gusta, es suave y me da cosquillas cuando lo pasa por mi nariz por lo que me río y me sonríe. El abuelo sonríe, se ve feliz, me gusta que sea feliz, es divertido y me hace reír mucho. Me acomoda mi gorrito gris de lana, es un poco feo porque el abuelito no sabe hacerlo bien, pero me gusta, es un regalo de Hardi y lo voy a usar siempre. Cuando me lo dio tenía el olor a abuelito Hardi y me gusta. El abuelito se levanta, es muy alto, como esas casas largas y muy altas que hay en todos lados.

―Ahora, ¿Qué tal si secamos esas lágrimas y vamos por tu helado de cumpleaños? Mi niña ya tiene seis, una niña grande.

Sonrío mucho, me gusta el helado.

― ¡Si, niña grande! ― exclamo con una sonrisa alzando mis brazos al aire haciendo sonreír a mi abuelo. ― Te amu abu Hardi.

El abuelito Hardi me acaricia una de las coletas de mi rubio cabello corto y me sonríe.

―Yo te amo más, copito.

Londres, Inglaterra.

15 de enero, 2009.

Noora.

Es uno de esos días fríos, donde el viento sopla tan fuerte que puede hacerse oír y perderse en el aire. Inhalo profundo y siento que el aire fresco me calma, adoraba venir aquí de niña, este era el lugar favorito del abuelo Harrison: El río Támesis. Parecía ser nuestro sitio de escape cuando en casa las cosas se volvían...complicadas. Era nuestro refugio.

Suspiro.

No quiero pensar, de hecho, no me gusta hacerlo porque sé que ha pasado tiempo desde que se fue, desde que murió y me abandonó dejándome a mi suerte con los problemas de mi familia. Aunque no haya sido un abandono como tal, no me gusta, porque pareciera como si con su partida solo hubiese acrecentado su presencia en mi vida. Tres años, ese es el tiempo que ha pasado exactamente y el simple recordatorio me asfixia. Lo extraño mucho, siento que se fue sin siquiera haberme visto vivir y ese sabor amargo no me deja dormir a veces.

― ¡Noora!

Y con ese grito una exhalación casi resignada sale de mí. Adiós a mi tiempo libre.

Me giro lo suficiente para ver sobre mi hombro como una rubia dorada esbelta con traje negro viene a paso apresurado hacia mí con el semblante consternado. Me preparo mentalmente para el regaño, sabía que no podía ocultarme por siempre, y menos de ella. Detrás de ésta el pelinegro de mi amigo viene a paso lento sonriendo triunfal. Cuando la rubia esta frente a mí con sus brazos en su cintura formando un jarrón reprimo la burla en mis labios.

―Hola Hannah. Vaya, nuevo récord. Esta vez me encontraste en sólo una hora.

Entrecierra los ojos. Si, se ve enojada.

― Deberías estar en tus clases de español.

―Como verás, no estoy en las malditas clases de español con la incoherente de Camille. Estoy aquí, disfrutando del día. Creí que habías captado la indirecta de que era tu día libre, hasta me tomé un taxi por mi cuenta.

― ¡No te pases de lista Viktoriya! ― dice apuntándome con su dedo.

Ruedo los ojos.

―Que me llames por mi segundo nombre no me eriza ni un pelo del cuerpo.

―Y créeme, tiene muchos, por lo que sé hace visitas frecuentes a la depilación. Deben ser malditamente ricos por tu culpa, ¿ya eres su cliente favorita? ― dice mi fastidioso mejor amigo y yo le saco la lengua en respuesta a lo que él niega con la cabeza. ―Eres una grosera, ¿Quién crees que despistó a tu chofer para que no te encontrara?

―Pues lo hiciste fatal, porque aquí está.

―Exacto, estoy aquí. Ahora, los dos, al auto. No vuelvo a repetirlo.

