1 CAPITULO 1: LA LLEGADA DE LOS CUERVOS

Hace mucho tiempo atrás en un frondoso bosque existían criaturas que vivían en una precaria paz, dichos animales eran los Castores, los Conejos Y los Mapaches.

El único modo de poder controlar su tierra sin matarse los unos a los otros era por medio de un líder que no operaba como un rey sino como un consejero. Dicho animal debía saber hablar las tres lenguas para que la paz perdurase entre las especies.

El consejero supremo era un Castor anciano llamado Sade.

Sade poseía múltiples habilidades, podía hablar fluidamente las tres lenguas del bosque y algunos pensaban que inclusive hablaba otras más. Muchos creían que era inmortal o que poseía el don de la premonición, es decir que podía ver el futuro.

Un día esas dos teorías de sus habilidades fueron confirmadas y una fue desmentida.

Aquella mañana sería diferente de las demás. Sería inolvidable para todos los habitantes del bosque. El sol iluminaba los frondosos árboles con sus hojas verdes, el suelo cubierto de una extensa vegetación de similar color brillaba con intensidad al recibir los rayos del sol.

Sade se había despertado de su letargo. Tuvo un inquietante sueño durante la noche. Vio su amada tierra siendo atacada por seres oscuros alados que traían consigo la penumbra y la muerte. Pero en medio de toda esa negrura sin fin apareció un rayo de luz seguido de un ser de extraño aspecto que eliminaría a todos los seres malévolos que herían su tierra. Sade nunca había visto antes a ese ser, era algo imposible de describir ante sus ojos. Lo único que recordaba era que podía estar de pie sobre sus dos patas traseras.

Antes de que el sueño llegase a su final Sade podía observar como dicho ser era coronado rey del bosque.

Sacudió su cabeza tratando de despejar su cabeza e intento levantarse del suelo sin mucho éxito. Era un venerable anciano de más de noventa años; pero para los demás podría tener mil años. Había batallado las tres guerras que hubo entre las tres especies haría cincuenta años atrás por no mencionar la terrible guerra que hubo entre Castores y Mapaches cuya duración fue de treinta años. En ese entonces era un joven Castor vigoroso cuya única determinación era pelear por la paz de su especie y su tierra, ahora era un viejo cuyo pelaje era más blanco que marrón, sus ojos ya no veían con la misma claridad de antes y su olfato como su audición estaban en decadencia.

Después de un segundo intento finalmente logro ponerse de pie y caminar hasta el consejo.

El consejo era un árbol grande y ancho, de una gran cantidad de hojas verdes; bajo la sombra de dicho árbol el consejero supremo se sentaba para guiar sabiamente a los animales del bosque. Aquella mañana se encontraba sentado meditando sobre su sueño.

En más de una oportunidad había tenido sueños de eventos futuros y en todas esas ocasiones había acertado. Razón por la cual nunca tomaba aquellas visiones nocturnas a la ligera. Este sueño era demasiado escabroso para él, tenía demasiado miedo de que se volviese real. Un graznido le saco de su meditación.

Nunca había oído algo así antes, parecía sonar como una bandada de aves. Sade levanto su cabeza y los vio.

Eran un grupo de treinta Cuervos. Todos volaban en una formación en V, a la cabeza se encontraba un Cuervo de aspecto juvenil seguido por otro más viejo con una herida en el ojo derecho.

El Cuervo joven miro a Sade que se encontraba debajo de él y decidió descender a verle.

Una vez abajo se dirigió hacia él, esbozando una sonrisa mientras se presentaba.

- ¡saludos viejo Castor!, mi nombre es Maggalor, soy el rey de la tribu de Driez ¿entiendes mis palabras?

- Demasiado bien rey Maggalor, ¿cuál es el propósito de su visita? – le respondió Sade.

- Pues como usted verá yo y mi pueblo, hemos recorrido muchas tierras buscando el Zuruthan, nuestro propio paraíso personal, el cual creo que hemos encontrado en este sitio.

- Me alegro por eso, son bienvenidos a nuestra tierra, por favor déjeme presentarme, mi nombre es Sade , soy el consejero del bosque, cualquier cosa que deseen hablar conmigo, pues estoy a su servicio.

- Le agradezco su ofrecimiento Castor Sade; pero mis intenciones son gobernarlos como su rey- dijo con una macabra sonrisa, el rey Cuervo.

- Nadie le seguiría rey Maggalor- le habló con serenidad Sade- son tribus muy orgullosas, con sus propios líderes.

- Eso lo veremos.

Dicho esto el Cuervo le clavo su pico en el pecho al viejo Castor; para después sacarle su corazón. Herido al punto de perder demasiada sangre, Sade empezó a recitar una oración en un idioma inentendible.

De pronto el sol radiante empezó a ocultarse, en nubes negras y gruesas que oscurecían todo el bosque.

- ¡¿Qué has hecho?!- gritó Maggalor

- Es… una maldición… para ti rey de los Cuervos… el sol les ha abandonado y solo volverá a aparecer… el día que llegue… el verdadero rey de esta tierra, con su fuerza los eliminara y… con su voz devolverá la luz, espero que… disfrutes tu reino de tinieblas rey Maggalor- mencionó con una sonrisa Sade antes de morir.

El cruel rey Cuervo dio un terrible graznido mientras los demás Cuervos levantaron vuelo para dominar a los demás animales.

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