12 Días de paz

En el puerto de la Bahía Sur había un ajetreo inusual ante los ojos de los transeúntes nuevos y alguno que otro nativo despistado. La presión en el aire se podía palpar, incluso algunas personas de mente débil, huyeron enseguida.

En el centro de atención se encontraba el General Tezca, quien yacía con una rodilla en el suelo intentando recomponerse. Un ligero cráter se había formado a su alrededor, y un hilo de sangre corría por sus labios, sin embargo, la sonrisa eterna no desapareció.

Frente a él la primer Ministro, Selene, se mantenía firme, de brazos cruzados y una mirada severa, sus afilados ojos podían asesinar con la pura presión de sus ojos puestos sobre su victima. Hasta el viento la evadía, el potente silbido de la brisa marina anunciaba el ventarrón que jamás llego a tocarla, de forma que incluso su larga cabellera apenas se movía.

—Sabías que era mi favorita

Cada palabra que ella pronuncio estaba acompañada del desprecio más tajante que se podía escuchar. Su dedo índice se movía con el ritmo de un tictac marcando los que probablemente serían los segundos más dolorosos del General.

—¿Alguna vez te he dicho lo hermosa que eres cuando refunfuñas? Esa forma tan perfecta en que frunces el ceño te hace ver divina mi cielo…

Sin poder terminar de hablar, el impacto de un nuevo golpe hizo temblar todo el puerto. Ahora ambos se encontraban dentro de un cráter de casi cuatro metros de diámetro. Selene levantaba su pierna derecha y la apoyaba sobre los hombros del General, seguía sin dejar de cruzar los brazos, de manera que se veía tan natural esa pose de piernas a 90 grados, donde sometía con una patada a su esposo; por su parte el General se esforzaba en sonreír mientras escupía una ligera bocanada de sangre y ambas rodillas se apoyaban en el suelo.

—Me encanta la forma en que haces pucheros mi cielo, tus labios se curvan tan lindo que derriten mi corazo…

—Adoraba esa taza, no entiendo la necesidad de romperla con tu idiotez

Mientras ellos hacían una escena típica en su matrimonio, la pequeña Ixchel se escondía entre las plumas de Beto, la gigantesca serpiente emplumada que acompañaba al General desde hace años. Ignorando a sus padres ella acariciaba cada pluma que brillaba en un tono distinto según el ángulo en que le diera el sol.

Algunos guerreros se empezaron acercar a la pequeña mientras ignoraban y dejaban a su suerte al General, quien solía hacer escenas como esta de manera seguida. Por ahora estaban más interesados en saber que sucedió en la pelea para conocer a un candidato a héroe.

Con el grado de comunicación que existía en la Atlántida, solo tardo unas pocas horas en filtrarse la pelea completa. Todos estaban maravillados de que una niña tan pequeña tuviera ese grado de bestialidad al momento de pelar.

Muchos la conocían y presenciaron el entrenamiento que ella debía soportar, el cual no era muy distinto al de los demás. Lo sorprendente es la capacidad que posee para asimilar la Tetra energía.

Algunos llevaban flores, otros le daban comida, los más patéticos mostraban en poses ridículas sus músculos bien trabajados intentando llamar su atención sin mucho éxito. Sin embargo, la niña no parecía interesada en ninguna otra cosa que no fueran las plumas del inmenso coatl.

Durante el ajetreo en el puerto algunos niños pasaron desapercibidos mientras aprovechaban sus horas libres para conseguir brochetas de pescado, todos sonreían y jugaban despreocupados, todos eran huérfanos, originalmente eran diecisiete, pero durante las semanas que llevaban en la ciudad, algunos niños de todas las edades se les fueron uniendo hasta ser poco más de treinta, siendo un grupo algo inquieto. Dándole dolor de cabeza a María, su cuidadora y madre postiza.

—Ni siquiera el hermoso brillo de la luna llena en una noche despejada, se puede comparar… (Escupía sangre) A tu delicada sonrisa al amanecer…

—¡Eso no es todo la otra vez quedaste en arreglar las repisas de la cocina y te hiciste pendejo entrenando!

A lo lejos se escuchaba la sana discusión de un matrimonio al que todos preferían ignorar como de costumbre.

Sus miradas se cruzaron por un instante, tan efímero que no podía considerarse que sucedió, Ixchel sintió una presencia nueva, ligeramente destacada de entre la multitud. Su naturaleza curiosa la obligo a volver repetidamente la cabeza para encontrar esos cabellos rojizos que se mezclaron entre la gente que la rodeaba buscando llamar su atención.

—Vamos Beto, hay que dar una vuelta por el puerto. —susurro la pequeña al odio de la gigantesca serpiente.

Sin avisar a los demás se montó en la espalda de su amiga y con un graznido potente acompañado de una cantidad enorme de aire que aventaron sus alas, partió al cielo ante la mirada incrédula de quienes le rodeaban.