Ambos comenzamos a caminar hacia el auto que utiliza Hannah, mi chofer, mientras nos sigue desde atrás. Cuando estamos en el auto observo por la ventana el paisaje del río Támesis.

Te extraño abuelo Harrison.

***

― ¿Si sabes que hoy hay una fiesta en tu casa verdad?

Lo miro desconcertada porque no, no recuerdo la mención de un evento como ese, mucho menos que se llevaría a cabo en mi propia casa. Ante mi silencio Lance sonríe divertido.

» No lo sabías.

― ¿Tengo la cara de alguien que sabía eso? ¿Por qué no lo sabía? Hannah, se supone que deberías habérmelo dicho.

Oigo como la rubia suspira cansada con las manos en el volante y la vista en las calles, pobre mujer, debería aumentar su sueldo.

―Lo hice Noora, pero nunca me haces caso.

― Cierto.

―Y te pasaste toda la semana escabulléndote de todo el mundo como una niña berrinchuda.

― Muy cierto. ― interviene Lance a mi lado. ― Hasta evitó mis mensajes, ¿puedes creerlo Hannah? ¡Mis mensajes! Es una privilegiada en tener contacto conmigo y aun así no lo aprecia.

El dramatismo escandaloso de este idiota me hace sonreír, en un día como hoy, y eso lo hace sonreír también.

― ¿Hoy se cumplen tres años cierto? ― asiento en respuesta sin verlo, mierda, siempre tan directo, debería enseñarle el arte de la sutileza. ― ¿Cómo estás?

― ¿Qué te pondrás esta noche? ― pregunto en su lugar.

Me observa unos segundos y parece entender que no voy a hablarle del tema por lo que se recuesta en el asiento y me sonríe cuando me guiña un ojo.

― Vas a tener que verme en la noche cariño. Voy a dejar unas cuantas bocas abiertas.

Lo miro y sé que es cierto, no por nada Lance Brown es mi mejor amigo, es malditamente ardiente, con ese cabello oscuro casi negro y esos ojos verdes es inevitable no querer darle un buen repaso de arriba abajo. Muchos desearían vernos en pareja, dicen que seríamos una pareja estéticamente favorable, en la escuela los rumores eran asfixiantes- antes de que decidiera dejar de asistir y tener clases en casa- y en nuestras familias deliran desde que somos niños con la idea de vernos casados algún día. Secretamente, por así decirlo porque no es tan secreto, Lance y yo sabemos que solo esperan asociar las empresas Anderson y Brown para hacer una corporación más grande, una inmensa. Como si ya no lo fueran individualmente.

Negocios, negocios, negocios.

Es todo lo que oímos en nuestras casas, por eso no solemos estar mucho en ellas y nos escapamos seguido.

― Deja de verme así cariño, estás en tu período y no podemos tener nuestra sesión de sexo alocado.

― Imbécil. Ya quisieras tenerme así.

― Lo que te deje dormir cielito.

Logro golpearlo en el hombro antes de que abra la puerta y baje del vehículo. Ha sido rápido llegar a su casa, me asomo un poco y puedo ver a su chofer viniendo hacia aquí. Si, como que nos confabulamos para enojar a nuestros choferes.

― Nos vemos en la noche rushka.

Ruedo los ojos ante ese estúpido seudónimo que me puso hace años mientras cierra la puerta y me acomodo mejor en mi asiento.

― ¿Vamos de compras señorita Anderson?

Alzo una ceja cruzando los brazos.

― ¿De repente recordaste que soy la que paga tu sueldo y decidiste lucirte siendo servicial?

Hannah me sonríe divertida mientras me observa desde el espejo retrovisor.

― A veces se me da por hacer bien mi trabajo.

No dice más y sé que vamos a un centro comercial o una boutique donde la tendré unas largas horas detrás de mi escogiendo el vestido perfecto para esta noche. No puedo ser una vergüenza, debo lucirme y no decepcionar más a mis padres.

