Graham miraba la escena que se desarrollaba ante él. Los gritos le llegaban a los oídos, pero no lo perturbaban.
Graham colocó la pipa en su boca y sopló humo hacia el hombre que se atrevió a tocar lo que era suyo. —Te consideraba inteligente, pero intentaste dañar lo que era mío cuando me di la vuelta. Podrías haber evitado estar donde estás ahora si fueras inteligente.
El cabello de Jonathan fue tirado por el guardia que colocó la barra de metal caliente en su pierna para hacerlo mirar a Graham. —Yo no toqué a la ramera.
—¿Ramera? A menudo te he dicho que ella no debe ser llamada así por nadie. Ella es mía, ¿así que de dónde sacas el derecho de insultarla? No puedes engañarme. Alguien te vio salir de su habitación cubierto de sangre. El cuchillo que sabía que ella había robado estaba ensangrentado en su habitación —dijo Graham.
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