El sonido del mar era claro en sus pequeños odios, ver el puerto desde las alturas era una experiencia maravillosa para ella, nunca se cansaba de eso. Veía a las personas tan chiquitas como hormigas. Todas iban y venían ya sea apurados, a paso cansado o como un paseo tranquilo. Los barcos cargados de mercancías llegaban a todas horas a veces abarrotando el lugar lo que en ocasiones le quitaba la belleza natural del puerto.

Se intentaba imaginar cómo fue que padre siendo tan tonto pudo crear tales obras de arte y arquitectura, ella conocía la naturaleza de la Tetra energía; sus límites estaban puestos por el grado de ingenio de una persona.

En ocasiones admiraba el talento de su padre y otras se sorprendía por lo infantil que llegaba a ser. Aunque tampoco le sorprendía del todo, conocía a Bob ese gigante que no era bueno relacionándose con la sociedad y, sin embargo, sentía de él una inmensa perturbación de energía. Los misterios del mundo eran muchos, las incógnitas no tenían fin; justamente eso alimentaba su curiosidad a cada instante. Conocer aquello que está más allá de su nariz le era divertido.

Después de algunas vueltas, montada en el lomo de Beto, decidió bajar cerca de la zona de comida. La gente la miraba con ojos alegres, todos la llamaban "La princesa atlante" un título que nunca le gustó desde un principio, y que nunca rechazo por el bien de la gente, que disfrutaba con dirigirse así a ella. Saludaba a todos de buena manera y camino sin rumbo mientras Beto partió al cielo de nuevo.

—Ha de ser divertido volar en eso

La voz de un niño le saco de sus pensamientos. Al buscar quien le hablaba se encontró con un chico pelirrojo poco más alto que ella. Su instinto le hizo saber que él era un usuario natural de Tetra energía, igual que ella. Ese niño era la presencia que había detectado entre la multitud. Lo podía ver claramente, esa aura ligera que su cuerpo emanaba, era un rastro espectral que solo algunos lograban ver.

Hasta ahora no había conocido a nadie más aparte de sus padres y los demás héroes o sus aprendices principales. El grado de adiestramiento que uno debe poseer para alcanzar ese nivel no es algo que se consiga con simple entrenamiento. Mucho de ello implicaba conocer las enseñanzas del maestro Kukulcan. Aquellos que estaban más próximos de llegar a ese nivel se podían contar con una mano. Ese niño era completamente desconocido, el desconcierto era tan grande que al intentar hablar su voz se quebró en palabras incomprensibles. Al darse cuenta de que balbuceaba sin sentido, los colores se le fueron al rostro, sus las manos se movían de un lado a otro en señal de querer decir algo, pero sus ideas no se ordenaban.

Una risa nerviosa por parte del niño la trajo de vuelta al mundo real; por lo visto, él malinterpretó por completo sus acciones poniéndolo nervioso y sonrojado. Se rascaba con vergüenza la cabeza mientras desviaba la mirada.

Él solo quería platicar con alguien distinto a sus amigos, cuando vio que una jovencita bajo del cielo montada en una especie de dragón con alas y una melena de plumas tornasol, su interés se centró completamente en ella.

—He visto más de mil flores distintas abrir sus pétalos en primavera, me he empapado de su delicado perfume una y otra vez, y sin embargo ninguna…—se levanta sacudiéndose los escombros del pecho—… se puede comparar a verte despertar cada mañana a mi lado…

El general fue arrojado cerca de los niños en un lugar donde no había víctimas o que generara daños importantes al puerto. Se quitaba tranquilamente los escombros de su chamarra mientras escupía bocanadas de sangre y se limpiaba los cortes de la cara.

—A veces me pregunto por qué me enamore de ti en primer lugar, solo eres un idiota que nunca cumple su promesa, llevas evadiendo desde hace un mes hacer la cena, pero no, la mala siempre soy yo…

Con los ojos llorosos del coraje y el aura de batalla impregnando su cuerpo, Selene se cruzaba de brazos frente a él buscado el ángulo perfecto para mandarlo a volar de nuevo.

—…Oye… ¿No deberíamos detenerlos? —pregunto el niño rompiendo el hielo y la incomodidad de hace unos momentos.

Con una carcajada sonora y regresando a sus sentidos por completo, la pequeña Ixchel tomo de la mano con gran naturalidad al pelirrojo y lo llevo lejos del espectáculo que sus padres protagonizaban.

—Tu tranquilo, en un rato empezaran a llevarse bien como de costumbre, eso solo es para desahogarse de sus vidas de adultos.

Con las mejillas rojas y la sorpresa en el rostro, el pequeño Jedrek fue arrastrado en contra de su voluntad a lo profundo de la selva mientras en el fondo se escuchaban los golpes de Selene en la cara del General.

Nota del autor:

Prometo que este año si le avanzo con los capítulos, me centre mas en otros proyectos por eso la tenia abandonada pero les juro que ya me pondré al corriente con esta novela. ¡¡Feliz año!!

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