***

― Lumiére, ¿vas a hacer el banquete de esta noche?

El cocinero de la casa, Lumiére Jean Paul es un tanto excéntrico y la mayor parte del tiempo escupe palabras en francés que no entiendo porque aun no aprendo el idioma, pero me agrada. Me divierte sacarlo de quicio.

― Así es, mon cher[1]. Y será todo un manjar. Tus papilas gustativas jamás han probado algo igual.

― Bueno, los pirozhki[2] del abuelo Harrison eran una delicia, y esos aún con todos tus estrafalarios intentos te salen horribles. Mis papilas gustativas lloran cuando quieres que los pruebe.

Reprimo las ganas de reír con fuerza cuando jadea indignado y bate lo que sea que esté mezclando con furia mientras murmura palabras en francés. Apuesto a que está insultando hasta a mi descendencia. Pobre futuro nieto mío que ya está maldito con la ira de este francés estresado.

― Deja de importunar a Lumiére, Viktoriya. ― dice mi madre en el umbral de la puerta de la cocina, Amelie Anderson Petrova.

Inmediatamente me enderezo, es casi inevitable hacerlo. Aun así, suspiro y la observo.

― Estamos en Londres, madre. Y mi primer nombre es Noora, sabes que me gusta más que me llamen así.

― Te coloqué ese nombre por una buena razón, Viktoriya. ― me dice y me señala con la mirada para que la siga al salón, a regañadientes obedezco.

Mientras la sigo detrás de ella la observo, no tengo nada de mi madre. Mientras ella tiene el cabello castaño largo oscuro y ojos verdes muy claros, yo tengo el cabello rubio platinado, el cual me llega a los hombros porque hace tiempo he decidido cortarlo y dejarlo así ante el desagrado de mi madre, y ojos grises. Si, físicamente soy más parecida a mi padre quizás. Me pregunto de quién heredé el carácter.

― Asumo que ya tienes el atuendo perfecto para esta noche. ― decide comentar mientras se sienta de forma elegante en uno de los sofás del recibidor y bebe de la taza de té que Regina, uno de las empleadas de la casa le sirve.

― Asumes bien, madre. Efectivamente voy a lucir despampanante.

― YA ne ozhidayu men'she, Viktoriya. [No espero menos, Viktoriya.]― pronuncia en ruso con su acento marcado más que el mío incluso.

La mayor parte del tiempo me habla en nuestro idioma natal, pero a mí me gusta hablar en inglés, más cuando era el idioma natal del abuelo Harrison. Bebe con parsimonia de su taza y me mira fijamente, analizándome. No me agrada, parece como si estuviera viendo a uno de sus empleados ineficientes, no me gusta esa mirada. Pero jamás me ha mirado de otra forma, son fugaces las veces en las que ha demostrado que quizás le interesa mi persona.

― Ne razocharovyvay menya. [No me decepciones.]

Es lo último que me dice antes de levantarse y encerrarse en su dormitorio, dejándome siempre con las palabras en la boca y a todos los empleados que contrató haciendo los arreglos para la velada.

***

Lo aborrezco.

Detesto cada minuto de ésta absurda fiesta, éste ridículo baile de máscaras. Aunque debo admitir que me encanta como luzco, mi vestido azul Francia se ajusta perfectamente a cada curva de mi cuerpo y hace resaltar mi blanquecina piel, mi máscara es color plateada, y el maquillaje hace un buen trabajo en resaltar mis ojos grises, mi cabello está recogido y pequeñas ondulaciones de mechones están sueltos. Pero aun así odio estos eventos dónde los hijos de los socios de mis padres sólo son amables por conveniencia, y buscan, en ocasiones, conseguir otro tipo de amabilidad de mi parte. Y muy a mi pesar, he aprendido a sobrellevar estos eventos. Desde niña se me ha obligado a asistir a ellos. Cuando vivíamos en San Petersburgo no recuerdo haber vivido eso, pero cuando mi padre, Alexander Anderson, consiguió expandir su empresa y hacer negocios aquí en Londres, una vez mudados, ésta clase de celebraciones se hicieron casi diarias y necesarias para mis padres y las familias más elitistas de la ciudad.

