1 parte única.

Me encontraba en la cafetería hábitos café, esperando a la persona que amaba, que alegraba mis tardes, que me hacía pasar buenos momentos y con la cual reía mucho. Ella era hermosa. Cabello castaño y lacio. Ojos color avellana. Sonrisa brillante y hermosa. Nariz respingada. Delgada. De tez pálida y sub- tonos rosados. De estatura media. Personalidad cariñosa, alegre, también seria, medio infantil. Su voz era clara y cálida. Era perfecta.

Estaba tan perdido en mis pensamientos que, sin darme cuenta, ella ya había llegado y se colocó en frente mía. Nos quedamos mirándonos unos minutos, los cuales parecían horas. Estábamos incómodos, hasta que llegó un mesero a tomar nuestra orden. Yo pedí un café amargo y ella un Capuccino. Estuvimos esperando hasta que llegó el café.

Tomé un sorbo de mi café y la miré a los ojos, empezando a hablar. Le hablé sobre que ya no sentía amor de su parte en la relación, que se sentía como una rutina y quería acabar con el dolor que podemos causarnos. Tomó su café, me miró con una expresión neutra y respondió que por ella estaba bien acabar con la relación.

Lágrimas caían por mis ojos como cascadas, su rostro seguía neutro, como si no tuviera empatía en que me quebrara en frente suya. Terminó su café y se fue, pagando su Capuccino.

Preguntas invadían mi mente "¿No fui suficiente?" y "¿Qué nos pasó para acabar así?", miré mi café y lo acabé de un sorbo, dejé la paga sobre la mesa y me fui de aquella cafetería. Me dirigí hacia mi hogar.

Al llegar, me senté en el sillón a reflexionar: necesitaba dejarla ir, por nuestro bien.

Sin importar los bellos recuerdos, las sonrisas y momentos hermosos que pasamos juntos. Tengo que dejarla ir.

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