― ¿Escapando de tu fan número uno? Eso es descortés hasta para ti rushka.

Me sobresalto al oír la voz de Lance y veo como me sonríe divertido mientras se agacha y se mete abajo de la mesa conmigo estando recostado, con una pierna flexionada y sosteniéndose de un brazo, luciendo casual incluso vistiendo ese esmoquin excesivamente caro que porta seguramente.

Sí, estoy debajo de la mesa, cubierta y oculta tras la seguridad de un fino mantel blanco lo suficientemente grueso para que no se vea a través de él, por suerte la mesa es también lo suficientemente alta para mí como para sólo necesitar estar arrodillada. Enderezo mi espalda y me cruzo de brazos fastidiada. Porque sí, mierda, estoy fastidiada. Tengo derecho a estarlo cuando un chico como Nathaniel Johnson te sigue con la mirada en toda fiesta que se realice. El imbécil parece haber desarrollado una maldita obsesión conmigo, lo que no entiendo porque la mayor parte del tiempo estoy siendo borde e insultando su escasa materia gris y el restante simplemente obviando su existencia. Pero eso sólo parece atraerlo más. Como si se tratara de una especie de juego que se inventó en su cabeza de él buscarme y yo escapar. Repulsivo.

―No me escondo, lo estoy evitando. Es un maldita migraña y dolor en mis partes nobles, cada vez que me habla parece un perro en celo, es como si se imaginara diez escenarios distintos de nosotros teniendo sexo. Me perturba, ese chico está mal de la cabeza si piensa que le dejaré tocarme un pedacito de mi piel.

Lance ríe y parece entre incrédulo y divertido.

― ¿Acabas de llamar a tu trasero partes nobles?

Golpeo su hombro disgustada.

― ¡Imbécil! ¿De todo lo que te acabo de decir es lo único que escuchaste?

― Ya, ya. Calma fiera, no soy el enemigo aquí. ― dice y se encoge de hombros.

― Podrías ganarte bien tu puesto de mejor amigo y espantarlo con alguna mierda de que somos pareja.

― Yo encantado de la vida querida Noora, pero olvidas un pequeño detalle en tu ecuación, ¿dejarás que llegue a oídos de nuestros padres? Creí que éramos el equipo anti-padres y su loca idea de juntar las empresas.

Resoplo. Odio tanto cuando tiene razón.

― Bien, no importa. Ya me las ingeniare.

Él asiente de acuerdo y luego sonríe a boca cerrada con la vista en el mantel que nos cubre de los demás.

― Parece como si hubiese sido ayer cuando nos conocimos debajo de una mesa parecida a esta en esta sala, ¿recuerdas?

Sonrío levemente ante el recuerdo que me embarga.

― Si. El abuelo Harrison hizo las presentaciones oficiales.

― Mierda que lo hizo. Fue tal malditamente formal que pensé que estaba casándonos, casi me hago en los pantalones del susto.

Comienzo a reír con ganas ante el recuerdo, sí. Fue el mismísimo abuelo Harrison el que nos presentó a la tierna edad de siete años, cuando me encontró debajo de esta mesa escapando también de mis padres y un niño me miraba divertido porque estaba enojada con el mundo. Me cubro la boca al oír pisadas acercarse. Ambos nos llevamos un susto cuando descubren el mantel que nos protegía de la vista de todos y vemos el rostro de Hannah. Sonríe triunfal como si ya le pareciera entretenido cuidar nuestros traseros.

― Bien, me llevó quince mesas revisar ésta vez.

Lance palmea su hombro una vez que se ha puesto de pie.

― Estás de racha linda, ¿nueva meta personal de año nuevo?

― Si así fuese ustedes harían mi trabajo más fácil. ― Hannah mira a mi amigo con una mueca. ― Mackenzie está buscándote.

Oigo la maldición que sale de este y rio.

― Te dije que acostarte con tu ex era mala idea.

― Sí, sí. Los sermones para después rushka, debo hacer mi plan de escape.

Niego con la cabeza mientras veo como Hannah me apremia a salir, a regañadientes lo hago y me sacudo mi elegante vestido al estar de pie.

― ¿Si sabes que ya no eres mi niñera verdad?

― Que ahora sea tú chofer no quita el hecho de que he sido tu niñera por diez años Noora. ― me sonríe.

Winston, el guarda de seguridad que está a unos pasos de nosotras parece genuinamente divertido con la situación.

Me cruzo de brazos y lo miro a través de la máscara.

― ¿Se te perdió algo Winston?

― No, no. Pero siempre es divertido ver cómo te escondes.

― Sigue siendo una niña mimada. ― niega con la cabeza Hannah. ― Más grande y más problemas me das.

― ¡Que insolencia! ― exclamo indignada y suspiro viéndome las uñas. ― El servicio ya no es como antes.

Hannah suspira y se acerca a mí. Hasta ahora me doy cuenta que ella también lleva una máscara, pero solo de color negra como los meseros, y los guardias de seguridad.

― Sabes cómo son estos eventos Noora. Intenta...pasar la noche.

― Claro, tan sencillo huir de los comentarios denigrantes de Amelie e ignorar que Alexander no me dirige la palabra.

― Son tus padres Noora.

― ¿Lo son Hannah? ¿Realmente los son? ― me acerco a ella bajando el tono de mi voz intentando no armar una escena enfrente de los cientos de invitados. ― Que extraño, porque nunca he sentido que jueguen ese papel en mi vida. Hasta tu actúas más como una figura fraternal, pero a ti te pagan por hacerlo.

Quiero retractarme cuando veo como mis palabras logran herirla, pero yo también me siento herida, me siento herida porque siento que he dicho toda la maldita verdad. Y a nadie le gusta cruzarse con la cruda verdad.

Tomo una copa de la bandeja de uno de los meseros que pasan por mi lado y me giro dando unos pasos hasta el gran salón, porque, no tengo padres a los que les preocupe si bebo una copa o más siendo menor de edad. Logro distinguir a una distancia prudente a mi madre, luciendo un elegante vestido verde haciendo resaltar sus ojos de la misma tonalidad y su cabello castaño oscuro recogido. Se encuentra con otra pareja de vestimenta igual de refinada, los reconozco como uno de los tantos socios de mis padres, los Cowell, ella está siendo seguramente una pretenciosa y mi padre a su lado, callado y hablando sólo cuando mamá se lo permite. Más allá veo como se moviliza un castaño inquieto, y si, ese es Nathaniel Johnson buscándome con lo que parece desesperación. Hago una mueca sin poder evitarlo.

Lo siento, pero no, gracias.

Decido por darme vuelta y poner distancia prudencial entre ellos, y veo como saliendo de la cocina sale una morena rizada con un, debo decirlo, muy ajustado y provocativo vestido de seda rojo, pero viene con el semblante decepcionado. Si, esa es Mackenzie Oxford. Uh, no, tampoco quiero tener esa conversación incómoda donde debo fingir demencia de la ubicación de mi amigo. Me desvío por otro de los pasillos y sigo derecho sin ver atrás. Tengo muchas personas a las que evitar esta noche.

Vaya, tal parece que tendré una noche agitada después de todo.

[1] Mon cher en francés es "mi querida".

[2] Los pirozhkí​ son panecillos rellenos típicos de las gastronomías rusa, bielorrusa​ y ucraniana. ​​​​ Pueden ser horneados o fritos con levadura. ​​Sus rellenos son de carne, verduras u otros ingredientes.

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